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Un planeta diferente, un mundo nuevo, de Isidoro Tapia

Un planeta diferente, un mundo nuevo, de Isidoro Tapia

El cambio climático, la tarea de preservar un planeta habitable para las generaciones futuras, constituye el tema más importante de nuestro tiempo. Por eso es necesario afrontarlo sin apriorismos: ni el negacionismo acientífico, ni la imaginería apocalíptica. Este libro opta por una vía intermedia: señalar con toda su crudeza los desafíos que nos aguardan, pero no para abrumar los ánimos, sino con el fin de hacerles frente.

Gracias a una amplia experiencia en cuestiones energéticas, y en cómo estas se relacionan con la economía, Isidoro Tapia nos ofrece una obra única en lengua española, que expone de forma realista y pragmática por qué y cómo debemos empezar a adaptarnos ahora mismo a una realidad que ya está aquí.

Zenda adelanta un fragmento de Un planeta diferente, un mundo nuevo (Deusto).

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La inmigración

No existe seguramente una cuestión política que despierte emociones más encontradas que la inmigración. En muchos países europeos, como Suecia, Dinamarca o Finlandia, la inmigración es ya el eje principal del debate político: los Gobiernos (de coalición en casi todos los casos) se forman según la posición que los respectivos partidos mantienen sobre la inmigración, mucho más relevante para formar mayorías que la tradicional división entre izquierda y derecha.

Algo parecido ha ocurrido en Francia: las elecciones presidenciales francesas de 2017 se dirimieron entre dos candidatos de formaciones no tradicionales (el movimiento político En Marche, de Emmanuel Macron, y la Agrupación Nacional, de Marine Le Pen). Ambas formaciones bebían simultáneamente de caladeros tradicionales tanto de izquierda como de derecha. Agrupación Nacional cuenta con fuertes apoyos en la Francia rural, tradicionalmente un bastión de la derecha, pero también entre los votantes «industriales» de las grandes urbes, que históricamente habían apoyado a socialistas y comunistas. Del mismo modo, Macron recibió apoyos procedentes de ambos lados del espectro político. En lugar de clasificar a Macron y Le Pen siguiendo las coordenadas tradicionales de izquierda y derecha, es mucho más atinado partir de su posición respecto a determinados temas clave, entre ellos uno de los más destacados, las políticas de inmigración.

La inmigración fue también el factor que estuvo a punto de poner fin a una de las coaliciones más sólidas de la historia política europea, la que mantienen desde el fin de la segunda guerra mundial los dos partidos conservadores alemanes: la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU) y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU). Después de que la canciller Angela Merkel abriese las fronteras alemanas ante la crisis de refugiados en Siria, el ministro del Interior y líder de la CSU, Horst Seehofer, criticó abiertamente la política migratoria de Merkel, abriendo una crisis sin precedentes en el Ejecutivo alemán. Pocos meses antes, la inmigración había sido una de las razones por las que el Partido Liberal alemán (FDP) declinó formar un gobierno de coalición con Merkel. Ambas decisiones respondieron al crecimiento electoral del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania, con un discurso muy restrictivo en materia migra toria.

¿Será la inmigración uno de los factores clave del debate político durante los próximos años? Existen razones para pensar que así será. Como vimos en el capítulo 3, el cambio climático provocará importantes desplazamientos de la población. Se puede discutir sobre su magnitud, que dependerá de muchos factores, pero el calentamiento global del planeta hará inhabitables regiones que ahora están densamente pobladas, y seguramente también a la inversa. Como resultado, importantes masas de población se desplazarán de unos sitios a otros.

Tampoco será la primera vez en la historia que así ocurra: desde las migraciones prehistóricas de Homo sapiens al período que denominamos «las invasiones bárbaras» en los primeros siglos de nuestra era (que los alemanes conocen, de forma menos despectiva, como Völkerwanderung, ‘migración de gentes’) o las grandes migraciones a América, en la historia no escasean los episodios de movimientos masivos de la población.

