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Una historia de Europa (CVII)

El estallido de la Primera Guerra Mundial, que fue conocida entonces como Gran Guerra (inocentes criaturas, pues aún habría otra mayor) respondió a una curiosa paradoja: todo cristo la veía venir, pero nadie creyó que fuera a ser tan a lo bestia. El ambiente se había ido caldeando entre las grandes potencias, sobre todo cuando la Alemania del káiser Guillermo II (que no era una lumbrera intelectual, pero sí un militarista de tomo y lomo) quiso su parte del pastel colonial, lo que la enfrentaba en los mares a Gran Bretaña, y apoyó a su prima hermana Austria-Hungría en la cada vez más sucia crisis de los Balcanes, que a la larga, incluso a la corta, iba a ser la chispa inicial que prendiera la pólvora. Entre los pequeños enclaves europeos con aspiraciones a estados nacionales se contaba Serbia, uno de aquellos a quienes la debilidad del viejo imperio turco permitía, al cabo de largas y sangrientas guerras y guerrillas, levantar al fin la cabeza, como ocurría con Grecia, Bulgaria y otros territorios de la Europa sudoriental. La zona balcánica era, a esas alturas, una especie de frontera entre los turcos, los austríacos y los rusos, en cuya salsa unos y otros mojaban o pretendían hacerlo. Y cuando Austria se anexionó la provincia de Bosnia (1908), los serbios, que aspiraban a una nación grande y fuerte que liderase la zona, se mosquearon mucho. Aquello emputeció el ambiente (Rusia se puso de parte de Serbia), aunque la cosa no llegó a mayores; pero un poco más tarde (1912), cuando Macedonia también se levantó contra la ocupación turca, estalló una guerra balcánica de verdad, en la que Bulgaria y Serbia (de población eslava) en compañía de Grecia y con el apoyo de Rusia, le montaron a Turquía una pajarraca bélica que la obligó a abandonar casi todos sus territorios europeos. Pero los vencedores se llevaban fatal, y la cosa acabó con otra guerra, esta vez entre ellos, por querer repartirse Macedonia (de ahí, supongo, viene la palabra macedonia para referirse a una mezcla de muy diversas frutas), con Rusia siempre mojando en la salsa balcánica a pesar de sus problemas internos, pues ya había tenido un amago de revolución (brutalmente reprimida, al estilo de los zares) pocos años antes. El caso es que, hacia 1913 más o menos, el ambiente en los Balcanes era de un extraordinario mal rollo, con muchos rencores de por medio, en especial el de Serbia contra Austria, y viceversa. Fue en ese feo ambiente cuando Alemania se convenció de que ella y Austria-Hungría, que iban de la mano por la fraternidad germánica y demás murga histórica, acabarían metidas en una guerra contra todo cristo, tanto contra Francia en el oeste (los franceses reclamaban Alsacia y Lorena, arrebatadas en la guerra de 1871) como contra Rusia en el este; y como además alemanes y austríacos estaban aliados con Turquía, un conflicto general se extendería también, inevitablemente, a los Balcanes. Y por si eran pocos, también parió la abuela: los rusos, que nada habían aprendido de su derrota ante Japón en los territorios de Asia (1904) ni del conato revolucionario (1905), soñaban con pegarle un buen mordisco al imperio turco, aprovechando los trenes baratos. En fin. Aquello, dicho en bruto, era un barril de pólvora de veinte pares de cojones. Y como las potencias centrales, si la cosa estallaba, iban a tener que batirse en varios frentes, Berlín y Viena pensaron que quien da primero da dos veces, y que más les valía declarar ellos la guerra, pillando a la peña en pijama, antes de que la declarasen otros. El pretexto ideal lo proporcionó un estudiante nacionalista bosnio llamado Gavrilo Princip, que el 28 de junio de 1914, en un atentado y por la cara, les dio matarile en Sarajevo al príncipe heredero de Austria, Francisco Fernando, y a su legítima, Sofía, durante una visita oficial. A Berlín y Viena aquello les vino de perlas, viendo la ocasión de poner los pavos a la sombra a los turbulentos eslavos. La poderosa Austria declaró la guerra a la pequeña Serbia. La idea era una guerrita controlada, de andar por casa; pero aquello se fue de las manos: Rusia movilizó sus tropas, Alemania las suyas, Francia (que por entonces era aliada de Rusia) hizo lo mismo contra Alemania, ésta atacó a Francia a través de Bélgica, la ruptura de la neutralidad belga hizo que Gran Bretaña declarase la guerra a Alemania, y Turquía se apuntó al baile. El pifostio estaba servido. Menos de un mes después del atentado de Sarajevo, todas las potencias menos Italia (que intervino un año después) estaban dándose hostias hasta en el carnet de identidad: austrohúngaros, alemanes y turcos de un lado, e ingleses, franceses y rusos del otro. Empezaba así la mayor carnicería conocida, hasta esa fecha, en la historia de la Humanidad. Y también, como escribió el historiador Julio Aróstegui, el principio del fin de Europa como centro del mundo.

