Inicio > Actualidad > Entrevistas > Berna González Harbour: “El Brexit fue el inicio de cómo se rompió todo en el mundo”

Berna González Harbour: “El Brexit fue el inicio de cómo se rompió todo en el mundo”

Berna González Harbour: “El Brexit fue el inicio de cómo se rompió todo en el mundo”

Cuando conocimos a Nigel Farage nos reímos mucho; parecía un personaje que hubiera escapado de una novela de Tom Sharpe. Luego la broma resultó ser muy pesada, no tenía ni pizca de gracia. Los europeos no nos creímos el Brexit y todavía menos los británicos, pero pasó. Y luego todavía han llegado cosas peores. A los habitantes del Reino Unido les tocó apechugar con su parte, como si no estuvieran ya suficientemente perdidos: sin su imperio, infectados todavía por su complejo de superioridad, incapaces de asimilar su sociedad multicultural… Esa deriva, que comenzó a gestarse con la independencia de sus colonias en la segunda mitad del siglo XX, se vio acrecentada al salirse de Europa. Para poder entender ese proceso, lo mejor es utilizar lo que mejor define a los ingleses, el humor. Berna González Harbour —mitad española, mitad británica— ha usado esa herramienta con maestría en su última novela, Qué fue de los Lighthouse (Destino). Berna maneja con destreza los tiempos de la ficción para mostrarnos la decadencia de las islas, unas veces con un humor hilarante y otras con las dosis justas de dramatismo, a través de una familia que se desvanece sin remisión. La periodista de El País no huye de las polémicas y las incluye todas en el libro —#MeToo, Black Lives Matter, racismo, clasismo…—, sin moralinas, en crudo. Ni los activistas son tan perfectos ni los nostálgicos tan fieros. Todos bailan a pie cambiado sin entender la música. Sólo los que sufrieron el feroz colonialismo parecen saber interpretar la nueva partitura en esta brillante novela familiar.

Hablamos con Berna González Harbour de cuándo se jodió el Perú, sobre lo que ocurre cuando se apaga la luz del faro y acerca de cómo ha dejado de oler a curry y a canela en los flats de Londres.

******

—Comenzamos con uno de los temas que aparecen en la novela. Dice el escritor Andrew O’Hagan que “el Brexit ha sido el mayor daño autoinfligido en la historia moderna británica”. ¿Está de acuerdo?

—Completamente. Pero es que el Brexit excede las fronteras británicas. Ese fue el inicio de cómo se rompió todo en el mundo. Después del Brexit, que coincidió con la primera victoria de Donald Trump, comenzó un proceso de división, un enfrentamiento muy polarizado entre conservadores y progresistas, una batalla cultural entre los partidarios de los woke y los de la regresión. Esto es como lo de la novela de Vargas Llosa. ¿Cuándo se jodió el Perú? Con el Brexit. Toda esa polarización que surgió a partir de ahí se ha extendido por el planeta como una gran mancha.

—Después del Brexit llega la incertidumbre. Muchos de los personajes de su novela se encuentran perdidos.

"Y no es sólo ese enfrentamiento entre lo woke y la regresión, sino también la nueva realidad que se produce con la inmigración"

—El Brexit parte a una familia en la novela. Tenemos, por un lado, a un personaje que es científico, progresista y que quiere revisar lo que pasó en las colonias de Reino Unido, y por el otro lado está su hermano, actor, un crápula, muy conservador, que defiende la gloria de ese pasado imperial que considera tan maravilloso. Están perdidos. En el caso del actor, no entiende el #MeToo. Él, que siempre ha ligado con actrices jóvenes, algunas menores de edad, no comprende por qué ahora le pueden denunciar por ello. La generación de estos hermanos no entiende los cambios que se están produciendo, porque se ha quedado atrapada entre una época de glorias victorianas y una nueva realidad que los expulsa. Y no es sólo ese enfrentamiento entre lo woke y la regresión, sino también la nueva realidad que se produce con la inmigración. Ellos se creían legitimados para saquear el mundo entero sin que hubiera consecuencias. Al final, en este nuevo mundo una familia de clase alta como la suya se queda, efectivamente, perdida.

—Los nombres son importantes. El apellido de la familia protagonista, Lighthouse, es todo un símbolo. 

—Ese nombre es absolutamente simbólico. Al tratar —en parte— de mi familia, yo quería usar un apellido que tuviera relación con el mío, Harbour —puerto—. De esa forma, surgió Lighthouse —faro—. La familia de mi novela lleva ese apellido con honor, como el faro que ilumina la noche, pero, como ocurre con todos los faros, unos ratos da luz y en otros momentos hay sombra. Y lo que vamos a ver es que hay momentos en los que estos personajes se quedan en la oscuridad.

