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El sevillano que subió una montaña pero bajó una cueva

El sevillano que subió una montaña pero bajó una cueva

Así se hizo Krúbera-Voronya

Mientras todo el mundo, siguiendo el rastro de Perseverance, que acaba de posarse amablemente en la superficie de Marte, observa el firmamento, yo les pido que miren un instante hacia abajo y hagan hueco en su capacidad de asombro. Aquí abajo, en la Tierra, la aventura no ha terminado. Bajo capas de pensamiento miope, de ambiciones de salón-comedor, la épica de antaño sigue su curso, no por obviada menos enjundiosa. Aún hay tipos de vocación genuina que, en un mundo que abjura de los sacrificios comunitarios, incapaz de encontrar estímulos que lo excedan como individuo, siguen ensanchando los horizontes.

Por supuesto, vengo a hablar de mi libro: “Krúbera-Voronya: La conquista del centro de la Tierra” (Almuzara). No por mío, que también, sino por quiénes lo protagonizan. Un puñado de locos de las cuevas increíblemente pasados por alto, entre ellos el sevillano Sergio García-Dils, gran hilo conductor de esta crónica. Si hay una hazaña digna de mirarle a la cara a las gestas geográficas de antaño, ésa es la de este grupo de espeleólogos que, con financiación casi amateur, llevan 20 años ensanchando los límites del subsuelo, añadiendo hitos a la conquista (tan poética, tan “verniana”) del centro de la Tierra. Un logro de la ciencia tanto como del pundonor humano.

"¿Pero qué pinto yo en todo esto? A pesar de sentir desde pequeño la fascinación casi mística por las cuevas, jamás he pasado de la mera visita turística"

Desde 1999, alineado con grupos de espeleología ucranianos y rusos, García-Dils ha ido ganando metros a la terrible sima Krúbera-Voronya, que arranca en las cumbres del Cáucaso occidental, en la república independentista de Abjasia (Georgia). Así, han batido ocho récords consecutivos de profundidad y han superado el mítico umbral de -2.000 en una apasionante carrera hacia abajo plagada de retos, peligros y hallazgos. No sólo han plantado su pica en lo más extremo del Octavo Continente, el subterráneo, sino que han descrito minuciosamente estos palacios esquivos y sus fenómenos, y han dado con las formas de vida a mayor profundidad bajo cota: el simpático “plutomurus ortobalagensis”. La NASA ha puesto un ojo en ellos.

¿Pero qué pinto yo en todo esto? A pesar de sentir desde pequeño la fascinación casi mística por las cuevas, jamás he pasado de la mera visita turística. Sin embargo, según explico en el prólogo de mi libro, desde que vine a saber de esta gesta moderna “sentí la secreta atracción del poeta por el héroe que está en la base de las narraciones orales que forjaron la literatura, y el reconocimiento complementario de personalidades estéticas y pasivas por los caracteres utópicos y activos que ensanchan el mundo con sus manos. Entendí, en suma, que aquí había “una historia que contar” en el más clásico de los sentidos”.

Foto: Denis Provalov

Foto: Denis Provalov

Foto: Sergio García-Dils

Dando rienda suelta a mi vocación periodística (sin reloj ni fastidiosas agendas de actualidad) he ido perfilando este libro, que es una inmersión en toda regla en la aventura de estos espeleólogos de pasta clásica. “He gateado a tientas por esta historia con los ojos de García-Dils”. Si a algo aspira esta crónica es a sumar al lector, como testigo privilegiado, a esta expedición a través de dos décadas. Que, en cierto modo, forme parte de la aventura cien por cien real desde la seguridad de su casa, asombrado a veces, acongojado otras. Que ataque el pozo inicial, descienda por cascadas, se sumerja en sifones colmatados de agua y las pase canutas en el temido Way to the Dream, el “puto tubo”: una espita de 300 metros de largo, y un diámetro equivalente al tambor de una lavadora.

"Es hora de que este puñado de barbudos expedicionarios del subsuelo emerja al exterior y muestre su verdadera envergadura"

Además de la fascinación, este libro nace de la necesidad de alumbrar una epopeya injustamente desconocida y ensalzar a un aventurero, García-Dils, que merecería más relevancia. Ya sea en el plano científico como en el puramente deportivo, no es cierto que España camine ajena a los grandes logros de la Humanidad. Sólo vive de espaldas a quienes participan de ellos. Esta crónica pone el foco en un ámbito opacado, menos glamuroso que el del alpinismo, pero tanto o más apasionante.

Es hora de que este puñado de barbudos expedicionarios del subsuelo emerja al exterior y muestre su verdadera envergadura. Yo, por mi parte, contribuyo desde el asombro e invito al lector a sumarse a un viaje equinoccial por esos “palacios feéricos” que hicieron soñar a los primeros hombres que bajaron a las cuevas.

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Autor: Gonzalo Núñez. Título: Krúbera-Voronya. Editorial: Almuzara. Venta: Todostuslibros y Amazon

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