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Cosas que deberíamos saber sobre la justicia paralela

Cosas que deberíamos saber sobre la justicia paralela

En medio de la sobrexcitación por el caso Vermut, X (Twitter) nos ofreció el post más escalofriante que yo he leído en mi vida. No hace falta escarnecer a su autora, pues lo sustancial es retener el texto: “Si alguna vez un señor es acusado falsamente y se le jode la vida, me va a quitar el sueño cero unidades de noches de mi vida”. La periodista que lanzó esta barbaridad ignoraba varias cosas, siendo la primera que a nadie le quita el sueño la desgracia de los demás si no son amigos o familiares suyos. La segunda es que nada impide que ese señor acusado falsamente (de delitos sexuales) sea, por ejemplo, su propio padre.

Se remonta a la noche de los tiempos la idea contraria a la expresada por este tuit (llamado tal vez a fundar toda una nueva ciencia del Derecho). Cuando el Derecho era cosa de señoros, se decía: “Es mejor que diez personas culpables escapen a que un inocente sufra”. Esto se conoce como fórmula Blackstone. Su primera formulación es de 1470 (Fortescue), y en los juicios de Salem (1692) el reverendo (sigo la Wikipedia) Increase Mather ofreció una variante: “Es mejor que diez brujas sospechosas escapen a que una persona inocente sea condenada”. Como vivimos tiempos increíbles, tenemos a las feministas alineadas con las tesis de los que ahorcaron a catorce mujeres que creían brujas.

Todo poder autoritario, dictatorial o de ultra-derecha ha pensado siempre como hoy la periodista feminista: “Es mejor que diez inocentes sufran a que un culpable escape.” (Bismarck).

"Ser un baboso es mucho más grave que ser un violador, en este sistema sancionador autónomo que vamos analizando"

La función legislativa de Twitter (ahora X) no acaba aquí, pues se ha acuñado otro precepto revolucionario: “La presunción de inocencia te la debe la Justicia, no yo”, cosa que ya intuyó en 2018 el suplemento S Moda cuando tuiteó que la presunción de inocencia era “una asignatura pendiente” (sic!).

Finalmente, un “magistrado”, Joaquim Bosch, nos dijo (siempre en ese código penal que es X) que, fuera del marco procesal, no hay presunción de inocencia, “es la sociedad la que debe llegar a sus propias conclusiones, a partir de la credibilidad que le merezcan los datos sobre los hechos denunciados”. Vamos, como en Eurovisión con los SMS, una Eurovisión de cadalsos.

Sistema sancionador autónomo

La justicia paralela que va configurándose merece sin duda algunas consideraciones, un análisis de su engranaje eventual y el planteamiento de algunas preguntas.

Primero, tenemos el delito, de momento limitado a la presunta agresión sexual de un hombre a varias mujeres. Se entiende, por Weinstein y, a su manera mucho más modesta (y presunta), por Vermut, que deben ser “varias” las agresiones. Que el linchamiento es en cierta medida un clamor por un comportamiento continuado de agresión/maltrato a varias compañeras.

Así, un actor que haya violado por la fuerza y de manera violenta a una sola actriz o compañera o mujer en toda su vida, estaría más protegido por este sistema que un productor que haya coqueteado, manoseado, invadido el espacio o tenido comportamientos impropios con varias decenas de mujeres. Ser un baboso es mucho más grave que ser un violador, en este sistema sancionador autónomo que vamos analizando.

"¿Cómo se elige a ese hombre de entre todos los hombres acusados, vox populi, de agresores continuados: a voleo, por votación, porque es el más feo, porque es el más pobre?"

Del mismo modo, por ahora, todo abuso o exceso con personas del mismo sexo queda perdonado. Una Victoria Abril, denunciada en redes por la actriz Lucie Lucas, puede dormir tranquila. De hecho, ella misma (Abril) lo ha dicho: “Todo esto, si hay algo real, que lo dudo, que lo haga en el juzgado”. Y nada más se ha vuelto a saber del asunto.

