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Verso libre en siete vidas

Verso libre en siete vidas

Ilustración: Carmen García Iglesias

Un hermoso gato blanco con botines negros asoma por el jardín de una bonita casa. Es un caluroso día de verano. En su búsqueda de alimento para el cuerpo, encontrará con lo que nutrir su alma callejera y convertirse así en un gato poeta. Encontrará, también, la amistad verdadera.

Quien habita la imponente casa no es otro que el conocido poeta Vicente Aleixandre, y quienes la visitan, amigos ilustres de verso fácil y profundo, de los que «Verso» —este es el nombre que le ha puesto el poeta Aleixandre— aprenderá a componer sus propios felinos poemas.

En este libro no sólo se desvela la vida de uno de los poetas más importantes en lengua castellana y Premio Nobel de Literatura en 1977, también representa un grito de auxilio por una casa que se deteriora desde hace años y cuyos importantes culturales recuerdos comienzan a desvanecerse.

A lo largo de sus coloridas páginas, se habla de poesía y poetas, de un hogar donde se curtían las amistades, se alargaban durante horas y días las conversaciones, donde se plantaban versos en su jardín o donde se comían naranjas traídas de Alicante por otro ilustre poeta, Miguel Hernández.

Velintonia, como la llamó su eminente habitante, también escuchaba a Federico García Lorca tocar pausadamente las teclas de un piano o se convertía en cómplice callada de los tesoros escondidos bajo tierra en su vergel. Un refugio convertido en testigo silencioso —durante los más de 50 años que la habitó— de la extensa obra que Aleixandre escribió entre sus paredes, a menudo de noche, y que ahora ya sólo cuenta con la compañía de «Verso» en su largo y triste languidecer.

El afortunado encuentro de «Verso» con el poeta Vicente Aleixandre le proporciona no sólo una gran amistad, sino también, y por vez primera, un hogar que compartirá con Sirio, el perro del poeta, con el propio poeta y con todos los amigos de éste —miembros muchos de ellos de la Generación del 27 y jóvenes escritores en los últimos años— que allí se reunían para leer y escuchar poesía. También para cultivar firmes lazos de amistad.

La guerra, sin embargo, puso a prueba no sólo los cimientos de la casa, también los de la vida del poeta Aleixandre. Los de la casa fueron fáciles de reparar tras la contienda (nuevas ventanas, estanterías para los libros, arreglos varios…). Los del poeta, que perdió a algunos de sus más queridos amigos en una guerra cruel y vana, quedaron, sin embargo, trastocados. Nunca los olvidó.

El olvido

No es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.

Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.

Con dignidad murió. Su sombra cruza.

La majestuosa casa que antaño fuera Velintonia tiene ahora sus hombros caídos, y las marcas del paso del tiempo, cual piel cuarteada por el sol y el frío, lucen en su fachada. Pero en su interior todavía reverberan las silenciadas voces de sus ilustres moradores, sus risas, sus versos, sus maullidos… Pasa sus días, solitaria, recordando aquellas vidas y anhelando aquellos tiempos. 

El poeta se acuerda de su vida

Perdonadme: he dormido.
Y dormir no es vivir. Paz a los hombres.
Vivir no es suspirar o presentir palabras que aún nos vivan.
¿Vivir en ellas? Las palabras mueren.
Bellas son al sonar, mas nunca duran.
Así esta noche clara. Ayer cuando la aurora
o cuando el día cumplido estira el rayo
final, ya en tu rostro acaso.
Con tu pincel de luz cierra tus ojos.
Duerme.
La noche es larga, pero ya ha pasado.

«Verso», con sus siete vidas, tiene la esperanza de que volverá a ver reuniones de amigos y poetas en esos mismos jardines que él ahora custodia. Les escuchará leer poesía desde las ramas de su árbol favorito y les observará plantar sus versos en el jardín, como hicieran otrora Vicente Aleixandre y tantos amigos suyos. Porque a falta de raspas de pescado, de piñones o naranjas, o de nueva poesía, «Verso» alimenta su soledad con las palabras que aún permanecen enterradas en el jardín de Velintonia.

Velintonia busca poeta y este emotivo libro busca jóvenes lectores —humanos o felinos— que disfruten de su lectura y sus poéticas ilustraciones.

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Autor: Emilio Calderón. Ilustraciones: Carmen García Iglesias. TítuloEl poeta de VelintoniaEditorial: Edelvives. VentaTodostuslibros y Amazon

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