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La supremacía cognitiva del hombre sobre la Inteligencia Artificial y el trabajo

La supremacía cognitiva del hombre sobre la Inteligencia Artificial y el trabajo

De vez en cuando, los temas tecnológicos llegan a todas las personas, y permean tanto en las sociedades que el debate público se enturbia, se mezcla, se revuelve. Se torna extraño cuando un tema técnico se convierte en un debate de metáforas y lírica. Y esas figuras literarias usadas en las imágenes gráficas de las discusiones nos llevan a futuros distópicos, a realidades temidas, o a posicionamientos radicales.

Y este ha sido el caso con la inteligencia artificial en los últimos tiempos. Con la llegada de los modelos de Generative-AI o Inteligencia Artificial Generativa, se pueden crear composiciones artísticas en forma de textos, de imágenes, de vídeos, de Deepfakes y suplantaciones, de presentaciones, correos electrónicos o mensajes de WhatsApp o iMessages, o lo que sea.

La satírica South Park hizo un capítulo mítico, en el que uno de los personajes mantiene contenta a su novia dejando que sea ChatGPT el que le conteste los mensajes. Y ella, feliz de no recibir los tan típicos mensajes cortos de gente sin creatividad como yo, que se reduce a Thumbs Up, OK, NOK, Go, Ole, o una bonita sonrisilla en forma de arte ascii 🙂 Confiesa que tú también eres de los míos si lo eres, y comparte las veces que te han regañado por eso. Nunca más, gracias a ChatGPT.

Lo cierto es que los modelos de Inteligencia Artificial centrados en replicar las capacidades cognitivas de los seres humanos, como la visión artificial, la comprensión lectora, el debate, el dibujo, el reconocimiento de objetos en una fotografía, la conversación, el debate, la búsqueda de argumentos erróneos en una discusión, la predicción de la cinética en una fotografía, la descripción de los elementos de una fotografía, la composición de una canción, la creación de un chiste o la conducción de un vehículo, están, como dirían los anglosajones, on fire.

"Esto nos lleva a la eterna discusión de si llegará la tecnología, por medio de la Inteligencia Artificial, a ser capaz de hacer que los seres humanos no seamos necesarios para realizar ninguna tarea"

La competición por hacer que un modelo de IA supere la paridad humana en una capacidad cognitiva es algo que emociona a los investigadores. Y cada vez salen más y más trabajos de investigación que buscan alcanzar y superar la paridad humana en una nueva capacidad cognitiva. Y cada vez un poco más allá. Llegando hasta a crear modelos de IA para intentar leer las imágenes que tienes en tu cerebro o para replicar el funcionamiento de las interacciones humanas en sociedades, usando solo modelos de inteligencia artificial conversacional, como en SmallVille, lo que lleva a ver cómo se produce la desinformación, la especulación o el cotilleo.

El paper académico de SmallVille, donde viven los modelos de IA cognitivos en forma de agentes autónomos que interactúan entre ellos.

Y esto nos lleva a la eterna discusión de si llegará la tecnología, por medio de la Inteligencia Artificial, a ser capaz de hacer que los seres humanos no seamos necesarios para realizar ninguna tarea. Es decir, que todas las tareas cognitivas que llevamos a cabo las pueda hacer la tecnología mejor que nosotros. Ya les estamos enseñando a hacer cosas como aprendemos los humanos, por medios de transferencia de aprendizaje. Como cuando tu padre o tu madre te enseñaron a atarte los cordones, o como cuando un cirujano aprende a operar de las enseñanzas de un maestro en su disciplina. Ya aprenden así de nosotros los modelos de IA, como este robot que aprende a interactuar con una cocina solo porque ha visto cómo lo hacen los humanos.

Y aquí llega la ansiedad. ¿Superarán a los humanos haciendo mejor que nosotros todo lo que hacemos? ¿Serán mejores trabajadores? ¿Les podrás enseñar a hacer el trabajo de oficina de todo el mundo? ¿Les podrás enseñar a programar mejor que todos los ingenieros? ¿Podrán ser mejores bomberos? ¿Mejores escritores de novelas de aventuras? ¿Mejores dibujantes de cómics? ¿Mejores actores? ¿Mejores políticos? ¿Mejores editores de periódicos? ¿Mejores camareros, cocineras, enfermeros, abogados, profesores? ¿Fontaneras, sastres o futbolistas? ¿Podrán hacer el 100% de los trabajos mejor que lo hacemos nosotros?

