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Bioy Casares y la vocación

Él había ganado el Premio Cervantes unos meses atrás, y había venido a España a recogerlo de manos del rey don Juan Carlos. Yo había visto en el ABC un pequeño anuncio con su cara en el que se daba a conocer una firma que haría en la Casa del Libro de la Gran Vía, en Madrid, el 30 de abril de 1991. Durante muchos años, en mi escritorio, bajo una plancha protectora de cristal, conservé aquel anuncio, la foto de Bioy Casares en blanco y negro, sonriente, de chaqueta y corbata.

Guardo tantos detalles en la memoria no sólo porque la tenga buena —que la tengo bastante buena—, sino que buscando los libros de Bioy Casares en mi casa me he encontrado uno de ellos, uno de los que compré aquel día, El sueño de los héroes, y dentro de él el ticket de las tres novelas: aquélla, que está considerada uno de sus mejores libros, Diario de la guerra del cerdo y Plan de evasión. Creo recordar que compré tres para aprovechar aquel momento y porque comprar uno me parecía poco.

Aquellos libros, en el ticket, figuran en pesetas, y uno se da cuenta de lo que han subido los libros, porque cada uno de ellos me costó, más o menos, 700 pesetas.

"A los que más leía era a los hispanoamericanos, los ganadores del Cervantes, ésos me encantaban"

Recuerdo la Casa del Libro llena de gente, y una o dos mesas con los libros de Bioy preparados para sus lectores. Recuerdo también que había algún fotógrafo, o algunos fotógrafos, detrás de él, y que sentí algún flash cuando hablé con el escritor.

Yo tenía, en ese momento, quince años. Había pasado una etapa lectora, muy feliz, de novelas de aventuras, de Dumas, de Stevenson, de Verne, de tantos otros. Pero en aquel momento me encontraba en otra etapa. No sé muy bien por qué me había dejado impresionar por los premios literarios, sobre todo por el Cervantes y el Nobel, pero también por los premios de novela y poesía, el Nadal, el Planeta, los Nacionales… Leía todo lo que podía de los ganadores de estos premios, tanto que mi hermana mayor me decía que tenía “premitis”, y tendría razón.

A los que más leía era a los hispanoamericanos, los ganadores del Cervantes, ésos me encantaban. Recuerdo haber leído, disfrutado, admirado, de aquella época, a Roa Bastos, al propio Bioy Casares, a Vargas Llosa y a otros.

Yo sabía muy poco de Bioy. Sabía que no era muy conocido en España cuando ganó el gran premio, porque por aquellos días fui a varias librerías y no tenían sus libros; en algunas, creo recordar, ni les sonaba el nombre.

Pero había leído algo en periódicos y revistas, y conocía su fuerte amistad con Borges, al que sí que había leído ya, con no mucho aprovechamiento, porque me parecía muy difícil. Me parecía muy difícil pero yo lo leía, sin entenderlo mucho, pienso ahora, pero disfrutándolo también mucho, lo cual es compatible.

De Bioy sabía que había sido muy seductor de joven, o más joven, que jugaba o había jugado mucho al tenis, y que era escritor, por supuesto. Así que aquel día, 30 de abril de 1991, yo fui desde donde vivía, bastante lejos de Madrid, una urbanización de Boadilla del Monte, y me planté en la Gran Vía, en la Casa del Libro, que por cierto para mí constituía algo muy cercano al paraíso.

Cogí los libros e hice la cola. Cuando tuve delante a Bioy, que me acuerdo que firmaba con pluma estilográfica, le dije lo único que le podía decir: que quería ser escritor, que me gustaba ligar y jugar al tenis, y se lo dije porque pensé que eso era lo que tenía en común con él.

"Cogí los libros e hice la cola. Cuando tuve delante a Bioy, que me acuerdo que firmaba con pluma estilográfica, le dije lo único que le podía decir: que quería ser escritor"

Era un hombre que me dio la impresión de ser muy mayor, aunque entonces tenía 77 años, que hoy no me parecen tantos. Nunca olvidaré aquel momento porque era el primer escritor que tenía delante de mí, cara a cara, y un Premio Cervantes nada menos, amigo íntimo de Borges, del que yo, aunque muy jovencito, era muy consciente de su importancia.

Hoy soy muy consciente de la importancia de los dos.

Por aquellos años leí muchos libros de Bioy y el último que he leído, hace poco, fue su diario póstumo, Descanso de caminantes, una edición que preparó Daniel Martino. En ese libro, que me encantó, Bioy dice cosas como ésta:

Debo cuidar mis libros. Con mucha suerte, dentro de poco tiempo seré alguno de ellos.

Yo observo que el prestigio de Adolfo Bioy Casares no deja de crecer.

Aquel día me firmó uno de los libros “con mucha simpatía”, y otro deseándome “mucha suerte”, pero la dedicatoria que más me gustó fue la de El sueño de los héroes, que yo creo que fue el primero que firmó:

Para Eduardo Martínez, recomendándole que siga su vocación de escritor.

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