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El anarquismo deja de ser utópico en Barcelona

El anarquismo deja de ser utópico en Barcelona

Otro 19 de julio, el de 1936, hace hoy 87 años, Barcelona es una ciudad en la que el pavimento y un buen número de inmuebles comienzan a dejar ver las huellas de la batalla que se está librando en sus calles. La gente corre aterrada por las aceras. Los comerciantes echan el cierre a sus negocios. Se escuchan intercambios de disparos. Después el tiroteo y, salvo los combatientes, no queda nadie por las calles. Los pocos viandantes que las transitan caminan pegados a la pared para evitar las balas que vuelan.

En casi todas las plazas donde no ha triunfado el levantamiento del Ejército de África, que aun sin poder cruzar todavía con el grueso de sus tropas a la Península, sí que ha contado con la adhesión de una buena parte de los mandos de este lado del Estrecho, se han librado combates para tomar los cuarteles de los sediciosos. El movimiento libertario (CNT-FAI-JJLL) es la fuerza predominante en el movimiento obrero español. Sólo la CNT, su sindicato, cuenta un millón de militantes en una España que censa a 24.693.000 ciudadanos. Esa tendencia a la acracia, que ya de antiguo se atribuye al carácter español, ante esta cifra es innegable. Como también lo es que los libertarios han jugado un papel determinante en los primeros combates librados contra los alzados frente a la legalidad republicana.

"Pero lo cierto es que el republicanismo, tanto el español como el catalán, desconfía del anarquismo. Companys afirmará lo que todo el mundo sabe, la república les ha perseguido con la misma saña que la monarquía"

Pero en Barcelona los anarquistas han sido decisivos. Han frenado a los sublevados poniendo en marcha su revolución. De hecho, así lo reconocerá el mismo presidente de la Generalidad, Lluis Companys, el día 21, cuando reciba a los delegados de los anarquistas después de casi 30 horas de combates: “Ante todo, he de deciros que la CNT y la FAI no han sido nunca tratadas como se merecían por su verdadera importancia. Siempre habéis sido perseguidos duramente; y yo, con mucho dolor, pero forzado por las realidades políticas, que antes estuve con vosotros, después me he visto obligado a enfrentarme y perseguiros. Hoy sois los dueños de la ciudad y de Cataluña, porque sólo vosotros habéis vencido a los militares fascistas, y espero que no os sabrá mal que en este momento os recuerde que no os ha faltado la ayuda de los pocos o muchos hombres leales de mi partido y de los guardias y mozos.

»Pero la verdad es que, perseguidos duramente hasta anteayer, hoy habéis vencido a los militares y fascistas. No puedo pues, sabiendo cómo y quiénes sois, emplear un lenguaje que no sea de gran sinceridad. Habéis vencido y todo está en vuestro poder; si no me necesitáis o no me queréis como presidente de Cataluña, decídmelo ahora, que yo pasaré a ser un soldado más en la lucha contra el fascismo”.

Pero lo cierto es que el republicanismo, tanto el español como el catalán, desconfía del anarquismo. Companys afirmará lo que todo el mundo sabe, la república les ha perseguido con la misma saña que la monarquía. La república de los letraheridos como Manuel Azaña, quien en 1933 ordenó reprimir el levantamiento anarquista de Casas Viejas, sin “heridos ni prisioneros, con tiros a la barriga”. La república que prohíbe que en las copias de Las Hurdes, tierra sin pan (1933), el filme donde don Luis Buñuel denuncia la dramática situación de esta localidad extremeña, figure el nombre de su productor, Ramón Acín, por ser éste un conocido anarquista. En el mejor de los casos, para los republicanos de los tiros a la barriga, los libertarios confunden la Acracia con las faltas de ortografía y la gratuidad de las cosas con el orden anarquista.

"Hoy la historia ha decidido sonreír a quienes siempre pierden y detenerse en aquellos por los que nunca pasa: los sin amo, los sin dios... los anarquistas"

Para quienes no han sido capaces de frenar a los “facciosos”, que también llaman a los franquistas, el empirismo ácrata de Kropotkin y Eliseo Reclus no cuenta; menos aún la pedagogía libre y racionalista de Francisco Ferrer Guardia y su Escuela Moderna. Cómo hablar a los autoritarios del orden ácrata que, al ser natural, como la fuerza del agua o el viento que mueven el molino, no precisa de autoridad que lo mantenga, si no del apoyo mutuo. Cómo convencer a toda esa patulea, que vive del parlamentarismo, de que hay miles de anarquistas que comprendieron que la redención del proletariado estaba en la cultura, que no en la política, y supieron sustraerse al nefasto magnetismo de la taberna para asistir a las clases nocturnas del Fomento de las Artes y a cientos de ateneos libertarios, que los ácratas vienen abriendo en todo el mundo desde que se les recuerda.

