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En Velintonia los relojes son gorriones muertos

En Velintonia los relojes son gorriones muertos

Entre las costuras del tiempo suena un piano. La luz y la oscuridad (¿o acaso no son lo mismo?) se irán abriendo paso con el temblor del que llama por primera vez a una puerta cerrada. El aire espeso, como de abril… El aroma… a algodón desvencijado y las fotografías…  en blanco y negro. Todo eso y mucho más sentiremos al entrar en Velintonia, residencia madrileña del Nobel de Literatura, Vicente Aleixandre, que parece verse hoy arrastrada hasta las páginas de un portal inmobiliario, sin solución inminente ni por parte de herederos ni de los poderes públicos.

Hasta ella nos arrastra el cuarto título editado por la colección “La Calderona” de la editorial El Toro Celeste. Colección dirigida por Gonzalo Campos Suárez que va arraigando sin prisa pero sin pausa con textos escritos por lo más granado de la dramaturgia patria.

Se trata de Los fantasmas de Velintonia de Antonio Miguel Morales, en la que además nos brinda la oportunidad de conocer la relación entre el Nobel y el poeta Miguel Hernández, que acompañado de su esposa Josefina Manresa, tejen un retrato inocente y doloroso de su época, como jilgueros grises apoyados en la memoria del tiempo.

"Entre las costuras del tiempo, repito, escribe Antonio Miguel Morales, acostumbrado como nos tiene a indagar en la teatralidad de la memoria histórica"

Aparece aquí, Miguel, el joven poeta víctima de la represión franquista, como un ser de luz y alegría, con el brío de un alazán, portador de otras luces y brillos, con manos grandes y rudas capaces de abrir corazones y campos, con los músculos en tensión cuando carga sacos de naranjas, con el fulgor de quien aparece siempre como recién salido de bañarse en el río, desde el aroma homoerótico de la admiración con que Aleixandre le atendía.

Conforman los tres, con Orihuela en la garganta, una nevada melodía de lutos sobrevenidos y culpabilidades soterradas, como un incendio bajo la nieve. Todas las historias de amor son historias de fantasmas. Y lo de la eternidad es otro cantar. A veces, la mayor riqueza es el sello que un amigo te envía junto a sus mejores deseos”.

Entre las costuras del tiempo, repito, escribe Antonio Miguel Morales, acostumbrado como nos tiene a indagar en la teatralidad de la memoria histórica, esta historia de amor y fantasmas que se amarra al pecho, que anida y florece y construye una catedral de recuerdos en la que cabemos todos.

Su pulso poético subraya, como quien acaricia un lirio, la belleza punzante de la herida abierta, con las didascalias más precisas, hirientes —como aguijones— y hermosas que pudieran apuntalar las ruinas de la residencia del gran poeta.

Robo, consciente,  algunas metáforas luminosas del texto para que salpiquen esta reseña.

"Seguimos comiendo naranjas amargas entre los velos de tiempos políticamente convulsos"

El pretérito imperfecto es el tiempo verbal escogido para dotar de nostalgia y distancia el relato, aunque las agujas de todos los relojes se acaben parando, más si cabe en Velintonia, donde la maraña de bruma y memoria destila cualquier espejismo temporal, cualquier espejo de oro brillante en el que mirarse. En Velintonia todos los relojes son gorriones muertos.

Los fantasmas que habitan también el patio de butacas, entre los que nos hallamos, seguimos ávidos de respuestas, aunque el tiempo parezca cristalizarse, convertirse en espiral, detonar o implosionar. ¿La luz o la oscuridad? ¿La vida o la muerte? ¿La destrucción o el amor? Como rezaba el libro de Aleixandre…

Seguimos comiendo naranjas amargas entre los velos de tiempos políticamente convulsos.

¿Se venderá Velintonia? ¿Quién se impondrá: la memoria o el olvido? ¿Son acaso lo mismo?

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Título: Los fantasmas de Velintonia. Autor: Antonio Miguel Morales Montoro. Editorial: El Toro Celeste. Venta: Todostuslibros.com

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