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Un libro ilustrado recupera poemas y canciones en el centenario de Brassens

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Un libro ilustrado recupera poemas y canciones en el centenario de Brassens

Este otoño se celebra un doble aniversario «redondo» del cantautor Georges Brassens, el centenario del nacimiento y los cuarenta años de la desaparición de uno de los pilares de la chanson, el poeta anarquista del que Nórdica recupera poemas y canciones en un libro ilustrado por Emilio Urberuaga.

Un gato mira el horizonte del mar bajo una sombrilla y sentado sobre una tumba de arena de la que sobresale una pipa humeante. Así imagina Urberuaga «Ruego para que me entierren en la playa de Sète», la canción con la que el poeta «suplicaba» que, al morir, sus restos acabaran junto al Mediterráneo, en su pueblo natal, y que sirve de prólogo a este Brassens: Poemas y canciones (Nórdica).

«A la orilla del mar, a su azul arrimado, cavad, si puede ser, un agujero blando, una acogedora guarida, cerca de los delfines…», cantaba Brassens (Sète, 1921 – Saint-Gély-du-Fesc, 1981) a mediados de los años sesenta con su guitarra y su reconocible tono pausado.


«He tenido la suerte de ilustrar este libro de Brassens, un personaje al que sigo desde joven, y me he enterado de cosas que en esa juventud jamás podía imaginar, quizás porque en esa época no me interesaba, tan sólo sus canciones, su música y sus letras, que en francés o traducidas por nuestro querido Javier Krahe podíamos disfrutar«, explica a EFE Urberuaga (Madrid, 1954), premio Nacional de Ilustración en 2011.

El libro, que ofrece las versiones castellana y francesa de las creaciones del artista, cuyos temas han sido adaptados por multitud de intérpretes (e idiomas), se abre con las que, posiblemente, son dos de sus composiciones más populares, «La mauvaise réputation» (La mala reputación, 1952) y «Le gorille» (El gorila, 1952), que dejan bien claro su pensamiento y espíritu libertario.

«El catorce de julio es la fiesta grande del buen francés, / pero es que a mí me da igual / ver la banda desfilar. / Y es que a nadie le perjudica que me quede metido en la camita», una provocación en verso al chauvinismo galo del ateo patriótico y religioso que era Brassens, al que Urberuaga, con trazo sencillo, dibuja durmiendo a pierna suelta mientras sus compatriotas se manifiestan solemnemente.


«El gorila» juega a supuesta fábula grotesca: un enorme primate se escapa del zoo con la intención de perder la virginidad, y todos en el pueblo se esconden de él, todos «menos una vieja muy vieja y un juez novato».

El «gorila encelado» confunde «falda y toga», y al final «agarró al juez por la oreja y escogió un matorral como lecho».

¿Una sátira humorística? Más bien no, porque en su última estrofa Brassens entona: «Porque en la hora culminante, el juez lloraba: ‘Ay mamá’, como el hombre al que, poco antes, la cabeza mando cortar. ¡Ojo con el gorila!», advertía el cantautor sobre decidir acerca de la vida de los otros.

«¿Qué música podría hacer hoy Brassens?» —se interroga Urberuaga—. Creo que intentaría hacer la misma, otra cosa es que le dejasen, porque precisamente sus textos no son lo que hoy se denominarían políticamente correctos, pero las letras de sus canciones siguen estando vigentes, al igual que sus poemas».


Los homenajes literarios y musicales a la figura de este poeta inconformista y rebelde no se han limitado a su Francia natal, donde es un verdadero mito, y se han reproducido en muchos países, donde las letras de las canciones de Brassens importaron el hedonismo y las ganas de vivir desde la ironía, sin histrionismos superfluos.

«Urberuaga tiene mucho del espíritu de Brassens y por eso sus ilustraciones encajan tan bien con los textos. Y la estupenda traducción de María Teresa Gallego y Amaya García nos permite leer de una forma nueva estos versos que nos animan a ser libres», explica el editor de Nórdica, Diego Moreno, sobre las composiciones del «chansonnier» de Sète que «son referentes claros de la cultura del siglo XX».

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