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Pepe Pérez-Muelas: “Leí miles de aventuras con los atlas de geografía”

Pepe Pérez-Muelas: “Leí miles de aventuras con los atlas de geografía”

En Días de sol y piedra (Siruela) —a la venta el 24 de septiembre— Pepe Pérez-Muelas nos propone un apasionante viaje repleto de arte, historia y literatura para todos los enamorados de Italia. Esta obra nos cuenta la historia de un hombre quiere volver a Roma. Lo hace en bicicleta desde los Alpes, cargado de equipaje. Lleva consigo miedos, ansiedad, problemas familiares: un laberinto que necesita recorrer. No es una huida, sino un encuentro. El viajero aspira a hallar la belleza en la naturaleza y en el arte, a mimetizarse con la historia de los lugares que atraviesa en su recorrido por la Vía Francígena —una senda de peregrinación que unió Europa en los siglos oscuros—,  desde el Gran San Bernardo en la frontera suiza, pasando por el Piamonte, Lombardía, la llanura padana, los Apeninos, la Toscana, hasta la plaza de San Pedro del Vaticano.

A continuación, Pepe Pérez-Muelas responde al Cuestionario de Zenda.

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—¿Qué libro, película, serie, disco y obra de arte salvaría en un diluvio o un incendio?

—Si nos convirtiésemos en Sodoma y Gomorra y estuviésemos a punto de sufrir un exterminio divino salvaría el Quijote (porque es el libro que más libros contiene para mí); Amarcord, porque acudo a ella cuando quiero recordar mi infancia; The Crown (mi amor-odio a Inglaterra se encierra en muchas de sus temporadas); rescataría la discografía completa de Fabrizio de André (haría como la mujer de Lot si me obligaseis a elegir solo un disco de él y me convertiría en sal) y daría mi propia vida por las alas doradas del ángel de La Anunciación de Fra Angelico.

—Puestos a salvar, elija una actriz, un actor, un personaje histórico y un político actual.

—Seguimos en Sodoma… No tengo demasiados fetichismos en el mundo del cine. Prefiero a los directores que a los personajes, pero salvaría a la Maribel Verdú que baila en la playa al final de Y tu mamá también, al Mastroianni que soporta como nadie la resaca, a Napoleón en Santa Helena y… a políticos actuales no salvaría a ninguno. Ellos han convertido esto en Sodoma y Gomorra.

—¿Qué aventura real o literaria le gustaría haber vivido?

—La de Ulises en la Odisea. Con sus fracasos y victorias. Con sus naufragios y visitas a Ítaca. Pero ojo, que haber acompañado a Cortés hasta Tenochtitlan hubiese sido maravilloso.

—¿Y qué recuerdo personal le gustaría que jamás se perdiera en el tiempo, como lágrimas en la lluvia?

—Ver a mi mujer en Roma, vestida de amarillo, al final de mi peregrinación.

—¿Cuál es su primer recuerdo lector?

—Antes de leer, me quedaba siguiendo el trazado de los atlas que había en casa. Leí miles de aventuras a través de la geografía. Pero el primer libro que me encendió algo dentro fue El camino, de Delibes. Desde ahí supe que nada sería igual.

—¿Cuál es el último libro que ha leído?

—Martinete del rey sombra, de Raúl Quinto. Solo tengo parabienes para mi paisano.

—¿Puede recomendar un libro clásico?

—El Lazarillo. Toda la España de nuestro hoy ya está en esas letras del ayer.

—¿Y uno actual?

—El tiempo de los lirios, de Vicente Valero. Un libro para hallar una paz espiritual y una belleza pausada que no me esperaba.

—¿Qué libro no ha podido acabar?

—A la sombra de las muchachas en flor, el segundo tiempo perdido de Proust. Demasiado aburrido.

—¿Puede recitar de memoria un poema?

