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Los algoritmos antropófagos

Los algoritmos antropófagos

El comentario crítico de este ensayo debería comenzar con una de esas expresiones desmesuradas con que nos abruman en las librerías las fajas publicitarias de las novedades editoriales, con la diferencia de que, en este caso, los elogios no revestirían la verdad. Javier Moreno ha escrito un texto de trescientas páginas en las que abundan las reflexiones sopesadas, las ideas sugerentes, las metáforas imaginativas y —cortesía del filósofo, que diría Ortega— la claridad expresiva, todo lo cual contribuye a la confección de un libro de lectura necesaria, por no decir obligada, en especial para quienes, perplejos ante la velocidad de los cambios en nuestra forma de vida, capturadas nuestras actividades diarias por las pantallas digitales, se preguntan con vértigo y desasosiego qué demonios está pasando, hacia dónde vamos y quién gobierna el timón.

"No es que nos veamos ahora por dentro unos a otros en un plano horizontal y democrático. La extracción masiva de datos personales fluye de abajo arriba como un chorro de luz divina pero al revés"

El autor acota todos esos fenómenos de naturaleza económica y factura tecnológica que están provocando en la humanidad un salto evolutivo tan drástico como el de ese primer anfibio que, dejando atrás los mares, se adentró paso tras paso en la tierra firme. Ese cambio irreversible de medio, el agua pesada por el aire ingrávido, le sirve al autor para subrayar la hondura y radicalidad de la transformación que estamos viviendo. La portada del libro condensa certeramente en una imagen y unas pocas palabras la idea medular del autor, en torno a la cual gira un torbellino de inferencias más bien sombrías que, a despecho de su actualidad, suenan en nuestros oídos con los acentos propios de la ciencia ficción. La hermosa y delicada adolescente del cuadro no sabemos si es niña o mujer. Ella, según parece, tampoco lo sabe. “¿Quién soy yo?”, se interroga ensimismada. Esa pregunta existencial ha sido formulada siempre delante de un espejo, hoy buscamos respuesta en la pantalla de un teléfono móvil. Quién sea esta niña o mujer lo afirmará ella misma con jactancia en las redes sociales bajo la invisible tiranía de los algoritmos. “La “identidad” —dice Rem Koolhaas en una cita que recoge el libro— es el pienso de la globalización para los privados de derechos”. El profético subtítulo —“Cómo el “mundo real” acabó convertido en big data”— bien podría ser la pregunta de examen en un tiempo venidero a la que un alumno aplicado de un colegio del metaverso respondería con el breve título: “El hombre transparente”. Es decir, en un futuro próximo el “mundo real” (entre comillas porque, en efecto, “¿Qué es real?”, como le plantea Morfeo a Neo en la premonitoria Matrix) habrá sido definitivamente engullido por los algoritmos antropófagos después de un más o menos largo y abrupto proceso en el que se nos invita con promesas de felicidad, se nos tienta con dulces y golosinas virtuales y, si no gustamos, se nos obliga a la fuerza según el modelo chino a volvernos más y más y más y siempre un poco más transparentes, como les ocurre ahora a esos padres desamparados que han tenido que comprar contra su voluntad un Chromebook a sus hijos aun sabiendo que con ello, y con el respaldo de las autoridades educativas, Google conquista una nueva parcela de poder, monitorizando la formación online de los menores.

Es preciso aclarar el tipo de transparencia cuyos contornos delinea el matemático y escritor Javier Moreno. No es que nos veamos ahora por dentro unos a otros en un plano horizontal y democrático. La extracción masiva de datos personales fluye de abajo arriba como un chorro de luz divina, pero al revés. Si Dios antes nos iluminaba, ahora somos nosotros quienes iluminamos al nuevo Dios, que podría llamarse Inteligencia Artificial o Gran Singularidad. Los algoritmos insaciables han sido creados con fines lucrativos, pertenecen a empresas concretas radicadas, las más importantes de ellas, en la bahía de San Francisco. Tras ellas hay personas con nombres y apellidos, esos gurús multimillonarios de Silicon Valley que, reescribiendo con una varita mágica las leyes de la economía, han sentado las bases de lo que Soshana Zuboff denomina explícitamente “capitalismo de la vigilancia”.

Pero el autor no quiere despedirse sin abrir en los capítulos finales una ventana a la esperanza. ¿De veras el ser humano puede ser leído en su profundidad ontológica en un código de ceros y unos? ¿Por qué trabajamos gratis en internet regalando valiosos contenidos con los que unos pocos se lucran, nosotros los ciberproletarios? ¿Buscamos de este modo la obtención de un capital emocional, esa alfalfa que alimenta nuestra torpe vanidad? ¿De veras escribo yo este artículo con la ilusión de que tú, lector paciente que has llegado al final, lo puntúes con cinco estrellas y lo reenvíes a tu grupo de amigos lectores? ¡Pero qué mal nos conocen los algoritmos! Si supiera con una certeza absoluta que nadie en este mundo iba a leer estas líneas, igualmente las escribiría y publicaría por ejemplo en este portal de literatura. Así rindo tributo al valor intrínseco de un libro a cuyo autor no conozco. Me inspira tan sólo —debo confesarlo como prueba de genuina transparencia— el amor a la verdad. Este rasgo humanísimo no podrá nunca entenderlo ninguna Inteligencia Artificial, se trata de un fallo original del sistema que nos codifica como un misterio indescifrable.

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Autor: Javier Moreno. Título: El hombre transparente. Editorial: Akal. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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