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Vidas que ya no se callan

“Este volumen”, escribe el autor del prólogo de Asalto a Oz: Antología de relatos de la nueva narrativa queer (editorial Dos Bigotes) “es una baldosa más del camino que estamos construyendo”. “Si nos vieran, Federico García Lorca, Gloria Fuertes, los hermanos Moix y Esther Tusquets estarían orgullosos y orgullosas de lo que estamos creando”. A continuación de esta introducción al libro, Zenda publica uno de los cuentos de la antología.

Rubén Serrano

Cuando somos adolescentes deseamos encontrarnos en los libros. Estamos a la caza de historias, personajes y vivencias que plasmen en palabras las preguntas que se hace nuestra cabeza, las dudas que sentimos por no ser el chico o la chica que esperaban nuestros padres, profesores o compañeros de clase y los sentimientos que era mejor no pronunciar en voz alta por temor a recibir insultos o a ver cómo la cara de quienes más nos quieren se transformaba en decepción. Cuando dábamos con estas historias, las guardábamos como si fueran una reliquia. Eran la única forma de saber que no estábamos solos y solas. Que no éramos las únicas personas del planeta que se sentían así. Nos sentíamos acompañados.

Por eso tenemos la necesidad de leernos, de encontrarnos y de identificarnos. Este libro es un espacio para todo eso. Nosotros, nosotras, nosotres, los maricas, las bolleras, las personas bi, trans, no binaries, de género fluido, queer, los viciosos, la aberración del sistema, los enfermos, quienes estamos al margen, quienes no somos tan importantes, quienes somos la mierda para muchos, quienes recibimos palizas en la calle, a quienes nos insultan en el colegio, a quienes nos echan de casa, a quienes medicalizan sus cuerpos, a quienes aún nos someten a terapias de conversión, a quienes nos hacen sentir vergüenza, a quienes aún nos persiguen, asesinan y torturan. Nosotros también somos literatura.

A las puertas de 2020, la literatura LGTbi+ española no está tan escondida como lo estaba en los años de la dictadura franquista y de la transición. Las grandes editoriales le han perdido el miedo a publicar ficciones no heterosexuales y cada vez vamos teniendo más espacio. Prueba de ello son novelas recientes aclamadas como Cuerpos malditos de Lucía Baskaran (2019), Malaherba de Manuel Jabois (2019), Lectura fácil de Cristina Morales (2018), o la revelación de las letras catalanas Permagel (Permafrost en castellano, 2018) de Eva Baltasar. Pero no nos engañemos, todavía siguen siendo residuales en comparación con obras con tramas heterocentradas, cis, normativas y que cumplen con los cánones del binarismo y del sistema sexo-género. Lo LGTbi+ sigue siendo confinado mientras que la etiqueta «literatura cisheterosexual» sigue sin aparecer en la clasificación de ninguna librería o gran almacén.

Los quince relatos que componen este volumen lanzan un grito común para que nos podamos encontrar. Quieren llenar el silencio impuesto sobre nuestras voces. En su eco aún se escuchan las palabras que varias firmas inmortales forjaron en la narrativa de nuestro país hace ya algunas décadas. Algunos nombres perviven en nuestro recuerdo y otros nos suenan a desconocido, pero lo cierto es que todos han contribuido a que hoy podamos leer este libro. Como Marsha y Sylvia en Stonewall y las mujeres trans en Las Ramblas de Barcelona, todos estos nombres tiraron la primera piedra para liberar, significar y construir nuestra literatura.

El franquismo nos ejecutó a tiros, nos encarceló, nos sometió a electroshocks, nos desterró, nos encerró en campos de concentración y nos borró literalmente del mapa. La reforma de la Ley de Vagos y Maleantes en 1954 y la aprobación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social en 1970 legalizaron nuestra persecución. Éramos unos parias, unos degenerados. Éramos enemigos del régimen fascista. Nuestra existencia estaba prohibida y también nuestra representación. Consecuentemente, el deseo homosexual en la literatura tenía que ser muy sutil para evitar que la censura lo eliminase. Durante estas casi cuatro décadas represivas se publicaron novelas con personajes homosexuales, pero estos eran muy puntuales, extravagantes, pervertidos, dignos de compasión y moralmente reprobables. Es decir, solo se aceptaba nuestra aparición de forma negativa.

