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Cuando los jefes nos tenían miedo

Cuando los jefes nos tenían miedo

Veo la tele, recordando los tiempos en los que trabajaba en ella como reportero dicharachero de Barrio Sésamo; y en ese momento telefonea mi viejo compadre Antonio San José, que fue jefe de nacional en los telediarios de TVE y luego director de Informativos de RNE a finales de los años 80, cuando gobernaba Felipe González. Me llama Antonio para comentar, entre anécdotas y risas, el artículo sobre el nazi León Degrelle que hace un par de semanas publiqué en esta página. Y la conversación sobre nuestro común pasado nos lleva a comentar el presente: la forma de informar ahora, el periodismo que se hace; el bueno y digno, que sigue siendo mucho, y también el otro, manipulador, complaciente, sectario y chupapollas.

¿Te acuerdas de esto?, nos decimos Antonio y yo entre carcajadas telefónicas cómplices y nostálgicas. ¿Y de aquello?… Nunca hubo inocencia en los informativos de ninguna televisión ni en ningún periódico, concluimos; pero al menos hubo un tiempo, el nuestro, en que las cosas estaban claras. Los periodistas pringados en política, los que sin remilgos se comían la boca o se iban a la cama con uno u otro partido político, los oportunistas o los sectarios de tal o cual bando, eran gente determinada, específica, con nombres y apellidos, que servía una causa —y a veces la contraria, cuando alcanzaba el poder— con el fanatismo del creyente o la hipócrita fe del converso. Los demás periodistas, la mayoría, hacían —hacíamos— el trabajo con una solvencia profesional adecuada a su salario, como en todos los oficios del mundo. Y la prueba es que se podía cambiar de medio, pasar de uno de derechas a otro de izquierdas, o viceversa, y no ocurría nada.

Ahora no es así. Se impone en las televisiones, los diarios y las redes sociales la figura del periodista militante, defensor de determinadas opciones políticas, capaz de sostenerlas incluso en el error manifiesto, contra razón, contra evidencia y contra natura con la contumacia de quien se juega en ello comer un poquito más caliente. No sólo en las tertulias televisivas, sino también en los informativos, aturde hoy la impúdica charlatanería a cargo de tiñalpas de ambos sexos que repiten a coro y en cadena, sin cuestionarlas nunca, las consignas que les transmiten, a ellos o a sus jefes, los políticos del prado donde pastan. Y sus voces, la estúpida arrogancia de quien para defender la idea en la que cree o por la que le pagan se sitúa por encima de todo, incluso de la verdad, ahoga y perturba la voz de quienes —pocos o muchos, por fortuna ahí están— son honrados y desempeñan su oficio con ecuanimidad y solvencia.

A veces también nosotros manipulábamos, comenta Antonio y comento yo. Pues claro que sí, por supuesto. En tiempos de la tele de Calviño, gobernando el PSOE, hicimos pirulas en temas de información nacional —el vídeo de Fraga, lo de un alcalde gallego, desvelar las subvenciones a la prensa y algunas cosas más— cumpliendo órdenes, con la eficacia que nuestros jefes nos exigían. Pero lo hacíamos procurando no faltar a la verdad; y en casos extremos, planteándola con inteligencia y sin la menor implicación personal. Abordándolo todo como travesura del oficio y a veces entre carcajadas, con el cinismo profesional de quien cobra por hacer un buen trabajo. Cuando la cosa parecía excesiva nos negábamos a firmar y nos lo permitían, porque nuestro nombre era nuestro patrimonio. Éramos mercenarios honrados, no lamebotas de antedespacho y reservado en restaurante, y los jefes nos compraban el talento, no el alma. Nuestra eficacia nos hacía útiles, pero nuestras actitudes nos hacían respetables; y eso obligaba a los que mandaban a ser tolerantes con nuestra indisciplina, nuestras disidencias, nuestras jugarretas y nuestras líneas rojas. Nos permitían libertad y dignidad a cambio de eficacia. Como le dijo una jefa de informativos al director de TVE: «Cada vez que veo a Antonio San José, Miguel Ángel Sacaluga y Pérez-Reverte riéndose juntos en un rincón, pienso en lo que pueden estar maquinando y me dan miedo».

