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El cerebro en busca de sí mismo, de Benjamin Ehrlich

El cerebro en busca de sí mismo, de Benjamin Ehrlich

Cajal, padre de la neurociencia, es, junto a Darwin y Pasteur, uno de los científicos más brillantes en el ámbito de la biología. Sus descubrimientos han transformado nuestra comprensión del cerebro de manera similar a como lo hicieron los de Copérnico, Galileo y Newton con el Universo. Recibió el Premio Nobel en 1906 por sus investigaciones sobre la estructura de las neuronas, esas «misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental».

La amena y bien escrita biografía de Ehrlich, documentada con el rigor de la escuela anglosajona y rebosante de admiración, relata la epopeya de un niño nacido en las montañas del Alto Aragón que alcanza, sin contar con el apoyo de ninguna tradición científica, el mayor reconocimiento mundial.

Zenda adelanta el prefacio de Fernando de Castro Soubriet El cerebro en busca de sí mismo (Ladera Norte), un libro de Benjamin Ehrlich.

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Prefacio

«De cada lector, un rendido cajaliano»

El lector tiene en sus manos una impecable edición española de una singular biografía de Santiago Ramón y Cajal, fundador de la moderna Neurociencia, que el autor, Benjamin Ehrlich, y la editorial, Ladera Norte, ponen a su disposición precisamente en el que para muchos y en número aplastantemente creciente es «el Siglo de la Neurociencia». Cajal es un raro hombre de consenso dentro de nuestras fronteras (allende las mismas hay muchos más… incluso para nosotros, los españoles) y ya lo fue en su propia época (que… ¡menuda época le tocó vivir…!), al punto de que, como señala mi amigo y colega Juan Pimentel, Cajal «preside con Leonardo [Da Vinci] el panteón de la religión sincrética de la Ciencia y el Arte». Es lógico, por tanto, que exista abundante literatura sobre Cajal y su obra, especialmente la científica, pero, de todos esos libros que son expresamente biográficos, ¡qué pocos intentan (y consiguen…) ir un poco más allá de lo que nos dio a conocer el propio genio en sus textos!

«Y, ¿por qué escribe Vd. esto?», me interpelará algún avezado lector. Pues porque una vez leída la extraordinaria y exhaustiva obra autobiográfica del propio Cajal (las dos partes de Recuerdos de mi vida —Mi infancia y juventud e Historia de mi labor científica—, El mundo visto a los ochenta años, incluso muchas páginas de Reglas y consejos sobre investigación científica o de Charlas de café), leídas la magnífica biografía de José Mª López-Piñero, la conjunta de García Durán y Francisco Alonso (que incluyó mucha documentación inédita de la familia Cajal), o lo que escriben sobre Cajal sus más directos discípulos y admiradores neurocientíficos, como Pío del Río-Hortega, mi abuelo Fernando de Castro o Charles Scott Sherrington (Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1932), apenas unas pocas van más allá de un refrito de lo vertido en esas páginas. Por eso son de agradecer esfuerzos como los de Eduardo Garrido por explorar aspectos totalmente inéditos en su Cajal y la Naturaleza, establecer comparativas muy visuales como ha hecho mi querido colega Javier DeFelipe, o la forma y aire actuales de esos contenidos, salpimentados con reivindicaciones científicas, de Cajal. Un grito por la ciencia (José Ramón Alonso y Juan de Carlos). Curiosamente, casi todos ellos (incluyendo los cuatro autores que cito en estas líneas más arriba) son médicos o científicos, por lo que saben poner en valor lo más importante de Cajal, que es su obra científica, una de las más revolucionarias e influyentes de la historia de la ciencia mundial. Entre los autores no científicos parece que no se quiere innovar, avanzar en el conocimiento de su figura y su obra: no puedo resistirme a comentar el caso de un catedrático (de una universidad pública española, rama de, digamos para disimular, «Humanidades») que hace apenas un año publicó «como homenaje a la ciencia» una biografía de Santiago Ramón y Cajal de casi 400 páginas y que, como él mismo comentó en público, en Madrid, se había basado casi exclusivamente en la primera parte de Recuerdos de mi vida porque «la segunda parte es científica y, claro, no tiene interés».

Médula espinal de un perro recién nacido. Tinta y grafito (1895). Esquema polícromo de un corte transversal en el que se representan neuronas (en azul), axones que atraviesan la sustancia gris (en rojo), axones y colaterales de la sustancia blanca (en negro), astrocitos y células ependimarias (ambas en marrón rojizo). © Cortesía del Archivo original Fernando de Castro (Madrid)