Sin embargo, hubo un grupo de escritores y escritoras que supieron esquivar los órganos censores. Los más famosos de esta época fueron los hermanos Moix, Terenci y Ana María. Al primero, le instigaron a convertir en mujer al hombre gay que formaba parte de los personajes de su novela El día que murió Marilyn. Escrita en 1969, Moix se negó y decidió publicarla más tarde. Una de las obras más aclamadas fueron sus memorias, publicadas en tres volúmenes entre 1990 y 1998, en las que narró el miedo, la soledad y la angustia de configurar su sexualidad durante el franquismo. Mientras tanto, su hermana Ana María publicaba Julia en 1970, una obra exenta de palabras explícitas que obliga a leerla entre líneas para entender que la protagonista estaba enamorada de su profesora. La joven Julia era consciente de que ser lesbiana no era posible y de que su deseo no era correcto, lo que derivó en una autoculpa que también reflejó Montserrat Roig en Tiempo de cerezas (1976). Asimismo, en 1970 Juan Goytisolo ya hablaba desde su autoconciencia de opositor y disidente sexual en Reivindicación del conde Don Julián.

Para «maricones y travestis» —así era como el franquismo se refería a lo que hoy llamamos personas LGTbi+, sin tener en cuenta ni a mujeres lesbianas ni personas bisexuales ni trans—, la verdadera transición democrática comenzó en enero de 1979 cuando entró en vigor la despenalización de la homosexualidad. El deseo hacia personas del mismo sexo pasó de ser un tabú a formar parte de la cultura popular del país, ocupando tanto debates televisivos como películas. En el marco editorial, este aperturismo inició dos caminos paralelos: por una parte, aparecieron personajes homosexuales más complejos que ya no eran vistos como unos desviados ni eran descritos desde la exclusión social; y, por otra parte, aún persistían los personajes traumatizados que arrastraban el miedo interiorizado y el devenir trágico del fascismo. En esta etapa, la identidad trans también inicia su incursión en la literatura y lo hace ligada a la realidad de la época, es decir, al mundo del espectáculo, de la prostitución, de la clandestinidad y del transformismo.

Dos ejemplos de cómo el drama seguía envolviendo la homosexualidad son los títulos La comunión de los atletas (1979) de Vicente Molina Foix y El juego del mentiroso (1993) de Lluís María Todó, obra en la que el catalán indagó en el impacto emocional que la dictadura había dejado en sus personajes. Una muestra de la otra tendencia se encuentra en Cristina Peri Rossi, escritora uruguaya exiliada en España, que dio vida a mujeres lesbianas con más matices y liberadas de la mirada prejuiciosa de los otros, tal y como sucede en el monólogo interior de Solitario de amor (1988) y en el cuento La semana más maravillosa de nuestras vidas (1997). En cambio, las que no se pudieron liberar de la moral y del estigma homófobo fueron las protagonistas de Te deix, amor, la mar com a penyora (Te dejo, amor, en prenda el mar, 1975) y Jo pos per testimoni les gavines (Pongo por testigo a las gaviotas, 1977), cuentos de la mallorquina Carme Riera. Ambos relatos funcionan como dos cartas en las que las dos mujeres se intercambian confesiones con las que inmortalizan el amor que vivieron en los años sesenta y que la mirada católica de la sociedad les hizo imposible continuar: «Nuestras relaciones se rompieron por culpa del escándalo público. […] Te obsesionaba la idea de que yo, algún día, pudiera reprocharte aquel amor al que llamábamos amistad».

La obra del autor gaditano Eduardo Mendicutti y la de la catalana Esther Tusquets son las más paradigmáticas de este período. Así, la pluma costumbrista y llena de humor de Mendicutti lo encumbraron con obras como Una mala noche la tiene cualquiera (1982), Tiempos mejores (1989) y Los novios búlgaros (1993), donde aborda gran parte de los temas anteriormente citados, hasta consolidarse como uno de los autores más prolíficos durante la década de los 90 y de los 2000. Mientras que sus textos rebosan deseo masculino e indagan en la identidad de género, Esther Tusquets sentó un precedente a la hora de retratar el amor entre mujeres gracias a la obra El mismo mar de todos los veranos. Publicada en 1978, Tusquets apostó por reventar la sociedad patriarcal de la mano de una mujer burguesa acomodada y a la vez por armar de validez, legitimidad y autoridad el deseo lesbiano en un momento en el que la sociedad aún no solo seguía reprobando la homosexualidad, sino que además no concebía que una mujer pudiera vivir su sexualidad y hacer su vida sin un hombre al lado —algo que hoy todavía sucede—. La obra fue el primer título de una trilogía a la que le siguieron cuentos como En la ciudad sin mar (1981) y novelas como Con la miel en los labios (1997), en los que se entremezclan las dudas de la protagonista, el temor a ponerle nombre a su deseo y también un amor desmesurado.

