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Idea antes de Idea

Jaime Sabines es a México lo que Idea Vilariño a Uruguay. El poder hipnótico de sus poemas estriba en una seductora capacidad para traspasar la órbita de lo culto a lo popular sin solución de continuidad, como si ambos mundos se naturalizasen en las creaciones de la rioplatense hasta desdibujar cualquier atisbo de límite que no sea la pura esencia lírica: ese lugar en el que lo que se dice no puede decirse de otro modo, así, por necesidad inapelable. Que además la obra de Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009) haya crecido en influencia, traspasado fronteras o iluminado a grandes autores es sólo una más de sus potencias latentes. Lo último, Antonio Muñoz Molina ha titulado su última novela con uno de los versos más conocidos de uno de sus más conocidos poemas, los que la profesora-poeta le dedicara a otro uruguayo universal, su amante “de nueve noches” y amor intermitente Juan Carlos Onetti.

"Para cuando apareció su primer poemario La Suplicante, Idea Vilariño ya llevaba entrenada esa mirada emboscada a la que Muñoz Molina se refiere cuando recuerda a la poeta"

Por las fechas que ocupa el diario (principios de 1937 – finales de 1945) todavía no había conocido al autor de Los adioses (1954) —con dedicatoria en el frontispicio a Vilariño— ni había formalizado su pertenencia a la generación de escritores que surgieron a finales de la década de 1940, la llamada Generación del 45, donde dejaron huella entre otros el propio Onetti, junto a Mario Benedetti, Ángel Rama, Ida Vitale, Emir Rodríguez Monegal, Carlos Real de Azúa, Carlos Maggi, Alfredo Gravina, Amanda Berenguer o Mario Arregui; tampoco había empezado a trabajar como profesora de enseñanza secundaria, lo que la ocupó desde 1952 hasta el golpe de estado de 1973 (tras la dictadura, en 1985, obtuvo la Cátedra de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República); y, desde luego, no había creado ese monumento de impía confesión que es el poema “Ya no” en Poemas de amor (1957), el favorito de Onetti, y al que Leila Guerriero se refirió al hablar de él como “un acto suicida”: “No sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas (…). / No volveré a tocarte. / No te veré morir”. Ese último, fatídico y prefigurado verso que compite con aquellos otros, no menos clamorosos, que dicen: “Como el que desvelado / a eso de las cuatro / mira con ojos tristes / a su amante que duerme / descifrando la vieja eterna estafa”.

"En estas libretas negras que ya forman parte de su leyenda se dan cita prematuramente la nocturnidad y el descarnamiento hasta convertirlo todo ello en más certezas que obsesiones"

Pero Diario de juventud, en edición mayúscula de Ana Inés Larra Borges y Alicia Torres, guarda no sólo la gestación emocional y artística de la poesía de Idea Vilariño, en unos años decisivos para afianzar la personalidad literaria de una de las más grandes poetas en lengua española; también trae consigo la sorpresa de una memoria de infancia y adolescencia, “Memoria primera”, que Idea escribió en 1977, y donde la poeta recuerda que la escritura de los diarios (algunos de ellos perdidos) se inició cuando ella dejaba atrás la primera década de existencia, y que no cesaría de escribir hasta dos meses antes de su muerte, ocurrida el 28 de abril de 2009.

Para cuando apareció su primer poemario, La suplicante (1945), Idea Vilariño ya llevaba entrenada esa mirada emboscada a la que Muñoz Molina se refiere cuando recuerda a la poeta. Aun así, los años de adolescencia se consumen en la impaciencia de la incertidumbre, en el atosigamiento de la búsqueda del sentido de la vida, algo que hace universales las entradas del Diario, más allá del interés personal del lector de la obra poética de la autora. En esa edad, la más metafísica si cabe, Vilariño escribe para tratar de ser. Hacia 1942 escribe: “Cuántas contradicciones”. De eso van estas páginas —cerca de 800—, de eso y de cómo se fragua la que iba a acabar dando lugar a una poesía donde la tristeza y la soledad se convertían en una elección de vida. En estas libretas negras que ya forman parte de su leyenda se dan cita prematuramente la nocturnidad y el descarnamiento hasta convertirlo todo ello en más certezas que obsesiones. “Todo es a término”. Finitud y negrura. En medio, la infrecuente elocuencia de la mejor poesía, contundente, sincera e iluminadora como pocas. Haya paciencia. Por suerte, quedan más libretas. Vendrán nuevos desvelamientos.

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Autor: Idea Vilariño. Título: Diario de juventud. Editorial: Visor. Venta: Todos tus libros.

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