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Las editoriales tienen muy poca vergüenza

Las editoriales tienen muy poca vergüenza

Hoy hablaremos, si me lo permiten ustedes, de la poca vergüenza del mundo editorial; fenómeno del que son culpables —excepto algún justo que siempre hay en Sodoma— tanto los grandes sellos como los chicos. Viene a cuento porque acaba de telefonear mi viejo amigo Jeosm, que en sus antiguos tiempos de grafitero fue principal asesor nocturno-callejero para la novela El francotirador paciente. Y es el caso que Jeosm, hoy uno de los más respetados y queridos fotógrafos del mundo cultural, dice que lo han llamado de una importante editorial para pedirle que escriba una novela: «Yo alucino, colega, se les ha ido la pinza. Me dicen que el tema les da igual. En mi vida he escrito una puta novela, ni intención tenía; pero me ofrecen tres mil pavos de adelanto, así que igual les coloco algo».

Dense una vuelta por las mesas de novedades y comprobarán que lo de Jeosm no es anécdota suelta, sino indicio de una estrategia editorial sin escrúpulos que como una mancha infame envilece lo que aún llamamos literatura. Cada año, cada mes, cada semana, una cantidad enorme de novelas aparece en librerías, plataformas digitales y redes sociales. Algunos de sus autores son mediocres o innecesarios, publicados por sus editores a ver si suena la flauta, olvidado lo que dijo Stevenson sobre quienes se empeñan en contar lo que a nadie interesa y pretenden además que les paguen por ello. Se multiplican como una plaga, y eso tapa a los que empiezan y son realmente buenos o pueden llegar a serlo: novelistas con entusiasmo y tesón, que quitando tiempo a otras cosas emprenden la aventura de crear y publicar una historia; honrados narradores en busca de oportunidad y, si la fortuna sonríe, de lectores. Es una lástima que algunos que podrían ser brillantes carezcan de las herramientas técnicas, las lecturas o el cine que hoy son necesarios para un oficio que no consiste sólo en teclear lo que tienes en la cabeza, sino en años de trabajo duro, respeto por los maestros, educarse en el conocimiento de los clásicos y, sobre todo, ser capaz de crear algo que no se haya hecho antes —eso es muy difícil— o contar lo que desde hace siglos se cuenta, pero de una manera diferente, actualizada. Convirtiéndolo en algo que valga la pena.

Pero esto de los novelistas buenos o malos, afortunados o no, poco tiene que ver con el principal problema del mercado literario, donde cualquier lector con criterio se frota los ojos, incrédulo. Volviendo a lo de mi amigo Jeosm, desde hace tiempo las casas editoriales, que antes eran criba y filtro de calidad, se han lanzado a la ofensiva descarada del todo vale, saturemos los anaqueles, maricón el último. No hay presentador de televisión, youtuber, influencer o famoso que, por iniciativa propia o inducida, en sus ratos libres que por lo visto son muchos, no pruebe suerte con la tecla. Entre los presentadores, curiosamente, son muchas más ellas que ellos: lo de periodista y novelista satura las solapas. Nada extraño, habida cuenta de que los editores no son gilipollas y saben que el setenta por ciento de quienes leen en España son mujeres, y que la mayor parte de esas mujeres ven la tele.

Ahí está el truco del almendruco, donde inescrupulosos cazadores de nombres famosos —incluyo en ellos al grupo editorial que publica mis novelas en español— libran hoy una sórdida guerra comercial por hacerse con autores y sobre todo autoras de modaCon nombres famosos, en suma. Da igual que sepan escribir o no, pues para eso están los editores y los llamados negros literarios, que ponen su talento e imaginación bajo el nombre de quien se limita a insinuar una idea, una trama básica, o a aportar unas notas en el móvil que, como decía una descarada autora en entrevista promocional, tomo en el camerino mientras me maquillan para el programaCon lo cual, el ego de la presentadora —o presentador, o lo que sea— queda satisfecho y ya puede titularse en Wikipedia periodista y novelista, y su cuenta bancaria recibe el premio oportuno y los derechos de autor, aunque sea la única novela que publicará en su vida —hay quien le toma el gusto y amenaza con más: Si vendo 50.000, hago otra—. Por su parte, el sello editorial consigue, colocando cien mil de esta autora, veinte mil de ese autor y cinco mil de aquellos otros, muy rentables resultados. Y, bueno. Es cierto que la vanidad, la mediocridad y la estupidez, que a menudo vienen juntas, están haciendo hoy a la maltratada palabra novela un daño irreparable —Creo en el poder de las historias para cambiar la mentalidad de la gente, afirmaba hace poco una presentadora de la tele sin el menor sentido del ridículo—. Pero también es cierto que las casas editoriales, con su ambiciosa desvergüenza, son las principales culpables de semejante acumulación de basura.