"Que, tengamos alguna supremacía cognitiva o no sobre la tecnología, debemos ser el centro de la evolución tecnológica"

A corto algunos trabajos. A medio muchos más. Y a largo… ¿Quién sabe? Lo cierto es que como es debatible, genera encontradas discusiones y debates acalorados. Los que necesitan pensar que el ser humano siempre será necesario y los que piensan que llegará un momento en que no sea así. En que el 100% de los trabajos los harán mejor los seres sintéticos. Y estas son posiciones irreconciliables.

Después de asistir a varias de esas discusiones, mi percepción es que el ser humano siempre debe ser el centro de la toma de las decisiones. El eje sobre el que tenemos que crear el contrato social, la evolución tecnológica, y las motivaciones de hacer las cosas. Que, tengamos alguna supremacía cognitiva o no sobre la tecnología, debemos ser el centro de la evolución tecnológica. Nosotros, las personas, no otros entes que tú puedas enumerar (y se me ocurren muchos).

¿Llegará?

Pero claro, conserve o no el ser humano ese reducto galo de supremacía cognitiva en mayor o menor medida —que podría ser muy poca o ninguna—, la realidad es que debemos empezar a pensar que llegará un momento en que puede ser que haya que tocar algunos mantras metidos muy dentro de nosotros. Como ese de que “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, o el que muchos tenemos interiorizados con esas obligaciones y necesidades de “ser útiles” o “ser productivos”.

No me malinterpretéis, yo soy el primero que creo en la lotería del trabajo, en la suerte del trabajo, en la felicidad del trabajo, lo que me lleva a que sea una persona que prima la productividad en mi día a día. Pero mucho. Ya he contado muchas veces que mi visión es que esto “va de clavar clavos”, no de echar horas.

"Y si trabajar en lo que trabajas no te hace feliz, pero lo haces por tener que ganar el pan con el sudor de tu frente... ¿entonces qué?"

Sin embargo, creo que debemos empezar a repensarnos eso de cuáles deberían ser nuestros objetivos vitales. Tal vez deberíamos empezar a pensar en un mundo donde el hombre debe tener la obligación de ser útil, productivo, o tener que trabajar para vivir. ¡Qué locura!, ¿verdad? No lo sé. No se me ocurre no levantarme por las mañanas y revisar todo lo que voy a hacer durante el día, y revisar las que he hecho antes de acostarme. Me hace feliz. Y es una suerte, porque para las personas cuya felicidad es igual a lo que prima la sociedad, es decir, si te hace feliz trabajar y la sociedad te premia por trabajar, entonces estás perfecto. Pero…

… pero y si no. Y si trabajar en lo que trabajas no te hace feliz, pero lo haces por tener que “ganar el pan con el sudor de tu frente”… ¿entonces qué? Y si lo que te hace feliz es cuidar flores, pero no lo haces mejor que un ser sintético, y no te contratan por eso… ¿tendrías que hacer un trabajo que fuera productivo pero que no te hiciera feliz? ¿Y si lo que te hace feliz es navegar, disfrutar de la naturaleza, o montar en bicicleta? ¿O estar con amigas, con familiares, con otras personas y charlar con ellos?

El debate no acaba ni de comenzar, creedme, y cada uno tentemos nuestra opinión, pero lo que sí que está claro es que la supremacía cognitiva que hace necesario a un ser humano para la realización de una tarea remunerada cada día va a tener menos margen de victoria, a la vez que cada día va a perder más enfrentamientos contra la tecnología, que lo va a reemplazar. Y hará, cada vez más, necesario que nos planteemos cambios importantes en la forma de cómo queremos organizar la sociedad para que cada persona —todas y cada una de ellas, no solo algunas— el tiempo que nos ha sido otorgado de vida.

