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Otro fantasma de la memoria

Suele ser en la mesa de la cocina, en torno a una taza de café. Małgorzata Nocuń se sienta y las escucha en una carrera contrarreloj, a medio camino entre el nerviosismo y la paciencia. Estas mujeres se hacen mayores, olvidan, mueren. Son las que marchaban con el hatillo y el niño en brazos, las de las ciudades sitiadas, aquellas a las que el uniforme de combate les venía demasiado grande; las ingenieras y partisanas; las que llevaban una granada encima para que no las cogieran vivas; las activistas, las políticas, las inocentes; las que ondearon la bandera roja; las hambrientas; las casadas contra su voluntad; las prisioneras; las valientes. Ellas son el gran depósito de la memoria colectiva: el recuerdo de décadas de vida en los Estados soviéticos reunido mediante testimonios y entrevistas en El amor ha sido mi única culpa, publicado por La Caja Books en febrero de 2025.

La obra recoge las pesquisas de la periodista Malgorzata Nocuń en su viaje a través de lo que denomina Postsovietlandia, el espacio compuesto por los territorios de la antigua Unión Soviética. Allí pregunta a distintas mujeres por su historia, por la vida del homo sovieticus. Nocuń da nombre propio a mujeres de diferentes ideologías, clases y experiencias que formaron parte de uno de los proyectos políticos más importantes del siglo XX, en un relato vivo y brutal, dominado por la palabra de sus múltiples interlocutoras. Los testimonios recabados se entretejen para componer un extenso lapso temporal —desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actual guerra en Ucrania— poniendo cara y voz a los restos del trauma histórico. Las intervenciones o interrupciones de Nocuń como periodista son escasas, pero precisas. La salida ocasional del papel de la entrevistadora dota de autenticidad al proceso de recogida de la información y supone una reflexión sobre el hacer periodístico.

"Las mujeres del exilio comparten testimonio con las que viven el conflicto en la distancia. Recuerdan a sus familiares, a menudo en el frente, de los que obtienen noticias de forma irregular"

Aunque la primera parte del volumen se centra en la Segunda Guerra Mundial, conocida en Rusia como la Gran Guerra Patria, los ecos del conflicto no cesan. «La guerra forma parte del genotipo de los habitantes de Europa del Este», escribe Nocuń. El Ejército Rojo fue uno de los pocos cuerpos militares que admitían mujeres, les rapaban la cabeza y les ponía un arma en las manos. Nadia era conductora: llevaba suministros al frente y evacuaba heridos. Hoy preside el Club de la Mujer del Frente. La guerra, dice, fue una experiencia aterradora, muy distinta de la imagen heroica de la miliciana que promovían los reportajes, en los que se las hacía posar sonrientes y con uniformes nuevos.

La caída de la Unión Soviética trajo consigo una desestructuración territorial que también desembocó en múltiples conflictos bélicos. Aída, de origen armenio, se alistó como enfermera voluntaria en la guerra del Alto Karabaj. Se negó a trabajar en el hospital de campaña: quiso ir a la primera línea de fuego. Los recuerdos la persiguen, como al resto de veteranas. «En la guerra no se puede ser mujer; cuando te pones el uniforme tienes que olvidarte de tu sexo», afirma.

"Las entrevistadas describen jornadas extenuantes, donde la labor en las fábricas se compaginaba con la formación política y la crianza"

El relato de las mujeres del frente no deja atrás otras experiencias, también se recogen los testimonios de las «sitiadas». Es el caso de Luidmila, superviviente del sitio de Leningrado. Olga y Galina, madre e hija, comparten un trauma intergeneracional. Oksana y Marina, exiliadas ucranianas, ofrecen su testimonio en plena diáspora. Las mujeres del exilio comparten testimonio con las que viven el conflicto en la distancia. Recuerdan a sus familiares, a menudo en el frente, de los que obtienen noticias de forma irregular. Sus voces se solapan con las historias de las madres soldado, que resultan desgarradoras: «No tenía bastante dinero para librar a mi hijo del Ejército. Si hubiera pagado, ahora seguiría con vida», «Tuve un hijo tan apuesto. Era inteligente, quería estudiar. Ahora yace en la tumba», «Mírelo, señora, es él ya muerto, mi pequeño hijo»… Además de los relatos del frente, la periodista reconstruye la historia de los desaparecidos, de los suicidios encubiertos, de jóvenes que logran regresar, pero irreconocibles.

La obra de Nocuń también se detiene a analizar la experiencia cotidiana de la mujer obrera en la URSS. Las entrevistadas describen jornadas extenuantes, donde la labor en las fábricas se compaginaba con la formación política y la crianza. Aquellas trabajadoras se encontraban muy lejos del ideal de la científica soviética, que también proliferó, generando un aumento de las matrículas de mujeres en carreras científico-técnicas. Es el caso de Galia, que contribuyó a la construcción de submarinos nucleares en Severodvinsk, o Luidmila, geóloga en territorio siberiano. Luidmila sigue defendiendo el modelo soviético con firmeza; Galia prefiere no mirar atrás.