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Publicado el 30 de abril de 2025 en XL Semanal.

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10 ddís hace

Para la persona que lee mucho, a veces no sabes qué leer. Quizás se da una cierta saturación en algunos momentos.

Y recorrer las librerías siempre es placentero. El solo hecho de “perderte” entre estanterías recorriendo obras, sin sensación del transcurso del tiempo, es estar en otra dimensión, sobre todo si la librería es de las de antes con un librero observándote discretamente, calibrando a qué tipo de lector perteneces.

Editores, escritores diletantes o simplemente desvergonzados y las hiper-librerías. Sí. Estos inquietantes almacenes de libros que apabullan al cliente con cientos de libros de un mismo título, agrupados en grandes masas monolíticas que intentan amedrentar al pobre lector machacándole con cantidades hipersónicas de los mismos libros de “éxito” cual si fueran latas de atún en conserva, en oferta, de un supermercado. Parecería que estos mega-centros tienen de todo. Nada más lejos de la realidad. Busque usted un título concreto, a ser posible clásico, de autores que no estén de moda: casi seguro, el fracaso de la búsqueda está servido. Pero, en esa librería recoleta, agradable, acogedora, sí se encuentran estas obras.

Porque, las editoriales también promocionan, previo estipendio económico, que esos mega-centros coloquen esos bloques megalíticos del último título de moda de la última presentadora de telediario, con una fotografía, manipulada claro, de la susodicha, en pose y con mirada sugerentes, con el último peinado sin descolocar, para captar el subconsciente de los incautos. Comparar las fotografías de las sobrecubiertas es aleccionador. Comparen ustedes la discreta fotografía de Han Kang, la autora, tal cual es, sin artificios, creo yo, con una imagen incluso tímida, con cualquiera de las fotografías, superpreparadas y supersugerentes de la presentadora de turno.

Y si ustedes observan, los métodos de atracción para comprar son muchos. Las editoriales juegan, creo yo, con tres cosas que estudian y diseñan escrupulosamente con los últimos métodos de marketing: la imagen sugerente del autor-autora, el título y el diseño de la portada.

El título suele ser una manipulación flagrante. Si debiera ser el indicativo, aunque sea subliminal o simbólico de la obra, ahora los títulos no tienen nada que ver con el contenido real y son sobre todo micro-relatos impactantes del tipo de eslóganes con el que los políticos nos inundan.

Las portadas son todo un arte. Colores atractivos y brillantes, diseños psicodelicos, oníricos, surrealistas, que llamen la atención de los clientes y que empujen a la compra compulsiva. Algunos con muy mal gusto y otros apelando directamente a instintos eróticos o inconfesables. Por desgracia, estos diseños también están presentes en buenas obras de buenos autores. El buen gusto en el diseño de portadas escasea sobremanera.

“Vanidad, mediocridad, estupidez”. Siento, de nuevo, apelar a mis manidas analogías pero tengo que decir que, hoy en día, la estructura de una editorial no se diferencia de la de los partidos políticos. Presentan un producto falso, con un relato falso, con una imagen falsa, vendido como un producto de supermercado. Además, fíjense ustedes, cómo el mundo editorial colabora estrechamente con los políticos, editando libros infumables de las hazañas de los próceres de la patria.

Presentadores y presentadoras, famosetes y famosetas, politicastros, empresarietes (como ser millonario pasado mañana) y médicos (como tener una vida de asco bebiendo soja). También los libros de los autorcillos que se han subido al carro de la progresía buenista y que se dedican a escribir contra la sociedad, el mundo, el consumo, promoviendo el mundo perroflauta y criticando todo lo que se mueve (en coche, no en patinete), desde las barriadas periféricas hasta la calle Serrano de Madrid, con un lenguaje obrerista decimonónico (todo es una mierda excepto mi iPod).

