A lo largo de todo el curso presente, en Zenda hemos dedicado los jueves a recomendar un libro de poesía. Llegados al final de 2019, recapitulamos: estos son, desde nuestro punto de vista, los 25 poemarios más destacados de entre los que han poblado los jueves de nuestro Zenda Recomienda.
25. Posibilidades en la sombra, de Mariano Peyrou (Pre-Textos)
Octavo poemario publicado por el escritor y poeta de origen argentino Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), editado en España por el sello Pre-Textos. Dueño de una larga trayectoria como poeta, iniciada a principios de siglo, Peyrou también ha destacado recientemente en el ámbito de la narrativa, con la publicación de sus dos primeras obras: De los otros y Los nombres de las cosas, ambas editadas por Sexto Piso. Posibilidades en la sombra sucede, en la cronología de su obra poética, al lanzamiento de El año del cangrejo, también publicada por Pre-Textos (sello que ha acogido sus últimas seis obras en verso).
24. Autobús de Fermoselle, de Maribel Andrés Llamero (Hiperión)

23. He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, de Basilio Sánchez (Visor)

22. Piedra de estupor, de César Vallejo (Renacimiento)

21. Muchacha de Castilla, de Mercedes Cebrián (La Bella Varsovia)

20. Las voces del mirlo, de Julia Bellido (Renacimiento)

19. Ciudad sumergida, de Ariadna G. García (Hiperión)
Ariadna G. García prolonga su búsqueda lingüística hasta enlazar la palabra con su destino, hasta fundir la naturaleza misma de las letras con aquella a la que apelan. Esta aspiración naturalista adquiere pinceladas místicas en la mano de la poeta madrileña, capaz de trascender su capa política e incrustarla directamente en el centro de su relato observacional. Todo en Ciudad sumergida parte del territorio de lo invisible, y es la poeta, es Ariadna G. García la encargada de practicar la arqueología del verbo, de navegar en su apariencia imposible de identificar en busca de nuevos significados. En busca de llevar las cosas de nuevo a la superficie.
18. Corazón, huracán, de Vicenta Maturana (La Bella Varsovia)

17. Los animales heridos, de David Eloy Rodríguez (Libros de la Marisma)
David Eloy Rodríguez dispone el lenguaje poético como herramienta afectiva, como puente capaz de salvar las distancias creadas por el diseño social contemporáneo. Las cosas que el poeta va nombrando van haciendo acto de presencia, generando una suerte de espectro emocional alternativo al preestablecido; una atmósfera de empatía y cuidados, de aproximación cautelosa a las heridas del otro. Así, como animales miedosos, cautivadores animales resueltos en un abrazo expiatorio: así nos dibuja David Eloy Rodríguez en el horizonte de nuestros miedos.
16. Bajo la luz, el cepo, de Olalla Castro (Hiperión)
La poesía de Olalla Castro afila la palabra para ejercer la acción: en sus versos los cuerpos se desplazan en el espacio en permanente movimiento, actuando ante el mundo con voluntad de modificar sus ritmos. Su búsqueda está permanentemente rondando ese destello de belleza que recupere las formas, que devuelva la luz a lo perdido. Para eso utiliza la palabra esta poeta que siempre permanece viva: para devolver a las cosas su resplandor oculto.
15. La fundación, de Juan María Prieto (La Bella Varsovia)

14. Ciudad cero, de Javier Temprado (Pre-Textos)

13. La recidiva, de Gabriel Cortiñas (La uÑa RoTa)

12. La vida nueva, de Raúl Zurita (Lumen)

11. La lengua rota, de Raúl Quinto (La Bella Varsovia)
Dando continuidad a esa exploración de la fuerza de las palabras antes de las propias palabras que llevó a cabo en Hijo —su última obra hasta La lengua rota—, en esta ocasión Raúl Quinto se abraza a la tradición clásica para trazar un hilo de silencio que atraviese la historia de occidente a través de sus sistemas de poder perpetuados. La distancia interclasista, solidificada en el verbo, es la batalla que se libra, en dos frentes distintos, en el nuevo poemario de Quinto: por un lado frente al status quo; por otro frente a uno mismo, buscando reajustar la palabra, buscando el momento iniciático en el que hablar todavía no era prohibitivo.
10. Vine porque me pagaban, de Golgona Anghel (Kriller 71)

9. Fuegos, de Ismael Ramos (La Bella Varsovia)
Ismael Ramos incendia su escritura. Más allá del vínculo evidente con el título de estos poemas, esa acción los empuja a tomar cuerpo, a destruirse. Fuegos se concibe plural —un libro en prosa, con personajes, tan poroso en su concepto de los géneros— en sus muchos caminos: nos habla sobre el hilo que une la memoria y la identidad, la familia como herida en el presente, el entorno rural como experiencia propia y no como postal ni paisaje sin figuras, la escritura que se entiende canto y que se entiende abismo.
8. Pornografía, de Lupe Gómez (La uÑa RoTa)

7. En este lugar, de Unai Velasco (La Bella Varsovia)
Editado en 2012 por Papel de Fumar —más tarde por Esto no es Berlín, ahora por La Bella Varsovia en una versión que su autor considera definitiva—, el libro obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández” un año más tarde. El jurado destacó que se trataba de «un libro innovador, que apuesta por una poesía crítica en la que la ironía no está reñida con apuntes vanguardistas y con sólidos referentes culturales y literarios.
6. Eterno anochecer, de Forugh Farrojzad (Gallo Nero)

5. Las niñas siempre dicen la verdad, de Rosa Berbel (Hiperión)

4. Una muñeca para tirar, de Mary Jo Bang (Kriller 71)

3. Phantasmagoria, de Sara Torres (La Bella Varsovia)

2. Berlin, de Victoria Guerrero (Esto No Es Berlín)

1. La belleza del marido, de Anne Carson (Lumen)










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