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«El fado es alma y el alma es Amália»: Evocación de la cantante en Portugal

«El fado es alma y el alma es Amália»: Evocación de la cantante en Portugal

Hojeo por pasar el rato en una mañana desmayada de jueves un álbum de fotos de Amália Rodrigues que he encontrado en el alféizar del ventanal del bar Arcos do Guadina, un Libro de ouro que ha publicado el Correio da Manhã. Hasta aquí llega el rumor del río, que ya empieza a oler a océano. “Hoy, Amália habría cumplido cien años”, dice desde otra mesa António Paz, 58 años, el dueño del local sin aristas, como el del cine Pachá de Madrid que diseñó el arquitecto Luis Gutiérrez Soto en 1930. Entonces Amália era una niña de 10 años, pobre pero con el sentir aún intacto. Su padre fue zapatero y tuvo nueve hijos.

“Era una señora, con personalidad. La vi cantar en Alfama en 1979”, comenta António alto y orgulloso para que lo oigan los cuatro parroquianos que beben con desgana cerveza y vino a eso de la una. De la balconada del piso superior cuelgan buganvillas asilvestradas. “Trago fados nos sentidos / tristezas no coração / trago os meus sonhos perdidos / em noites de solidão”, leo en ese cuaderno de tapas duras en cuya portada aparece una mujer en blanco y negro con la mano izquierda encima del corazón y la mirada hacia no se sabe dónde.

"La revolución de los claveles, allá por 1974, quién se acuerda ya"

A António Paz también le gusta Mariza, aunque con matices. “Ha transformado el fado en algo distinto. Amália nunca ha dejado de escucharse. La canción que más me gusta es Marcha a Lisboa. Y Mariquinhas: «Fui no domingo pasado que passei / à casa onde vivia a Mariquinhas / mas está tão mudado…”

El veraneante no sabía nada de la efeméride, así que ahora se aplica a las páginas. “Trago negro o coração / tambén eu sou andorinha / deixem-me cantar ao vento / pode ser que chegue ao céu”.

“Cuando la Revolución del 25 de abril fue atacada por apoyar al Salazar hombre, aunque ella dio dinero a los comunistas”. La revolución de los claveles, allá por 1974, quién se acuerda ya. ”También me gusta Hermínia Silva. ¿Sabe que se casó dos veces, la primera con su productor y la segunda con un diplomático brasileiro?”. Dicen que se intentó suicidar por amor siendo una jovenzuela, cuando todo parece al alcance de la mano.

"Dicen que es leyenda que haya un pasadizo que une Ayamonte y Portugal debajo del Guadiana por el que podía pasar un hombre a caballo y por donde huían los traficantes cuando les acechaba la Guardia Civil"

He comprado con Goñi en Vila-Real de Santo António tres kilos y medio de sardinas de buen tamaño para dar cuenta de ellas en el Bar do Rio, un merendero a pie de pantalán donde cabecea un puñado de barquitas a dos kilómetros río arriba. El sol se filtra por un parterre. João, un hombre enorme que tiene gansos y vende queso de sus cabras, es el encargado de asarlas. “Siempre tiene que haber uno que se sacrifique”. En el grupo hay también un mancebo de farmacia, un brasileño y un cocinero que por su estatura le apodan el Niño Jesús.

No sale a miente Amália. Se habla de todo y de nada. Comemos también boquerones, anchoas y tomates con orégano, sal gorda y aceite que se van recalentando. El Niño Jesús da vueltas a la botella de vino blanco de Setúbal. Tomamos café en el chiringuito. Hemos perdido la noción del tiempo. El río es una tentación constante, dan ganas de atravesarlo a nado. Dicen que es leyenda que haya un pasadizo que une Ayamonte y Portugal debajo del Guadiana por el que podía pasar un hombre a caballo y por donde huían los traficantes cuando les acechaba la Guardia Civil.

Al caer la tarde, se arranca el propietario de este paraíso. Cena un guiso de camarones, bacalao y patatas. Se llama Luís Domingues y tiene 46 años, esposa y una hija adolescente. “Mis padres y mis abuelos la veían en la televisión, era la reina del fado”.

Luís Domingues gasta perilla y de una muñeca le cuelga una pulsera de plata. “El fado es alma, y el alma es Amália”, dice a quemarropa. “A los jóvenes les gusta la música techno y Ricky Martin. Mi amigo Carlos dice que Amália no tenía buena dicción, no sé…”. Saca un móvil de un bolsillo de sus pantalones cortos y dice que escuchemos la Marcha dos montes do rio Guadiana, de Helder Coelho, que se casó con una mujer de la zona y que ya es como si fuera de aquí, el fadista de la comarca. “¿Mariza? No me gusta”. Se ha levantado viento del noreste, dice Goñi. “Yo soy de Amália y del Benfica”.

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