Perdonen la digresión, gracias por su paciencia y vuelvo a esta biografía que Ladera Norte pone al alcance del lector. ¿Qué interés tiene la biografía que ha escrito Benjamin Ehrlich? (¡Qué resonancias médicas, investigadoras y nobelescas tiene este apellido…!). Para quien sea su primera aproximación a la vida y obra de Cajal, Ehrlich pone en sus manos un texto ágil y ameno, del que extraerá un conocimiento útil, aparte de las horas de placer de lectura. Para quien tenga cierto (o mucho) conocimiento del gran científico español y universal, es precisamente la forma en que está redactado lo que agradecerá. Porque Ehrlich es el primero en escribir una biografía cronológica sobre Cajal con las formas del siglo xxi: cierto tono de thriller, con abundantes explicaciones sobre el entorno y las circunstancias y con jugosas descripciones que, desde mi punto de vista, ganan con la cuidadísima traducción española que la editorial ha sabido hacer. Porque como el propio Ehrlich recalca, tomar autobiografías como fuente primaria es un riesgo que él, tras años de intenso trabajo, ha querido evitar (en lo posible), y cita al famoso biólogo y filósofo inglés Thomas Henry Huxley, alias «el bulldog de Darwin»: «La autobiografía es una rama especial de la ficción». Mi padre, que tanto leyó, que tanto sabía de Literatura e Historia y al que bien podríamos calificar de «el bulldog de Cajal y lo cajaliano», bautizó el género de la autobiografía con su ingenio habitual: para Fernando-Guillermo de Castro las autobiografías eran, por norma general, «autohagiografías»… y había que cogerlas con pinzas. Como ejemplo de cómo Benjamin Ehrlich huye de la hagiografía, nos deja bien claro que, de no haber muerto prematuramente el anatomista alemán Otto Deiters, quizá el alumbramiento de la moderna Neurociencia hubiera sido otro: aquellos que denomino «ultracajalianos» temblarán al leer esto, porque en su ciego afán no quieren ver que la grandeza de un genio como Cajal sólo se alcanza cuando muchos astros, grandes y pequeños, se alinean… y la muerte de Deiters, con apenas 28 años, es uno de esos astros que conducen a Cajal.

Tras muchos detalles de la biografía inicial de Cajal, de su infancia, juventud y primera madurez, en este libro se expone de forma didáctica tanto lo excepcional de la tinción del Golgi como su aleatoriedad: Benjamin Ehrlich no rehúye explicar la técnica, la ciencia, pero lo hace con sencillez para que cualquier lector pueda comprenderla, sin recurrir a metáforas burdas. El conocimiento científico del autor es fundamental para que, en perspectiva histórica, comprendamos, por ejemplo, que la «reazione nera» de Golgi era poco menos que un Titanic al que el iceberg de lo caprichoso de su funcionamiento (la probabilidad de que actúe de manera óptima se acerca a la de que te toque la lotería…) estaba ya echando a pique cuando vino Cajal a reflotarla, salvarla y… cambiar la historia. O para exponer (¡un verdadero thriller…!: ¿cómo ha podido ignorarlo el cine?) los descubrimientos y remordimientos del puñado de científicos partidarios de la denominada «hipótesis de las terminaciones libres», a quienes Cajal aportó evidencias científicas incontestables… y sin las dudas con las que, por ejemplo, Wilhelm His empobreció sus propios hallazgos. En mi modesta opinión, ahí radica, precisamente, la mayor fortaleza del texto de Ehrlich: dada su formación científica, el autor es capaz de actualizar el sentido de la prosa de Cajal, tan desbordante y rica como a veces untuosa y, claro, anticuada para un lector de hoy (Cajal incluye muchos términos científicos ya obsoletos, por cuanto escribía en el periodo de formación de la propia terminología neurocientífica). Al contrario que la mayoría de sus predecesores, Benjamin Ehrlich transcribe apenas un ramillete de expresiones clave de los textos de Cajal. Con esa mínima esencia textual este libro conserva el sabor original, pero gana en agilidad y en precisión para hacerse más ameno al lector del siglo xxi, organizando la narración histórica a la manera de Steven Runciman y otros grandes historiadores anglosajones. Esa segunda mitad del libro, la que se zambulle en la epopeya científica de Cajal es donde, sin duda, el trabajo de Ehrlich brilla más. Como pequeño peaje, el lector encontrará  demasiada política en algunas interpretaciones, a veces erróneas y desactualizadas respecto de los más recientes trabajos sobre el oprobioso siglo xix español. Aunque el propio Ehrlich desmiente la denominada «leyenda negra» que todavía lastra (por convencimiento, por interés y pingüe rentabilidad, por mera ignorancia…) a una parte significativa de nuestra sociedad, en algunos momentos no consigue terminar de tirar tan esclerosante manto al suelo y acaba enmarañándosele en algunos de sus análisis.

© de autor desconocido, fue publicada por la Clark University en 1899; restaurada por Garrondo | Wikimedia Commons

El lector viajará por infinidad de parajes geográficos e históricos, viendo desfilar a coetáneos de Cajal, a predecesores, a muchos de los grandes científicos de la historia, a Napoleón… El lector se llevará esa imagen de un Cajal austero, incansable, quintaesencia del tesón, algo quijotesco…, que tantas veces se ha repetido, pero lo que se realza especialmente es la rebeldía de su titánica labor científica, una rebeldía que a veces roza (la esquivó de milagro…) la temeridad. Y cuando repase el poso de lo leído, gracias al novedoso abordaje de Benjamin Ehrlich, el lector se encontrará con bastantes de los conceptos científicos que hicieron a Cajal tan grande y tan actual, más allá de las anécdotas del travieso mal estudiante, del cañón y la tapia del vecino, del fortachón levantador de pesas…, tan ciertas como manidas, de las que tantos, antes, apenas se han atrevido a salir reproduciendo largos y farragosos textos del propio Cajal… que seguramente tanto biógrafo ni entendía. La de Ehrlich viene a quedarse en el pódium de las biografías imprescindibles del personaje: el propio Cajal y López Piñero lo agradecerán. Y me atrevería a apostar con quien quiera, en Ladera Norte y fuera, que de la lectura de este libro saldrán no pocas y buenas vocaciones neurocientíficas; y, de cada lector, desde luego, un rendido cajaliano: ¡viva Cajal y viva la Ciencia…!

Fernando de Castro Soubriet,
Madrid, 7 de febrero de 2025

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Autor: Benjamin Ehrlich. Título: El cerebro en busca de sí mismo. Editorial: Ladera Norte. Venta: Todos tus libros.

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