La literatura LGTbi+ española vivió su expansión con el llamado boom de los años 90 que se extiende hasta nuestros días. En este decenio aparecen editoriales especializadas como Egales, fundada en 1995, con el objetivo de publicar firmas y narraciones que hasta entonces seguían bajo llave en el cajón. Al mismo tiempo, el auge de las manifestaciones por nuestros derechos, la mayor visibilidad en prensa, cine y series y la consolidación de Chueca en Madrid y del Gayxample en Barcelona como barrios de ocio LGTBI+ junto con la aprobación en 2005 del matrimonio igualitario y de la adopción homoparental propiciaron que obtuviéramos un mayor espacio mediático, que la sociedad española nos empezara a ver como iguales y que pudiéramos acceder a más textos con el afán de identificarnos.

Durante estos años, el lenguaje de las novelas se vuelve más claro, alejándose por fin de las medias tintas, dejamos de estar enfermos y enfermas aunque todavía continuamos siendo una amenaza para la estabilidad del orden cisheteropatriarcal, nos pensamos en poesía y empezamos a producir teoría sobre nuestra identidad, expresión y orientación. Paradójicamente y como hemos apuntado al inicio, si bien en las grandes editoriales los personajes y tramas LGTbi+ continúan siendo menores, los textos sobre homosexualidad ganan reconocidos galardones literarios. Así, Lucía Etxebarria se alzó con el premio Nadal en 1998 con su novela Beatriz y los cuerpos celestes, Álvaro Pombo consiguió el mismo en 2012 por su novela El temblor del héroe, más recientemente Dolores Redondo se llevó a casa el premio Planeta 2016 por Todo esto te daré y el valenciano Rafael Chirbes fue finalista del premio Herralde hace ya treinta y un años con su obra Mimoun. Junto con Chirbes y su obra póstuma Paris-Austerlitz (2016), también destacan en estos años Luisgé Martín, Isabel Franc, Leopoldo Alas, Flavia Company, Óscar Hernández Campano y Pilar Bellver.

Sin las palabras que todos ellos y todas ellas dejaron para la posteridad no estaríamos asaltando Oz con quienes ahora están escribiendo y describiendo nuestra historia. Cambia la época y cambian también nuestras preocupaciones. De ahí que los asuntos que centran los textos que siguen a este prólogo remitan a las problemáticas, desafíos y sentimientos que estamos haciendo frente en este preciso momento y también al sabor a veces amargo, a veces placentero, de las victorias que hemos conquistado. Dentro de unos años miraremos esta colección de relatos y podremos confirmar que efectivamente estuvimos ante una fotografía generacional de la literatura LGTbi+ de los años 2010 y principios de los 2020. Todo esto es lo que nos atraviesa ahora.

(…)

Este volumen es una baldosa más del camino que estamos construyendo entre todos, todas, todes. Estas son nuestras experiencias, nuestras vivencias, nuestras miradas, lo que nos conforma. Como señala Elizabeth Duval en su relato, «nadie tiene tanto poder sobre la construcción de la realidad como alguien que escribe». Aquí estamos. Encontraos. Identificaos. Leeos. Daos un abrazo. Si nos vieran, Federico García Lorca, Gloria Fuertes, los hermanos Moix y Esther Tusquets estarían orgullosos y orgullosas de lo que estamos creando.

BIO

Rubén Serrano, periodista e impulsor del movimiento #MeQueer en España y de la campaña #LeyLGTBIya, prologa Asalto a Oz. Antología de relatos de la nueva narrativa queer, publicado por Dos Bigotes, y cuyos autores son: Rubén Serrano Alana Portero, Ángelo Néstore, Aixa De la Cruz Vicente Monroy, Gema Nieto, Miguel Rual, Lluis Mosquera, Miriam Beizana Vigo, Darío Gómez de Barreda, Sara Torres Álvaro Domínguez, Rodrigo García Marina, Pablo Herrán de Viu, Elizabeth Duval y Óscar Espirita.

Zenda publica uno de los cuentos de este libro.

Nodriza, de Aixa de la Cruz

Con el rostro enrojecido, todo él una mueca, el bebé de Ana se abalanza con avidez contra su pecho, encuentra el pezón, lo succiona un par de veces y lo escupe con rabia, como si lo hubieran engañado. Regresa entonces el llanto, que no suena humano ni animal, que suena como la sirena de una ambulancia o como la alarma de un coche que no quiere que lo roben, inclemente y mecánico. Ana se incorpora, lo acuna hasta que ceden los agudos y reinicia la secuencia: le da de mamar, el bebé la rechaza, insiste, forcejean, pierde.

Siempre pierde.

Tiene la sensación de que se pasan el día echándose pulsos, y de que nunca está a la altura. Cristina, que lleva a su propia hija colgada de la teta con los ojos cerrados y un rictus de éxtasis religioso, la reprende por pensar así.

—No es más que un bebé, por favor, un animalillo. Solo está hambriento.

—¿Y por qué no come?

