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Cronistas deportivas

Cronistas deportivas

Hemos llegado a la tonta conclusión de que hay varios tipos de besos. Unos son amatorios (que no se ven) y otro son deportivos y políticos (que sí se ven y tienen consecuencias).

Los besos políticos los inventaron los diputados del Congreso y allí se los daban, que no me parece a mí el sitio más adecuado, porque es el lugar donde se va a hacer política. Los besos políticos, dados en lugar inapropiado, suelen traer fatales consecuencias. Que se lo pregunten a Pablo Iglesias y a Xavier Domenech; a María Dolores de Cospedal y a Soraya Sáenz de Santa María; y a Macarena Olona y Yolanda Díez. De los protagonistas de estos ósculos uno de l@s dos está atracado en dique seco para reparación o desguace.

Está visto que los “besos deportivos” (me refiero a los vinculados con el deporte), dados delante de una cámara de televisión son de mal fario. El de Iker Casillas a Sara Carbonero, cuando él era el portero y capitán de la Selección Española de Fútbol y ella la mejor reportera de deportes de una cadena de televisión, acabó en matrimonio y en un infarto de miocardio, sufrido por el, y en separación matrimonial, sufrida por ambos.

El otro “beso deportivo”, el de Rubiales a la futbolista Jennifer Hermoso al proclamarse la Selección Española de Fútbol Femenino campeona mundial, trajo consecuencias desastrosas para el besucón irrefrenable.

De estos besuqueos se sacan varias consecuencias. La primera, que tienen muy buen aprovechamiento informativo; la segunda, que el besuqueo, explotado por intereses políticos, tiene mucho recorrido, trasfondo y dobleces; y tercero, que resulta fatal exponer públicamente nuestra capacidad amatoria.

Los amores besuqueados transcienden y pueden ser muy rentables. El más antiguo y fructífero fue el amorío de Calixto y Melibea. A ellos les salió bien porque surgió La Celestina de la mano de Fernando de Rojas, que está en la primera fila de la novelística amatoria universal. De no haber sido escandaloso aquel suceso, y asimismo un poco éstos, Fernando de Rojas no se hubiese enterado.

La mujer está ganando espacios en la vida política, social, cultural y deportiva que hasta hace pocos años le estaban vedados. Las mujeres se preparan profesionalmente en las mismas facultades universitarias que los hombres, superándolos en muchas ocasiones de forma ostensible. Ellas tienen espejos en los que mirarse. Y los hombres nos miramos menos a los espejos para no ver nuestras limitaciones. A la mujer no le interesa ver las suyas. Lo lamentamos a diario cuando leemos las noticias políticas cuajadas de intrepidez irresponsable.

Me barrunto que entre esos espejos en los que se miran las mujeres, es decir, entre los comportamientos intelecto-sociales está el de la reina Letizia, a la que un día conocí en el pueblo vallisoletano de Aldea de San Miguel (entre Portillo y Mojados), donde pasaba el verano junto a su hermana y su abuela, Menchu Álvarez del Valle, periodista y locutora, de la emisora La Voz de Oviedo, emisora del Principado de Asturias, según creo recordar que decía su indicativo. La casa era de Menchu, quien la había heredado de su abuela Plácida del Valle. Era imposible imaginarse que aquella niña que estaba jugando a la comba con su hermana y con la colaboración de un arbolito al que estaba atado un extremo de la cuerda pudiera llegar a ser, el día de mañana que ya es hoy, la reina de todos los españoles, después de ser una magnífica presentadora del Telediario de las nueve de TVE.

La reina Letizia ha sido ejemplo para muchas mujeres y, según me cuenta mi asesora en estos menesteres, hay reinas y princesas extranjeras que la tienen como modelo, principalmente por su elegancia en el vestir y por su amplia cultura.

Confieso que he tardado demasiado en entrar en el meollo de este artículo, que no es otro que destacar las etapas que ha cubierto la mujer española en poco tiempo. En todos los ámbitos ha crecido mucho.

Por dedicarles nuestra atención en estas líneas, hablaremos de lo que mejor conocemos: el panorama femenino en el periodismo escrito y hablado, en la Prensa, la Radio y la Televisión, medios de información en los que la mujer ha entrado como un elefante en una cacharrería, pero ¡ojo!, sin romper ningún cacharro. Esto es, con potencia y con dominio.

En la última semana me he dedicado a leer, oír y ver la labor periodística desarrollada por mujeres. Nombres muy conocidos los de algunas, pero otros muy nuevos, que daba gusto oír y leer. Quizá nos gustan más porque estamos muy familiarizados con las voces masculinas y textos de ellos, afamados por el tiempo y la costumbre. Voces nuevas de mujer, muy bien preparadas, refrescan el panorama informativo, sin desmerecer el trabajo concienzudo de los hombres que ya estaban en la Redacción cuando ellas llegaron con ganas de pegarle una dentellada (no un beso deportivo) a la Sección. En la Radio no hay una sola cadena nacional que no tenga una intrépida reportera capaz de completar la información que surge de la voz de un irremplazable veterano.

Las felicitamos por su esfuerzo y profesionalidad.

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