Existe, sin embargo, un importante matiz. Las migraciones por motivos económicos, como la que llevó a una parte importante de la población europea (irlandeses, italianos, españoles y portugueses) a América en los siglos XIX y XX, son en general menos conflictivas: las migraciones económicas tienen como destino zonas más pujantes o con mayores oportunidades que en los países de origen. Normalmente, no se producen por un hecho puntual, sino que se escalonan en el tiempo, y, además, existe una cierta autoselección de los emigrantes: en general son los más jóvenes, los que tienen mayores cualificaciones, recursos o inquietudes, los que se desplazan al extranjero. Por todos estos motivos, los emigrantes «económicos» suelen ser una bendición en lugar de una carga para los países receptores, y se generan menos tensiones para su integración. De hecho, las migraciones económicas suelen provocar más inestabilidad en los países de origen que en los de destino. Precisamente porque, como hemos indicado, los países emisores pierden a los mejor preparados, a la población joven y productiva. Así ocurrió, por ejemplo, con las emigraciones desde Italia y Alemania al continente americano a finales del siglo XIX, que sentarían las bases sociales sobre las que después crecerían los movimientos fascistas, o con las emigraciones previas en el siglo XVI, mitad causa y mitad consecuencia de uno de los conflictos más asoladores sobre el territorio europeo, la guerra de los Treinta Años.

En cambio, las migraciones tras una catástrofe natural, una guerra o una persecución presentan los rasgos contrarios: son abruptas, afectan a un corte transversal de la población, es decir, incluyen desde niños a ancianos, y no tienen como acogida necesariamente países en mejor situación económica, sino aquellos que por razones de proximidad geográfica, histórica o cultural se convierten en destino de los emigrantes.

Por todos estos factores, este segundo tipo de migraciones suele crear más tensiones en los países receptores. La crisis de los refugiados de Siria es el ejemplo más cercano, pero en la historia abundan otros parecidos: la migración masiva de judíos a Israel tras la finalización de la segunda guerra mundial o la expulsión de musulmanes e hindúes de India y Pakistán tras la partición de ambos países en 1947 se convirtieron en episodios de inestabilidad en las regiones de destino.

No sabemos con certeza cómo serán las migraciones derivadas del cambio climático, pero los modelos científicos apuntan a que, junto con el cambio paulatino de las condiciones del clima, habrá manifestaciones repentinas: olas de calor, huracanes, inundaciones o incendios. Serán este tipo de fenómenos extremos, cada vez más frecuentes, los que provoquen los principales desplazamientos de la población. Muy probablemente, habrá migraciones climáticas de ambos tipos, aunque serán muchas más las del segundo, convirtiéndose así en un factor de inestabilidad en los países de destino.

En estas circunstancias, lo más previsible es que la inmigración se convierta en uno de los principales escenarios de la batalla política en los próximos años. La posición sobre ella definirá las coordenadas políticas de partidos y votantes. Como venimos describiendo a lo largo de este libro, el cambio climático actuará como un acelerador de tendencias que ya estamos viviendo en el presente. No por casualidad muchas de estas tendencias tienen lugar precisamente como manifestación temprana de los efectos del cambio climático.

Una de las razones que convierten a la inmigración en un factor tan divisivo en el debate político es que representa una de las luchas más básicas y ancestrales de la especie humana: el dominio del territorio. Existe el riesgo de que en los próximos años las migraciones climáticas, combinadas con los procesos de cambio económico y laboral, aviven algunas de las divisiones más profundas de nuestras sociedades y, en última instancia, amenacen la propia estabilidad de los sistemas democráticos. Como ya hemos señalado, las raíces del ascenso nazi hay que buscarlas en las décadas que van de 1870 a final de siglo, cuando, al cambio económico, social y cultural de una época de vertiginosas transformaciones, se añadieron las migraciones masivas. Y si bien el ascenso del nazismo tuvo lugar tras la gran catástrofe que representó la primera guerra mundial, no es descartable que las consecuencias físicas del cambio climático sean equiparables a las de una gran guerra.

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Autor: Isidoro Tapia Ramírez. Título: Un planeta diferente, un mundo nuevo. Editorial: Deusto. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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