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Robert Graves, el escritor que recibió a Fraga en alpargatas

Robert Graves, el escritor que recibió a Fraga en alpargatas

El británico Robert Graves (1895-1985) se refugió de por vida en Deià (Mallorca) para superar su participación en la I Guerra Mundial y logró evadirse mientras escribía obras como Yo, Claudio y Los mitos griegos, disfrutaba fregando los platos o recibía en alpargatas al entonces ministro Manuel Fraga.

Son anécdotas que su hijo y albacea literario William Graves ha relatado a un reducido grupo de periodistas con motivo de la edición de una nueva traducción de la única autobiografía de su padre: Adiós a todo aquello (Alianza Editorial), que escribió como «borrón y cuenta nueva» cuando salió de Inglaterra a los 34 años, describiendo una infancia acomodada pero infeliz en un internado, y sobre todo una sobrecogedora experiencia militar.

«Era un buen padre. Su primera mujer era feminista (la artista Nancy Nicholson, con quien estuvo casado entre 1918 y 1926), así que no le quedó más remedio que fregar los platos y limpiar los culos de los niños. Supongo que con los ojos de hoy ya no se vería tan feminista como tendría que haber sido, pero él disfrutaba de lavar los platos porque podía pensar y nadie le hablaba», relata William.

Él es el hijo mayor de los tres que Graves tuvo con Beryl, su segunda esposa, con quien vivió hasta su muerte en España. William nació en 1940 en Devonshire, y partió a los cinco años con sus padres con destino a Mallorca, donde ya había vivido su padre antes de la guerra.

Según cuenta, nadie les puso problemas durante su viaje en una especie de taxi aéreo, ya que el piloto que contrataron era Cecil William Henry Bebb, que tenía alguna relación con el MI5 (servicios secretos británicos) y además era el mismo que trasladó a Franco en un Dragon Rapide de Canarias a Tetuán, donde el futuro dictador inició su insurrección.

Preguntado por la relación de Robert Graves con el franquismo, su hijo William asegura que simplemente el dictador no les «molestó», y que además Deià estaba desconectada de la Península e incluso de Palma, donde él reside ahora.

«Fraga (ministro de Información y Turismo) vino a verle a principios de los 60, con sus doce coches. Mi padre estaba haciendo compostaje, en alpargatas. El alguacil del pueblo llegó muy nervioso a contar que venía el ministro y le preguntó si no se iba a cambiar. Le contestó: «Mira, yo si voy a ver un ministro me cambio, pero si el ministro viene a verme a mí, me quedo como estoy. Se hicieron muy amigos», asegura.

Adiós a todo aquello

La primera edición en español de Adiós a todo aquello (que Graves publicó por primera vez en 1929) se llamó Adiós a todo eso, pero esta nueva traducción viene a corregir errores con un trabajo más cuidadoso y respetuoso con el original, a cargo de Alejandro Pradera.

«Este libro en parte lo escribí, y en parte lo dicté, durante una complicada crisis doméstica, y con muy poco tiempo para revisarlo. Fue mi amarga despedida de Inglaterra, donde recientemente había quebrantado un buen número de convenciones; me había peleado con la mayoría de mis amigos, o ellos habían renegado de mí; la policía me había interrogado por considerarme sospechoso de un intento de asesinato, y había dejado de importarme lo que pensaran de mí«, dijo su autor cuando publicó una versión corregida en 1957.

Uno de los cien mejores libros de no ficción del siglo XX según The Guardian, que debería completarse, a juicio de su hijo William, con una buena biografía de lo que quedaba a su padre de vida cuando pudo disfrutar de una existencia mucho más serena y satisfactoria, como constatan también las miles de cartas que él mismo está transcribiendo con ayuda de su hijo para una posible publicación.

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