Inicio > Libros > No ficción > Patton, el héroe americano en estado puro

Patton, el héroe americano en estado puro

Patton, el héroe americano en estado puro

Coincidiendo con las celebraciones por el 80º aniversario del fin de la II Guerra Mundial, llega a las librerías una biografía del general George S. Patton Jr., un hombre que, además de empuñar armas, practicaba el noble arte de la poesía.

En este making of Fernando del Castillo Durán rememora cómo escribió Patton: Soldado en dos guerras mundiales (Sekotia).

***

La vida de George Patton, vista a ochenta años de su desaparición y del final de la II Guerra Mundial, resulta sencillamente fascinante porque, de forma y manera continua, se sale de las habituales tramas militares.

No se trata de un general cuya peripecia dependa casi en exclusiva de sus habilidades en el campo de batalla, como es habitual y como sería lo propio tratándose de un jefe americano de cuatro estrellas, todo lo contrario. Patton tiene una vida muy intensa en el frente, sorprendiendo a unos y a otros, aliados y alemanes, incluso a los soviéticos, pero también en otros ámbitos, sea una rueda de prensa, un hospital en Sicilia, una recepción en un club femenino, una reunión de generales con Einsenhower, Marshall, Clark y el delegado de Montgomery, un tumultuoso recibimiento en el Palermo recién liberado o en las calles atestadas de gente enfervorizada de Nueva York.

Da lo mismo, siempre marca distancias, aproximándose a lo que sería más indicado en un actor o un jugador de fútbol. Es el héroe americano en estado puro: con rostro pétreo, mirada a la lejanía, los dos revólveres y mandando en Europa frente a un enemigo al que vence en cada batalla.

"Patton, postrado ante el altar, en una capilla medio derruida por los bombardeos, se dirige al Dios de los ejércitos y de las batallas, al Dios bíblico, y lo increpa y le pide que decida de qué bando está"

Un general diferente que, durante los avances en pleno invierno hacia Bastogne, esquivando con el III Ejército a los panzers apostados en los flancos mientras nieve y niebla se cierran sobre las tropas, decide hablar directamente con Dios. Ese es un momento inmenso, el general que en su mejor instante, a pesar de la climatología, se detiene ante Dios y le pide ayuda.

Bárbara imagen: Patton, postrado ante el altar, en una capilla medio derruida por los bombardeos, se dirige al Dios de los ejércitos y de las batallas, al Dios bíblico, y lo increpa y le pide que decida de qué bando está, si con los ateos krauts, los nazis alemanes, o con las tropas que traen la libertad.

Después, manda al páter del III Ejército que escriba una oración y la reparta entre los soldados, cada uno la suya, los cristianos, los judíos o los musulmanes. Y que recen juntos, y sí, cambia el tiempo: durante dos días, solo dos días, se abren los cielos y los cazas pueden volar, y los Sherman avanzar hacia Bastogne, donde los paracaidistas rodeados esperan el regalo de su liberación para el día de Navidad, que llega el 26 de diciembre.

Patton también es el general que escribe versos, un diario más o menos desmadejado y poemas, de escasa calidad, ciertamente, pero que constatan una determinación característica ante el desastre que supone la guerra.

Enamorado de los caballos, ordena liberar a los equinos de la Escuela Española de Viena antes de que caigan en manos soviéticas y se conviertan en filetes. Y para ello manda una operación singular, con enfrentamientos contra unidades SS, etc.

"La polémica vino porque Patton, convencido de que el accidente que lo llevó a la muerte había sido una simple casualidad carente de malicia, negó, igual que su esposa después, la autopsia"

También es el hombre que libera la mina donde precisamente la SS guardaba los tesoros robados en museos y a los particulares, y donde se hallaban millones de divisas procedentes del Reichsbank, pero eso no le interesa: Patton es un soldado, y ante un carbón de Durero pasa de largo, creyendo que es un cartón con dibujos sin valor.

El libro se cierra, se ha de cerrar obligatoriamente, con la muerte del general, siempre polémica, siempre discutida y donde caben las especulaciones más delirantes, desde un antiguo SS capaz de captarlo para que levantara las unidades alemanas vencidas y bajo su mando se enfrentaran a los soviéticos hasta el oportuno disparo de un esbirro que intenta liquidar a Patton cuando regresa después de una jornada de caza.

Todo patrañas bien urdidas que generaron una gran polémica, pero que no son más que polvo. Y la polémica vino porque Patton, convencido de que el accidente que lo llevó a la muerte había sido una simple casualidad carente de malicia, negó, igual que su esposa después, la autopsia.

Fue enterrado en Luxemburgo, no en Arlington, como hubiera sido preceptivo, porque prefirió quedarse junto a los caídos del III Ejército, aquellos soldados que mandó a través de Francia y Alemania hasta la frontera checa, donde se detuvo por orden de Einsenhower, que no asistió al funeral por expreso deseo de George Patton.