—¿En qué consistió la Operación Legacy?

"Cuando esas cajas fueron descubiertas, empezaron las investigaciones de los historiadores, que han permitido juicios como el de los Mau Mau"

—Uf. Pues está todo por contar ahí. Cuando los ingleses se retiraron de las colonias, porque iban declarando la independencia en esos territorios —India, Pakistán, Birmania, los países africanos…—, no hubo tiempo para llevar todos los documentos a Londres. Los ingleses registraron todo, dejaron constancia de todo durante ese periodo en expedientes. Cuando me puse a revisar los archivos de Tanzania, descubrí que lo registraban todo, hasta la compra de una máquina de escribir. Como tuvieron que irse en muchas ocasiones de forma precipitada, el ministro de las colonias, Ian McLeod, emitió una orden para destruir cualquier documento que pudiera ser incriminatorio. A partir de ese momento, se dedican a quemar papeles en piras que se veían a kilómetros de distancia. Los documentos más comprometedores fueron enviados a Inglaterra y estuvieron escondidos hasta hace unos pocos años. Cuando esas cajas fueron descubiertas, empezaron las investigaciones de los historiadores, que han permitido juicios como el de los Mau Mau —que participaron en la rebelión de Kenia— para que se reconozca la represión que sufrieron por los británicos. Seguro que van a ir saliendo más casos relacionados con esos archivos. Algunos de estos hechos son los que he utilizado para mi novela: la explotación de niños en las minas, las pruebas nucleares…

—Uno de los personajes del libro —Ann-Elizabeth— ejemplifica el movimiento que critica la colonización británica. Visto con perspectiva, ese movimiento woke ha generado más odios que adhesiones. ¿Por qué?

—Todo avance conlleva un retroceso. Pienso que si la izquierda imita el discurso woke, pierde la esencia de su mensaje, que es la defensa de los trabajadores. Mucha gente se ha visto excluida, porque si solo se impone el discurso woke, se apartan otras prioridades. Piensa que era —y es— necesario el #MeToo, también el Black Lives Matter y esa revisión del papel de los imperios coloniales. No creo que haya que pedir perdón, pero sí mirar de frente lo que hicieron nuestros antepasados.

—El libro toca un tema que está ahora de actualidad en nuestro país, la descolonización de los museos. 

—Este tema está en el corazón del libro. Everett Lighthouse, el patriarca, tenía una colección de máscaras africanas y ahí surge un debate que quería llevar al libro. Es una discusión que algunos países están resolviendo bien y otros no tanto. Se trata de reconocer de dónde vienen las piezas, de contactar con las comunidades de las que procedían. Es importante analizar, investigar e intentar tener un relato común de lo que pasó.

—Esta es una gran novela familiar. ¿Cuánto hay de la suya? ¿Ha sido doloroso el proceso de escritura?

"Los cimientos de esta casa, que es de ficción, son unos personajes que son de mi familia"

—Sí. Esta ha sido mi novela más difícil. He sufrido un montón. Los cimientos de esta casa, que es de ficción, son unos personajes que son de mi familia, a los que he dado otros nombres. La decoración de esa casa es una invención, pero los cimientos son reales. He llegado a un punto de conciliación: al final es un juego en el que parto de la realidad para contar una ficción. Le invito al lector a participar en este juego para que intente saber qué es realidad y qué es ficción, o que lo interprete todo como una invención.

—Al igual que realizó una investigación en los National Archives para descubrir la Operación Legacy, ¿también hizo entrevistas entre sus familiares para conocer su pasado colonial? 

—Sí. A mi madre, la pobre, la he achantado a preguntas (risas). A mi padre también. He consultado todos los álbumes de fotos. También he hablado con dos de mis tíos y he visitado las casas que fueron de mis abuelos; dos de ellas todavía las recordaba, y hablé con los vecinos que hoy viven allí. Hice toda una inmersión con sabor inglés. Me he acercado al mundo de mi infancia.

—¿Cómo era el contraste entre esa Inglaterra en la que veraneaba con la España en la que usted vivía?

"Ahora se ha dado la vuelta a esa historia: Inglaterra ha entrado en una decadencia y España ha experimentado un cambio brutal"

—Era un contraste total. Yo nací en 1965 y cuando fui allí era una niña de la España de blanco y negro. Lo que más recuerdo eran las chuches. (Ríe) En España en esos años había setas de caramelo y regalices, en las tiendas inglesas había Smarties y todos esos chocolates y chucherías de diferentes marcas que ahora tenemos aquí. En esos años Inglaterra era un mundo de color para mí. Además, en Reino Unido había diferentes razas, mientras que en España en esa década había sólo blancos. Yo recuerdo un mundo mucho más desarrollado que el nuestro. Ahora se ha dado la vuelta a esa historia: Inglaterra ha entrado en una decadencia y España ha experimentado un cambio brutal. En la novela hablo de los problemas de la sanidad británica, del deterioro de las clases trabajadoras, cierres de fábricas y minas… La Inglaterra de mi infancia no tiene nada que ver con la actual.