En la justicia paralela, el juicio comienza y termina en un mismo instante: cuando un periódico hace públicos los testimonios de mujeres que han sufrido agresión sexual. Lanzado el titular, la sentencia emana de él naturalmente. El titular es, por tanto, condenatorio sin apelación, el aleph de la justicia toda. No hay propiamente un juicio, donde se pierde mucho tiempo, sino que se salta directamente al paredón.

Veo aquí algún desajuste, la verdad. ¿Qué impide a un periódico —convertido de pronto en juez de la vida de todos y cada uno de nosotros— inventarse testimonios contra alguien al que quieren aniquilar, sabiendo que es improbable un contraataque, ahora sí, judicial? ¿Qué impide a tres mujeres ponerse de acuerdo y señalar al mismo hombre, que no les ha hecho nada; por ejemplo, al padre de la periodista citada más arriba? ¿Cómo se elige a ese hombre de entre todos los hombres acusados, vox populi, de agresores continuados: a voleo, por votación, porque es el más feo, porque es el más pobre?

Otra pregunta: ¿cuándo paramos?

La condena

Finalmente, tenemos la condena, el momento más complejo del proceso. ¿Cuál es, a fin de cuentas, la condena? Parece claro: cualquier cosa.

Por ejemplo, una columnista de La razón escribió toda una columna guiada por la mesura donde calificaba a Vermut como “saco de mierda”. Es decir, una columnista puede llamar al condenado “saco de mierda” o “hijo de la gran puta” o puede no hacerlo, según ella tenga el día. A lo mejor Vermut le caía bien a otra columnista y por eso no le ha llamado “saco de mierda” o “hijo de puta”, como haría si el señalado fuera otro director en concreto. Decenas de columnistas pueden (según se entiende) insultar con visceralidad desatada al hombre de la industria del cine que haya salido en un titular condenatorio. Y pueden no hacerlo. Así, lo que vemos es que la condena se deja en manos del pueblo, es un linchamiento facultativo, de mayor o menor lesividad. No se diferencia esto mucho de poner atado a un señor en la plaza de la aldea y darle un puñal a cada aldeano: pueden acuchillarle o no, en el ojo o en la pierna, una vez o muchas, según se les antoje. Son las normas.

"Pregunta: ¿si el acusado es arquitecto, se tiran los edificios que ha diseñado; si inventó una cura contra el cáncer, se interrumpe su uso?"

Por ejemplo, la puñalada que se le ha ocurrido a RTVE es retirar la película Magical Girl de su plataforma. “Una necedad”, opinó José Sacristán sobre esta medida. Pregunta: ¿si el acusado es arquitecto, se tiran los edificios que ha diseñado; si inventó una cura contra el cáncer, se interrumpe su uso? Quizá no se podrá acusar de delitos sexuales a arquitectos, científicos o inventores de cosas chulas dentro de este sistema judicial paralelo.

En el sistema penal antiguo, uno, hiciera lo que hiciera (salvo si le caía una condena de cárcel a perpetuidad), podía volver a tener su vida pues, como dicen en las películas americanas, “ha pagado su deuda con la sociedad” cuando los años de prisión expiran o la multa se satisface o los “trabajos para la comunidad” concluyen.

Sin embargo, en la justicia paralela, uno nunca paga su deuda con la sociedad, nunca se habilita, nunca se hace tabla rasa y nunca se puede producir la reinserción. Hay más privación de futuro, en esta justicia mediática, que en la propia privación de libertad. No te meten en la cárcel veinte años, pero nunca te sacan de tu culpa.

Otra duda que tengo: ¿y si uno de estos acusados se suicidara? ¿Se celebra?

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Agustín González Lucas
Agustín González Lucas
2 meses hace

De acuerdo en todo. Sin embargo, cuando se trata de citar el nombre del periodista que escribe el tuit o la columna sale a relucir un cierto corporativismo al no dar nombre y apellidos.