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Santiago Segura no hay más que dos

Santiago Segura no hay más que dos

Cuando hace unas pocas semanas conocí a Santiago Segura en una fiesta, lo primero que me dijo es que yo estaba muy gordo. Le había abordado junto a un amigo para preguntarle lo que todo el mundo le anda preguntando estos días: cuándo sale Torrente. Como me sigue en Twitter, y me da algunos “me gusta” confidenciales, suponía que me tendría fichado, nombre, apellido, cara. Tan fichado me tenía que me afeó (no dijo “gordo”) lo diferente que era mi presencia física de mi presencia digital. Estuvo un buen rato asumiendo que yo no era Brad Pitt. “Cada uno pone en Twitter la foto que quiere”, concedió.

Luego, en Instagram, me saltaron unas declaraciones suyas sobre niños y refrescos. Segura afirmaba que le había costado Dios y ayuda que sus hijas sólo bebieran agua, no probaran las “bebidas refrescantes” (sic) y afrontaran esa aberración potable de ser más sanas que sus amigas. Segura calificó también estas bebidas azucaradas y carbonatadas como “porquería”.

"El primer Santiago Segura arrancó en los años 90, mayormente en programas de televisión que uno no veía, pero que acababa viendo. Lo recuerdo en Telemadrid, en Telecinco, en Crónicas marcianas, con Pepe Navarro, asumo"

La vida, en fin, tiene inclinaciones certificadas por alargar los relatos, y así resultó que, poco tiempo después, en casa de un amigo con hijas, donde llevé a mis hijos, acabaron todos los críos viendo en la tele Padre no hay más que uno, película que mis hijos desconocían porque en mi casa aún no vemos “películas de personas”, y menos de Santiago Segura. Yo, como es lo propio de mi forma física, tomaba whisky con mi amigo, otro padre, mientras nuestros hijos veían a Santiago Segura cuidar niños de más y hablar con su esposa de menos. Miraba yo a mi hija de vez en cuando, y la veía sonreír siempre, incluso carcajearse. No apartaba la vista de una sola de las escenas de Padre no hay más que uno, donde veía su vida reflejada y todas sus preocupaciones infantiles desarrolladas. Y entonces descubrí por completo al segundo Santiago Segura, el sano, delgado, cinematográfico y amigo de los niños.

El primer Santiago Segura arrancó en los años 90, mayormente en programas de televisión que uno no veía, pero que acababa viendo. Lo recuerdo en Telemadrid, en Telecinco, en Crónicas marcianas, con Pepe Navarro, asumo. Su estampa se volvió icónica en aquellos años. Un hombre calvo, pero con el pelo largo, extremadamente gordo. Muy gracioso. Muy desinhibido. Jugaba un papel ambiguo entre los frikis de la época (abundaban) y el nuevo cine español, marcadamente macarra con Álex de la Iglesia o Airbag, de Juanma Bajo Ulloa.

La cima de este primer Santiago Segura fue un alero en lo alto del edificio Capitol, en Callao (Madrid). Su personaje en El día de la bestia combinaba barrio, fracaso, toxicidad y alegría. Era un Jack Black castizo, bastante anterior a Jack Black. Para completar su ubicuidad, Santiago Segura dirigió Torrente, el brazo tonto de la ley, que escarbaba en todo lo grotesco de su personaje público. “Soy satánico, y de Carabanchel”, sería la divisa oficial.

"Hay, sí, dos Santiago Segura, el que rompía las normas y el que educa niños, el macarra y el formal, el gordo y el delgado. Adelgazar te vuelve conservador. La dieta parece también ideológica"

Los hombres gordos (particularmente “muy” gordos) generan simpatía. Hay algo en un gran talento unido a un cuerpo descuidado que parece darse la razón mutuamente: porque tengo talento, no pierdo el tiempo en el gimnasio. No nos imaginamos a Alfred Hitchcock delgado. Sin embargo, diversos iconos del descuido carnal se retractaron en pocos años, afilándose para las fotos. Quizá el primero fue Peter Jackson; luego, Álex de la Iglesia; antes o después, Santiago Segura. El hombre orondo que adelgaza mucho, que adelgaza del todo, nos decepciona. Nos quita un personaje, un cromo del álbum. Reconocemos su esfuerzo y su longevidad sobrevenida, pero es como si mataran a un superhéroe.