Al final, si hoy paseamos por las estanterías de libros con un fuerte espíritu crítico, con escepticismo, sin dejarnos llevar por el colorido o la sugerente fotografía de la autora, terminamos recurriendo a Homero, a Zweig, a Valle-Inclán, a Cervantes, a Juan Manuel de Prada, a Pérez-Reverte, a Han Kang, a una pequeña lista de autores contemporáneos o a una gran lista de autores clásicos que siempre perdurarán.

Siempre nos quedará la Ilíada, el Quijote… o La Tabla de Flandes…

Saludos a todos.

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10 ddís hace

Perdónenme por el olvido injustificable:

Y siempre nos quedará Zenda para orientarnos… … …

Aguijón
Aguijón
10 ddís hace

El mercado editorial

El mercado editorial,
Caterva de novedades,
Transita por un vial
Lleno de “mediocridades”
Que debemos evitar.

Buenas, malas, regulares,
Originales, plagiadas,
De autor, con negro, seriales…
Las novelas editadas
Por lo menos son reales.

Peor es la poesía,
O lo que venden por tal,
Eso sí es descortesía,
Falta de formalidad
Y una inmensa porquería.

El ensayo es subjetivo,
A gusto de cada cual…
Y de teatro no opino,
No sé si publican ya,
O quizá es que no me arrimo.

Es fácil imaginar
Que así el panorama patrio,
En cuestiones de editar,
Transita por un estadio
Muy cercano al “gay-trinar”.

ricarrob
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10 ddís hace
Responder a  Aguijón

El mayor éxito,
quizás del momento,
pueda ser sin duda
cómo levantarse
De mortadelos al año
medio millòn,
menudo apaño,
sin palo al agua pegarse.

Obra maestra,
escrito insigne,
si hay quien lo firme
desde su palestra.

Geno
Geno
9 ddís hace
Responder a  Aguijón

Hombre!!! Una poesia que se entiende

Basurillas
Basurillas
10 ddís hace

Buenos días. Casi por alusiones (por la última palabra del artículo semanal de don Arturo) voy a escribir este comentario.
Lo que narra es algo parecido y relacionado con lo que les ocurre a bastantes políticos desde la época de los sumerios o la de los faraones, prima el ego y el afán absoluto de pervivencia ante la posteridad: unos hacen obras inmensas o una simple rotonda para ser recordados por los ciudadanos (a cuenta del dinero vía impuestos de éstos últimos casi siempre), y otros, los escritores, escriben cosas que otros leerán -o lo intentan- para dejar algo de su esencia o ideas a las generaciones venideras y para, en definitiva, demostrar que su insulsa (la mayoría de las veces) vida ha servido para algo y será digno de ser recordado. Otros y otras, para conseguir esto mismo, se limitan a procrear y tener hijos, pensando en el fondo de su alma que esa descendencia será un futuro genio, un político admirado, un artista recordado etc, y que, por ello, les hará imprescindibles en la historia de la humanidad. Es, creo, algo consustancial al ser humano: dejar algo suyo tras la muerte para que los demás, ahora y en el futuro, les recuerden.
No es pues solamente por el dinero por lo que se escribe tanto y se edita tanto; es la pervivencia, la supervivencia y el no olvido póstumo lo que está en juego en este tema y lo que mueve a escritores y editores a meterse en el mercado y en el mercadeo.
Yo por mi parte ni dejaré descendencia ni obras publicadas en papel (algunas líneas tal vez en algún servidor informático). Me limito, como el personaje novelesco del guardia civil Bevilacqua a modelar y/o pintar cientos de miniaturas, maquetas, de personajes y soldados que una vez salen de mis manos adquieren vida propia y pasarán a otras manos en un futuro. Y tal vez alguien, dentro de siglos o milenios, descubrirá alguna de ellas semi enterrada o guardada en algún arcón y se preguntará ¿y quién construyó o pintó esto que quiero seguir conservando? Y en ese preciso momento yo volveré a ser una simple basurilla ante la eternidad…

ricarrob
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10 ddís hace
Responder a  Basurillas

Sr. B., estimado, hay más basura en los libroides de las presentadoras, políticos y famosetes que en las letras con que usted nos deleita todas las semanas en Zenda. No se minusvalore.

Y, refiriéndome a su alusión política, y a la basura, dese usted cuenta que los títulos eléctricos son premonitorios: resistencia, impedancia, inoperancia, impericia, nos llenan a todos de oscuridad… oscuridad espiritual y oscuridad física.

Un abrazo.