—En su novela hay mucho humor. Un humor muy inglés que recuerda mucho a Tom Sharpe en algunas de las escenas de la segunda parte del libro.

—Sí. El humor es una influencia. Me han educado así. Soy medio inglesa y el humor siempre ha estado muy presente. Los ingleses, aunque estuvieran mutilando en Kenia, siempre iban con esa elegancia y la copa de Martini en la mano. Estén matando o disfrutando, siempre muestran ese lado humorístico. Ese humor inglés se lo he colocado, sobre todo, a uno de los personajes, a Benjamin.

—Frente a esos personajes de vodevil, tenemos a otro personaje, Asha, que representa la verdad.

—Sí. Cierto. En los hermanos Lighthouse hay cabida para la hipocresía, el humor, el cinismo, la oscuridad, los secretos… Uno de los lemas de la familia es que no se llora jamás. Y Asha, la criada que trajeron de África, ejemplifica la verdad y los valores supuestamente británicos. Asha tiene la columna doblada de trabajar de toda la vida; no ha conseguido progresar y sigue viviendo en “el Londres de los flats“, de los pobres. Al final, esta familia de los Lighthouse se descompone, pierde esos valores de su educación, pero Asha representa la dignidad.

—Ese final del colonialismo deja un poso amargo.

"Estos ingleses a los que educaron como si fueran unos privilegiados no han sabido adaptarse a una nueva realidad"

—Sí. Porque creo que no lo han resuelto bien. Estos ingleses a los que educaron como si fueran unos privilegiados no han sabido adaptarse a una nueva realidad después del declive industrial. Tampoco nos engañemos: el dinero llega a espuertas gracias a las colonias. Entonces, el inglés de pura cepa, criado en esa convicción de superioridad, no ha sabido adaptarse a una época en la que tiene que competir, y sin embargo, muchos de los migrantes sí que han logrado prosperar. Por eso en esos flats de los que hablamos, en esos pisos para los más pobres, que eran habitados sólo por extranjeros hace décadas, en los que todo olía a curry y canela, ahora hay ingleses de papos rojos e irlandeses depauperados. La Inglaterra del Brexit, la de Nigel Farage, es la de esos británicos que se sienten perdidos en una nueva realidad donde hay unas reglas de juego a las que no estaban acostumbrados.

—A ese respecto, recuerdo una frase de la nieta de Asha, Adela, de origen africano pero nacida en Reino Unido, que le dice a Benjamin Lighthouse: “Yo soy tan inglesa como tú”. Eso es algo que muchos de esos ingleses de los que habla no terminan de aceptar.

—Exacto. Ella se arregla el pelo para que parezca más afro porque está orgullosa de su origen. Sin embargo, su abuela se daba ungüentos para alisarlo y disimular su procedencia. Adela se siente orgullosa de su pasado, pero se considera inglesa. Sin embargo, hay gente como Benjamin que la considera diferente, que no es inglesa como ellos. Esto es algo que he visto en mi familia y que percibo cuando voy al Reino Unido. En la propia casa británica ocurrió algo parecido con Meghan Markle, la mujer del príncipe Harry.

—Terminamos. ¿Va a volver a la novela negra? ¿Cuál es su próximo proyecto de escritura?

—Sí. Vuelvo a la novela negra. El próximo libro es de la comisaria Ruiz. Este verano me voy a centrar en Rusia. En los crímenes de Putin fuera de sus fronteras.

—Trabajó como corresponsal en Rusia.

—Al final, centramos las novelas en lo que somos y lo que hemos vivido.

4.8/5 (32 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

2 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Antonio Gómez
Antonio Gómez
28 ddís hace

La entrevista me ha gustado en general y seguramente me lea el libro. Lo único que, una vez más, me vuelve a fastidiar leer es la permanente dicotomía bueno-malo cuando leo “…enfrentamiento entre lo woke y la regresión…”, como si fuera lo uno o lo otro, sin más opciones. Pero entendiendo que es sólo una entrevista, con lo que implica de dinamismo e improvisación en la conversación.

Jaime
Jaime
28 ddís hace

Ustedes tienen que pedir perdón. Al menos ese es mi punto de vista. Y los españoles también tenemos que pedir perdón, y a ver quien gana perdonando al perdonador, ahora que Bruselas ha dicho que si España está en la ruina hay que aguantarse.
Sobre los crímenes de Putin, pues ya sabemos que Rusia es una gran democracia donde todos los alcaldes le apoyan, y quien no, pues pum y adiós.