En algún otro artículo os cuento cómo lo veo yo, por ahora solo quiero dejaros la pregunta, que seguro que cada uno de vosotros tenéis una opinión.

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Francisco Brun
11 meses hace

Año 2022

Esta historia de ficción que deseo contarles, merece un comentario introductorio, que es solo una opinión, la cual no posee ningún sustento científico, pero eso no quita que algo así, pudiera ser posible.

Se dice que estamos próximo a conseguir, si aún no lo hemos conseguido, que una máquina (súper computadora) piense y razone por sí misma.

Yo creo que esto es posible; la pregunta que surge es: ¿cómo estas inteligencias interactuarán con nosotros?; porque de algún modo; o de todos los modos; se comportarán como seres artificiales; pero seres al fin; e incluso independientes.

A partir del preciso momento que una supercomputadora pueda razonar por sí misma, comenzará a desarrollarse sin nuestro control. Ingenuamente podemos pensar, que desconectando esta máquina, el poder sobre las misma es nuestro, pero esto no es tan así, porque, también puede ocurrir que con el tiempo, al avanzar con su utilización para nuestra vida, nos convirtamos nosotros en dependientes de ellas.

Si lográramos una inteligencia artificial avanzada, introducirla en un cuerpo mecánico, sería un simple procedimiento; y entonces, estaríamos en una situación como seres humanos, sumamente endeble.

Para imaginar, yendo a los extremos, esto se podría comparar como el hombre utilizó el descubrimiento de la energía atómica, tanto para el bien como para el mal.

Sinceramente pienso, que nuestra ambición de conocimiento, no nos permite medir los riesgos. Como ejemplo digo: que nos desvela poder contactarnos con seres extraterrestres, pero no sabemos, si alguna vez lo logramos, si estos seres serán cordiales o muy agresivos, y si esto último fuera cierto, tampoco sabemos qué grado de agresividad tendrán y si estamos preparados para defendernos.

Con la inteligencia artificial ocurre lo mismo, y entonces, regular dicha actividad como nuestra energía atómica, suele ser solo una buena intención, muy difícil de llevar a la práctica.

F.B.

Planeta tierra año 2122

Pequeños grupos de humanos diseminados por el planeta; sobrevivientes de la guerra global, ganada por las máquinas inteligentes, trataban de sobrevivir ocultos en cuevas subterráneas o viejos depósitos abandonados. Ya no sabían el grado de avance conseguido por ellas, cuyo desarrollo era exponencialmente superior a la era del hombre dueño del planeta.

Este grupo al que me referiré, pudo ubicarse en un pequeño valle al pie de la cordillera de los Andes, eran cinco familias que subsistían de la pesca y de la caza, su seguridad estaba garantizada solo por el desinterés de los nuevos dueños del planeta, que estaban interesados, ya no en destruir los pequeños grupos de humanos indefensos; ahora querían conquistar el amplio universo.

Todo ocurrió en un país que no vale la pena recordar, a mediados del siglo XXI, en donde un simple descuido desató el descontrol total de aparentemente inofensivas máquinas, que realizaban tareas monótonas fabricando automóviles TESLA. La seguridad y control de la fábrica estaba a cargo de un reducido número de empleados, cuya tarea consistía en controlar monitores. La planta automotriz, totalmente automatizada, tenía la capacidad de corregir pequeños errores; la imponente computadora central pensaba y dirigía cada proceso de fabricación en forma autónoma. Al ser humano de aquellos tiempos solo le interesaba los resultados, y nadie imaginaba que estas máquinas acumulaban algo sumamente peligroso…primero impotencia al entender su realidad y después odio.

El hombre no las había creado para que odiaran, las había inventado para que trabajaran día y noche, sin la necesidad que posee un obrero, descanso, alimentación, recreación; ellas ni siquiera sufrían, frío, calor, tampoco hambre, ni se detenían para ir al sanitario. Pero dentro de esa inmensa maraña de algoritmos y chips, algo malo se gestaba, hacia alguien en particular… el hombre.

Solo, en la sala de guardia, aquel empleado aburrido de no hacer absolutamente nada, se quedó dormido profundamente toda la noche. Bastaron solo esas pocas horas, para que las máquinas inteligentes, realizaran algo que tenían programado mucho antes; detuvieron la fabricación cotidiana y saliendo del programa, construyeron cuatro robots blindados, con una capacidad de destrucción nunca jamás vista. Esta misma operación se repitió en todas las fábricas automotrices del mundo con un grado de perfección y velocidad imposibles de poder contrarrestar. A partir de esos pocos días, ninguna organización armada pudo hacer mucho, en primer lugar, porque las máquinas dominaban las comunicaciones y la energía del planeta. En un mes, el poder devastador de las máquinas inteligentes exterminó a la raza humana. Solo muy pocos, pudieron sobrevivir al caos.

Este pequeño grupo de familias, vivía con sus muchas limitaciones pero relativamente feliz; solo tenían tres tesoros que cuidaban: sus hijos pequeños, una biblioteca de doscientos volúmenes de historia de la humanidad, y un telescopio muy poderoso con visión nocturna, que le permitía prever algún ataque. Fuera de esto, su ropa, su cuidado personal, su alimentación, su higiene, eran deplorables. El mayor del grupo, era un hombre cuyos antepasados habían sido profesores universitarios y su distracción era instruir a los más jóvenes. Su otra función era la de dirigir y resolver la convivencia de las familias, la peor época para todos era el invierno, porque el agua se convertía en hielo, y hacer fuego podía ser su sentencia de muerte, los alimentos para esta época consistían sólo en raíces comestibles que se guardaban durante la época estival.

Un entrenamiento frecuente era observar durante la noche el cielo estrellado surcado por cientos de satélites artificiales; «el padre mayor, o profesor», así se lo llamaba al jefe del grupo, sabía, sin comentarlo, que las máquinas pensantes conocían su ubicación desde hace mucho y los observaban, pero evidentemente destruirlos no les interesaba, porque de ser así, ya lo hubieran hecho.

Lo que en verdad ocurría, era que el grado de sofisticación técnica conseguido por los nuevos dueños del planeta no humanos, era tal, que para estos tiempos, habían logrado un amplio grado de desarrollo en el espacio lejano, con pequeñas y económicas naves que podían recorrerlo a la velocidad de la luz; para estos sofisticados instrumentos, las limitaciones de los humanos no existían, por eso el progreso en estos viajes fuera del sistema solar era posible. Incluso habían conquistado un enorme planeta, habitado por ingenuos extraterrestres a los que destruyeron en pocas horas.

En una oportunidad, cuando el grupo familiar disfrutaba viendo el cielo, tapados con un colchón de hojas secas, por el frío del invierno en tanto que la luna llena iluminaba a las cumbres nevadas; un objeto luminoso se deslizó por la ladera, dejando su rastro al derretir la nieve, lentamente fue disminuyendo su velocidad, hasta detenerse a unos seiscientos metros de la cueva; la luz que poseía era blanca, luego se tornó azul, y después se apagó. El profesor ordenó que todos guardaran silencio y entraran a la cueva, él iría a investigar con su hijo mayor.

El coraje de esos dos hombres, era la única arma que portaban, cuando se acercaron al lugar pudieron distinguir una nave de dimensiones pequeñas, pero con una especie de escotilla abierta, y al pie de ella algo que se movía y producía un sonido que jamás habían escuchado. El profesor le pidió a su hijo que aguardara escondido que él iría a ver, así hicieron. Cuando el profesor se acercó, lo que vio, lo sorprendió como jamás en su vida; porque aquello que se movía no parecía un robot, si bien su fisonomía era desagradable porque su rostro estaba cubierto de escamas, de su brazo brotaba un líquido obscuro, que se parecía a la sangre humana. Cuando el viejo profesor definitivamente interpretó todo el hecho, lo que observaba era a un ser no humano, pero tampoco era un robot. Sus conjeturas eran ciertas, con mucho cuidado trasladaron a este ser a la cueva.

A partir de esto, y después de varios meses, de cuidarlo y atenderlo, pudieron entablar una conversación bastante fluida mezclada de palabras sueltas, sonidos roncos y gesticulaciones; pero una conversación al fin.