Basurillas
Basurillas
9 ddís hace
Responder a  ricarrob

Muchas gracias por sus palabras querido amigo. Somos, pienso, como dice la canción del grupo Kansas, polvo en el viento, una mácula sin importancia ante la infinitud del universo y la eternidad de la creación.
Por mi parte agradecerle también su fina ironía y su fino humor, que te alegra el día pensando que no todo está perdido ante la mediocridad y la avaricia que nos rodea. Eso suyo de “como tener una vida de asco bebiendo soja” es magistral y me ha arrancado la carcajada. Un fuerte abrazo.

Guill
Guill
10 ddís hace

¡Pues los premios literarios, te cagas!

ricarrob
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10 ddís hace
Responder a  Guill

Quitando el Pulitzer o el Goncourt (y no siempre), los premios literarios españoles son puro detrito (salvo alguna excepción), previamente asignados, con una total falta de calidad y orientados exclusivamente por lo comercial y de consumo masivo.

Pepe Duarte
Pepe Duarte
9 ddís hace
Responder a  ricarrob

Totalmente de acuerdo con la reflexión de Don Arturo y los arriba escribientes, hace años no leo un premio literario, solo leo gente que “peina canas” o de periodistas jóvenes, que su estilo me atrae por su facilidad de lectura, temas de actualidad y también por no estar contaminados por ideas políticas.
¡Ah! y “caña al mono hasta que hable inglés” a las editoriales en este caso.
Ánimo y a por ellos.

Última edición 9 ddís hace por Pepe Duarte
Antonio
Antonio
10 ddís hace

Creo que a Sonsoles se le han puesto los pelos de punta.

ricarrob
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10 ddís hace
Responder a  Antonio

Quizás ha metido los dedos en el enchufe…

Juan Ramón
Juan Ramón
10 ddís hace

Es que una editorial es un negocio, Don Arturo, y los negocios se hacen para ganar dinero. Yo no veo nada malo en ello, el público consume según sus preferencias, no hay literatura buena o mala… para mi ninguna es mala, simplemente puede gustar más o menos y ya está. Es un arte y como tal, subjetivo y sujeto a gustos (no entro en el estudio profundo de la misma) … hay obras famosas que no utilizan signos de puntuación y fíjese, ahí están… Don Arturo, coincido con usted en muchas cosas pero en esta tengo que discrepar. Insisto, la editorial no es una ONG… y tiene que alimentar bocas. Si el público quiere pasquines… pasquines se les da.

Amelia Noguera
10 ddís hace
Responder a  Juan Ramón

Con todos mis respetos, don Juan Ramón acaba de tirar por tierra dos mil años de teoría literaria. Desde la Poética de Aristóteles y antes, miles de teóricos se han dedicado a estudiar el estilo, la trama, la estructura, los géneros, las figuras retóricas… para que llegado el siglo XXI para defender lo comercial se imponga la idea de que “el arte es subjetivo y está sujeto a gustos” y que por eso no hay literatura buena y mala.

Una obra literaria puede gustarte aunque sea mala, pero eso no la hace buena, ni al lector que la aprecia le hace peor lector. Ese es el problema. Cuando nos gusta la mala literatura, creemos que somos peores lectores y no nos da la gana admitirlo… ¡ni de coña!

Claro que hay buena y mala literatura, desde hace miles de años. Lo que no hay son buenos y malos lectores.

Las editoriales deberían clasificar las obras que publican con un sello de garantía de calidad, como la denominación de origen protegida (DOP) del jamón de Guijuelo. Al lado, deberían añadir en caracteres bien gordos una nota para advertir al lector de que es libre de leer lo que le dé la gana, faltaría más, pero que tiene derecho a saber si lo que lee es malo o bueno según criterios objetivos.

Esos criterios existen o en los institutos y en las universidades podría dar clase de lengua y literatura un señor de verde con gafas que pasara por allí.

ricarrob
ricarrob
10 ddís hace
Responder a  Amelia Noguera

Razón lleva usted señora. ¡Ya está bien de relativizarlo todo! No existe el bien, ni la belleza, ni la verdad. No existe la buena literatura, ni la obra maestra en pintura o escultura. Un asquito de sociedad…