"Ante la derrota en Vietnam o casi derrota en aquel momento, la respuesta al público es premiar sin parangón en Hollywood a un héroe de hacía un cuarto de siglo"

La filmografía del general Patton también está recogida en el libro. La película principal, por la que Scott recibió tantos Oscars, a pesar de la interpretación, no pasa de instrumento político: presentada en 1970, justo en el momento de la ofensiva vietnamita en el Tet, quiere ser una especie de antídoto nacionalista norteamericano, pero con el agravante de dejar sin respuesta, ni siquiera la más mínima, la muerte de Patton, que acaba paseando a su perro Willie por un campo al atardecer. Simple metáfora vacía y aproximadamente inútil, cargada de derrota y que pretende cerrar la película con tintes melancólicos, pero poco más. La simple y clara constatación de que el film, y el espectador, por supuesto, renuncian a entender.

Cuidado con la precisión que acabamos de hacer: ante la derrota en Vietnam, o casi derrota en aquel momento, la respuesta al público es premiar sin parangón en Hollywood a un héroe de hacía un cuarto de siglo, si bien es cierto que los generales de Vietnam fueron, algunos, oficiales con Patton, por ejemplo, Creighton Abrams.

Por otra parte, tanto el Patton de la película, aquella y otras peores, que las hay, igual que el Patton de las biografías al uso, mienten tergiversando al verdadero George Patton. El general era tremendamente malhablado, a pesar de ser un caballero sureño con una educación impecable, y tanto la prensa como los estudios posteriores o el cine jamás se han atrevido a recrearlo, trucando sus intervenciones con eufemismos más o menos aceptables, asunto que convierte a Patton en un tipo locuaz y atrevido, pero completamente falso: imaginémonos de lo que sería capaz en la torreta de un Sherman o dirigiendo una ofensiva. El propio general dejó dicho bien alto y bien claro que con lenguaje soez y cuartelero, el que empleaba él mismo, se podía mandar un ejército, pero no con remilgos ni cautelas, exactamente la versión a la que lo someten críticos, estudiosos y cineastas.

"Luego viene el Patton que presentan otras biografías: era disléxico y eso explica muchas cosas, desde que bombardeó un volcán en Hawái hasta su marcado humor negro. Todo es falso"

En el discurso al III, aproximadamente el que aparece en la película de 1970 detrás de una enorme bandera estadounidense, el Patton que se dirige a las tropas no es más que un blando remedo, un cariñoso general sin apenas garra que hace una arenga sin chispa, solo cruzada con algún detalle sorprendente, sobre todo al final. Ese no era Patton en absoluto. El real llenaba sus intervenciones de exabruptos contra el enemigo, se autotitulaba con desafiantes palabrotas y emplazaba a sus hombres a infligir el mayor daño posible. Y todo en medio de delirantes vivas y aplausos de la tropa. Incluso cuando la prensa lo acusó por haber abofeteado a dos soldados en Sicilia, entonces la entrega de los soldados fue todavía mayor, atronadora se diría.

Luego viene el Patton que presentan otras biografías: era disléxico y eso explica muchas cosas, desde que bombardeó un volcán en Hawái hasta su marcado humor negro. Todo es falso. Patton no padecía dislexia. Vistos y examinados por nosotros —logopeda desde hace muchos años— decenas de documentos de todas las épocas, podemos concluir que según el DSM IV no era disléxico, asunto que cambia y derriba cualquier aproximación biográfica anterior.

Dejamos muchos detalles, casi todos, para una lectura dichosa, la que merece un lector que quiera saber qué le contestó Patton a Zhukov en un brindis o por qué no participó en Normandía —decisión que supuso el más grande engaño a los alemanes, apartando pretendidos espías que desorientan a la Wehrmacht— o el motivo de no intervenir en Japón junto a MacArthur, asunto que Eisenhower evitó, en connivencia con el presidente Truman. Aquellas dos personalidades juntas bien podían convertir el final de la guerra en el Pacífico en el inicio de la III conflagración mundial.

En fin, una lectura profunda y gozosa llena de regocijo y deleite en una época marcada por la sordidez de una guerra terrible.

—————————————

Autor: Fernando del Castillo Durán. Título: Patton: Soldado en dos guerras mundiales. Editorial: Sekotia. Venta: Todos tus libros.

4.8/5 (14 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

2 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Roberto Arizpe Larenas
4 meses hace

Era un hombre muy enérgico y disciplinado, pero combatía contra un ejército agotado y en retirada. Tres de cuatro alemanas murieron en Rusia, si Hitler no hubiera atacado a la Unión Soviética, estaríamos marchando el paso del ganso. Los tanques norteamericanos no eran muy buenos que digamos, los rusos sí eran muy buenos. ¿Cuántos norteamericanos murieron en la guerra?,400.000,por ahí, y rusos,25 millones, las cifras hablan por sí solas.

Paco
Paco
4 meses hace

Ejem