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Un héroe de la retirada

Un héroe de la retirada

El protagonista de esta novela es uno de esos héroes de la retirada, de Enrique Vila-Matas. Un Bartleby, en definitiva, tal y como confirma la frase con la que se abre la segunda parte: “El tiempo transcurría y Abel se iba convirtiendo cada vez más en nada.” Por voluntad propia, ha de decirse. De otra manera, no estaríamos hablando de un héroe de la retirada. Porque a lo largo del relato vemos cómo al joven Brodersen talento no le falta. Para las mujeres, para los negocios. Pero, sobre todo, para desaparecer del escenario o, mejor, para hacer como si no estuviera en él y nunca hubiera estado. Nadie en su entorno comprende tal comportamiento. Y esa evidencia se cuela una y otra vez en los extensos y perturbadores diálogos con los que, una última vez, Hamsun desafía a Ibsen, recordándole que también puede hacer lo que él hace, dentro, además, de una novela:

Porque tú mismo destruyes tus posibilidades.

Porque no consigo ser nada, ya lo sé. Pero al menos no dudo como tú, no cavilo, estoy tranquilo, no soy nada, estoy borrado y sin nombre.

¡Hay que ver cómo consigues decir las cosas multiplicadas por cinco! Pero en una palabra, no tienes ningún empuje. De eso se trata.

"Pero el joven Abel Brodersen nunca se equivoca porque, cuando está a punto de triunfar, se aparta."

Porque en su entorno, un pequeño pueblo de la Noruega profunda, todo el mundo quiere ser alguien y todo el mundo lo intenta al menos una vez en la vida. Algunos incluso dos, tres veces. Mujeres y hombres emprenden unos negocios y luego otros. Mujeres y hombres se casan y se vuelven a casar para comprobar una y otra vez que se han equivocado. Pero el joven Abel Brodersen nunca se equivoca porque, cuando está a punto de triunfar, se aparta, como cuando ya es capitán de barco: “Sentía una indiferencia divina por cómo saldrían las cosas. Eso ya era algo. Era capaz de aguantar, era capaz de prescindir. No se apegaba a nadie en busca de defensa, porque carecía por completo de sentido crítico y opinaba que no tenía nada digno de ser defendido.”

"Ni el joven Brodersen ni el maduro Hamsun se arrepintieron nunca de no haber permanecido al margen en el único momento en que fue necesario hacerlo."

Todos en esta novela fracasan, menos Abel. Pero Abel también ha fracasado, a su manera. Aunque eso nadie lo sabe porque ese terrible secreto suyo no será revelado hasta el final de la novela. En un héroe de la retirada, fracasar es no quedarse quieto en el único momento en que es absolutamente necesario. Y hubo una vez en que el joven Brodersen no se apartó en el momento preciso. Como le sucedió tal vez a su creador, Knut Hamsun, que no se resistió a permanecer en su monacato literario cuando se le presentó la posibilidad de ensalzar a alguien que encarnaba las ideas que había ido sembrando a lo largo de su laureada obra: Adolf Hitler. Ni el joven Brodersen ni el maduro Hamsun se arrepintieron nunca de no haber permanecido al margen en el único momento en que fue necesario hacerlo. Porque nunca fue el miedo al fracaso lo que les empujó a irse, a huir de sus semejantes. El fracaso, viene a decirnos Hamsun a lo largo de toda su obra, es solo un concepto del odiado capitalismo. Por la misma razón, sus percances no pueden en ningún caso atribuirse a su empuje, otro mantra de la naciente sociedad industrial, al que, claro está, ambos han renunciado. El joven Brodersen asume desde muy pronto que la fatalidad es inevitable, que, como dejó dicho Josep Pla, la vida es ondoyant, unas veces sube, otras veces baja.

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Autor: Knut Hamsun. Título: El círculo se ha cerrado. Editorial: Nórdica. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro

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