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Estrellas por un tubo, de Enrique Joven

Estrellas por un tubo, de Enrique Joven

Podría decirse que Estrellas por un tubo es diferente: es un libro de astronomía para inexpertos que al final terminarán siendo apasionados de lo que esconde y muestra el cielo que nos cubre. Su subtítulo centra perfectamente el objetivo de este nuevo ensayo del astrofísico Enrique Joven: sintetizar todo lo que la historia ha dado de sí en temática astronómica, desde hace 6000 años —fecha de la que se comienza a tener registros— hasta hoy, en que se habla en los bares del Bosón de Higgs como quien se refiere a un familiar cercano y donde estiramos la Wifi más que un chicle. Es asimismo, un libro que plantea numerosas preguntas y que, casi, casi, responde a todas ellas.

Zenda adelanta las primeras páginas del libro.

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PREFACIO

Resumir toda, o casi, la historia de la astronomía a estas alturas, con todo lo que hay escrito, puede parecer una locura. Y lo admito, lo es. Todavía no sé cómo me ha pasado esta idea por la cabeza, pero ya está hecho. Demasiado tarde para dar marcha atrás. Ningún escritor enfrentado a una pantalla, un cuaderno de notas y una pila de libros sabe nunca qué suerte correrá su ímprobo esfuerzo, si su obra verá la luz o se convertirá, valga el símil, en un agujero negro que succionará sin compasión cientos de horas de trabajo para terminar en un lugar desconocido. O conocido, pero de terrible nombre para un escritor, y al que nos referimos habitualmente como cajón (o disco duro, si nos ponemos modernos). Cajón desastre, todo junto esta vez.

Para condensar siglos de observaciones astronómicas y de las fantásticas deducciones de nuestros protagonistas hace falta algo más que paciencia. Normalmente esta es una virtud de muchos de mis colegas, junto con la facultad de pasar frío y sueño a partes iguales. Pero a la paciencia hay que añadir algo de intriga, curiosidad, cierta gracia y la capacidad para captar el interés del lector, tú mismo, que no necesariamente tienes que ser un gran conocedor de los cielos. Difícil lo tengo. Además, en el ámbito de la divulgación y el ensayo, a veces es conveniente llegar desnudo, sin cargas, prejuicios ni padrinos. Tiene mucho más mérito ser del agrado de los profanos que de los compañeros, de los extraños que de los colegas. Solo así se sabe que un libro ha despertado algo dormido en la cabeza del lector curioso.

Tengo que advertirte que, si esperas encontrar aquí una enciclopedia de astronomía al uso, es mejor que cambies de estantería antes de que sea demasiado tarde y hayas desenfundado ya tu cartera. Será por libros para elegir. En este texto no pretendo interpretar ni rescribir la enésima explicación del origen del universo, ni formular la penúltima teoría acerca de su evolución y su incierto final. Ni buscar vida extraterrestre ni nada parecido a una inteligencia superior. Tampoco calcular el radio de la Tierra ni su edad geológica, ni explicarte los marcadores biológicos. Para eso tuvimos a Sagan, a Asimov y a Hawking, por citar solo a los mejores y más conocidos entre los divulgadores científicos de mi generación, y a una legión como ellos que los siguió por todos los medios tanto escritos como audiovisuales.

Hay muchos y muy buenos libros sobre astronomía, por no hablar del aluvión de información disponible en Internet. Aunque en la red este conocimiento está indebidamente cortado, simplificado y, en ocasiones, manoseado por los jóvenes e implacables cazadores de seguidores en las redes sociales, amantes del «corta y pega», tan rápido y eficaz como insustancial. Y que a veces también publican libros. O los libros los publican a ellos. Leer cuesta, pero merece la pena. Por fortuna, numerosos lectores sobreviven incluso a Netflix.

La propuesta que te hago aquí es sencilla. En esencia, te voy a contar historias de astrónomos. Muchas. En el contexto en el que vivieron y miraron al cielo con pasión para intentar comprenderlo. No podré ser exhaustivo, pero tampoco lo pretendo. A lo largo de los capítulos seguiré un cierto hilo cronológico, que aguantará entero si la tensión narrativa no lo rompe. Entonces enhebraré otro. Y luego otro, y así desde el comienzo de los tiempos hasta su final, que no es poco. Por supuesto, no basta con contar la vida de los santos para comprender su obra. También hay que contar sus milagros y, como no siempre estos son fáciles de entender, no me quedará más remedio que adornar los cuentos con unas cuantas explicaciones y datos cuando así lo estime necesario.