Juan Ramón
Juan Ramón
9 ddís hace
Responder a  ricarrob

Supongo que decir “no entro en el estudio profundo de la misma” no fue suficiente para decir que respetando el estudio de la técnica, la retórica y demás aspectos formales y metafísicos, lo importante de lo que se escribe es que se lea… insisto, una editorial no es un apóstol de la cultura, es un negocio, de igual manera que una cadena de televisión privada es un negocio y emiten Sálvame. Es oferta y demanda. Kobes ni buena ni mala. Los idealismos están muy bien, pero si solo dan para comer pan duro y agua de sopa…. pues eso. Al que le interese la literatura, por si mismo la descubrirá de las “mejores formas”. Gracias a ambos por la contestación y su punto de vista. Un saludo.

basurillas
basurillas
8 ddís hace
Responder a  Juan Ramón

Buenos días, perdón por la intromisión, pero si no estamos de acuerdo que “sálvame y similares” son una auténtica bazofia, una mierda en suma, por mucho que lo sintonicen millones de personas (a las que habría que retirar desde luego su derecho al sufragio por descerebrados), es que jamás nos pondremos de acuerdo en nada. El ser un negocio no es una patente de corso, salvo que consideremos que la vulgaridad mas absoluta debería encontrarse recogida como un derecho constitucional.

Juan Ramón
Juan Ramón
7 ddís hace
Responder a  basurillas

Si estamos de acuerdo en una cosa; Sálvame y derivados son , desde mi punto de vista prescindibles al menos. Quizá no estemos de acuerdo en la otra cosa, que tenga el derecho a existir y ser visto. Por mucho que a mi me entusiasme , Galdos, García Marquez o Saramago si caigo en el chovinismo de pensar que sólo yo o los que comparten mis gustos poseemos el auténtico criterio de la verdad verdadera estaría siendo un poco imbécil, con perdón. Con respecto a las editoriales o a las cadenas de televisión… solo proporcionan lo que el público demanda. Es simple, quizá algo triste, desde mi particular ponto de vista, pero absolutamente respetable. Insisto, no comparto la opinión de don Arturo en este asunto.

ricarrob
ricarrob
7 ddís hace
Responder a  Juan Ramón

Por supuesto que no, sr. JR., estamos entre amigos. Aquí hay multiplicidad de pareceres y de opiniones. Don Arturo, el sr. B., usted, yo, todos opinamos de forma diferente. La verdad absoluta y, por supuesto, la imbecilidad total sólo las poseen los políticos.

En mi caso, lo que yo critico es el relativismo. Si que creo que la belleza existe, que existe la verdad, el bien y la buena literatura, la buena música, el arte. Que exista “lo otro” y que sea visto, oido, leído y admirado es inevitable. De todo hay en la viña del Señor. Si hay de todo, a ser preferible más bueno que malo, no está mal; el problema es cuando en una sociedad el relativismo hace que todo sea una basura.

Saludos.

Juan Ramón
Juan Ramón
6 ddís hace
Responder a  ricarrob

Gracias por su amable comentario. Estaría bien hablar de relativismo pero para eso necesitaríamos, al menos yo, algo de 40°de alcohol de más de 12 años en barrica de roble, con un poco de hielo bueno (nadie piensa en el hielo!). No llegaríamos a ninguna conclusión pero el placer de la charla sería exquisito. Un saludo.

Juan GS
Juan GS
10 ddís hace

En todo caso esto va para las grandes y el tema es –como siempre– más complejo.
Pero las chicas –que están ahí por amor y no por dinero– no pueden dar un adelanto de tres mil euros por una novela que aún no existe ni aunque llegara la promesa de que Borges se pondrá a escribir desde la tumba.

Patronio
Patronio
10 ddís hace

Aquí un cuentista aficionado, que práctica casi en exclusiva la narrativa breve. Todo doméstico, claro. Pura afición.
Y es que hace tiempo, decidí que eso de llamar a puertas y hacer antesala, a la espera de que en alguien resuene lo que escribo, no era para mí. Ni siquiera lo he intentado; y está decisión creo que entronca bien con lo que expone aquí don Arturo. En este mundo de nombres que anteceden a la creación, de libros que venden al autor y no al revés, de novedades insufribles y premios que han ganado a pulso ser puestos en sospecha… ¿A dónde acudir? El panorama es desolador para el escritor de mi perfil; de tierra quemada al rededor del monasterio donde uno se deja el alma y la vista haciendo lo que hace casi con fe.
La sensación es que la Honestidad (así con mayúscula), ya sea honestidad intelectual, lucidez, o como ustedes quieran entenderla, se ha vuelto algo delirante.
Para no alargar demasiado, una valoración: de cuántos ahora mismo recuerdo, creo que este artículo de don Arturo es el más valiente. Mis felicitaciones. Uno compra sus libros con la satisfacción añadida de que esto le permite la libertad de hablar sin tapujos. Magnífico.