Su amiga le saca seis meses de ventaja en esto de ser madre y se ha leído todos los manuales de puericultura que recomiendan los pediatras más modernos, así que diserta sobre crisis de crecimiento y cambios en el sistema de producción de la leche con la seguridad de un experto en la materia. Al parecer, tras el primer trimestre, la lactancia se estabiliza para que el organismo de la madre solo genere alimento cuando el bebé lo demande, tras un par de minutos de succión seca, y es esta espera a la que no está acostumbrada la responsable del berrinche.

Ana asiente con resignación, que es lo indicado en cualquiera de estos cortocircuitos del amor materno-filial que sobrevienen durante la crianza, y repite el encantamiento: paciencia, paciencia y más paciencia. Pero salta a la vista que no es solo cuestión de aplomo. La maternidad no ha resultado un asunto meramente intuitivo, como tanto le prometieron, sino un test de inteligencia extenuante, y parece lógico que Cristina, que en la universidad siempre fue más brillante que ella, la mejor en cuanto se proponía, la deje atrás también en esto. Es algo que asume sin que medie la envidia. Es algo que simplemente es. Tanto que, si Ana muriera, si colapsara ahora mismo en mitad de esta tarde veraniega de jardín y zumbido de aspersores, querría que fuera su amiga y no su marido quien criara a su pequeño.

Entre tanto, junto a la imagen más perfecta para la promoción de la lactancia que escenifican Cristina y su hija, los berridos prosiguen sin que nada logre apaciguarlos. Ana surca el césped dando saltitos como un muelle, se sumerge en la sombra del sauce llorón para que sus ramas le cosquilleen las mejillas al niño, lo cambia de postura, le ofrece el pecho contrario… El combate ha reabierto una vieja llaga en su pezón izquierdo y las dentelladas le hacen gritar. Madre e hijo compiten ahora por ver quién se duele más fuerte. Cristina decide intervenir y deja en el suelo a su hija, que se aleja gateando hacia una fosa de tierra recién escarbada en la que ha descubierto un botín de lombrices.

—Pásamelo.

Ana obedece y le coloca en el regazo a su bebé, que la emprende a cabezadas contra ese pecho desconocido, de desconocida.

—¿Puedo?

Asiente sin saber muy bien qué es lo que está consintiendo y entonces sucede el contacto, la fusión, el agarre ideal.

—¿Ves? Como yo ya tenía el grifo abierto, conmigo no llora.

La succión hermética de la boca del niño sobre el pezón de Cristina, ondulante y rítmica, le recuerda al movimiento de las medusas. Y llega el asombro.

Con que así somos.

Con que así deberíamos ser: un sistema perfecto.

El sol de media tarde quema las facciones de Cristina, de quien solo son visibles sus curvas, la silueta, el recipiente que exprimen con diligencia esas pequeñas mandíbulas que tan bien conoce Ana. Viéndose reflejada en la escena, experimenta los mismos síntomas que si estuviera amamantando ella misma: siente los pinchazos de la leche saturando sus propios conductos y ese cosquilleo tan particular de la oxitocina en sangre que siempre se había parecido a la excitación sexual pero que solo ahora experimenta como excitación sexual. Solo ahora que no está dentro de la escena sino fuera, mirando, interpreta en coordenadas eróticas esa ligera hinchazón del área sacra, más irrigada que de costumbre, y aprieta con fuerza los muslos para contenerse. También traga saliva, porque el silencio que han dejado los llantos le ha acoplado los tímpanos, y su deglutir suena ocluido y ahogado, radicalmente distinto del de su bebé, que mama en vocales abiertas. En mitad de la quietud pastoral del jardín, a escasos centímetros de una piscina moteada de bichos muertos, un pequeño ejemplar de nuestra especie ha abierto un portal entre dos organismos, entre dos mundos, y a pesar de la belleza, Ana solo puede pensar que la están drenando, que están drenando a la más querida de sus amigas, y mientras lo hace se acaricia los alveolos del paladar como si estuviera lamiendo un pedazo de otro cuerpo, y suspira.

No soy digna de esta pureza, concluye al fin. Pero nadie tiene por qué saberlo.

BIO

Aixa de la Cruz es licenciada en Filología Inglesa y doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad del País Vasco. Ha publicado las novelas De música ligera (451 Editores, 2009) y La línea del frente (Salto de Página, 2017), y el libro de cuentos Modelos animales (Salto de Página, 2015), uno de cuyos textos ganó el Premio Eñe 2014. Sus últimos dos libros, Diccionario en guerra (La Caja Books, 2018) y Cambiar de idea (Caballo de Troya, 2019) se mueven entre las memorias, el ensayo y la autoficción. Escribe una columna mensual sobre feminismos en el Periódico Bilbao y colabora con La Marea.

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Autor: Varios. TítuloAsalto a OzEditorial: Dos bigotes. VentaAmazonFnac y Casa del Libro

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