Y, bueno. Desconozco mejor elogio profesional que ése. Porque supongo que tal es la cuestión: dar miedo a quien te emplea o ser despreciado por él. Pocos son los periodistas que hoy dan miedo a quien les paga, y se nota demasiado. Abunda, cada vez más radical y vociferante para justificar el salario, el número de los que de uno y otro signo se envuelven en siglas y banderas, haciendo continuos méritos para comer caliente: los sicarios paniaguados y sectarios que van y vienen del periodismo a la política, o de ella al periodismo, sin tan siquiera ducharse.

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Publicado el 13 de junio de 2025 en XL Semanal.

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29 ddís hace

Interesante artículo, don Arturo. No, no es superficial precisamente el tema. Su enjundia y sus implicaciones son tremendas.

Y la “enjundia” tiene varias acepciones semánticas. En sentido figurado, se refiere a algo que tiene importancia, profundidad, miga. En sentido más físico, se refiere a la gordura que las aves tienen en la overa. La overa. Que viene de huevo. Tener huevos u ovarios, siempre ha tenido su importancia. En periodismo y en todas las actividades vitales. La excepción es la política, donde no hay nada que tenga enjundia.

Comentándole el artículo, don Arturo, quisiera darle mi punto de vista desde el exterior al mundo periodístico al cual no pertenezco pero que a todos nos influye, querámoslo o no. Verdad, inteligencia, honradez, eficacia, líneas rojas… Factores importantes todos ellos.

Pero quizás haya dos factores que creo que, sin pretender que sean los más importantes, sí que tienen su “enjundia”: la objetividad como ideal y el distanciamiento personal como actitud ética, independientemente de que el periodista también tenga sus propias ideas y su posicionamiento político, económico, religioso (o no) y social. Distanciamiento intelectual, físico e incluso temporal (la perspectiva que se dice). La capacidad de dejar de lado los propios condicionamientos.

Distanciamiento, objetividad, enjundia (en ambos sentidos).

Hoy, en periodismo, creo que son muchos más los que no se duchan, los muy guarros (con perdón de los pobres gorrinos). Y sin ducharse, se visten con la ropa de la posverdad, del relativismo radical, de que nada es cierto y todo puede ser interpretado mirando con los cristales del sectarismo, que todo puede ser “relatado”. Esto no es periodismo, esto es BOP (Boletín Oficial del Partido).

Hoy, desde ciertos ámbitos del periodismo, se justifica y se maquilla el robo, la malversación, el puterío, la mentira, el despotismo ignorante (opuesto al despotismo ilustrado del XVIII, por supuesto)… Los buenos periodistas, los que quedan, no hacen sino intentar nadar en un enorme lodazal de detritos.

Ni distanciamiento, ni objetividad, ni enjundia.

Desde el exterior al mundo periodístico, la ciudadanía crítica se queda perpleja.

Saludos a todos.

Aguijón
Aguijón
29 ddís hace

De la época, don Arturo, recuerdo la “ecuanimidad”, “independencia” y “profesionalidad” de gentes como María Antonia Iglesias, Enric Sopena…
Bueno, como ya no están entre nosotros, me centraré en los “actuales”…

El partido

Ni la hincha, Intxaurrondo,
Ni la hooligan, Otero,
Ni el indigente Gonzalo,
Ni el Cintora más leñero,
Ni el “ninistro” Óscar Puente,
Haciendo de mamporrero,
Ni la Leyre, fontanera
De algún sórdido agujero,
Ni la “secta”, con Ferreras,
Ni la SER, con su cencerro…
Han podido impedir
Un resultado tan bueno:
La UCO gana el partido,
Merecido cinco cero…

Ya puede enseñar González
Su sustituto de Pedro…
Pues esta “iglesia” se hunde
Y el “partido” es lo primero.