Sepolvora
Sepolvora
10 ddís hace

Don Arturo, es que ya no son “obras”, son productos. Y perecibles para peor. Igual pasa en el cine, en la tele o en todo. Conecte Netflix y las pelotudeces hacen nata, todo el que tenga vanidad consigue un productor audiovisual o lo que más se le parezca y se lanza a producir una miniserie, contando como se seca la pintura o como crece el pasto. Por eso anoche comencé a ver Lost weekend, para recordar como era el cine de verdad.

José Prats Sariol
José Prats Sariol
10 ddís hace

Parece un círculo vicioso que comienza en la familia, la escuela y los celulares… Las editoriales sólo son una pata de una mesa sin mierdómetro acoplado.

Brigitte Desmond
Brigitte Desmond
10 ddís hace

Excelentisimo, don Arturo, lo ha dicho todo!

María Mercedes
María Mercedes
10 ddís hace

Compro libros de segunda mano en librerías o mercadillos.
Me suenan algunos autores de ahora.
En 2020 leí algunos capítulos de obras actuales (la editorial los ponía en Internet).
Tengo muchos títulos clásicos pendientes.
En el instituto tengo que leer obras juveniles con los alumnos: algunas están bien, pasables.

José Ángel
José Ángel
9 ddís hace

Desgraciadamente, el talento no importa, solamente el dinero. Esta situación no solamente resta opciones a quien busca una oportunidad para lo que verdaderamente importa, que lean sus escritos; también provoca que los escritores se alejen de las editoriales sin intentarlo. La alternativa, publicar en internet, donde el plagio acecha ansioso como un vampiro ávido de sangre. A las editoriales no les importa alguien que “no tiene nombre”, pero quien plagia no parece hacer distinciones. No es nuevo.

Angélica
Angélica
9 ddís hace

Vaya Arturo, te creo por encima de celos. La mitad de lo que dices es cierto, la otra es opinión y no puedo valorar hasta haber leído el último título que mencionas.

Rebeca Naranjo
Rebeca Naranjo
9 ddís hace

Y no solo eso. Norma, por ejemplo, está tratando como basura que exprimir el potencial económico de las fanáticas de la literatura homoerótica china, contratando gente sin el menor talento ni siquiera para usar un traductor automático para la traducción de las obras, y ni qué hablar de los demás detalles. Que lo importante es vender y ampararse en la idea de que “tienen que apoyarnos porque alguien lo trajo en español”, e ignorar por lo alto o bloquear de redes a todos los que les recriminan.

Jorge
9 ddís hace

No le falta razón, señor Reverte.

Parece mentira que en la actualidad se publique lo que ven nuestros ojos, pero sí; se hace. Da vergüenza ajena leer el nombre de ciertas personas colmando lugares que deberían ser, en principio, sagrados; pero están.

Aunque claro, en este mundo en el que ahora todo vale, en el que uno no es, sino que siente que es, ¿no le parece lógica la cantidad de palabras sin sentido que llenan las librerías?

La gente lee de a poco, se conforma con menos y piensa lo justo, si es que lo hace, ¿podemos pedirles, encima, que busquen buenos libros entre tanta locura?; nadie en su sano juicio lo haría. Hoy se lee como se vive, de ahí que tengamos los novelistas que tenemos…

Pero bueno, al menos nos queda una cosa; que seguimos siendo muchos, por fortuna, los que no nos conformamos con cualquier salchichón, sino que queremos el de bellota, nos cueste más o menos hallarlo.

J.B.Buch (uno de esos que intenta abrirse un hueco)

Marina Moreno
7 ddís hace

Esto, con todos los respetos, no es nuevo.

Lo de las editoriales cazando nombres y no letras lleva ya tiempo oliendo a precocinado de microondas: rápido, barato y sin valor nutricional. Da igual si uno tiene uno, dos o cinco manuscritos redondos, afilados y con los verbos en su sitio. Ni se asome usted con la osadía de ser multi-género. Eso, para ellos, es como hablar klingon con acento de Cuenca.

