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En la trinchera de la ficción

En la trinchera de la ficción

Hay dos líneas argumentales en la nueva novela del escritor limeño Renato Cisneros. Por un lado, un periodista peruano recién divorciado trata de rehacer su vida en España tras divorciarse de su mujer; por el otro, un compatriota sigue el destino que habrá de convertirlo en aviador durante la II Guerra Mundial.

En este making of, Renato Cisneros explica el origen de El mundo que vimos arder (Alfaguara).

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En una reunión familiar del 2014 escuché a alguien relatar la anécdota trágica de Matías Giurato Roeder, un peruano nacido en Trujillo, hijo de italiano y alemana, que se convirtió en aviador de los Estados Unidos y acabó lanzando bombas sobre sobre ciudades europeas durante la Segunda Guerra Mundial. La prueba de fuego para el joven soldado llegó el día en que le ordenaron la misión de bombardear Hamburgo, la ciudad de su madre.

El relato me impactó tanto que al día siguiente escribí una columna periodística titulada «El bombardero sentimental». Podría haber indagado más sobre las peripecias de ese muchacho peruano y su desenlace en la guerra, pero por esa época estaba muy concentrando trabajando en una novela sobre mi padre (La distancia que nos separa), así que me olvidé pronto de esa historia.

"Ahora yo también era, al igual que Matías, un migrante, un exiliado por voluntad propia, un peruano que vive lejos del Perú y que algo sabe de las implicancias del desarraigo"

Hace tres años, durante la pandemia, Facebook me recordó esa columna del 2014. Volví a leerla y, de pronto, supe con total claridad que estaba delante de mi próximo libro. Sentí que el conflicto de Matías en su avión —conflicto que antes me había parecido épico pero impersonal—, me interpelaba directamente. ¿Qué había cambiado en seis años? ¿Por qué ahora sentía que resonaba de ese modo? Pues porque ahora yo también era, al igual que Matías, un migrante, un exiliado por voluntad propia, un peruano que vive lejos del Perú y que algo sabe de las implicancias del desarraigo.

Lo primero que intenté encaminar fue una indagación más periodística que literaria, pero las limitaciones de la cuarentena me impedían viajar y recoger información más allá de internet. Fue entonces cuando decidí —en realidad, no me quedó alternativa— reconstruir imaginariamente la vida de Matías. El proyecto, también, era una oportunidad de fabricar vidas ajenas, vidas ficticias, y alejarme lo más posible de mi propia experiencia vital, a la que creo haber dedicado suficientes libros. Fue así como me aboqué a la narración con voracidad, decidido a reconstruirla imaginariamente.

"Me he sentido tan vulnerable como los muchachos de 19, 20, 21 años que allí viajaban y que, creyendo defender el honor de una bandera, eran arrojados a la muerte segura en medio de una guerra que los devastó para siempre"

He pasado los últimos tres años metido en la piel de Matías Giurato Roeder. He imaginado su infancia y su accidentada adolescencia en la Trujillo del primer tramo del siglo XX. También lo he vislumbrado arribando en setiembre de 1939 a una Nueva York que ya entonces era inabarcable para cualquier inmigrante. He asistido mentalmente a los efectos que produjo en Estados Unidos el ataque de Japón sobre la bahía de Pearl Harbor en diciembre del 41. Y he creído ver a miles de jóvenes estadounidenses suplicando ser admitidos en la puerta de los cuarteles para montarse en un avión y volar hasta Tokio en busca de revancha. Me he detenido a pensar en el gesto de asombro que podría haber compuesto Matías cuando, ya convertido en suboficial de las fuerzas aéreas norteamericanas, vio por primera vez el avión B-17 que se convertiría en su lugar de trabajo durante largos meses, desde donde dejaría caer tantos proyectiles. He soñado con ese aparato metálico, con el ruido tenebroso de sus cuatro motores, con el estrecho y gélido pasillo que separaba la nariz de la cola, y me he sentido tan vulnerable como los muchachos de 19, 20, 21 años que allí viajaban y que, creyendo defender el honor de una bandera, eran arrojados a la muerte segura en medio de una guerra que los devastó para siempre.

Desde luego he necesitado ayuda para visualizar esas misiones aéreas y comprender la camaradería de aquellos aviadores. He necesitado leer a Joseph Heller en Trampa 22, a John Steinbeck en Bombas afuera, a Kurt Vonnegut en Matadero cinco. He visto las tres temporadas de la serie sesentera 12 O’Clock High, así como las imágenes de primera mano documentadas por John Ford y William Wyler. He caminado por algunas ciudades del viejo continente que fueron arrasadas. Y he observado de cerca el único ejemplar B-17 expuesto en un museo de Europa. Todos esos han sido insumos increíblemente provechosos para cuando me he sentado delante del ordenador a recrear la deriva de ese joven trujillano convertido en piloto norteamericano que hace exactamente ochenta años, en medio de aquel horror, debió enfrentar una encrucijada moral que puso a prueba su temperamento y sentido de lealtad.

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Autor: Renato Cisneros. Título: El mundo que vimos arder. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.

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