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Otro lugar oscuro

Hay un personaje en Mr. Mercedes (2014), la primera novela de la trilogía de Stephen King que luego continuaría con Quien pierde paga (2015) y Fin de guardia (2016), con muy mala suerte. De pequeño sufrió un accidente al atragantarse mientras se comía una manzana, hecho por el que se vio obligado a depender de su madre alcohólica y de su hermano mayor, convirtiéndose así en una carga diaria para la familia. Pero la mala suerte se convierte a menudo en la peor de las suertes. Quiso la fortuna que tuviera en su vida un hermano sin remilgos morales, con una madre que le traspasó en herencia tal disposición de ánimo y ese modo eficaz de resolver los problemas cuando la conciencia se deja a un lado: Brady Hartsfield asesina a su hermano Frankie con el beneplácito de su madre, Deborah. El mal con todas las mayúsculas que se quieran se encarna en la señora Hartsfield, aunque sea el retoño avezado quien emprenda el camino de perfección psicopatológica iniciado por su progenitora. Él es Mr. Mercedes. Él es el asesino despiadado que atropella sin piedad con un automóvil de la marca alemana a ocho manifestantes y deja malheridos a más de una docena. Él es el objetivo de Gustavo William Hodges, Bill Hodges, el policía retirado con cáncer terminal que protagoniza la saga de la primera incursión de Stephen King (Portland, 1947) en el género de la novela detectivesca.

"Stephen King hace que su trama corra paralela a situaciones que interpelan a sus lectores en el día a día"

Un día habrá que estudiar con detenimiento las aventuras literarias emprendidas por y durante la última gran pandemia. El mundo que quedó tras su paso —las cepas siguen ahí, pero el miedo es ahora otro— no difiere mucho del que teníamos antes de la hecatombe vírica; si acaso se salió con la idea reforzada de que los que ganan siguen siendo los mismos; sí, los mismos que se beneficiaron del cambio de pesetas a euros; los mismos que tienen ganancias obscenas cuando el ambiente general es de crisis sistémica; los mismos, al fin, que saben que cuando hay sangre en las calles han de espabilar a comprar propiedades, como decía Arthur Case, aquel ennoblecido usurero de oscuro pasado en la infravalorada película de Spike Lee Plan oculto (Inside Man, 2006). Entre esas aventuras, una de las más sorprendentes es el giro mostrado por Stephen King al entregar un título en el que no existe rastro alguno de la participación de tramas sobrenaturales, porque para sobrenatural ya está la realidad, viene a decirnos a estas alturas con la escritura de Holly, su nueva criatura. De hecho, tan nueva no es, en el sentido de que la protagonista es la misma Holly Gibney perspicaz, despierta, ansiosa, doliente, aunque más autónoma, independiente y dueña de sus decisiones desde que su madre haya fallecido. Gracias a ella, su mentor Billy Hodges atrapó a Brady Hartsfield, y ahora es ella la que resolverá el enigma con la inspiración que alienta en ella la figura del fallecido detective de homicidios que cerró la mencionada trilogía Mercedes. Aun así, Stephen King hace que su trama corra paralela a situaciones que interpelan a sus lectores en el día a día, en la idea de que considera “que la narrativa es más creíble cuando coexiste con los acontecimientos del mundo real, los individuos del mundo real e incluso las marcas”, como ha dejado escrito en la nota del autor con la que cierra la novela.

"Con Holly, el lector regresa a uno de esos lugares oscuros tan queridos por el maestro del suspense, con permiso de Hitchcock, en los que se perpetúa la maldad sin fin"

Éste es el libro de Holly, quien sigue al frente de su agencia de detectives Finders Keepers, la misma Holly que pedía paso tras el arrojo y determinación demostrados hasta llegar aquí, a su historia. Atenuados los síntomas de su autismo, en vías de superar de algún modo práctico el trastorno obsesivo-compulsivo que padece, Holly se topa con un caso que requerirá su pericia, su tenacidad y ese sexto sentido que va más allá del hecho de ser mujer, para resolver el ingenioso artefacto que ha construido Stephen King a partir de una idea simple: ¿Y si el peligro residiera donde menos se lo espera, en lo más cotidiano, insospechado, inofensivo y, en suma, en lo menos peligroso que uno pudiera imaginar? ¿Y si los asesinatos serializados fueran fruto de un matrimonio amorosísimo de dulces ancianos octogenarios, catedráticos eméritos que convierten lo macabro en cotidiano y lo espeluznante en una forma de vida?