Lo que nos queda es Amazon o co-edición. Y luego, mercadillos literarios y alguna asociación con la que puedas, al menos, asistir a la Feria del libro de tu tierra, novela en mano, creyendo que puede nadar sola en un mar de millones de títulos. Somo muy atrevidos al querer vender libros así.

Es entonces, cuando caes en que no hay novela que valga si no viene con un contador de seguidores bajo el brazo. La literatura, parece ser, ha pasado de ser arte a métrica: “enséñame tu alcance, no tu estilo”, que diría algún gurú editorial con corbata fina y alma en liquidación.

Así que sí, D. Arturo, bienvenido al club de los que llevamos años oyendo al talento (que no el mío) gritar desde un buzón mientras las editoriales reparten contratos a quien da “fuerte y flojo” a TikTok.

Y en medio de este lodazal, la autoayuda campea como reina absoluta: libros escritos desde la nada, para enseñarte a serlo todo. La exacerbación del yo como doctrina, el “cree en ti” como estructura narrativa y el ego empaquetado como mercancía. Lo más inquietante no es que se vendan, sino que se lean como si contuvieran revelaciones.
Convertir el vacío en bestseller es, hay que reconocerlo, un arte… pero no es literatura.

Volviendo al tema de su artículo: el problema no es que las editoriales tengan poca vergüenza, es que ya ni se molestan en disimularlo.

Y es que, escritores como yo, con mucho -pero mucho- que contar, seguimos buscando a quién le importe.

Y, como yo; cientos y mejores.

Blas
Blas
7 ddís hace
Responder a  Marina Moreno

Así es, y de la co-edición… Otro debate. Como yo digo, imprentas con pretensiones de…

Francisco Brun
7 ddís hace

Esta reflexión del señor Perez Reverte, afirma una ecuación grabada a fuego; el mundo se mueve por el dinero, no por la calidad de las cosas, los actos, o las personas. Esto da como resultado prácticas comerciales mediocres, en donde en la vidriera de los cambalaches se puede observar una biblia junto a un calefón.
Disculpen ustedes pero esto también me remite a la política Argentina, en donde no se pudo, no se quiso o no se supo, aprobar una ley que establece que una persona con causas en la justicia no puede ejercer cargos públicos, sentido común absoluto. Entonces impúdicamente, queda establecido que un corrupto/a pueda llegar a ser presidente de la Nación.
Los delincuentes obviamente festejan, se ríen y disfrutan del paraíso de la impunidad que impera en Argentina, mientras los ciudadanos que pagamos impuestos observamos la película como unos boludos galácticos, disculpen el exabrupto, pero la verdad que estamos llegando al colmo de la falta de respeto. Estos sinvergüenzas viven a nuestras expensas sobre las ruinas de un país destrozado irremediablemente.
Así está el mundo rumbo a lo desconocido. Bien ha dicho el señor Arturo, que estamos presenciando un fin de ciclo histórico, en donde las bases de la civilización se están resquebrajando, par dar paso a otra cosa que por lo visto puede llegar a ser un desierto de ideas, palabras y buenas costumbres; quizás un nuevo ser humano está en gestación más próximo al reino animal, y seguramente en lugar de hablar, emitiremos sonidos incomprensibles.
La inteligencia artificial por ejemplo, ya está dejando a miles de personas con alguna profesión sin trabajo, y esto es irremediable como el descubrimiento que permitió partir un átomo dando paso a la energía nuclear que en mi opinión tiene más riesgos que beneficios.
No obstante pienso que nosotros los veteranos, no debemos claudicar y formar algo así como una resistencia, dado que no creo que tengamos mucho que perder; y entonces ponernos como meta denunciar la hipocresía, la corrupción, la falta de escrúpulos, la falta de respeto, la insensatez de creer que el dinero es todo, y que abre todas la puertas. Me dirán ustedes que el dinero abre todas las puertas, y también compra todas las voluntades. Pero existen muchas cosas que el dinero no puede comprar como ser:
El amor verdadero, la felicidad genuina, la salud perfecta, el tiempo, la paz interior, o el talento.
Por todo esto queda una esperanza y quizás en ese desierto muerto al que me refería crezca una semilla.

CARABELA

Sueña, sueña, carabela
en tu mundo de cristal
Remotos mares y playas
de un mundo que ya no está.

