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Un mar violeta oscuro, una experiencia cercana a lo mágico

Un mar violeta oscuro, una experiencia cercana a lo mágico

Probablemente el lector haya comenzado con reticencia este comentario, por tratarse de una novela galardonada con un premio que tiene, a lo largo de su trayectoria, más de comercial que literario. Es la reticencia con la que, por lo mismo, yo emprendí su lectura. Pero tres, cuatro páginas me bastaron para cambiar el rumbo. Ayanta Barilli (Roma, 1969) es ágil, precisa, elegante en su escritura; pero algo más, seduce, es una escritora cuya primera virtud, incluso literaria, consiste en la empatía. No va a por el lector, se diría que directamente lo abraza.

"Tal vez hubiera sido idóneo establecer en la edición el cuadro genealógico para no perderse y concentrar de este modo la atención en el texto"

A lo largo de tres generaciones de mujeres, más la protagonizada por ella misma, Ayanta, esto es, la biznieta (taratanieta si contamos con el origen familiar, Margarita Melloni, casada con el Ingeniero), va desgranando el retablo de unos personajes irrepetibles, con una inusitada brillantez expositiva, y donde hay lugar para todo: la pasión y la muerte, el dolor y el gozo, la alegría de vivir y la tristeza inconsolable del paso del tiempo. Eje argumental de esta trepidante cuanto a ratos divertidísima sucesión de hombres y mujeres que encarnaron en esta familia es el segundo eslabón, Ángela Barilli, de la que su nieta Ayanta recaba la memoria familiar. Era Ángela hija de Elvira Melloni, casada ésta con Evaristo Spagnoli, apodado Belcebú, hijo a su vez de Matilde y Gregorio, que eran hermanos entre sí. A Elvira la merodea la demencia, la cerca la soledad y la asola el miedo;  y su unión posterior con el Teniente, un desaprensivo esperpéntico, no hace sino agravar su desgracia. Hubo un hijo de este, Giovannino, que en realidad lo era de otra, y tres del primero: Bruno, que terminará en los desiertos de Libia, Arnaldo, en Mauthausen, y la propia Ángela, a quien su diabólico padre nunca reconoció, quien al casarse con Cécrope, trae al mundo a Carlota y Caterina, madre ésta de Ayanta. Arnaldo tuvo un hijo, Stéfano, y Carlota (tía de Ayanta) a otro hijo, Leone; la amante de Cécrope se llamaba Verochka, a quien conoció en la desastrosa invasión rusa de 1941, integrado en el ejército fascista. Hasta aquí la madeja de parentescos; tal vez hubiera sido idóneo establecer en la edición el cuadro genealógico para no perderse y concentrar de este modo la atención en el texto, liberada del laberinto de vínculos, lo que, sin embargo, es narrativamente bueno porque suscita, por acumulación, un estado de vértigo que a su vez precipita la ilación temporal.

Un mar violeta oscuro hace referencia al tumor que invadió el cuerpo de Caterina. Las páginas a ella asignadas, con la añadidura de la transcripción de parte de sus diarios, son de una emoción tan honda y sentida que conmueven, con el interés añadido de las alusivas a su padre, el escritor Fernando Sánchez Dragó. Esta zona del libro es muy de agradecer, pues su padre es visto y plasmado no tanto como el escritor que es sino como padre y marido de su madre, con sus luces y sombras, lo cual la honra: Fernando ahí está, y se nos presenta, al desnudo.

"Tres generaciones de mujeres es tema recurrente en la novelística, pero la soltura que se ha conseguido y el pálpito humano tan cercano hacen de esta novela una experiencia cercana a lo mágico."

Estructuralmente, la novela presentaba el desafío de acoplar los documentos alusivos a Elvira, rescatados del manicomio donde fue encerrada, y los testimonios de la propia Ángela, a la acción en primera persona, con el contrapunto de la búsqueda de esos papeles por Ayanta. Una primera persona que corresponde a tres voces, más la predominante de esta última. Orquestarlas con armonía ha sido un logro. Y más aún lo ha sido la plasmación de atmósferas, así como su inventiva fértil y dinámica, pues pertenece la presente novela a lo que podría englobarse bajo el marchamo de “memoria-ficción”, género tan innovador como infrecuente en nuestra literatura, en la que lo verosímil sirve de cañamazo a la ficción de lo “real maravilloso” (no al contrario). Y sí, a trechos nos parece estar dentro del fabuloso mundo macondiano. Tres generaciones de mujeres es tema recurrente en la novelística (Amy Tan, sin ir más lejos), pero la soltura que se ha conseguido y el pálpito humano tan cercano, y muchas cosas más (la ensoñación, los paisajes, enfermedades y muertes, en suma lo que cuesta vivir y sobrevivir), hacen de esta novela una experiencia cercana a lo mágico.

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Autor: Ayanta Barilli. Título: Un mar violeta oscuro. Editorial: Planeta. Venta: Amazon

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