Canopeli
Canopeli
27 ddís hace
Responder a  Aguijón

Excelente.

Jose
Jose
24 ddís hace
Responder a  Aguijón

María Antonia Iglesias y Enric Sopena, no lo dirá en serio, eran unos sectarios.

Basurillas
Basurillas
29 ddís hace

Del artículo o comentario de esta semana de don Arturo, relacionándolo con la actualidad, voy a incidir en el tema de los sicarios periodísticos y, en especial, en los periodistas conversos. Ahí se nota cuando algo de verdad está cambiando y ha atenazado gravemente al poder. Ahí los periodistas, por llamarles de alguna manera, de informativos y tertulias, especialmente en televisión, cambián sibilinamente de perpectiva y dejan de persistir en defensas numantinas de los gobiernos de turno. Lo he comprobado esta semana pasada en varios programas de cierta cadena televisiva en donde por primera vez, creo, tras un buen montón de años, han osado tratar temas de actualidad admitiendo situaciones políticas de representantes del principal partido del gobierno, poco compatibles con la ética esperable en un estado verdaderamente democrático. Sí, ahí, en esa cadena privada fiel en la que están pensando todos ustedes.
Yo creo que ya han visto cercano el naufragio y están empezando a deslizar por la borda los botes salvavidas, intentando en el último momento parecer neutrales, para poder congraciarse con los que vayan a venir después; para seguir disfrutando de su sopita caliente y el gazpacho frío. Pero a poco que se disponga de media neurona no contaminada por el favoritismo partidista se les ha visto el plumero. Pero no se preocupen, tendrán tiempo de acordarse y arrepentirse de los actos impuros -contra la objetividad- del sexto mandamiento.
¡Ánimo! Empiezan a sentir miedo…

ricarrob
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28 ddís hace
Responder a  Basurillas

El sexto, actos impuros, el plumero…

Nunca pensé que un pen-drive pudiera asimilarse como objeto erótico. Pero, bueno, es que me estoy haciendo viejo. Las conexiones (en todos los sentidos), los enchufes (en todos los sentidos), los puertos USB, están en los lugares más insospechados.

Y nunca pensé que la tecnología avanzara tanto: conseguir convertir una vulva en un big-data.

Pero se podría decir que esto es pasarle, a la tecnología y a la política, muy bien el plumero. Pero parece que la Uco no es tonta: le vieron muy bien el plumero a esta cuestión y descubrieron que la clave de todo está en el plumero.

Estos van a conseguir que la expresión “erótica del poder” esté llena de sentido.

Un abrazo.

ricarrob
ricarrob
28 ddís hace
Responder a  Basurillas

Adenda.

Pienso que todo este tema del plumero va a tener sus consecuencias. En principio, el tan imprescindible ministerio de igualdad va a tener que modificar las leyes de acoso y del “si es no”.

A partir de ahora, sobre todo en los departamentos de informática de todo el país, decir cosas como: prepara el pen-drive o introduce el pen-drive sean sinónimos de acoso sexual. O vamos a montar un big data, sea sinónimo de acoso o de montar una bacanal.

Y, si tienen el propósito, muy loable, de ilegalizar el oficio de meretriz, quizás tengan también que prohibir la existencia de los puertos USB.

Un jocoso abrazo. Jocoso, ya que no nos queda otra…

Pepe Cuervo
Pepe Cuervo
29 ddís hace

Es por eso, que hace años que no veo la caja de mierda en que se ha convertido la televisión.