Capitanes de tus velas
de sus sueños y de ese mar
han hecho de ti un símbolo
un símbolo de libertad

Sueña, sueña, carabela
en tu mundo de cristal.
sueña el eterno viaje
del los que hoy ya no están

Hoy, tu capitán es un niño
que sueña con alta mar
sueña el niño que algún día
también él podrá navegar

Sueña, sueña, carabela
en tu mundo de cristal
que Dios sabe, que un buen día,
un capitán nacerá.

Cordial saludo

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7 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

Como podría decir un lider espiritual no ideológico ni dogmático (quizás con estas características sólo haya existido Buda, Mani, Confucio, Jesús (me refiero al original, no al interpretado por el de Tarso, Zaratustra y algún otro), todo lo humano es siempre imperfecto.

Pero, entre las utopías y las distopías hay un amplio espectro en el que las sociedades humanas se podrían desenvolver razonablemente y sin apagones. Pero, según usted dice, sr. Brun, y estoy de acuerdo con ello, nos encaminamos hacia hacer realidad una distopìa infernal, un mundo orweliano, madurista, zapateril, trumpista, putiniano y chimpigniano. Una auténtica tristopìa.

Pero quizás es el sino de las sociedades humanas, estar siempre oscilando pendulonamente entre utopías inalcanzables y distopìas luciferinas.

Saludos cordiales.

Jaime
Jaime
7 ddís hace

Querido don Arturo:

Personalmente, a mí la que menos me gusta dentro de las editoriales con muy poca vergüenza es la Editorial Planeta. Es por una cuestión personal.
Todos tienen sus motivos para tenerle tirria a alguna u otra.
Por cierto, que cuando le hicieron Académico y dijeron algo así como ya tenemos un académico macarra en la RAE me encantó la definición.

Diego C. Pedrera
Diego C. Pedrera
6 ddís hace

Para los currrantes de literatura… , sus palabras valen quintales. Gracias maestro

PakoPá
PakoPá
6 ddís hace

Estando de acuerdo en el planteamiento, añado, si es que alguien no lo ha hecho ya, que a esta situación llegamos con la colaboración de tres partes: la editorial ávida de “famosillas”, las literatas presuntas a las que aquélla soborna y, no lo olvidemos, los lectores que escogemos las memorias de Belén Esteban o el bodrio del penúltimo Planeta antes que a cualquier autor con talento, consagrado o prometedor.

Teresa Isabel Cillo
Teresa Isabel Cillo
5 ddís hace

Caro Arturo : Coherencia, prego.
1. Por un lado : “[han] olvidado lo que dijo Stevenson sobre quienes se empeñan en contar lo que a nadie interesa y pretenden además que les paguen por ello”. Por el otro : “Nada extraño, habida cuenta de que los editores no son gilipollas y saben que el setenta por ciento de quienes leen en España son mujeres, y que la mayor parte de esas mujeres ven la tele.” Ergo : al parecer, sí hay mucho/as “interesado/as..
2. “[se necesitan] años de trabajo duro, respeto por los maestros, educarse en el conocimiento de los clásicos y, sobre todo, ser capaz de crear algo que no se haya hecho antes —eso es muy difícil— o contar lo que desde hace siglos se cuenta, pero de una manera diferente, actualizada”. Quién asegura que es esa la (tu) vía regia de la buena novelística? Tal vez, por ello Borges ” no se le animó” a la novela (je).
3. Solo un poco de recato.

Juan Manuel
Juan Manuel
5 ddís hace

En la música ocurre lo mismo. Cualquiera puede ser considerado artista.

Ángel Espinosa Gadea
5 ddís hace

Llevo años traduciendo y conozco algo el mundo editorial (aunque no tanto porque durante la mayor parte de mi carrera no me he dedicado a la traducción editorial, sino a otros ramos). Como en todos los negocios, hay de todo: libros para el gran público, libros especializados, ediciones de lujo, ediciones de bolsillo, ediciones exquisitas y libros de adorno. Al igual que en el cine hay comedias palomiteras y obras maestras, lo mismo sucede con los libros, tienen públicos distintos y cada uno cumple su función. En lo económico, traducir para editoriales significa que entre el editor, la cadena de suministro y el librero, queda muy poco para el autor y menos aún para el traductor, que al final es quien pone la letra, que es lo esencial del producto. Ése es el motivo por el que recientemente he creado mi pequeña «editorial», y creo que mi última traducción podría gustar a los asiduos de este foro: la ucronía «Napoleón y la conquista del mundo», de Louis Geoffroy, de 1836.