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La historia de las Indias y conquista de México, de Francisco López de Gómara

La historia de las Indias y conquista de México, de Francisco López de Gómara

Ahora que está sorprendiéndonos cierta renaciente hispanofobia, he aquí un libro que ha sufrido bastantes vicisitudes, pero que creo importante para aproximarnos a los primeros años de eso tan políticamente criticado en estos momentos que fue el “descubrimiento y conquista de América”.

La editora, Belinda Palacios, peruana, doctora en Literatura Hispánica Colonial por la Universidad de Ginebra, nos prepara, con un interesante prólogo, para la inmersión en ese texto tan extenso, dividido en dos partes: la primera, compuesta de 227 capítulos o apartados, que corresponde a todos los espacios americanos de la Conquista excepto México, y la segunda, 257 capítulos o apartados, que se refiere a la aventura de Hernán Cortés y a la conquista de México, precisamente.

"El prólogo comienza describiéndonos la personalidad de Francisco López de Gómara, que vivió de 1511 a 1559 y que fue capellán"

El prólogo comienza describiéndonos la personalidad de Francisco López de Gómara, que vivió de 1511 a 1559 y que fue capellán en Osma y en el Real Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles de Bolonia, y fraile de la Orden de Alcántara desde 1543. Parece que López de Gómara, de sólida formación cultural, coincidió en Valladolid con Hernán Cortés y tuvo relaciones con personajes importantes, aunque también fue criticado por otros, como fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo o Bernal Díaz del Castillo… Lo cierto es que López de Gómara escribió su monumental obra —la edición de la Biblioteca Castro / Belinda Palacios alcanza las 920 páginas de apretada letra— sin haber viajado nunca a las Indias. Parece que sus primeras referencias fueron las Décadas del Nuevo Mundo, de Pedro Martín de Anglería, las Cartas de relación de Hernán Cortés y la Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, de Gonzalo Fernández de Oviedo, aunque la prologuista apunta como otras posibles fuentes la Historia de los Indios de la Nueva España, de fray Toribio de Benavente «Motolinía» y otros textos, así como “probanzas” —acreditaciones— de diversos personajes… El caso es que parece que López de Gómara conoció a muchas personas con experiencia americana, y está demostrado que tuvo tratos con Martín Cortés, el hijo mestizo que tuvo Cortés con doña Marina y que heredó de su padre el marquesado del Valle.

En cualquier caso, la Historia de las Indias… es extraordinariamente abundante y prolija en datos y referencias de lugares y personajes y, aunque se ha dicho que “acomoda los hechos a su propia visión” —refiriéndose al autor— solo la indudable destreza, gracia y naturalidad con que está escrito nos permite seguir su lectura sin demasiado agobio.

"En la primera parte se nos relata la entrada de los españoles desde la Península de Labrador, en el este de los actuales Estados Unidos, hasta el estrecho de Magallanes"

En la primera parte se nos relata la entrada de los españoles desde la Península de Labrador, en la costa norte atlántica, en el este de los actuales Estados Unidos, hasta el estrecho de Magallanes, y luego en los territorios de Chile, Perú… para llegar más arriba de Panamá, al otro lado del continente americano.

Esta primera parte comienza señalando que “es el mundo tan grande y hermoso, y tiene tanta diversidad de cosas tan diferentes unas de otras, que pone en admiración a quien bien lo piensa y contempla”, afirmación que impregna todo el texto, tras la explicación de la redondez del planeta, las antípodas y la invención de la “aguja de marear”, y la afirmación de que “Asia, África y Europa son islas” para dar importancia relevante a los océanos y explicar lo que es “el sitio de las Indias”, antes de contarnos la curiosa anécdota de que hubo un piloto desconocido —andaluz, portugués…— que fue el primero en llegar al Nuevo Mundo y que, a su regreso, fue a morir en casa de Cristóbal Colón, que heredó sus escrituras y relaciones de las nuevas tierras… El primer viaje de Cristóbal Colón, la bula papal reconociendo la propiedad española de aquellas tierras, los nuevos viajes de Colón y sus complicaciones, darán paso al relato de la isla Española, con los indígenas adorando a los diablos, sus “bubas” —¿sífilis?— y ciertos milagros de los españoles.

"Todos los lugares significativos y sus conquistas van apareciendo sucesivamente: Jamaica, la isla de Cuba, el Yucatán, el Cabo de Honduras, el Darién…"

Después de hablar de la península del Labrador, en el Noroeste de los Estados Unidos, por seguir el orden, como él mismo dice, y llegar a “los Bacallaos” —en el Atlántico Norte, en las proximidades de Terranova— nos llevará a Chicora —la actual Pensilvania— donde los españoles buscaban “hombres que rescatar o saltear” para “sus minas, hatos y granjerías”. De ahí pasaremos a la isla de Boriquén —el actual Puerto Rico— cuya conquista “costó… muchos españoles”, aunque había un perro con ellos, Becerrillo, que peleaba con los indios y distinguía a los amigos de los enemigos. Luego conoceremos a Ponce de León buscando la isla Boyuca, “donde decían los indios estar la fuente que volvía mozos a los viejos”, y aunque no encontró rastro de ella “descubrió la Florida en Pascua Florida”… enfrentándose con indios valientes y luchadores, cuyo modo de vida el cronista narra meticulosamente, explicando cómo son las viviendas, las plantas, los animales domésticos y los salvajes, sus armas, sus ceremoniales, sus alimentos. Lo que pudiéramos llamar la referencia etnográfica no deja de contar los matrimonios entre hombres y las mancebías masculinas.

Todos los lugares significativos y sus conquistas van apareciendo sucesivamente: Jamaica, la isla de Cuba, el Yucatán, el Cabo de Honduras, el Darién… procurando señalar en cada caso los detalles históricos de la conquista y los referentes etnológicos, con algunos detalles significativos, como el de aquel “señor de Tiripi” que echaba oro por los muros para cazar a flechazos a los españoles que iban a cogerlo…

Como he señalado, las referencias son tantas y tan minuciosas que atenderlas a todas haría interminable mi comentario. No dejaré de referirme al descubrimiento de la Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa, nombrado por ello adelantado —con todos los enfrentamientos que lo precedieron—, con jubiloso conocimiento de las perlas del golfo de San Miguel y otras aventuras, hasta su muerte, decapitado por orden de Pedrarias Dávila. Las peleas con los indios se van alternando con los enfrentamientos entre españoles, y al hilo de esos sucesos el cronista sigue hablándonos del oro, del cobre, de las esmeraldas, de la yuca y de las batatas, de los instrumentos para pescar, de la sodomía indígena, de las doncellas desnudas, del veneno para impregnar las puntas de las flechas, de las danzas y del mundo sacerdotal con el culto al sol y a la luna, del fracaso de ciertas expediciones, de la ambición extrema de ciertos españoles.

"En el largo texto se nos recuerda la repartición del Nuevo Mundo entre españoles y portugueses, sancionada por el papa Alejandro VI"

Venezuela, el golfo de Paria, el río Orellana —el Amazonas—, el río de la Plata, irán siendo descritos por el cronista con muchos episodios de descubrimiento y conquista, hasta llegar al momento en que Magallanes recorre el estrecho que llevaría su nombre, camino de las islas de los Malucos, y luego la pelea con los indígenas en la que él mismo perecería, en la llamada isla de Cebut, hoy Cebú, en el archipiélago de las Bisayas. En esa zona del Pacífico conoceremos a ciertos reyes, como uno al que llama Almanzor, que según la astrología sabía que los españoles llegarían, y se nos hablará del clavo, la canela y otras especias, y de la aventura de la nao Victoria que, conducida por Juan Sebastián Elcano, completó la primera vuelta al mundo: “los rodeos, los peligros y trabajos de Ulises fueron nada en respecto de los de Juan Sebastián”, nos asegura el cronista.

En el largo texto se nos recuerda la repartición del Nuevo Mundo entre españoles y portugueses, sancionada por el papa Alejandro VI —“que valenciano era”— y se nos habla de nuevas expediciones a las Malucas y de otros navegantes que buscaron la Especiería con mayor o menor éxito, como Álvaro de Saavedra Cerón, el capitán Villalobos, Américo Vespucio y Sebastián Gaboto, entre otros. En la importancia comercial de la Especiería se nos insiste recordando el intento de buscar otras rutas que no tuviesen que pasar por el estrecho de Magallanes.

A continuación, el meticuloso cronista nos hablará del obispo de Plasencia, Gutiérrez de Vargas, costeando Chile, y de las aventuras de Francisco de Pizarro y Diego de Almagro en el descubrimiento y conquista del Perú, con las batallas, la prisión de Atabaliba —Atahualpa— y su muerte, sin olvidar las disensiones entre los propios adversarios, las referencias a las costumbres religiosas —con el sacrificio de los hijos—, la conquista de Cuzco y Quito y los usos de los naturales, los enfrentamientos entre españoles y la muerte de Francisco Pizarro y de Diego de Almagro, y las alteraciones que se produjeron como consecuencia de las “nuevas leyes y ordenanzas para las Indias”, con precisas referencias a problemas jurídicos, hasta que fue gobernador Gonzalo Pizarro, y los numerosos altercados entre españoles que se sucedieron, hasta el levantamiento de Gonzalo Pizarro y su ejecución, y la normalización de las cosas por Pedro de la Gasca.

"La conquista de México ocupa la segunda parte, que empieza con una dedicatoria a Martín Cortés"

Panamá —que descubrió Vasco Núñez de Balboa con la Mar del Sur—, con Nicaragua, Guatemala, sus conquistas, costumbres y calidades, con la “desastrada muerte” de Pedro de Alvarado —despeñado por el arrastre de un caballo— y de Beatriz de la Cueva, que había sido su esposa, arrollada por el agua de una tormenta, y las referencias a Xalixco —Jalisco—, conquistado por Nuño de Guzmán; Síbola —Cibola— con sus famosas “siete ciudades”, a donde llegaron con los soldados varios frailes, Quivira, con sus “vacas corcovadas”, y varios textos más, uno sobre la libertad de los indios y otro sobre el Consejo de Indias, con una curiosa referencia a la conquista de las islas de Canaria —paso obligado para el Nuevo Mundo— y la referencia a sus costumbres concluyen con una coda titulada Loor de los españoles —que quitaron a los indios “la idolatría, los sacrificios de hombres y el comer carne humana; la sodomía y la muchedumbre de mujeres”… aunque “el mal que hay en ello es haber hecho trabajar demasiadamente a los indios en las minas, en la pesquería de perlas y en las cargas…”— que compone el final de la primera parte del libro.

La conquista de México ocupa la segunda parte, que empieza con una dedicatoria a Martín Cortés. De Fernando Cortés —como le llama el autor— se narra su procedencia de familias hidalgas, sus estudios de gramática en Salamanca, que abandonó por la aventura de las Indias, a donde se fue a los diecinueve años, y tras una azarosa travesía residió en Santo Domingo, y el gobernador Ovando le dio ciertos cargos que desempeñó durante “cinco o seis años”, antes de marcharse a Cuba, donde tras enfrentamientos con Diego Velázquez casó con Catalina Juárez. Reconciliado con Diego Velázquez, gobernador de Cuba, un viaje de Juan de Grijalva al Yucatán y la llamada “tierra firme”, del que este regresó con muchos objetos de oro, despertó la ambición de otros, y tras numerosas peripecias y enredos partió Cortés a descubrir, el 18 de febrero de 1519, con once navíos, 550 hombres, 16 caballos y yeguas, alimentos, herramientas y armas, tras una pomposa oración que el cronista transcribe.

El primer punto en el que se detuvieron fue Acuzamil —la isla de Cozumel—, donde fueron bien acogidos y donde conoceremos la estupenda historia de Gonzalo Guerrero narrada por Jerónimo de Aguilar. El cronista nos hablará también de ciertos aspectos religiosos y naturalistas —conoceremos al tiburón— antes de describirnos la toma de Potonchan y la batalla de Cintla, en la que también los españoles vencieron, recibiendo entre otros regalos veinte mujeres que Cortés repartió entre sus hombres —y debo advertir que enseguida sabremos que entre las veinte estaría “La Malinche”, bautizada como Marina— que tan importante sería a partir de entonces para Cortés en toda la aventura mexicana.

"A partir de este momento, López de Gómara va a entrar a narrar la aventura que llevará a los españoles a Tenochtitlan"

Con ciertas descripciones del entorno y de la fauna acuática, y señalar que, visto que abundaba tanto el oro, Cortés ordenó a su gente que no diese muestra de lo mucho que lo apreciaban, López de Gómara nos relata cómo, a través de Teudilli, el indio que gobernaba aquellas tierras, Cortés envió a Moteczuma —así lo llama— , emperador de aquellos territorios, testimonios pintados de los caballos, de sus jinetes, de las armas de fuego… así como vestidos y otras cosas, con su pretensión de encontrarse con él, y algunos días después supo que su intención de ver al emperador era rechazada. Y el cronista nos cuenta cómo Cortés formalizó la posesión de aquellas tierras, “nombró alcaldes, regidores, procurador, alguacil, escribano…”, y dimitió de su cargo de capitán y descubridor. Reunido el cabildo de los cargos que había nombrado, designaron a Cortés Capitán General y Alcalde Mayor.

A partir de este momento, López de Gómara va a entrar a narrar la aventura que llevará a los españoles a Tenochtitlan: Cortés sabrá de boca del señor de Cempoal que Moteczuma ejerce un poder tiránico, y que hay provincias como Tlaxcallan, Huexocinco y otras que “eran de opinión contraria a mexicanos”. Cortés consigue “revolver a estos” contra Moteczuma y denomina al lugar Villa Rica de la Veracruz, e iremos conociendo minuciosamente todas sus acciones, tanto para mantener buena relación con Carlos V como para afrontar la aproximación a Moteczuma, aplacando motines entre sus propias gentes y tomando la decisión de dar casi todos sus navíos “de través”, —haciéndolos barrenar— para que fuese imposible retroceder.

"La muerte de nueve españoles dio ocasión a Cortés para aprisionar a Moteczuma"

Cortés irá avanzando, conocerá a las gentes de Tlaxcallan, tendrá enfrentamientos y batallas, lamentará que los indios sepan que los caballos son mortales, conocerá también la idea de algunos españoles de dejar aquella guerra y pronunciará un memorable discurso, recibirá el apoyo de los de Tlaxcallan y, tras sucesivos avatares en Chololla, llegará a lo que el cronista llama México Tenuchtitlan.

López de Gómara nos hablará de Moteczuma y su discurso a los españoles, de la “limpieza y majestad con que se servía” y de ciertas ceremonias, protocolos, juegos, bailes, las numerosas mujeres del emperador, cómo eran los edificios, los jardines y los mercados de la ciudad —con todas las cosas que se ofrecían—, los templos o teucallis, los ídolos, el osario con ciento treinta y seis mil calaveras que pudieron contar —había más…— de la gente sacrificada.

Los españoles, empezando por Cortés, comprendían “la red en que metidos estaban”. La muerte de nueve españoles dio ocasión a Cortés para aprisionar a Moteczuma, quemar en la hoguera al culpable de la muerte de los nueve españoles y a todos los que habían colaborado con él, y las vicisitudes subsiguientes, que van desde las discordias entre españoles, la rebelión de los mexicanos, la muerte de Moteczuma y todo lo que vino después, con el cerco de México y el apoyo que Cortés recibió de diversos pueblos autóctonos, hasta conseguir un ejército de doscientos mil hombres…

La referencia de todos los avatares que siguieron, guerras, batallas, conquistas, concordias y discordias, quemas de ídolos, construcción de nuevos bergantines, problemas administrativos… sigue puntualmente desarrollada por López de Gómara, que remata su extraordinaria obra describiendo —recogeré los sucesivos títulos de los correspondientes apartados—: De las letras de México, “ciertas figuras que sirven por letras… semejan mucho a los jeroglifos de Egipto”;  Los nombres del contar, “De Ce —uno—… a Cempoalli —veinte—”; Del año mexicano, “dieciocho meses de veinte días cada uno”; los veinte Nombres de los días; la Cuenta de los años, con determinadas figuras y nombres; Los cinco soles que han existido hasta nuestra edad…

"La historia de las Indias… se editó por vez primera en 1552 y tuvo una segunda edición en 1553, pero fue prohibida por cédula real"

También el cronista se refiere a ciertas etnias y culturas —Chichimecas, Aculhuaques, Mexicanos—, así como a la historia de los Reyes de México. Y nos hablará de los niños; de las costumbres de los hombres y de las mujeres; de los ritos del matrimonio… Otros temas tratados son las viviendas y su uso, el modo de emborracharse, los esclavos, los jueces y las leyes, las guerras, los dioses mexicanos, cómo el diablo se aparece, el desollamiento y sacrificio de hombres, y las grandes fiestas caníbales de Tlaxcallan y Quezalcoatl, donde sacrificaban y celebraban banquetes ceremoniales comiéndose hasta mil seres humanos.

Ciertas informaciones sobre la riqueza de la Nueva España, el clima, los virreyes, la personalidad de Cortés y a su muerte, cierran el libro.

Para concluir esta reseña, debo apuntar que La historia de las Indias… se editó por vez primera en 1552 y tuvo una segunda edición en 1553, pero que fue prohibida por cédula real el 17 de noviembre de 1553, acaso por ciertas apreciaciones que no satisficieron a la Corona, aunque en Zaragoza hubo una tercera edición expurgada en 1554. La prohibición se mantuvo hasta 1729. Fuera de España, el libro tuvo enorme éxito, y conoció muchísimas ediciones en diversas lenguas.

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Autor: Francisco López de Gómara. Título: La historia de las Indias y conquista de México. Editorial: Fundación José Antonio de Castro. Venta: Todostuslibros y Amazon

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