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Un héroe en la Academia

Carlos Alsina y Arturo Pérez-Reverte, en la RAE durante la presentación de «Sidi».

«Con todo lo leído y lo vivido he construido mi Cid, saqueando sin escrúpulos tanto la leyenda como la realidad»

Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara, abría la tarde del pasado martes 24 de septiembre recordando que «Sidi es un relato en el que el novelista ha empleado apenas un año y medio de escritura, veintiún años en territorio comanche y toda una vida de lecturas».

Desde aquella misma atalaya académica, trece años antes, Arturo Pérez-Reverte ponía voz y vida a un bravo del siglo XVII en el discurso de su ingreso a una institución de la que siempre se sintió orgulloso —como él mismo ha declarado decenas de veces— pero que nunca acabó de academizarle. Más bien podríamos decir que el autor, fiel a su estilo, revertiza en ocasiones la Academia.

"Podríamos decir que el autor, fiel a su estilo, revertiza en ocasiones la Academia"

La pasada tarde era buen ejemplo de ello, aunque no el primero. Entraba el escritor en esta docta casa hablando el lenguaje de germanía, la jerga de los valentones que pisaban el mismo Madrid del Capitán Alatriste. Volvía años después para contarnos una revertiana historia de la Academia con hombres buenos, intrigas, política, diccionarios y libros prohibidos en la Europa del siglo XVIII y regresaba hace apenas unos días, más revertiano que nunca, con su último héroe, Sidi.

Es singular, pero en absoluto casual, que a menos de cien pasos de ese salón un fragmento del cráneo del héroe español descanse en una de las vitrinas de la sala de directores y que toda una vida de investigación y estudios de don Ramón Menéndez Pidal, autoridad académica en la materia, cubra un buen trecho de los anaqueles de las bibliotecas. Tampoco lo es que el autor de los versos del poema sobre El Cid tuviese en este lugar su última casa. La capilla ardiente de don José Zorrilla alumbró sus restos entre estas paredes para que más de cincuenta mil personas dieran el último adiós al genial versificador.

Aquel largo poema del Cid Campeador de Zorrilla, con sus impresionantes grabados de Pellicer, entrarían, de la mano de la bisabuela Adela Replinger, en el hogar del pequeño Arturo que, como cazador intuitivo, lo echó a la mochila, dándole tiempo al tiempo.

Precisamente sobre bibliotecas y guerras, infancia, héroes y memoria hablaron al hilo de Sidi el periodista Carlos Alsina y el académico y novelista Arturo Pérez-Reverte.

"Más de cuatrocientas personas asistían, expectantes, al regreso del Cid Campeador, esta vez sin banderas gloriosas ni leyendas a cuestas; tan solo un hombre con su espada y su caballo"

Más de cuatrocientas personas asistían, expectantes, al regreso del Cid Campeador, esta vez sin banderas gloriosas ni leyendas a cuestas; tan solo un hombre con su espada y su caballo, un desterrado que, acompañado por un puñado de mercenarios leales, peleaba en territorio enemigo por su vida buscando, al otro lado de la frontera, el horizonte y el mar. Una Anábasis al más puro «estilo Reverte».

Presentaba Alsina la novela desde la mirada singular de su autor, una mirada que «le hace entrecerrar los ojos de una manera especial, como para enfocar un objetivo lejano que solo él puede ver», una mirada que sobrevuela las personas y los objetos; que usa, crea selecciona y retiene. Una mirada analítica de narrador profesional. Una mirada de marino.

 —Así es como comienza precisamente Sidi —señalaba Alsina—. Con una mano haciendo visera, oteando el destierro polvoriento. Y ahí nos tiene ya agarrados a los lectores por el pescuezo, obligándonos a cabalgar, levantar la espada, sudar bajo la cota de malla, matar y morir durante 376 páginas. Uno acaba agotado con esta novela —concluye el periodista—, añorando la presencia de Raxida, la hermana del rey moro de Zaragoza, que es el único pasaje en el que aparece, de manera sugerida, el sexo.

—Es que hay novelas que sí piden sexo —explica el académico—, como las novelas de Falcó, un personaje golfo, putero y tal. Pero esta no. Aquí el sexo no era necesario, por eso solo hay una leve incursión por ese territorio. Sidi es una historia sin mujeres, porque no podía ser de otra manera.

—Las mujeres de tus novelas son personajes importantes. Tú mismo las calificas de “revertianas”, y es algo que viniendo del propio autor no deja de resultar interesante. ¿Cómo son esas mujeres revertianas?

—(Sonríe el escritor). Son mujeres más bien duras, de esas que cuando los indios atacan el fuerte nunca gritan, sino que cogen el Winchester y pelean por su vida. Mujeres dueñas de sí; a veces oponentes o incluso enemigas del varón, con una personalidad muy acusada y una gran capacidad de combate, de crueldad, porque cuando la mujer decide acuchillar tiene mucha más inteligencia, astucia y resistencia que el hombre. Todas ellas son personajes muy potentes en mis novelas y Raxida, a su manera lo es también, claro. Frente a ella, Jimena es un recuerdo, una imagen vaga de la memoria del hombre. No hay duda de que la mujer revertiana de esta novela es la hermosa hermana de Mutamad.

—Sin embargo, el recuerdo de Jimena es casi una constante en los momentos de soledad —insiste el periodista—. Su añoranza humaniza al héroe. ¿Es eso un defecto en Sidi?

"Un líder nunca es moral; no es ni bueno ni malo. Es simplemente líder (Arturo Pérez-Reverte)"

—(El novelista piensa durante unos segundos la respuesta). La palabra “defecto” implica una valoración moral, y un líder nunca es moral; no es ni bueno o malo. Es simplemente líder. Está dotado de un olfato innato para modificar los mecanismos que mueven las acciones de todo ser humano, logrando arrastrar a los hombres a la gloria o  al desastre. Por eso el Cid no tiene defectos, tiene, digamos, “puntos débiles”.  Es que­­ continúa el escritorcuando recorres los mil metros en los que te pueden matar y tienes lastres que te apartan del objetivo que es llegar vivo al otro lado (y eso en mi caso no es solo teoría), te vuelves vulnerable. Los sentimientos, las compasiones, los afectos, las ternuras, deben quedar atrás cuando te la juegas. El Cid, como humano que es, no puede evitar que en un momento determinado el recuerdo de Jimena y de sus hijas interfiera en el frío ejercicio de su actividad militar, que es ganar batallas y hacer todo el daño posible al enemigo. Pero al final, como es un profesional, termina siempre relegando los sentimientos a un segundo plano para poder sobrevivir. Pensar en la familia es una debilidad que los hombres como El Cid no se pueden permitir.

Carlos Alsina.

Carlos Alsina, nativo de la noticia y el directo, cambia de tercio con naturalidad. Por estar en el lugar donde las palabras se limpian y fijan con renovado esplendor, se hace inevitable la referencia al vocabulario de la novela. Como ejemplo, ambos se detienen en la pronunciación de la bella y poco usada palabra “onceno”, siglo donde transcurre la aventura sidiana, y Reverte aprovecha para agradecer a los amigos la ayuda prestada en ese campo: Julio Mínguez la parte ecuestre, Alberto Montaner la técnica, y Federico Corriente el vocabulario árabe fronterizo.

—Luego —apostilla el escritor— yo hice lo que quise con el lenguaje (risas). Pero realmente las lecturas y consejos de estos profesionales fueron fundamentales.

—Por cierto, que ese mismo Alberto Montaner, hoy en día uno de los mayores expertos en la figura del Cid —recuerda el periodista—, ganó uno de sus primeros premios sobre un estudio de este personaje cuando apenas tenía 17 años. Pienso ahora en el muchacho Montaner o en aquel otro niño de 7 años leyendo a Dumas, o ensimismado con La leyenda del Cid, de Zorrilla, convertido hoy en uno de los escritores más leídos del mundo, y no puedo dejar de preguntarme sobre la importancia que tienen los primeros años de formación en la vida de un hombre.

—Son fundamentales —certifica Arturo—. Yo soy lo que soy porque leí lo que leí, vi el cine que vi y escuche lo que escuché de mis mayores.

La educación, inevitablemente, es otro de los temas que salen al hilo de Sidi.

"Los sentimientos, las compasiones, los afectos, las ternuras, deben quedar atrás cuando te la juegas (Arturo Pérez-Reverte)"

—Recuerdo —se detiene Arturo— en mi época de escolar la imagen que el franquismo había creado del Cid. En los libros de texto el héroe aparecía como caballero de la libertad, espada de Occidente. Ahora uno lo piensa y claro: don Pelayo y el Cid como precursores de la cruzada siendo Franco el tercero, el sucesor. Nunca olvidaré aquellos versos tan elocuentes de nuestros libros de texto:

La hidra roja se muere / de bayonetas cercada / y el Cid, con camisa azul, / por el cielo cabalgaba.

Entonces, como ahora, la necesidad de continuar más allá de la escuela con el conocimiento y las lecturas es fundamental. Se requieren lecturas más nutritivas, un conocimiento ecuánime, profundo y honesto de la memoria de nuestro país en las aulas, pero también en el entorno familiar, y por supuesto una recuperación de la épica. Esa épica contaminada que le puso camisa azul al Cid y que la transición nunca le quitó, pues en vez de tener la inteligencia de limpiar la capa patriotera y retórica, lo que hizo fue ocultarla. Escamotearon nuestra historia de la educación de los niños y del discurso normal de los pueblos, sustituyéndola por una papilla aguada que ni les alimenta ni les sirve.

La sala repleta guarda un profundo silencio.

—Pero nos estamos yendo del Cid —retoma Reverte—. Volvamos a él.

Alsina entonces aprovecha para hacer la pregunta en la que quizás muchos lectores estaban pensando:

—¿Habrá una segunda parte? ¿Por qué no te interesa escribir sobre el Cid que viene después?

—Porque a ese ya no lo puedo manipular —contesta veloz el escritor—. A mí me interesa el Cid que se gana la vida con su espada y su caballo, el líder al que sigue su mesnada, el mercenario que construye su propia leyenda. Ese otro Cid triunfante, Campeador, conocido, que es el de Valencia, no me interesa porque, si me permites la chulería, ya no es revertiano.

Arturo Pérez-Reverte.

—¿Escribirás alguna vez una novela que no sea revertiana, Reverte?

"Hay escritores que poseen un territorio y se mueven por él con soltura, y en realidad siempre escriben la misma novela. Yo soy uno de esos escritores (Arturo Pérez-Reverte)"

—Buena pregunta, Alsina. Mira, hay escritores que poseen un territorio y se mueven por él con soltura, y en realidad siempre escriben la misma novela. Yo soy uno de esos escritores que son felices con su trabajo, entre otras cosas porque escribir es una manera singular de vivir al acecho de cualquier cosa que sea útil para la historia que estás contando en ese momento. Unos zapatos, una línea de sol, una sonrisa… Todo sirve. Y también es una excusa para leer cosas nuevas y releer a los viejos amigos, que siempre ayudan cuando los reclamas. Tengo en casa treinta mil libros, pero sé dónde buscar el que necesito en cada momento. Vivir alternando el mundo con la biblioteca y usar todo eso para escribir es la felicidad. Por otro lado, como novelista no me interesa contar una historia completa ni narrar un mundo. No soy Thomas Mann, ni Proust o Tolstoi. Solo pretendo contar una historia eficaz, para que el lector la lea y la viva y siga queriendo comprar mis libros.

Narrativamente, por la vida que llevé, hay una serie de mecanismos humanos que me interesan más que otros y que en esta novela están, creo, muy bien representados: la lealtad, la valentía, la camaradería singular entre hombres que batallan juntos, el liderazgo… Los hombres de esta historia de frontera se mueven en ese territorio revertiano del que hablamos. Y son los hombres que me interesan, capaces de dejarse matar por lealtad. Luchar y saber morir; sobre todo esto último. Quizás porque viví en lugares de frontera, aprendí desde muy joven que saber morir es muy importante. El líder que consiga que uno de los suyos muera con naturalidad es el mejor de los líderes. En el mundo occidental ya no sabemos morir. No sabemos aceptar las reglas implacables de la naturaleza, nos negamos a aceptarla, rodeamos la realidad de una costra edulcorada para olvidar. Con esta novela yo también quería recordar al lector que el mundo sigue siendo eso, y que la gente que acepta morir vive de otra manera. Aceptar las reglas del juego te hace ser mejor.

Así pues ­—concluye Arturo Pérez-Reverte— con todo lo leído y lo vivido he construido mi Cid saqueando sin escrúpulos tanto la leyenda como la realidad y prestándole mi mirada.

Emilio Buale.

Después de aquellas palabras del autor, la impresionante voz del actor Emilio Buale, que leyó dos fragmentos de Sidi en mitad del silencio emocionado de cuatrocientos lectores, ponía el broche de oro a esta presentación. Con ella se inaugura el novedoso ciclo de tardes literarias que tendrán en la RAE, desde este año, el marco magnífico para nuevos encuentros entre lectores, autores y libros.

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