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‘The Vast of Night’ o el lado oscuro del idealismo americano

‘The Vast of Night’ o el lado oscuro del idealismo americano

Durante las últimas semanas, una película estrenada directamente por Amazon Prime Video, The Vast of Night, ha cogido fuerza hasta convertirse en esa pequeña joya, o al menos objeto de discusión, entre un nutrido grupo de aficionados al cine que, ya sea en Twitter o en sus conversaciones de terraza —allí donde las haya— dirimen sobre su ambiguo final o la evidente maniobra de estilo vintage de su director, el publicitario debutante en el largo Andrew Patterson.

The Vast of Night narra los minutos previos a un avistamiento OVNI en Cayuga, una población ficticia de Nuevo México, en los años posteriores a 1950. Lo hace a través de dos personajes, los dos únicos y jóvenes trabajadores de una radio local que retransmite un partido de baloncesto y que captan a través de las ondas una serie de misteriosos sonidos y comunicaciones.

"Su cámara está siempre o muy cerca o muy lejos, ejerce una comprensible omnisciencia sobre la historia que repercute para bien en el suspense, pero cuya evidencia se torna en ocasiones autoconsciencia"

La película está inspirada en dos sucesos presuntamente verdaderos, o al menos conocidos y documentados —el incidente Kecksburg y las desapariciones de Foss Lake—, pero se mueve en otra esfera distinta a la realidad. Es una película que remite a dos décadas distintas, dos Edades de Oro de la ciencia ficción tanto televisiva como cinematográfica: los 50 y los 80. Al primer grupo por su ambientación —pese a su reducido presupuesto, 700.000 dólares, Patterson ha sabido arañar mucho en este sentido—; al segundo por sus constantes guiños, tanto temáticos como estilísticos, al cine de fantasía de la era Reagan, o mejor dicho, al cine de OVNIs, entendidos éstos como contenedor de las ansiedades de dos épocas ideales… e idealizadas. The Vast of Night, con todo su contenido anexo a aventuras recientes como Super 8 o Stranger Things, traza un interesante arco de unión entre Rod Serling y The Twilight Zone y los Encuentros en la Tercera Fase de Steven Spielberg, pero en su caso haciendo un uso peculiar —por expresivo— de la nostalgia, en ocasiones grato y en ocasiones sumamente inquietante.

Porque esta breve película tiene truco. Aunque también, en ocasiones, se esfuerza demasiado en tenerlo. Su faceta de homenaje trata de armonizarse con otra de puro ejercicio de estilo, en ocasiones fascinante, pero siempre un tanto fallido. Patterson es, a menudo, un tanto intrusivo, y su voluntad de dejar huella con la cámara a menudo repercute en la consciencia del espectador de no estar viendo una película, sino un homenaje. Su cámara está siempre o muy cerca o muy lejos, ejerce una comprensible omnisciencia sobre la historia que repercute para bien en el suspense, pero cuya evidencia se torna en ocasiones autoconsciencia. Una maniobra arriesgada y ciertamente inesperada que, en el fondo, tiene su sentido: casi como una premonición de su estreno televisivo, la película introduce al espectador en la acción a través de una televisión y con la voz en off de un imitador del propio Rod Serling.

Porque, por suerte, su subtexto sobre minorías oprimidas y mayorías privilegiadas en una sociedad libre pero profundamente militarizada resulta mucho más sutil que la escenografía —a menudo fascinante— desplegada por Patterson por, repito, probablemente muy poco dinero y con mucha ambición. The Vast of Night no es una película evidente o plasta en sus ambiciones sociales, que las tiene, lo que distancia el experimento de la mayoría de falsos compromisos con el zeitgeist del momento de muchas otras plataformas de streaming y sus apresurados productos. Otro lado positivo, que al final pesa más que el negativo, es que The Vast of Night da un baño estético a esas otras mil películas mucho más caras y de puesta en escena más que meramente funcional, simplemente mediocre —La vieja guardia, te estoy mirando a ti—. Habrá que ver cómo evoluciona en sucesivos visionados. Me da que bien.

"Y es que es una pena que Hollywood no invierta ya más que en grandes eventos y franquicias cinematográficas, que películas capaces de aunar experimentación con géneros hasta ahora populares cada vez se puedan disfrutar menos en la soledad acompañada de una sala de cine"

Aunque si al final la película es buena y funciona es por asuntos más convencionales y prosaicos: la excelente labor de dos actores desconocidos, Sierra McCormick y Jake Horowitz, que se mueven por el plano y hablan como en un film de Spielberg —aunque Patterson, de nuevo, subraya demasiado esta maniobra de puesta en escena—, y por el sentido de la maravilla y el suspense que, a pesar de ciertos excesos, el realizador imprime a una obra excelsamente fotografiada y que —atención— da importancia tanto a la imagen como al sonido.

Los exteriores escasa pero hábilmente iluminados de la pequeña población de Nuevo México, y los sonidos que provienen del desierto seducen, inquietan y remiten a un escenario vacío que nuestra mente puede rellenar sin tener que desembolsar millones de dólares en efectos especiales. No hacían falta, por tanto, intentos a la moda como el plano secuencia que une la cancha de baloncesto con el pequeño estudio o algunos otros recursos de Patterson para recordarnos que, eh, él está ahí dirigiendo y es bueno haciéndolo —spoiler: lo es—.

Un apunte más sobre cómo ha llegado la película a nuestros hogares, por cosas del nuevo consumo y la nueva normalidad. Y esto es tanto por la macroeconomía como por los gustos desarrollados por ustedes —y yo—, espectadores. Por cosas que el coronavirus no ha provocado pero sí acelerado hasta niveles que tenemos todavía que comprobar. Y es que es una pena que Hollywood no invierta ya más que en grandes eventos y franquicias cinematográficas, que películas capaces de aunar experimentación con géneros hasta ahora populares como The Vast of Night cada vez se puedan disfrutar menos en la soledad acompañada de una sala de cine. Si esto era el progreso, a lo mejor tendríamos que revisarlo. Al menos, la película está ya en nuestra casa para que podamos verla de nuevo.

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