—Cualquier copla de Jorge Manrique al bueno de su padre. Alguno de Machado. Un romance agitanado de Lorca. Por melancolía y amor a los pequeños placeres, también unos versos de Miguel d’Ors.

—¿Cuál es la canción más hermosa del mundo?

“Mediterráneo”, de Serrat.

—¿Puede decirnos una heroína y un héroe —literarios o cinematográficos— imprescindibles?

—Mis héroes y heroínas siempre acaban mal. Madame Bovary, por su coraje, por querer ser mujer en un mundo de hombres, ese Quijote con faldas. Y un héroe, pues el caballero de la triste figura, por querer ser un hombre en un mundo de falsos héroes.

—¿Y un personaje malvado que le fascine?

—El conde Drácula. Lo tiene todo. Es de esos malos elegantes que a uno le gustaría visitar de vez en cuando, aunque sea con una ristra de ajos atada al cuello.

—¿Tiene una editorial y una librería preferidas?

—Claro. Siruela está entre mis preferidas, y no porque me edite, sino porque hace de los libros un arte. También Acantilado y Libros del Asteroide. No hay una mácula en sus catálogos. Son un seguro de buena lectura. Y librerías… hay tantas como ciudades en las que he estado. Me quedo con dos. Palas, en Sevilla, que es un refugio. Y la librería Luxembourg, en Turín, sobre todo por su sección de hebraica.

—¿Cuántos libros hay en su biblioteca? ¿Qué porcentaje, aproximadamente, ha leído?

—Más de dos mil, de los cuales habré leído algo más de la mitad. Pero no me alarmo. Soy de los que compra por encima de sus posibilidades. Y lo asumo con inocente felicidad.

—¿Con qué libro se ha emocionado más? ¿Ha llorado tras la lectura de alguno?

—Las últimas treinta páginas de Hamnet, de O’Farrell, me conmocionaron. Hacía tiempo que no leía nada igual. Como me ocurrió con Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz.

—¿Se ha excitado alguna vez leyendo? Si es así, ¿con qué libro?

—Sí. Ocurrió en primero de carrera, en el Colegio Mayor. Estaba en la biblioteca leyendo La Celestina, y todo ese ambiente prostibulario, de carne prieta, de palabra sexual, se me subió a la cabeza. Fue una semana en la que estuve cachondo todo el tiempo. Y por un libro escrito hace quinientos años.

—¿Cuál es el rasgo principal de su carácter?

—La melancolía.

—¿Y su principal defecto?

—La impaciencia.

—¿Qué aprecia más de sus amigos?

—La sinceridad. La autenticidad de ser quienes ellos son, y no buscarse en otros.

—¿Cuál es su ocupación preferida?

—Leer y viajar. Escribir, que es un trasunto de las otras dos.

—¿Y su sueño de felicidad?

—Ya lo tengo. Mi mujer y mi hijo.

—¿Cuál es el estado actual de su espíritu?

—La paz, el equilibrio. Sigo buscando acabar con el silencio que me atormenta desde la adolescencia. Pero aún no escucho nada.

—¿Qué detesta más?

—La hipocresía, la ignorancia, el orgullo altivo de los que se creen por encima de uno sin merecerlo. Las trampas.

—¿Qué faltas le inspiran la mayor indulgencia?

—La timidez excesiva, las buenas intenciones que acaban en desastre. Pero no soy un cura para repartir indulgencias.

—Ojalá que no tenga que ir nunca a una isla desierta, pero si así fuera, ¿qué libro se llevaría?

—Uno en blanco, para poder escribir.

—¿Y a qué persona?

—A mi mujer. Nosotros ya vivimos en una isla desierta.

—Si todas sus respuestas han sido sinceras, diga ahora una mentira.

—No soy Pepe Pérez-Muelas. ¿Acaso alguien lo ha visto?

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Autor: Pepe Pérez-Muelas. Título: Días de sol y piedra: De los Alpes a Roma. Editorial: Siruela. Venta: Todostuslibros.   

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