Inicio > Libros > Adelantos editoriales > Paradero desconocido, de Katherine Kressmann Taylor

Paradero desconocido, de Katherine Kressmann Taylor

Paradero desconocido, de Katherine Kressmann Taylor

Concebida como un intercambio epistolar entre Max Eisenstein, un comerciante de arte judío residente en San Francisco, y su socio comercial, Martin Schulse, que había regresado a Alemania en 1932 y escribe a su socio desde allí, Paradero desconocido cuenta el trágico desarrollo de una amistad y la historia de una amarga venganza.

Construida con un suspense insuperable, desconcertantemente breve, en el que no sobra ni falta una palabra, esta novela magistral describe vívidamente el veneno en descomposición del nacionalsocialismo. Un relato visionario que, sin asomo de complacencia ni demagogia y un final sorprendente, expone la tragedia íntima y colectiva de la Alemania nazi.

Zenda adelanta un fragmento de esta novela de Katherine Kressmann Taylor, rescatada por la editorial Salamandra.

***

12 de noviembre de 1932

Herrn Martin Schulse
Schloss Rantzenburg
Múnich, Alemania

Mi querido Martin:

¡Ya de vuelta en Alemania! ¡Cómo te envidio! Aunque no haya vuelto a poner los ojos en Unter den Linden desde mis tiempos de estudiante, su recuerdo aún me conmueve; ay, aquella amplitud de miras intelectuales, las tertulias, la música, la alegre camaradería… Y ahora ya sin la influencia del rancio abolengo de los Junkers, la arrogancia prusiana y el militarismo. Llegas a una Alemania democrática, a una tierra de gran cultura, en los albores de una magnífica libertad política. Te auguro una buena vida. Me has dejado muy impresionado con tu nueva dirección, y me alegra que la travesía resultara tan agradable para Elsa y los chiquillos.

Yo, por mi parte, no estoy tan contento. Aquí me tienes un domingo por la mañana, soltero, solo y sin propósito en la vida. Mi hogar dominical ahora se ha trasladado allende los mares. Ay, aquel viejo caserón en lo alto de la colina… ¡La calidez de tu bienvenida cuando afirmabas que el día no estaba completo hasta que no volvíamos a reunirnos! Y nuestra querida Elsa, tan alegre, que salía a recibirme con su radiante sonrisa, me agarraba de la mano y gritaba «¡Max, Max!» mientras corría al interior para abrir mi schnapps favorito. Y los niños, maravillosos también, sobre todo el jovencito Heinrich, tan apuesto; cuando vuelva a verlo, estará hecho un hombrecito.

Y no hablemos de las cenas… ¿volveré a comer así alguna vez en mi vida? Ahora ceno en un restaurante y ante mi solitario rosbif me asaltan visiones de aquel Gebackener Schinken humeando en su salsa al vino de Borgoña, con sus Spätzle, ¡ay!, ¡sus Spätzle y sus Spargel! No, nunca más podré resignarme a la comida de este país. Y aquellos vinos, estibados con tanto mimo de los barcos alemanes, y esos brindis que hacíamos levantando las copas a rebosar, por cuarta, quinta y sexta vez…

Has hecho bien en marcharte, no te quepa duda. A pesar del éxito del que gozabas aquí, nunca llegaste a sentirte americano, y ahora que ya tenemos la empresa consolidada, debes llevarte a tus mocetones alemanes de regreso a la madre patria para educarlos. Además, Elsa ha echado de menos a su familia durante estos largos años, y seguro que todos estarán contentos de verte a ti también. El joven artista sin peculio de pronto se ha convertido en el benefactor de la familia; apuesto a que eso también será un discreto motivo de orgullo para ti.

El negocio marcha viento en popa. La señora Levine ha comprado el pequeño Picasso al precio que fijamos, cosa de la que me congratulo, y la señora Fleshman sigue dándole vueltas a la idea de comprar aquella Madonna horrenda. Nadie se ha molestado nunca en decirle que ninguna adquisición suya es mala, porque son todas pésimas. Aunque he de reconocer que carezco de tu mano izquierda para tratar con las señoronas judías. Puedo convencerlas de que hacen una excelente inversión, sí, pero sólo tú, con tu exquisito enfoque espiritual sobre el arte, eras capaz de desarmarlas. Por otra parte, dudo de que se fiaran del todo de otro judío.

Ayer me llegó una carta encantadora de Griselle. Dice que dentro de nada me sentiré orgulloso de mi hermanita. Le han dado el papel principal en una obra que ahora mismo se está representando en Viena, y las reseñas son estupendas; por fin aquellos años desalentadores en compañías de tres al cuarto empiezan a dar fruto. Pobre chiquilla, no lo ha tenido fácil, aunque nunca he oído un lamento de su boca. Posee arrojo, además de belleza, y espero que también talento. Me ha preguntado por ti, Martin, con un tono la mar de amistoso. No queda ahí ni un atisbo de rencor; cuando se es joven como ella, ese sentimiento pasa pronto. Al cabo de unos años sólo queda un vago recuerdo del sufrimiento; además, ninguno de los dos tuvo culpa de nada, desde luego. Esas cosas son como tormentas pasajeras; te vapulean y te dejan empapado, y no puedes hacer absolutamente nada por evitarlas. Pero luego sale el sol, y aunque la experiencia no se te ha olvidado del todo, sólo queda ternura, sin rastro de pesar. Tú no lo habrías querido de otra manera, y yo tampoco. Por cierto, no le he dicho a Griselle que estáis en Europa, pero si lo consideras oportuno, tal vez se lo mencione, pues me consta que no le resulta fácil hacer amistades y sé que le alegraría saber que cuenta con amigos cerca.

¡Catorce años ya desde que terminó la guerra! ¿Celebraste el día? ¡Qué largo trecho hemos recorrido ya, como pueblos, desde aquella amarga experiencia! Una vez más, mi querido Martin, permite que te mande un abrazo desde la distancia y mis más afectuosos recuerdos para Elsa y los niños.

Tu siempre fidelísimo amigo,

MAX

—————————————

Autora: Katherine Kressmann Taylor. Traductora: Victoria Alonso. Título: Paradero desconocido. Editorial: Salamandra. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

5/5 (3 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios