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El pasado es  lo único cierto

A la vista de las dos o tres últimas entregas de las aventuras de Bevilacqua y su colega Chamorro, Lorenzo Silva, que desde hace más de un cuarto de siglo es un asiduo del mundo de la creación literaria, ha demostrado ser uno de los escritores españoles de novela negra de los que más orgullosos se sienten los habituales del género que, gracias a la creciente calidad de estas obras, se han convertido en un verdadero batallón de incondicionales.

En mi caso, confieso haber sido un seguidor intermitente, a salto de mata, de la novela negra. Pero, del mismo modo, he de manifestar con absoluta franqueza que las aportaciones de Lorenzo Silva y las de otros autores —españoles y contemporáneos suyos— como Domingo Villar, Ignacio del Valle y Alicia Giménez Bartlett me han hecho caer en la tentación e interesarme por una modalidad literaria que, hasta hace unas pocas décadas, estaba considerada como un subproducto, un inquilino de la literatura de quiosco, junto con las colecciones del oeste y la novela rosa.

"La novela que nos entrega Lorenzo Silva es una verdadera pieza maestra, escrita no con pluma, sino, antes bien, a base de encaje de bolillo y mucha paciencia"

Lorenzo Silva, por suerte, no se conforma con vivir de las rentas. No es el típico artista que, satisfecho con los resultados y la rentabilidad de su oficio, no hace otra cosa que pintar siempre el mismo cuadro. En cada novela de la serie, Silva trata de rizar el rizo, aportar una cuestión nueva que interese al lector y que, ya de paso, no le aburra a él mismo. Intenta, pues, dar una nueva vuelta de tuerca, y para ello va variando de escenario, de situaciones, incluso de lenguaje y de ambiente. Y lo que es aún mucho más valioso en una serie: hace que sus dos principales protagonistas, Bevilacqua y Chamorro, vayan cumpliendo años. Lo que viene a significar un cambio de estrategia en sus respectivas existencias, nuevos gustos y nuevos horizontes, sabiéndose más cerca de la jubilación, con la lección aprendida de que vida no hay más que una y es preciso vivirla antes de que llegue la escarcha y el frío del invierno.

En El mal de Corcira —curioso y original título cuyo significado sólo se desvela al final de la obra—, vemos a Bevilacqua convertido en un flamante subteniente de la Benemérita. Mientras que Chamorro, un poco a la zaga por su menor edad, es toda una brigada de cuarenta y tres años, aún fuerte y atractiva, con ánimos de seguir creciendo en el oficio, del que jamás se llega a cansar a pesar de ser aquí una víctima de los malos.

Vila es el “tío raro” de siempre (así lo define su superior, Pereira) que, ya cincuentón, comienza con los primeros achaques —más existenciales que físicos— de viejo; que toma conciencia, definitivamente, del paso del tiempo y que, en cualquier caso, no pierde su condición de hombre curioso, de lector febril al que le exaspera más la estupidez que la maldad de los seres humanos.

La novela que nos entrega Lorenzo Silva es una verdadera pieza maestra, escrita no con pluma, sino, antes bien, a base de encaje de bolillo y mucha paciencia. Su estructura es bien compleja al mezclar, con habilidad, como un maestro en la materia, tiempos y espacios diferentes que van a converger en un mismo punto.

Nada nuevo bajo el sol. Cierto. Volvemos a los comentarios reivindicativos y de tono social del protagonista, a sus reflexiones habituales ante los nuevos tiempos (“ya no confiesa casi nadie”, llega a manifestar un tanto decepcionado nuestro guardia civil ante la terquedad de uno de los detenidos), basadas, en esta ocasión, en los acontecimientos del pasado en el País Vasco o en los actuales en Cataluña, con los nuevos aires independentistas. Volvemos a los habituales equívocos con el extraño apellido del protagonista, y a ese humor ácido y un tanto burlesco del que siempre ha hecho gala Silva en sus páginas. Y, sin embargo, a pesar de todo ello, esta nueva entrega parece aclarar asuntos pretéritos, con la presentación de un pasado con el que se puede leer mejor buena parte del presente, y no sólo lo que atañe al propio Bevilacqua.

"Lorenzo Silva nos debía una explicación de la larga estancia en el País Vasco de Vila. Y aquí cumple, con creces, su promesa"

Sigue en pie esa relación, entre cordial, afectiva y un tanto morbosa, entre éste y la brigada Chamorro. En tal sentido, resulta revelador cuando Vila, para dormir mucho más plácidamente, escucha la versión de Elvis, acompañado de la Royal Philarmonic Orchestra, de Always On My Mind. Es entonces cuando siente un estremecimiento y piensa en las pequeñas cosas: “esas que debimos hacer o decir y no hicimos ni dijimos nunca”. No por casualidad, unas pocas páginas atrás, cuando marca el número de Chamorro para interesarse por su salud, al contestar al otro lado del hilo la ayudante, Vila inicia un rico y sugerente diálogo que comienza con estas palabras: “Siempre estás en mi mente”, emulando así al Rey del rock.

Lorenzo Silva nos debía una explicación de la larga estancia en el País Vasco de Vila. Y aquí cumple, con creces, su promesa. Se adentra en un mundo un tanto sórdido, con datos que estremecen, sin perderle la cara a lo que fue un verdadero horror durante décadas. Y, como le sucede a su personaje, nos transmite una sensación “embrollada y extraña” de volver a ese pasado. El resultado no es otro que una valiosa y apasionante novela en la que no sobra ni una sola de sus páginas, en la que Silva se ha tenido que esforzar al máximo para que no quede ningún cabo suelto, logrando así un producto de bella factura por el lenguaje empleado, por las descripciones hermosas y por los diálogos vivos y sorprendentes que nos regala.

Uno de los autores que más se citan en El mal de Corcira es Walter Benjamin, que vivió durante un tiempo en Ibiza, uno de los escenarios elegidos para la novela de Silva. Benjamin, en su libro Infancia en Berlín hacia 1900, que, en buena parte, fue concebido en esta isla, hablaba en su obra de las palabras de la infancia que, de modo un tanto misterioso, “le salen al paso al adulto”. De la misma manera, ese pasaje casi remoto de la vida policial de Vila en el País Vasco, del que nunca quería hablar ni acordarse, alojado en lo más profundo del cuarto oscuro de la memoria, sale aquí a relucir en el momento preciso, cuando ya no queda remedio, como una terapia de la que andaba necesitado. Decía Séneca que de los tres tiempos existentes, sólo el pasado es el único cierto.

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Autor: Lorenzo Silva. TítuloEl mal de CorciraEditorial: Destino. VentaTodostuslibros y Amazon

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