Javier
Javier
29 ddís hace

El periodismo de trinchera se ha impuesto. Hay incluso un programa radiofónico dominical, en una emisora liberal en economía, que lleva ese nombre: “la trinchera de…
“. La desvergüenza y la caradura se han impuesto de tal forma en su oficio, que hasta la información meteorológica está ideoligizada y manipulada, y no exagero.
Son multitud los periodistas de trinchera que ven la paja en el ojo de Sánchez, y no ven la viga en el ojo de Ayuso, y viceversa. En el plano internacional, la cosa viste más o menos igual. Hay quien ve en Putin el malvado que no ve en Netanyahu, en Xi el que no ve en Trump, y así sucesivamente.
Yo ya no pido objetividad, pido al menos un intento, un remedo de esa objetividad. Los manipuladores ya no hacen ni por ocultar su descaro, su partidismo, su cerrazón. Hemos llegado a unos límites tales, que la gente paga para que el periódico o el medio de turno le dé la razón, no para que le informe, y claro, así es imposible.

basurillas
basurillas
29 ddís hace
Responder a  Javier

Efectivamente don Javier. Y no sólo es prácticamente imposible, es además muy cansino. Las tendencias, las llamadas líneas editoriales, son tan nítidas y celosas a rabiar de la opción política que defienden que te obligan a leer tres o cuatro periódicos al día, para hacerte una mediana idea de por donde pueden ir los tiros de la realidad sin maquillar o, a lo peor, inventada o sin contrastar que viene a ser lo mismo. El “cuarto poder”,desgraciadamente, está tan corrompido como los otros tres. Salvo honrosas excepciones.
Un saludo.

Aguijón
Aguijón
29 ddís hace
Responder a  Javier

Tiene usted razón en lo de la información meteorológica…
Hubo en La Rioja una campaña promocionada para llamar a La Rioja baja Rioja oriental…
De hecho en la DOC lo han cambiado.
Para ayudar a su percepción, los prescriptores decidieron mostrar un mapa de La Rioja no orientado al N como es habitual, de modo que parecía que el Ebro llevase sus aguas de Alfaro hacia Haro y no al revés…
Y es que los impulsos desinformadores de algunos no tienen límites…
Saludos.

Frank
Frank
29 ddís hace

Muy de acuerdo D. Arturo, pero hoy como ayer, cuando suena la conga o el Vals, el monito bailando y con el mazo dando. Gracias

Galli Matías
Galli Matías
29 ddís hace

“…tiñalpas de ambos sexos que repiten a coro y en cadena, sin cuestionarlas nunca, las consignas que les transmiten…”
No sé quién se inventó la expresión “Equipo de opinión sincronizada”, pero me parece absolutamente genial.

Francisco Brun
29 ddís hace

El periodismo, la justicia, la salud, la educación, la política, la cultura y el resto de las actividades de una sociedad, está manejada por integrantes de esa misma sociedad. Son mujeres y hombres, que imaginamos, desarrollan su actividad de la mejor forma que han aprendido a hacerlo. Pero todos sabemos que esto no es así, porque la moral suele trastabillar por dinero.
Nuestras sociedades están enfermas, me incluyo, cada cual desde su metro cuadrado quiere o desea progresar, y seamos sinceros, la mayoría piensa que el progreso de un individuo solo se da si consigue mucho dinero…los pobres, jamás serán personas respetables.
Justamente un periodista argentino hizo aquí esta pregunta, “¿Que es preferible tener dinero o prestigio?”. El hombre se llamaba Bernardo Neustad, como todo periodista relevante contaba con amigos y enemigos.
Pero esta pregunta en mi opinión, contiene la matriz del dilema eterno; ¿vivimos, pensamos y soñamos para tener mucho dinero o para ser prestigiosos?…porque ambas cosas yo aseguraría que son incompatibles.
Así funciona el mundo, ¿cambiará algún día?, no lo creo, porque ¿qué es el prestigio en definitiva?.
Para los hombres de negocio, alguien con varias empresas y más dinero. Para un político puede ser el mejor de los mentirosos hipócritas. Para un ladrón es el que sabe abrir una caja fuerte sin romperla. Para un periodista será otro periodista que convoca y la gente le cree. Para un estafador, otro estafador. Para un buen hombre, otro buen hombre.
En definitiva, hasta el prestigio es maleable, confuso y escurridizo; por eso y hasta el fin de los tiempos solo queda el dinero y más dinero…tanto como sea posible.