Santiago Segura, delgado, hizo otro cine. Al principio, nadie lo entendía. Ahora, ningún niño se podría creer lo que Segura hacía antes. Hay, sí, dos Santiago Segura, el que rompía las normas y el que educa niños, el macarra y el formal, el gordo y el delgado. Adelgazar te vuelve conservador. La dieta parece también ideológica.

Segura te va diciendo que estás gordo nada más conocerte. No hay nada peor que un converso.

El caso es que mi hija se fue viendo ya en nuestra casa todas las películas de la saga familiar del antiguo satánico. Al paso, escuchaba o veía yo algunas escenas. A ella todas las películas le gustaban lo mismo; o sea, mucho. Notaba yo un aire a Verano azul, a niños con problemas pequeños y aventuras divertidas. El entorno de Padre no hay más que uno era de clase media alta; un chalé, un jardín, ropa excesivamente nueva (a veces de H&M, eso sí). Casarse y tener hijos, e incluso hacer la Primera Comunión, eran temas centrales de la peripecia. Al cabo, nadie ha hecho tanto por el futuro de la familia tradicional como Santiago Segura. En una de las entregas, los niños tienen que conseguir un nuevo niño Jesús de porcelana, pues lo han roto.

"Pero es inútil hablar de gustos, cuando lo fundamental en una novela o en una película es si sus creadores han conseguido hacer lo que querían hacer"

La única película que he visto entera de la saga es Padre no hay más que uno 5. Me pregunto si, a la hora de escribir junto a Marta González de Vega Padre no hay más que uno “uno”, Segura y ella no pensaron en el galimatías en que iban a meterse si la cinta tenía éxito: hacer secuelas numeradas de una película cuyo título acaba en “uno”.

La quinta entrega es la última. Mi hija me preguntó por qué no hacían más. Para ella, no parece haber nada raro en Padre no hay más que uno 14. Le dije que hacer una película es complicado, y hacer secuelas infinitas de una película no se estila, porque las películas no son Dora Exploradora, que puedes hacer 500.

Me gustó algo Padre no hay más que uno, quinta parte. La vimos en el cine. Me gustaron los actores, salvo los niños (aunque sí Luna Fulgencio, que es como Marisol 2); me gustó una escena de acción en un colegio, con puñetazos y nunchakus. Cosas aquí y allá. Pero es inútil hablar de gustos, cuando lo fundamental en una novela o en una película (o lo crítico) es si sus creadores han conseguido hacer lo que querían hacer. Yo creo que Padre no hay más que uno consigue, en todas sus entregas, hacer exactamente lo que quiere hacer. Es más de lo que ha conseguido Francis Ford Coppola con Megalópolis, realmente.

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Raoul
Raoul
4 meses hace

Todo porque Santiago Segura lo llamó gordo. Menos mal que no lo llamó también calvo…

malaparte
malaparte
4 meses hace

La primera vez que vi a Santiago Segura fue en un corto de los que echaban en el Alphaville. Se metía a robar en un chalet. Mientras tenía a una de las hijas de los dueños atada, le acercaba una navaja a la barriga. La niña, por los nervios, vomitaba; y Segura, mirando la pota, exclamaba: ¡coño, una gamba! Se agachaba, la cogía y se la comía.
El resto ya es historia del cine español.

Jonesy
Jonesy
4 meses hace

Olmos, tú ves más que nosotros, simples primates domesticados! (La frase es de Timothy Leary)

Mike
4 meses hace

La verdad, y a pesar de empezar a hacerse famoso con torrente, el tío es un crack y sigue ahí con diferentes tipos de papeles. Bravo!