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5 poemas de Chūya Nakahara

5 poemas de Chūya Nakahara

Chūya Nakahara nació en la ciudad de Yamaguchi el 29 de abril de 1907 en el seno de una familia acomodada, la cual le proporcionó una esmerada educación.

Desde muy joven sintió una especial inclinación por la poesía, que se reveló más acusada tras la inesperada muerte de Tsugoro, su hermano menor, en 1915. El padre, médico cirujano del ejército, aspiraba a que su primogénito continuara la tradición familiar y se dedicara a la medicina, pero el joven Chūya quería ser poeta y se sentía alejado de su familia, de la que se distanció finalmente cuando se fue a vivir con la actriz Yasuko Hasegawa en 1924. En ese mismo año, la pareja se traslada a Tokio y la capital se convierte en una enciclopedia para un Chūya ávido de conocimiento que comienza a labrarse su imagen de poeta bohemio influido por la obra de Rimbaud.

Tras unos años de infructuosos esfuerzos, Chūya entra finalmente en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio en 1931, donde estudia francés hasta 1933, año en el que se casa con Takako Ueno, en un matrimonio arreglado por su familia. En octubre de 1934 nace su primer hijo, que fallece prematuramente en noviembre de 1936. Como consecuencia, Chūya sufre una crisis nerviosa que lo lleva a ser ingresado temporalmente en una clínica psiquiátrica. Tras salir de la clínica y dedicarse durante unos meses a sus tareas de traductor y poeta, la voz de Chūya se apaga definitivamente el 22 de octubre de 1937. 

La canción del verano que se va

Las copas de los árboles respiran profundo

y contemplan el cielo en lo alto de las alturas

mientras un viajero capta con su mirada precipitada

un cristal caído en la arena que el sol alumbra.

 

La cresta de la montaña clarea claramente y purga

el interior de la boca de peces de colores y muchachas;

ayer, a ese avión que sobrevuela,

le pinté una lágrima de insecto.

 

El viento eleva lazos al cielo;

recuerdo que, una vez, al mar vencido

pensé hablarle de esas olas.

 

Pensé hablarle de regimientos de soldados,

de ejercicios físicos del tronco superior,

de zapatos rojos de oficiales de rango inferior,

de bicicletas que circulan solas por caminos de montaña.

Un cuento de hadas

Una noche otoñal, allá a lo lejos,

había un río seco y lleno de guijarros,

y había también un sol

que brillaba y brillaba.

 

Más que un sol era una especie de sílex,

una especie de polvo de un ser extremo,

qué brillante era ver cómo brillaba

mientras emitía un sonido leve.

 

Hete que en ese instante se posó una mariposa sobre un guijarro

despidiendo una sombra

tenue y, al mismo tiempo, clara.

 

Al poco rato, la mariposa dejó de verse y descubrí que el lecho,

que no arrastraba nada, había empezado, no sé cuándo,

a arrastrar una corriente de agua que brillaba y brillaba.

Sobre la tristeza ya maculada

Sobre la tristeza ya maculada

hoy también caen copos menudos de nieve,

sobre la tristeza ya maculada

hoy también pasa de largo el viento.

 

La tristeza ya maculada

se asemeja a un gabán de piel de zorro,

la tristeza ya maculada

acurruca mientras caen copos menudos de nieve.

 

La tristeza ya maculada

no aspira a nada, no ansia nada,

la tristeza ya maculada

sueña con la muerte por agotamiento.

 

Sobre la tristeza

ya maculada se ciernen la pena y el miedo,

sobre la tristeza ya maculada

se pone el sol sin poder hacer nada.

Una noche fría

Una noche fría

mi corazón se entristece

sin estar siquiera triste…

ajado y amoratado.

 

Al otro lado de la puerta fornida,

los viejos días despreocupados;

en lo alto de la colina,

los frutos del algodón abiertos.

 

Fumea aquí la lumbre;

su humo se eleva como consciente de sí mismo.

 

Sin llamada alguna,

sin deseo cualquiera,

mi corazón fumea…

Vagabundeando

He salido a la calle

con los faroles encendidos

y al paso de los tranvías;

esta noche también hay mucha gente.

 

Camino yo a su lado,

entrado ya el invierno,

el corazón del gentío, inquieto, y, como sin razón,

deslumbrante todo y a la vez sombrío.

 

Sobre los edificios, en las profundidades del cielo,

la niebla permanece agazapada en silencio

mientras la alegría del pasado se entrega

sin reservas a una sonrisa estudiada.

 

No me apetece comer nada

ni tengo un destino definido,

el andén húmedo de la estación

es… todo cuanto ansío.

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Autor: Chūya Nakahara. Título: Abrazado a las estrellas. Editorial: Satori ediciones. Venta: Todostuslibros y Amazon

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KAIKA KUDOGAWA BENAKU
KAIKA KUDOGAWA BENAKU
2 años hace

GRACIAS POR LOS POEMAS, CHUUYA ES UNO DE LOS ESCRITORES DEL CUAL ANHELO HASTA CONSEGUIR SUS DOS OBRAS MAS NOTABLES