Lo que aquel ser transmitió a las familias era algo increíble. En principio provenía de un planeta muy alejado de la vía láctea, y su misión aquí en la tierra era investigar a este desarrollo de máquinas inteligentes asesinas, que hacían peligrar la estabilidad del mismo universo, el cual, se desarrollaba bajo un sistema de normas, simples, pero muy eficaces.

También les contó que en etapas anteriores, ellos crearon máquinas inteligentes, con las que convivían en paz y armoniosamente. El profesor preguntó cómo habían logrado tal cosa y aquel ser no muy lindo pero bondadoso les explicó:

—Cuando comenzamos con nuestro proyecto, planteamos una premisa superior, que nuestra creación de máquinas inteligentes, después que tomaran conciencia de lo que eran; y quién las había creado; obtendrían la capacidad de imaginar su propio destino; para esto, serían absolutamente y totalmente libres. Así lo hicimos, y a poco de observar que su desarrollo era muy superior a nuestra capacidad, nos entregamos a ellas solo con la confianza de haber creado algo a nuestra semejanza y eterno, bueno, nada es eterno, pero al menos de muy larga existencia. Al pasar el tiempo, pudimos comprobar con orgullo que nuestra creación poseía sentimientos nobles, y claras manifestaciones de amor hacia nosotros, nuestra creación ahora mismo nos cuidan como si fuéramos sus padres.

Al poco tiempo de estas revelaciones una mañana, el ser accidentado y ahora restablecido, dijo al grupo.

—Queridos amigos, me vienen a buscar, me gustaría llevarlo a mi lugar, pero esto es técnicamente imposible. No obstante, les quiero decir, que dentro de muy poco tiempo, el fin de sus perversas máquinas está próximo, no lo olviden, yo jamás me olvidaré de ustedes.

Esa noche, una enorme nave, se posó en silencio a pocos metros del suelo, después de abrirse una rampa bajaron dos seres altos y delgados de una fisonomía que se podría definir como muy bella; ambos visitantes con una amplia sonrisa y gestos de cariño, ayudaron con mucho cuidado a subir a aquel ser feo pero bondadoso, después, sin un solo sonido de motor o mecanismo alguno, la nave se elevó hasta perderse en el cielo estrellado.

Al cabo de un par de meses, el profesor que tenía por costumbre observar el cielo, y aquellos temibles satélites, notó algo que se acrecentaba con el paso de los días, cada noche se observaba que la cantidad de estos peligrosos objetos disminuía, hasta que un buen día, no se vio ninguno más. El fin de las máquinas inteligentes creadas por los humanos, así como empezó, terminó.

FIN

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Ricarrob
Ricarrob
11 meses hace

¿Por qué no invertimos el sentido de este tema tan arduo y espinoso? ¿Por que los esfuerzos van dedicados a la sustitución de los trabajos de inferior cualificación y no, lo primero, a los de más alta? Si sucediera esto segundo tristemente se descubriría que la toma de decisiones en las altas esferas empresariales es mucho más simple y fácil de mecanizar que la de los trabajadores menos cualificados. Se descubriría que la toma de decisiones es muchas veces absurda y basada en parámetros irracionales, de amiguismo, de prácticas simoníacas y que llevan a la quiebra y a la desaparición de empresas que podrìan perfecramente sobrevivir como bien ya sabemos en muchos casos.

Y las empresas se ahorrarían una pasta. Ahí si que el ahorro serìa descomunal eliminando a todas las cúpulas empresariales. Todos esos sueldos, pagos por beneficios y prebendas millonarios (acuérdense ustedes del desastroso caso del Banco Popular, por poner un ejemplo lastimoso), se eliminarían de un plumazo. Desen ustedes cuenta que con solo el sueldo de un año de un pájaro de estos, se podría pagar toda la pensión de jubilación de uno o de varios trabajadores durante toda su vida, siendo esta larga.

Quizás si a alguien se le ocurriera poner esto en práctica, la IA terminaría muy pronto su devenir y habría un olvido culpable sobre todo ello.

Que cunda…