"Se recogen episodios de violencia en el Cáucaso Norte, Armenia o Tayikistán. Según indica la obra, en este último país, muchas jóvenes casadas a la fuerza se suicidan prendiéndose fuego"

No todas encontraron un lugar en el engranaje productivo. Muchas mujeres fueron enviadas a gulags o encerradas en instituciones psiquiátricas, víctimas de la represión política o de estructuras disciplinarias opacas. En los años cincuenta, más de medio millón de mujeres estaban internadas, según los datos que ofrece Nocuń. Anna y Zoya cuentan su terrible experiencia. El título de la obra proviene del testimonio de esta última, detenida por las actividades políticas de su pareja. Natasha, en cambio, sí tuvo militancia propia: fundó un boletín clandestino para denunciar violaciones de derechos humanos. El procedimiento era artesanal y arriesgado: cada copia debía ser reenviada, reimpresa y redistribuida. También fue detenida y encarcelada. Peor suerte corrió la política Galina Starovoitova, un icono de la lucha por la democracia en Rusia. Murió asesinada por sus rivales políticos.

También figura el testimonio de Aliana Popova, diputada en la Duma que recorrió el país y fue testigo de las situaciones de discriminación, pobreza y abuso que vivían muchas mujeres. Anna, feminista siberiana, le presenta a Ninel, médica que tras recibir a numerosos violadores en consulta aquejados con enfermedades venéreas se volvió pacifista y feminista. Anna, madre soltera, denuncia los efectos de la ortodoxia en el ámbito rural. Todavía sigue vigente la lista de profesiones prohibidas para mujeres, elaborada en tiempos soviéticos, con el pretexto de proteger su fertilidad.

Se recogen episodios de violencia en el Cáucaso Norte, Armenia o Tayikistán. Según indica la obra, en este último país, muchas jóvenes casadas a la fuerza se suicidan prendiéndose fuego. Gulsifat lo hizo embarazada. Se encontraba internada en Dushanbé, con el 80 % del cuerpo quemado. Los médicos habían conseguido al bebé. En Kirguistán, la autora entrevista a M., activista por los derechos de la mujer. El matrimonio forzoso, la servidumbre doméstica y la falta de alternativas marcan la vida de estas mujeres. Las organizaciones de ayuda intentan ofrecer cobertura, pero sin un cambio estructural, no hay salida posible. Procuran extender su protección a personas del colectivo LGTBI, sometidas a un régimen de incomprensión y violencia.

"La obra de Nocún, al tiempo que ejercicio periodístico de gran calado, es también el rescate de una red de voces que arrojan luz sobre uno de los paisajes políticos más decisivos del siglo XX"

Nocún recoge otro episodio clave del desmorone de la URSS: Chernóbil. Oksana Zabuzhko se despierta en su piso de Kiev y cuenta las abejas que yacen en el alféizar. Los ciudadanos se lavan las manos y el cabello con aprensión, los operarios limpian las calles y todos ellos se mantienen pendientes de los medidores de radiación. Siguen a este episodio los terribles noventa, como el retrato de una decadencia social plena. Los despidos en masa y el cierre de las fábricas llevaron a umbrales de pobreza extrema. El alcoholismo y el sinhogarismo se extendieron como una plaga. Yelena cuenta que era madre soltera y vivía con sus padres. Al cierre de las fábricas siguió la carestía y los escaparates vacíos, lo que llevó a muchas mujeres soviéticas a un constante peregrinaje urbano para conseguir los alimentos más básicos. La pobreza arrastró a muchas de ellas a la prostitución. Yelena no conocía la ciudad, pero tenía carné, así que se hizo conductora. Florecieron huertos allá donde había un pedazo de tierra fértil. Olga jamás pensó que en una ciudad como Irkutsk faltaría el alimento, pues era una próspera urbe dedicada a la producción industrial, pero con la transformación su marido perdió el trabajo y se dio al alcoholismo. El testimonio de Olga es el de muchas mujeres que pasaron a librar la batalla solas en situación de carestía. El volumen cuenta cómo, en aquellos noventa que parecían no acabarse nunca, familias enteras abrían la llave del gas y esperaban. Aunque la tormenta amainaría con los primeros años del siglo XXI, las historias de la guerra no han tardado en volver.

La obra de Nocún, al tiempo que ejercicio periodístico de gran calado, es también el rescate de una red de voces que arrojan luz sobre uno de los paisajes políticos más decisivos del siglo XX. Debe destacarse la labor de los traductores, Agata Orzeszek y Ernesto Rubio, que, merecedores del Premio Nacional de Traducción, nos permiten asomarnos al relato de la lucha incansable de las mujeres de Postsovietlandia mediante una prosa incisiva y ágil. El recorrido de la autora por los territorios de la antigua Unión Soviética y su afán por entrevistar a mujeres de muy diversa condición dota a la obra de un cariz complejo, representativo y humano. El amor ha sido mi única culpa nos convierte en testigos de la inmensa fuerza de estas mujeres, que gracias al esfuerzo de Nocún, no han quedado atrás.

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Autora: Małgorzata Nocuń. Título: El amor ha sido mi única culpa. Traducción: Agata Orzeszek y Ernesto Rubio. Editorial: La Caja Books. Venta: Todos tus libros.

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