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Momentos estelares de Sergio Pitol

Fotos: Daniel Mordzinski

Ha pasado ya un año y la casa de Pitol en Xalapa no encuentra quien la compre. Murió en abril de 2018, y con la voz y el cuerpo también se apagaron ensayos, novelas y cuentos que quedaron por escribir.

Estos días cercanos al primer aniversario de su muerte se multiplican los actos de recuerdo al escritor, desde una sesión solemne en la Academia Mexicana de la Lengua comandada por Adolfo Castañón, hasta un acto que, convocado por Casa de América en Madrid, reúne a algunos de sus amigos (Jorge F. Hernández, Juan Villoro, Mercedes Monmany y Jorge Herralde) para rememorar, en un homenaje, las voces del escritor.

"Inició el acto Hernández, quien comentó que era este homenaje una epifanía que venía cargada de una responsabilidad: la de crear nuevos lectores de Pitol cada día"

Muchos de estos amigos le brindaron en su momento sentidas palabras de duelo, de amor por sus textos, palabras que se convirtieron en abrazos de consuelo para todos los huérfanos que Pitol dejó sobre la tierra.

Quizá debería seguir uno de los consejos que el escritor dio en Una autobiografía soterrada (Anagrama) y adelgazar ya este texto, del primer párrafo al último, dominar con mano de hierro todos los puntos de la narración, ¡como si fuera posible siempre seguir alguna de estas reglas! Olvido las reglas y me acojo a las palabras de alabanza de los amigos de Sergio Pitol. Sella estos momentos con su especial mirada el fotógrafo Daniel Mordzinski, quien unos días antes del evento me confesó: “Le tenía mucho afecto a Pitol”.

De izquierda a derecha: Jorge Herralde, Mercedes Monmany, Jorge F. Hernández y Juan Villoro retratados en la Casa de América

Inició el acto Hernández, quien comentó que era este homenaje, el acto de encontrarse para celebrar a un hombre de letras, una epifanía que venía cargada de una responsabilidad: la de crear nuevos lectores de Pitol cada día.

Villoro, escritor que le conoció, recorrió con los allí presentes los secretos caminos de la memoria. Reveló el momento en que se conocieron, cuando Villoro le desbancó como escritor más joven en un ciclo literario. Destacó del escritor desaparecido cómo le “adiestró” por carta sobre los más variados asuntos de la vida (bebidas, música para ligar, lecturas, cuadros que ver, lugares que visitar…) poniéndose siempre en plano de igualdad con una sencillez extraordinaria, algo que el resto de ponentes corroboró en sus intervenciones.

"Villoro reveló un episodio en el que Sergio Pitol realizó hipnosis para dejar de fumar. Un tratamiento que no tuvo el resultado deseado, pero que logró que el escritor recuperase, sin trauma, una imagen dolorosa de su infancia: la muerte de su madre"

Sobre cómo la enfermedad, las limitaciones que una pérdida auditiva o visual, había estimulado la producción literaria de Pitol, al modificar la percepción del mundo que tenía, reflexionó Villoro revelando un episodio en el que Sergio Pitol realizó hipnosis para dejar de fumar. Un tratamiento que no tuvo el resultado deseado, pero que logró que el escritor recuperase, sin trauma, una imagen dolorosa de su infancia: la muerte de su madre. Gracias a este ejercicio de regresión, Pitol consideró la memoria como una cantera a investigar, un concepto que utilizó en su obra Trilogía de la memoria, una de sus producciones más características de la madurez que hacían cierta una de sus confesiones: “Escribo para indagar en el pasado”. Este recurso fue utilizado por Pitol en diversos textos: se investigó a sí mismo en la página, poniéndose en una circunstancia que le permitiese recordar. “Escribir es caminar con los zapatos de otra persona”, parece su principio literario en esta época en la que trató de encontrarse a sí mismo en cada página. “No hay mayor extrañeza que la de la propia vida” diría sobre este periodo de madurez literaria el escritor mexicano. Dejando atrás este ejercicio platónico que se convirtió en una de las bases de su narrativa, Villoro destacó —como destacaron también el resto de ponentes— la narrativa híbrida como principal característica formal de su obra. Pitol comenzó su trayectoria escribiendo cuentos, continuó con textos descriptivos de ritos y ceremonias (Nocturno de Bujara), en una etapa intermedia exploró todos los recursos disponibles para contar una historia y la última parte, la que entronca con este ejercicio de memoria, reveló que el viaje más arriesgado y prodigioso es al fondo de uno mismo.

"La novela —según Pitol— ha atravesado todas las tormentas y adversidades, manteniéndose siempre a flote"

Acto seguido, la escritora Mercedes Monmany siguió rescatando momentos brillantes en la trayectoria literaria y personal de Sergio Pitol, desde el curso de verano de El Escorial en 1995 en el que participó, sus colaboraciones en cultura en el suplemento dirigido por Cesar A. Molina (también presente en el evento), la semana de autor que se le dedicó en 2004, el Premio Cervantes en 2005, o sus magníficas traducciones que le harían merecedor de homenajes en Institutos Cervantes de toda Europa.

Tras este pequeño álbum de momentos, Monmany destacó las palabras de Pitol en el ensayo Pasión por la trama (perteneciente a la colección La rama dorada de la editorial Huerga y Fierro, que ella dirige): “La novela —según Pitol— ha atravesado todas las tormentas y adversidades, manteniéndose siempre a flote”.

"Esperemos que con Sergio Pitol no haya que recorrer un largo camino para llegar a los jardines de la memoria"

El editor Jorge Herralde reabrió con su intervención este álbum de momentos y de afectos, destacando la labor de cicerone del escritor durante su estancia de una semana en Praga (Pitol ejerció allí como embajador durante un tiempo). Concluyó su intervención destacando la calidad humana del escritor y su sentido del humor: “Todos los días que pasé con Pitol fueron bendecidos por la risa”, dijo el editor, quien añadió que, con el Premio Herralde que obtuvo Sergio Pitol en 1984 (con la novela El desfile del amor), se abrió a un gran reconocimiento en México.

Cerró el homenaje de nuevo el periodista Jorge F. Hernández: “Decía Alfonso Reyes que un escritor mexicano debe ser generosamente nacional y provechosamente universal”. Sobre la recuperación de la memoria, el gran eje sobre el que pivota la literatura de Pitol, selló: “Tanto hizo Pitol por recuperar la memoria de los demás, aun a costa de que a él se le olvidara”.

Esperemos que con Sergio Pitol no haya que recorrer un largo camino para llegar a los jardines de la memoria (como debían caminar sus amigos que le visitaban en Xalapa). Aún hoy continúa la casa de Pitol vacía. Ojalá no se haga esperar demasiado ese ejercicio necesario de memoria y reivindicación, ese álbum de momentos estelares de Sergio Pitol que apenas empezamos a vislumbrar con sus libros.

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