Con Holly, el lector regresa a uno de esos lugares oscuros tan queridos por el maestro del suspense, con permiso de Hitchcock, en los que se perpetúa la maldad sin fin que ha acompañado el devenir humano desde que se tiene memoria. Aquí lo maligno se encarna en los ancianos Rodney ‘Roddy’ Harris y su esposa Emily Harris. Son ellos los que desde las primeras páginas se nos aparecen como despiadados asesinos en serie, al menos en la década que ocupan los hechos relatados en la novela, que van desde el 17 de octubre de 2012 al 18 de agosto de 2021. Aprovechándose de las enseñanzas decimonónicas del narrador indirecto libre, King aporta una alta dosis de estrategias inductoras de la lectura compulsiva, con una especial atención a la suspensión y al doble reloj kenfollettinesco, valga el juego de palabras, pues de buen folletín estamos aquí hablando. La trama avanza a partir de capítulos intercalados en los que se narran las peripecias de las desdichadas víctimas de la pareja de asesinos ilustrados con los progresos de la investigación que emprende Holly y que la llevará a conocer el mal de primera mano. No habrá que contar mucho más al respecto. Todo va encaminado a que el lector progrese junto a la detective en pos de las fuentes del dolor que se intuye en cada giro de página.

"Otro lugar oscuro empieza a tomar forma, aunque esta vez, como le ocurre al tratamiento fluorescente de la portada del libro, también la prosa transparente y peligrosa como el agua de Stephen King brilla en la oscuridad"

Toda precaución es poca, lo mismo que la facultad que tiene Holly para avanzar en sus pesquisas con el punto de mira puesto en la pareja de ancianos profesores que encarnan la quintaesencia de la respetabilidad burguesa: “Los dones son frágiles. Nunca confíes los tuyos a personas que puedan romperlos”, dice la laureada poeta Olivia Kingsbury a la joven Barbara cuando va a visitarla, aunque el consejo vale también para Holly; lo mismo que cuando la anciana poeta dice que “la idea de que el impulso creativo es una manera de deshacerse de un veneno” parece estar pensando en el propio Stephen King. No en vano hay en esta novela mucho de reflexión alrededor de la escritura en sí misma. Pero es la cita de Bill Hodges con la que se abre el libro la que reclama mayor atención (“A veces el universo te echa un cable”), al mostrar la fuerza desbocada del azar como motor del mundo. No hay aquí asuntos sobrenaturales de por medio. Por primera vez, Stephen King se la juega y salta sin red hacia terrenos del noir puro, donde tiene cabida el análisis de la contemporaneidad que acompaña al género desde sus inicios. Aquí se cargan las tintas contra los negacionistas del Covid-19, se critica sin tapujos las políticas de Trump y en particular la insurrección delictiva del 6 de enero de 2021 con el asalto al Capitolio, se siguen de cerca los acontecimientos alrededor del Black Lives Matter, o ya puestos, se defiende la libertad de Holly Gibney para arruinar sus pulmones con el humo del tabaco. Recuerda al lúcido y atormentado pintor Frederick (Max Von Sydow) cuando despotricaba sobre el público de la televisión de la época en la inolvidable Hannah y sus hermanas (Woody Allen, 1986).

Las desapariciones que tienen lugar en esa ciudad del Medio Oeste, cuyo nombre se resiste a nombrar el narrador de esta primera aventura de Holly en solitario y apunta a secuelas inmediatas (“se suponía que solo iba a ser un personaje secundario en Mr. Mercedes, pero se llevó toda la atención y mi corazón”, confiesa el escritor), son únicamente la punta del iceberg para narrar los caminos que tiene la justicia a la hora de alcanzar el éxito entre tanto despropósito contemporáneo. Por eso, cuando Penny Dahl contacta con Finders Keepers para que la ayude a encontrar a su hija Bonny, algo en el espíritu justiciero de Holly le dice que debe aceptar el caso. Pronto sabe el lector que la detective no debe demorarse en sus pesquisas. Otro lugar oscuro empieza a tomar forma, aunque esta vez, como le ocurre al tratamiento fluorescente de la portada del libro (en edición limitada), también la prosa transparente y peligrosa como el agua de Stephen King brilla en la oscuridad.

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Autor: Stephen King. Traductor: Carlos Milla Soler. Título: Holly. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Todos tus libros.

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