[Continuará].

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Publicado el 6 de junio de 2025 en XL Semanal.

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Aguijón
Aguijón
1 mes hace

La primera guerra mundial nació por intereses espurios y fue la más sucia en el frente de batalla que ha habido nunca.
Tras ella, además, surgieron los totalitarismos y dió pie a la segunda, de la que todavía sufrimos sus consecuencias.
Una historia para olvidar… aunque recuerden a Santayana:
“Los que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”

ricarrob
ricarrob
1 mes hace

Bueno, la génesis de este desastre sin par no tiene desperdicio. Como siempre, como entonces, como ahora, los mandatarios y sus características son determinantes para lo que aconteció y para lo que acontece. Recorrámoslos brevemente:

El emperador de Austria, Francisco José, reinó 68 años y la guerra le pilló anciano, cascado y pleno de desgracias familiares. Reinaba en un imperio imposible, una amalgama de naciones en pleno auge del nacionalismo. La sociedad cambió espectacularmente durante su reinado y él no se enteró. Quizás vivió encerrado en una nube desde su cuento de hadas con Nonó. Siempre lo vemos retratado con la pechera llena de medallones-chatarra.

El emperador Guillermo, un total incapaz. Una marioneta en manos de los militaristas, en manos de Hindemburg (ese que luego le entregaría el poder a Hitler). Se le ve retratado casi siempre con un florero en la cabeza.

El zar Nicolás, otro incapaz. Sin interés y sin aptitudes, dominado por su mujer y por el fontanero Rasputín (la tradición de los fontaneros viene de lejos) que estaba como una cabra (monje analfabeto al que casi no consiguen matar entre toda la panda), fue llevando a Rusia de derrota en derrota. No se quitaba los uniformes ni para dormir.

El presidente Wilson, quizás fue el único que se enteraba de la fiesta y el único que sacó tajada mirando hacia el futuro, aunque la crisis económica del 29 estaba al caer.

El francés Clemenceau, un estúpido y revanchista que, al final de la guerra, preparó concienzudamente el que se repitiera otra gran conflagración. Revanchismo francés que le supuso a Francia el que, más tarde, le introdujeran por el ojete el vagón de tren de Compiegne. Los revanchismos siempre son preparatorios de otra guerra, de otros revanchismos.

El inglés David Lloyd, simplemente se apuntó al carro militarista.

El turco, Enver Pachá, militarista a ultranza, educado en el militarismo alemán.

Entre todos estos personajes se coció todo el tinglado. Hay épocas de la humanidad en la que, por cierta sincronización junguiana, se dan a la vez, gobernando, una serie de sujetos que llevan al resto de sus sociedades al abismo, como lemmings suicidas.

Quizás estemos de nuevo en una situación igual…

Saludos.

Basurillas
Basurillas
1 mes hace

Aviones, tanques, zeppelines, lanzallamas, ametralladoras, gases mortales, bombas de mano…
La de la guadaña se iba a poner las botas. Y sólo la cruz roja brillaba en el bando de la razón y la decencia. Mundo de mierda…

Juan C Cuesta M
Juan C Cuesta M
1 mes hace

Excelente como siempre, a la espera de un solo libro que compile la historia de Europa. Saludos

Javier
Javier
1 mes hace

Y ahora que queremos desandar lo andado. El liberalismo en economía quiere, nada menos, que volver a la casilla de salida del siglo XX, a la pre Gran Guerra. ¿Se da usted cuenta? A hacer puñetas la social democracia, a hacer puñetas el contrato social, a hacer puñetas los derechos humanos, a hacer puñetas los derechos, en general, ¡Capital! ¡Capital! ¡Capital! ¡Beneficio absoluto! Hagamos lo que ni el Imperio Otomano y el Británico juntos, se atrevieron a construir en Gaza: un resort con palmeras. Toquemos las narices a la Madre Rusia, a ver si Putin se atreve a ir más lejos que los zares y Stalin, juntos. Llevemos la industria mundial al sudeste asiático, no nos va a hacer falta ni guerra del opio ni zarandajas,
¿Se da usted cuenta, don Arturo de la involución?
Ay, que jodido es ser pesimista; ve uno la gran guerra como un juego de niños.

ricarrob
ricarrob
1 mes hace
Responder a  Javier

Motivos hay para el pesimismo. Sí. Por desgracia. Sí.

Hoy, precisamente hoy, todos quieren volver a la casilla de salida. El ultra-liberalismo, el capitalismo salvaje, por supuesto. Y no vamos a dedicar todos a fabricar armas de todo tipo como si fueran móviles o coches. Todos los ultraliberales están apostando ahora por los gobiernos autoritarios e incluso con derivas totalitarias.

