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La liturgia de Morante según Rubén Amón

La liturgia de Morante según Rubén Amón

La presentación de Morante, punto y aparte, el nuevo libro del periodista Rubén Amón, tuvo menos de acto literario convencional que de ceremonia. Hubo algo de sermón, algo de confesión pública y bastante de revelación compartida. Como si el libro no se presentara, sino que se oficiara.

Desde el inicio quedó claro que no se trataba de una mera recopilación de crónicas taurinas —“a lo Hemingway”, como afirmó Luis Enríquez, otro lúcido, brillante morantista— aunque parta de ellas. El resultado, coincidieron los intervinientes, es todavía mejor de lo que prometía la expectativa, que ya era altísima. Un libro que obliga a leerse dos veces, como le pasó al propio Enríquez: la primera, con la ansiedad del presentador que busca argumentos; la segunda, ya liberado, para entender de verdad lo que se ha leído.

"Un artefacto literario donde conviven París y Sevilla, Arrabal y un niño perdido en un mercadillo buscando un traje de luces"

Amón ha escrito algo muy ambicioso, y los lectores, laicos o religiosos, metafóricamente hablando, estamos de acuerdo, pues se trata de una obra total. Crónica, ensayo, biografía, historia cultural y hasta tratado sobre marketing involuntario y redes sociales sin redes. Un artefacto literario donde conviven París y Sevilla, Arrabal y un niño perdido en un mercadillo buscando un traje de luces; donde caben el flamenco, la tauromaquia entera, la ciencia acumulada en una biblioteca doméstica y una prosa poética que, para sorpresa del propio autor, le brota a raudales y usa para razonar la fe y explicar —o al menos acompañar— lo inexplicable.

Evangelio según San Rubén Amón

El concepto de mito atraviesa el libro y también el acto. Pero no el mito de diccionario, congelado y heroico, sino el mito contemporáneo: el del hombre frágil, expuesto, que se convierte en héroe tras su particular via crucis. En ese sentido, Morante, punto y aparte se propuso como un “evangelio según San Rubén Amón”: el evangelista narra lo que ha visto, lo explica con cultura enciclopédica y acompaña al lector hasta el umbral. Después, como en el Sacramento, cada cual decide qué creer. “El Pan se convierte en Cuerpo, el Vino en Sangre; lo que usted crea a partir de aquí ya no es cosa mía”.

"Un torero sin redes sociales, sin web, sin estrategia mediática, convertido en ídolo de masas y referente para los jóvenes"

Con generosidad, Amón incorpora a ese relato otras voces fundamentales —como la imprescindible voz de Vicente Zabala— que quedan cosidas para siempre al nombre de Morante, como lo están Joselito, Domingo Ortega o Belmonte en la historia del toreo. El libro no pretende persuadir, sino exponer. No adoctrina; revela.

Buena parte de la presentación giró en torno a la figura de Morante como fenómeno cultural inesperado. Un torero sin redes sociales, sin web, sin estrategia mediática, convertido en ídolo de masas y referente para los jóvenes. Un artista que conecta no desde la concesión, sino desde la autenticidad radical; no desde el populismo ni la pirotecnia, sino desde la verdad, la hondura y el riesgo. “Uno va a Morante por rebeldía, pero vuelve a él porque ha sido transfigurado”.

Se recordó la temporada de 2022 como punto de inflexión, la del compromiso absoluto y la evocación consciente del mito de Joselito para dotar de sentido a un tiempo hostil. Y se evocó la faena del rabo en Sevilla en 2023 como cima… hasta que Morante, imprevisible, volvió a superarse en 2024 y 2025, llevando el compromiso hasta el extremo. Quienes lo han seguido saben que no solo se disfrutó: se pasó miedo. Un miedo que, según Rubén Amón formaba parte imprescindible de la experiencia estética y moral.

De la oscuridad a la luz

Especial atención mereció el pasaje del libro dedicado a la entrevista en la que Morante habla abiertamente de su enfermedad psiquiátrica. Un testimonio inédito en la historia del toreo, que no busca conmiseración, pero sí comprensión. Mostrar la herida como acto de liberación. De esa oscuridad —sugiere Amón— nace también la luz creativa. No se romantiza el dolor, pero se entiende mejor de dónde brota la energía artística, ese abandono absoluto que permite transmitir plenitud desde el abismo.

"Morante no es solo inspiración; es estudio, trabajo, memoria viva de toda la tauromaquia"

La presentación avanzó entre referencias culturales —Chaplin, Goya— y escenas casi místicas compartidas por el público: abrazos espontáneos tras una faena, silencios elocuentes, la sensación de haber asistido a algo que trastorna. Morante apareció así como la respuesta involuntaria a una sociedad huérfana de líderes auténticos; alguien que no pretende guiar a nadie, pero al que muchos siguen porque no representa una idea, sino una verdad incómoda.

El libro también desmonta tópicos: Morante no es solo inspiración; es estudio, trabajo, memoria viva de toda la tauromaquia. Recupera suertes olvidadas, viste como Joselito, se pone en terrenos donde nadie se pone. Y lo hace con una autoridad que parece despojada de cuerpo, como si toreara desde fuera de sí mismo.

Al final, sin necesidad de pronunciarlo antes, apareció el nombre completo, solemne, del protagonista: José Antonio Morante de la Puebla. Ausente físicamente, omnipresente en cada palabra. Desde sus orígenes —el niño señalado que encuentra un traje de luces y una revelación— hasta el héroe que ha llevado su arte al límite, el libro traza un itinerario de perfección y riesgo de alguien que ya pertenece a la historia.

La presentación concluyó con una certeza compartida: Morante, punto y aparte no es un libro oportunista ni una suma de textos. Es una obra escrita con urgencia, pero sin prisa; con profundidad, sin concesiones. Un acontecimiento cultural que explica por qué Morante no solo torea: incomoda, seduce y revela. Y por qué, después de leer a Rubén Amón, ya no se puede mirar —ni leer— al torero de la misma manera.

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