Cordial saludo

ricarrob
ricarrob
28 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

Lleva usted razón, sr. Brun, pero, perdóneme si le digo que no estoy enteramente de acuerdo. Creo que, siguiendo las actuales tendencias de relativizarlo todo, no es bueno relativizar el prestigio. Como la verdad, a la que los posmodernos y los buenistas han relativizado y desprestigiado, existe el falso prestigio superficial y el de verdad. En mi opinión. Y depende de la ideología y del fanatismo.

Indiscutiblemente, Teresa de Calcuta es alguien con mucho prestigio. También madame Curie. Sin discusión. Eso sí, el prestigio debe ser sin tacha y universal. No vale que tal pólitico o tal cantante tengan prestigio para sus seguidores solamente. Eso no es prestigio sino rebaño. Por ejemplo, ningún presidente de gobierno español desde la democracia, salvo quizás Adolfo Suárez, tiene prestigio salvo para los suyos muy suyos.

Y se puede tener prestigio sólo temporalmente hasta que acciones inicuas terminen con él. No es algo que perdure. Hay que mantenerlo. Quizás quien lo pierde es que no debería haberlo tenido nunca.

Y hay algo más importante que el prestigio. Es la dignidad personal. Esta no requiere del reconocimiento externo. Es interior y atañe a las propias convicciones. Es la virtud que tiene verdadero valor. Pero también es exterior, se puede, muchas veces, entrever. Hay quienes han perdido el prestigio y mantienen la dignidad. Al contrario, los hay quienes con mucho prestigio (falso, por supuesto), no tienen dignidad. Y los hay, como la mayoría de políticos, que ni lo uno ni lo otro.

El prestigio, sin relativizarlo, quizàs sea una de las cuestiones más complejas. Pero yo, me quedo con la dignidad.

Saludos cordiales.

basurillas
basurillas
28 ddís hace
Responder a  ricarrob

¡Ay¡ ¿Quién recuerda el prestigio perdido con el “Prestige”?

Jonathan
Jonathan
29 ddís hace

Ignoro el código de ética del periodismo (y si ha existido). Pero sospecho que es incompatible con los siguientes modos de proceder (a mi parecer, muy frecuentes hoy en día).
-Se le dé excesivo protagonismo a los políticos: Fulano del partido A alerta, Mengano del partido B denuncia, Perengano del partido C exige.
-Opinar en vez de informar.
-Permitir ruedas de prensa sin ronda de preguntas.
No sé. Quizás suene utópico.

José Prats Sariol
José Prats Sariol
29 ddís hace

Las enormes paradojas del artículo argumentan la honradez intelectual del autor. Lo de “mercenarios honrados” es un hito inmarcesible…

ricarrob
ricarrob
28 ddís hace
Responder a  José Prats Sariol

Mercenarios honrados. Es perfectamente compatible.

Hay casos o definiciones en las que no es así. Por ejemplo, puteros feministas. Por mucho que se empeñe el Pchoe, es un oxímoron.

Saludos.

Pedroka
Pedroka
26 ddís hace

Con la empresa privada, al menos la gran empresa norteamericana, ha sucedido lo mismo. Ya no basta con hacer tu trabajo aún a sabiendas de las poderosas fuerzas que mueven los hilos por detrás, casi siempre de forma ilegítima. Ahora se exige zambullirse en la agenda cultural del partido demócrata y demostrar, hasta en la firma del email, tu adhesión personal a ella. Y da un poco de miedo, la verdad.

Diego Alejandro Ramírez
Diego Alejandro Ramírez
16 ddís hace

Dónde firmo?