Y eso con dos premisas que me he marcado y que parecen disparatadas dentro de un libro de divulgación científica. Te quiero contar cosas como si nos encontráramos en el metro o en un ascensor, no en un aula. Cero fórmulas y cero imágenes. Lo hago en aras de la claridad y del deseo de no espantarte. Si ya sabes algo de estas cosas estelares —seguro que un poco sí, porque todos sabemos algo de la Luna, del Sol y de los galácticos de la liga de fútbol, aunque no queramos—, tendrás en tu imaginario gigantescas formulaciones matemáticas incomprensibles, u otras muy cortas pero igualmente crípticas. Tampoco soy el primero en intentarlo. Como no se trata de que te den una cátedra cuando termines el libro, yo te explico lo básico. Si no lo comprendes, la culpa será solo mía.

El asunto de las imágenes es mi segundo capricho. Desde luego, poco me costaba pedir la inclusión de unas cuantas láminas de papel satinado con bonitos modelos cosmológicos antiguos, o preciosas fotografías a todo (falso) color de galaxias y nebulosas planetarias enviadas por el telescopio espacial Hubble. Pero ¿para qué? Ya las conoces. Las puedes buscar en tu móvil, en tu portátil. Google y zas. Por llevar la contraria, revertiré la manida y peligrosa expresión de que una imagen vale más que mil palabras y te contaré lo que otros vieron. Lo que tú puedes ver.

Si todo sale como espero, pisarás las huellas de muchos otros que, con el pasar de los siglos, han contribuido a hacernos comprender —aunque sea mínimamente— la complejidad del mundo en el que vivimos y del lugar del cosmos que ocupamos. Ni siquiera sabemos si hay otro planeta parecido al nuestro en otra estrella similar a la nuestra que pueda darnos cobijo en un futuro. Ni otros seres semejantes a tu vecino en ese mundo ignoto, con su música ensordecedora mientras intentas concentrarte en estas primeras páginas. Posiblemente no, es un ejemplar único y prescindible. Y tú también eres único, aunque con mejores gustos. Sonríe. En realidad, sabemos muy poco de casi nada. Mi declaración de intenciones empieza aquí. Hacerte disfrutar con la astronomía, pero sin salir de casa ni pasar frío por las noches. Junto a una estufa, un gato, o incluso con ambos.

Siguiendo con las excusas del mal escritor, en los textos utilizaré en ocasiones experiencias propias y otras cercanas, de las cuales me apropiaré, tanto profesionales como personales. Llevo unos treinta años —no relativistas— bregando con la astrofísica, que, además de ser mi afición y devoción, es el sustento de los míos. Lo que me convierte en un hombre afortunado. Y todo esto en un doble escenario: el puramente científico-técnico y el de la no siempre agradecida pero necesaria divulgación. De lo uno y lo otro aprovecharé conocimientos y escritos, colaboraciones y artículos, fuentes y recursos bibliográficos míos y de muchísimos otros. Una vez que he transitado con gusto por el campo de la novela de ficción científica, me veo en la obligación —no sé si moral— de ponerme serio —lo justo— y afrontar este volumen. Allá con su conciencia aquellos que me han animado en el proyecto.

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Autor: Enrique Joven. Título: Estrellas por un tubo. Una historia diferente de la astronomía. Editorial: Roca. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Enrique Joven (Zaragoza, 1964) es doctor en Ciencias Físicas y trabaja como ingeniero en el Instituto de Astrofísica de Canarias desde 1991. Escritor de ficción: El libro horrible (Difácil Editores, 2002), El Castillo de las Estrellas (Rocaeditorial, 2007), El Templo del Cielo (Rocaeditorial, 2013) y El Palacio de Urania (Círculo Rojo, 2019); ensayo: Dalton, La Teoría Atómica (RBA, 2012); divulgación: Un Programa Estelar (RTVE, 2003); colaboraciones en prensa nacional y autor de numerosos artículos técnicos y científicos en revistas especializadas. En conjunto sus libros han sido traducidos a una decena de idiomas, entre los que destaca The Book of God and Physics (Harper Collins, 2009).

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