Inicio > Libros > Adelantos editoriales > Popol Vuh, el libro sagrado de los Mayas

Popol Vuh, el libro sagrado de los Mayas

Popol Vuh, el libro sagrado de los Mayas

El Popol Vuh es, sin duda alguna, la cumbre de la literatura mitológica americana y uno de los libros sagrados más bellos jamás concebidos. Su lectura no sólo ofrece una suerte de guía para el camino interior que recorrer tanto en el mundo de aquí como en el Más Allá (a la manera de otros viejos textos mesopotámicos, tibetanos, egipcios o griegos), sino que además nos permite asomarnos a un universo distante y pletórico, el de la cultura maya del sur de México y Guatemala, que abarca dos mil años de historia inhumada por Occidente y la violencia de su conquista.

Zenda reproduce las primeras páginas de esta obra publicada por la editorial Errata Naturae.

******

INTRODUCCIÓN

Éste es el origen de las antiguas palabras preñadas de verdad que conforman la historia de este lugar llamado Quiché. Vamos a dejar escritas aquí estas viejas historias, comenzando desde el momento en que fueron creadas todas las cosas y se establecieron sus fundamentos. Relataremos luego lo que hizo el pueblo quiché.

Con lo que aquí se diga nos haremos una idea clara de cómo se formó el Universo, lo que aún está oculto y lo que podemos ver en nuestro mundo, y cómo lo hizo posible el Creador y Formador de todas las cosas. Este Creador y Formador puso en acción sus cualidades esenciales y su sola palabra bastó para crear todo lo existente.

Uno de sus atributos se manifiesta como Tzacol, es decir, la voluntad divina decidida a encarnarse en la naturaleza haciéndola despertar en la acción. Otro era Bitol, que constituye la fuerza formativa, parte a su vez de Tzacol, que actúa en la creación de cada cosa. Otro era Alom, que en realidad es la misma fuerza entendida como emanación omnipotente, germen de la palabra divina que no es posible explicar porque supera nuestra comprensión. Finalmente, un cuarto atributo se manifiesta como Gaholom, constituido por el espacio vacío e infinito, que como matriz germinadora hizo brotar dentro de sí, mediante la palabra del Creador, todos los universos.

Estos atributos estaban representados por formas propias de la naturaleza, así llamadas: «Una zarigüeya que se lanza con fuerza», «un coyote aullador», «un coatí blanco»… O bien se llamaban «origen de la pureza y de la humedad de la laguna», «origen de la salobre frescura del mar».

Asimismo, aquí se relata lo que sucedió antes de que existieran los hombres, antes de que llegara la aurora y saliera por fin el sol.

Este manuscrito lo estamos escribiendo después de la llegada de los españoles a nuestras tierras, ahora que ya hemos conocido el cristianismo. Y lo hacemos porque ya no tenemos con nosotros los códices originales, ya no existe el Popol Vuh, el Libro Común donde antiguamente leíamos estas historias. Sabemos que aquel libro llegó de allende el mar.

Teníamos por tanto un libro original, escrito hace mucho tiempo. Su significado está oculto al que lo mira y al que medita sobre él. Aunque se pudiera ver, no se podría leer, porque ya no se entiende lo que dicen sus jeroglíficos. Extraordinaria fue su llegada hasta nosotros y que nos enseñara la esencia que contenía.

Allí se contaba cómo se acabaron de formar el Cielo y la Tierra, su ser dividido en cuatro mediante los equinoccios y los solsticios; su ser repartido entre el blanco, el amarillo, el rojo y el azul, es decir, el norte, el sur, el este y el oeste; su ser señalando y poniendo cada estrella y cada planeta en su lugar, estableciendo así sus órbitas; su ser amojonado con estacas, medido con cuerdas y cordeles, creando cada distancia; su ser como un bramante que religara el Cielo y la Tierra, estableciendo la altura y la profundidad, con cuatro esquinas o estaciones, y cuatro posibles direcciones.

También se contaba cómo el Creador y Formador fue quien engendró el aire que respiramos, el aliento que nos anima y nos otorga la existencia: nos conserva, nos cuida, nos protege y nos da la paz y la claridad.

En fin, cómo Él es el que con su pensamiento y con su palabra, que es acción, concibió y sostiene desde entonces toda la belleza que existe en el Cielo, en la Tierra, en las lagunas y en los mares.

PRIMERA NARRACIÓN. LA FORMACIÓN DEL UNIVERSO

Todo estaba en suspenso, en absoluta calma, en total silencio, sin movimiento alguno, sin existencia, sin tiempo y sin espacio.

Podemos decir que en ese instante inicial no había hombres, ni animales, ni aves, ni peces, ni cangrejos, ni árboles, ni piedras, ni hondonadas, ni barrancos, ni siquiera una brizna de hierba: sólo existía el vacío infinito del Cielo.

Aún no se atisbaba la superficie de la Tierra, sólo se presentía el mar represado ante la oquedad del Cielo.

Todavía no había nada que estuviera junto, nada emitía sonido alguno, todo se hallaba inmóvil, nada ocasionaba ningún mal. Nada estaba en pie, nada existía.

Sólo se presagiaba el germen del agua en la mar sosegada, entre las olas serenas. Sólo se sentía el silencio, el reposo, en la oscuridad, entre las tinieblas.

Sólo estaba el Creador y Formador junto a los gérmenes de las cosas colocados por él con toda pureza, entre las aguas.

Estos gérmenes estaban cubiertos, como el quetzal, por plumas verdes, y por eso se les llama Gucumatz. Eran grandes sabios, de inconmensurable lucidez. Por eso también al germen de lo que existe en el Cielo se le llama U Cux Cah, es decir, Corazón del Cielo.

Y fue entonces cuando la palabra del Creador y Formador llegó hasta Tepeu (la Grandeza Oculta) y hasta Gucumatz. Llegó entre tinieblas, pero su voz se dejó escuchar dentro de ellos.

Cuando escucharon dentro de sí aquella voz, y meditaron sobre ella, decidieron reunirse en consejo.

Se hablaron con el pensamiento y así empezaron a generarse las cosas.

Entonces comenzaron a formarse las criaturas. Y cuando consultaron entre sí sobre la hechura de los vegetales, se crearon los árboles, las plantas y los bejucos.

Así, entre consultas, nació la vida y se inició la creación de todas las cosas. Y cada una de ellas surgió en medio de la oscuridad, entre tinieblas, como manifestación de Corazón del Cielo, que también se llama Huracán o Torbellino de un solo pie.

La primera manifestación fue la de Caculhá Huracán; la segunda, la de Chipí Caculhá, que es el más pequeño de los rayos; la tercera, la de Raxá Caculhá, el Rayo Verde, que es por medio de quien se comunica Corazón del Cielo con Tepeu y con Gucumatz.

—————————————

Autor: Anónimo. Título: Popol Vuh. Ilustraciones: Francisco França. Traducción: Agustín Estrada Monroy. Editorial: Errata Naturae. Venta: Todostuslibros

4.8/5 (6 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios