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La mujer, el viejo y la mar

La mujer, el viejo y la mar

El otro día, en un encuentro con lectores, poco antes de finalizar, se produjo el lógico intercambio de preguntas y respuestas, el típico coloquio en el que los lectores aprovechan la ocasión y se desfogan con el autor que les ha brindado unas horas de entretenimiento. Son momentos que yo disfruto mucho. Al fin y al cabo, soy uno de esos novelistas que asume sin tapujos su condición de empleado de sus lectores (y no al revés), y para mí es evidente que yo puedo pagar los garbanzos gracias a que hay quien paga por mis historias; expresado de otro modo, el talento, la dedicación, la rigurosidad o el empeño no pagan las letras de la hipoteca y de poco valen si no se conjugan con la aceptación del público.

Y puede ser cierto que el público es en ocasiones voluble y que su criterio no siempre parece lógico, pero, a mi entender, siempre es soberano.

En fin, dejando a un lado la digresión, estaba con unos cuantos lectores, charlando animadamente y, como suele suceder, hablamos no solo de mis novelas, sino de otras, y también de sus autores. Y aunque no soy el más indicado para hablar en profundidad de literatura, pues mis conocimientos son más bien campestres, como lector y no ya como escritor, conversé agradablemente con esos otros lectores. Como siempre, resultó agradable, hasta que algo me dejó epatado.

—… sin duda, desde luego —decía yo respecto a la mención de alguien sobre Steinbeck—. Aunque si tengo que elegir entre ellos —la conversación terciaba sobre los escritores estadounidenses del período de entreguerras—, me quedaría con Hemingway —reconocí convencido.

"Estaba siendo honesto, como procuro serlo siempre con mis lectores. No todo lo de Hemingway me resulta atractivo"

Mientras la respuesta calaba en algunos, otro de ellos, uno que, evidentemente, ansía convertirse en autor a su vez, mencionó la famosa anécdota de aquel escritor frustrado por los rechazos editoriales que envió una docena de copias de Las uvas de la ira de Steinbeck a la correspondiente docena de editoriales y, al tiempo, recibió once rechazos rotundos y solo una amable carta en la que le sugerían que su obra recordaba demasiado a la del hombre que había ganado el Pulitzer y el Nobel.

Y después de aquello, a mí se me ocurrió mencionar:

El gran Gatsby siempre me ha parecido sobrevalorado, me gustó mucho más A este lado del paraíso —aclaré—. En cuanto a Steinbeck —continué—, creo que el tiempo no ha tratado bien su obra, Las uvas de la ira se hace difícil fuera del contexto de su tiempo, y además, ese final con un hombre adulto amamantándose de una jovencita me resulta demasiado perturbador —y estaba siendo completamente sincero, me cuesta aceptar el beneplácito de la crítica en cuanto a esas páginas—. Sin embargo, La copa de oro, que es mucho menos conocida, me resulta mucho más atractiva, es esa en la que cuenta las andanzas del pirata Henry Morgan. Ahora bien, si tengo que elegir a alguno de ellos, me quedo sin duda con Hemingway y, especialmente, con El viejo y el mar —concluí satisfecho.

Estaba siendo honesto, como procuro serlo siempre con mis lectores. No todo lo de Hemingway me resulta atractivo, pero ese staccato con el que cuenta sus historias, esa vieja gloria, ese esplendor de la derrota, me han resultado siempre atractivos, desde niño.

Lo que no esperaba es la respuesta de una de las asistentes.

—Pues a mí no me gusta nada —dijo con algo cercano a la indignación—, no hay ningún personaje femenino… Además, Hemingway era un machista recalcitrante…

Me dejó tan asombrado aquella vuelta de tuerca que, por unos instantes, no supe qué responder, sonreí como un imbécil e intenté defender a uno de mis referentes.

"Daba la impresión de que opinaba sobre El viejo y el mar lo mismo que yo opino de Cincuenta sombras de Grey, básicamente que hay más literatura en la formulación de un champú contra la caspa"

—Bueno… Es cierto que Hemingway fue un tipo cuestionable, más si lo miramos a través de la lente de nuestro presente. Ridiculizó a Steinbeck por andar por ahí paseando con su caniche, y Fitzgerald le parecía un bailarín afeminado. Y puede ser que su trato personal hacia las mujeres sea reprobable, también muchos otros aspectos de su vida —añadí conciliador—; sin embargo, creo que El viejo y el mar es una novela maravillosa, incluso pese a lo reprochable de su autor… Ganó el premio Pulitzer gracias a ella, y poco después le dieron el Nobel. Además, sigue vendiéndose año tras año —aduje pensando una vez más en la idea de que el público es soberano—. Puede encontrarse una copia de la novela en casi cualquier librería…

Afortunadamente, algunos de los asistentes sacudieron el mentón para afirmar. Sin embargo, la que ya había mostrado su malestar con la obra de Hemingway, insistió:

—Todo lo que quieras, pero no tiene un personaje femenino —repuso ella tajante.

Por cómo lo decía, daba la impresión de que opinaba sobre El viejo y el mar lo mismo que yo opino de Cincuenta sombras de Grey, básicamente que hay más literatura en la formulación de un champú contra la caspa.

Y tanto me abrumó aquella intransigencia, con tanta autoridad lo dijo, que no me atreví a seguir discutiendo. Más bien, como muchas otras veces en la vida, decidí sonreír, aceptar la premisa y meditar más tarde sobre ello. A lo mejor yo estaba equivocado y, efectivamente, El viejo y el mar no era una obra tan brillante.

Así que le dediqué unas cuantas horas al asunto.

Y llegué a una conclusión: me parece una sandez.

"El viejo y el mar es una obra cumbre de la literatura moderna, es excepcional en muchos sentidos y debe ser reconocida como tal pese a que, indudablemente, no tenga personajes femeninos"

Yo no voy a discutir sobre el heteropatriarcado, el cipotudismo, la prevalencia de la figura femenina, la triste historia de superación de la mujer o las virtudes de mi admirada Campoamor. Ese es un tema sobre el que no me considero preparado para emitir un juicio y, desde hace mucho tiempo, tengo la costumbre de no opinar sobre aquello que no conozco en profundidad. Baste decir que estoy encantado con que las mujeres de nuestro presente tengan muchas más oportunidades que las de nuestro pasado y que, como cualquier otro con dos dedos de frente, ansío que no haya discriminación por razón de sexo. Y espero sinceramente que vengan tiempos mejores, al fin y al cabo, mi hija aún no ha cumplido un año.

Ahora bien, en cuanto a la literatura, la aseveración de que El viejo y el mar no es una obra que merezca la pena por el mero hecho de carecer de un personaje femenino, eso es, simple y llanamente, una sandez.

El viejo y el mar es una obra cumbre de la literatura moderna, es excepcional en muchos sentidos y debe ser reconocida como tal pese a que, indudablemente, no tenga personajes femeninos.

"El valor de una obra artística, sea una novela, un cuadro, una película, o lo que surja, no creo que tenga nada que ver con si aparecen en ella o no personajes de uno u otro sexo"

Tampoco El principito tiene un personaje femenino protagonista (a no ser la rosa), y lleva tropecientas semanas entre los más vendidos. Tampoco las desventuras y faceres del ingenioso hidalgo lo tienen o lo tienen solo de refilón. Pero es que en Madame Bovary tampoco hay un personaje masculino destacable, son todos circunstanciales, y eso no le quita un ápice de grandeza a la novela de Flaubert. Más aún, en La maja desnuda y La maja vestida no hay ningún majo y tampoco en Las señoritas de Avignon. Y Julio Romero de Torres pintó morenas, y no morenos…

El valor de una obra artística, sea una novela, un cuadro, una película, o lo que surja, no creo que tenga nada que ver con si aparecen en ella o no personajes de uno u otro sexo. Su valía no se mide por a quién retrata, sino por cómo lo retrata.

Además, si lo analizamos con profundidad, el cuento de Hemingway tiene un personaje femenino muy potente que pasa desapercibido a primera vista pero que, al cabo, engulle a todos los demás protagonistas. Basta con que le preguntemos a cualquier marinero, porque, en realidad, el asunto quedó traspapelado con la traducción…

El verdadero título de la novela del bebedor, fumador, machista, atolondrado y genial Hemingway es El viejo y la mar.

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