Pero los del otro lado, la ultra-izquierda, también quiere volver a la casilla de salida. Recrear de nuevo la Revolución de Octubre y llevar a toda la sociedad al jacobinismo, sin libertades, sin separación de poderes, sin democracia. Y hasta los que parecen más moderados (la izquierda ligth) promueven y apoyan a gobiernos totalitarios como el de Venezuela.

Para todos estos, todos, no han pasado más de 100 años. No. Volver a la casilla de salida. ¡Empieza el juego!

Pesimismo. Sí. Hoy, precisamente, uno de los días más tristes de nuestra democracia, tan denostada, tan maltratada, conseguida con tanto esfuerzo, asistimos aquí a uno de los episodios más espeluznantes de la política que quedará como un hito en la historia de la corrupción. Pesimismo. Sí. Hoy, el día de santa Susana, hemos descubierto que hasta los manuales de supervivencia son fruto de un pucherazo. Pesimismo. Sí. Higiene política. No.

Hace más de 100 años, las potencias autoritarias, militaristas, los imperios, perdieron la IGM, la Gran Guerra. Y las caídas del poder se sucedieron. Final de los Hasburgo, final de los Hohenzollern, final de los Romanov, final del sultanato turco…

Los errores se pagan. Hoy no. Aquí no. Aquí no dimite nadie. También las huidas hacia adelante hacen desear volver a la casilla de salida. La casilla de salida. Volver atrás en el tiempo. Volver a empezar. Y repetir… … …

Porca miseria.

Juan Manuel
Juan Manuel
1 mes hace

Estamos en la antesala de una III Guerra Mundial.

Francisco Brun
Francisco Brun
1 mes hace

Hoy parece que la irracionalidad se encuentra en todos los despachos del poder. Es una especie de plan macabro para quien sabe qué beneficios. Nos asomamos a un abismo de intolerancia, terror y muerte.
Pensar que la vida es algo espléndido e irrepetible que todos deberíamos disfrutar, todos los días de nuestra vida; sin embargo la guerra coloca a los seres humanos en la intolerable situación de sentir que su vida y la de sus seres queridos puede terminar en ese preciso instante; por nada. No creo que ninguna guerra haya traído prosperidad al vencedor.
Mi país, con excepción de Malvinas, siempre ha estado muy lejos de los campos de batallas, bombardeos, bombas nucleares, misiles o trincheras de la primera y segunda guerra; sin embargo siempre estamos saliendo de una. Lo nuestro es un caso para estudiar, tenemos la capacidad de destruirnos a nosotros mismos constantemente.
Aquí las cosas ocurren al revés, por ejemplo: después que la justicia decidiera que una ex presidenta quede detenida por robar más de mil millones de dólares (en un solo caso), en un juicio que duró unos veinte años. La rea Cristina Fernández de Kirchner, despues de conocer su negro destino, revierte su infortunio y festeja bailando en un balcón (que supuestamente será su lugar de detención durante los próximos seis años) mientras que en la calle sus seguidores la ovacionan como si hubiera sido nombrada presidenta. Curiosa situación como para una película de Almodóvar. La desgracia de una mujer corrupta se convierte en éxito y gloria y sus fanáticos seguidores la aclaman como si hubiera cruzado el océano Atlántico a nado.
Es muy complejo poder analizar el comportamiento de los argentinos. Hemos nacido para cumplir hasta la eternidad con el mito de Sísifo.

Cordial saludo

ricarrob
ricarrob
1 mes hace
Responder a  Francisco Brun

La picaresca es consustancial al latino, es genética. La corrupción existirá mientras exista la picaresca. Valle-Inclan existió porque existe el esperpento, existió para definirlo y acotarlo. Almodovar existe porque existe lo cutre lo soez y el lumpen, la beleza le es ajena.

La esperanza es que sólo unos cuantos hacen hagiografía de sus líderes corruptos. Son muchos pero no somos todos. Eso sí, hacen mucho ruido. El estúpido es siempre muy ruidoso. Los partidos de futbol están llenos de ellos y también los mítines de los partidos.

Es un problema de las democracias, sobre todo de las latinas, el que la parte más inteligente de la población no vota. No tiene a quién. Tampoco se manifiesta ni sale a la calle a gritar consignas repetitivas como loros.

Saludos resignados.

basurillas
basurillas
1 mes hace
Responder a  ricarrob

¡Ay! Cuanta razón tiene usted querido amigo. Si fuéramos más jóvenes huiríamos a Islandia, donde la ciudadanía supo deshacerse a tiempo de políticos más parásitos de lo normal (aquí ni en cantidad ni calidad ni ética rozan por mucho el umbral inferior de esa normalidad) y de los banqueros malandrines que querían socializar las pérdidas e individualizar (para ellos, claro) las ganancias, muchas de ellas ilícitas y abusivas. No les tembló el pulso y los mandaron a freir espárragos. ¡Que país!