Pero hoy la historia ha decidido sonreír a quienes siempre pierden y detenerse en aquellos por los que nunca pasa: los sin amo, los sin dios… los anarquistas. Porque un 19 de julio tal que hoy, el de 1936 en Barcelona, el anarquismo deja de ser utópico. Es la segunda vez en la historia de la humanidad —la primera fue en la Ucrania de Néstor Majnó— y todo parece indicar que será la última.

De modo que hoy nace la Barcelona en la que hasta los burgueses vestirán el mono azul Mahón de los trabajadores en España; la Barcelona en la que todo el mundo se tratará de “tú” y en la calle, en los altavoces colocados al efecto, se escuchará constantemente A las barricadas, Hijos del pueblo y el resto de las canciones e himnos anarquistas. La Barcelona que entusiasmará al trotskista inglés George Orwell, quien acudirá raudo a ella para alistarse en la milicia trotskista del POUM, la Barcelona cuyo recuerdo le inspirará Homenaje a Cataluña (1938).

"Chambones como quienes hoy se jactan de su ignorancia convencidos de que la sabiduría es fascismo, acémilas con la pistola en la mano y sin más argumento que la exhibición de dicha herramienta en los paseos y las incautaciones"

Entre los ácratas todo son encuentros, discusiones apasionadas sobre cómo llevar a cabo la revolución y a la vez, ganar la guerra, que nadie imagina aún tan larga como ha de ser. Los barceloneses ajenos a dicha inquietud, padecen de insomnio. Saben positivamente que va a correr mucha más sangre de la que ya ha corrido: esa sangre a mansalva que precisan todas las revoluciones para cambiar el curso de la Historia. “El terror no es más que la justicia rápida, severa e inflexible”, escribe Robespierre. Y, en efecto, lo que habrá aquí será un terror parangonable al impulsado por el Comité de Salvación Pública en la Francia de la Revolución. Ambas matanzas no fueron otra cosa que esa efusión de sangre que las revoluciones precisan.

El republicanismo y los partidos marxistas —a excepción de los trotskistas del POUM, aliados de los libertarios—, quieren, lo primero ganar la guerra, y posponer la revolución lo que sea preciso. De modo que el próximo día 21, cuando la CNT obligue a la Generalidad a la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas, Companys accederá, en gran medida, para quitarse a los anarquistas de en medio y seguir utilizándolos como carne de cañón en el frente y como fuerza represiva en la retaguardia. Porque el Comité no sólo se encargará de la organización y la intendencia de la columna Durruti, que en su marcha al frente de Aragón creará colectividades libertarias en las localidades por las que vaya pasando, también será responsable de la represión en Barcelona, donde será tan brutal como en todas las retaguardias del resto de España: los observadores internacionales quedarán asustados ante la furia con la que se matan entre sí los españoles.

"José Peirats, uno de los confederales más sobresalientes, también fue uno de los más preclaros: siempre se opuso al colaboracionismo de la CNT con los gobiernos de la República"

Chambones como quienes hoy se jactan de su ignorancia convencidos de que la sabiduría es fascismo, acémilas con la pistola en la mano y sin más argumento que la exhibición de dicha herramienta en los paseos y las incautaciones. Más o menos subrepticiamente, así quería a los anarquistas la clase política, “los chupópteros, los profesionales de la república y el parlamentarismo”, que les llamaban los libertarios.

Ya desde el estallido revolucionario, que un día como hoy frenó el golpe de estado en Barcelona, los estalinistas del PCE-PSUC, secundados por Esquerra Republicana de Cataluña, el Estat Català y la UGT, siguiendo instrucciones expresas del Kremlin, aunque aduciendo la salvaguarda del orden republicano, anhelaban desarmar a la CNT-FAI, atrincherada en el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña. Su hora llegó en mayo de 1937. Fue entonces cuando, a raíz de un incidente en la telefónica, se desató la represión comunista al movimiento libertario que puso fin a esos nueve meses en los que el anarquismo dejó de ser utópico en Cataluña y una buena parte de Aragón.

José Peirats, uno de los confederales más sobresalientes, también fue uno de los más preclaros: siempre se opuso al colaboracionismo de la CNT con los gobiernos de la República. Lo suyo aquellos días, para los que amaban el caos, fue el imperante en Cataluña cuando lo más parecido a un gobierno que había allí fue el Comité Central de Milicias Antifascistas. Así se escribe la historia.

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