Inicio > Blogs > La lectora de Guermantes > Querido amigo Rodolfo
Querido amigo Rodolfo

Una docena de prisioneros de Zenda celebran la publicación de El prisionero de Zenda por Zenda Aventuras. Publicamos de manera simultánea artículos sobre prisiones reales o imaginarias, sobre prisioneros o sobre la novela de Anthony Hope. A continuación, reproducimos un texto de Raquel Jiménez. Una misteriosa misiva dirigida al monarca de Ruritania. 

H.R.M. Rodolfo V de Ruritania

Palacio Real de Strelsau

Ruritania

Querido amigo Rodolfo

Han pasado muchos años desde tu entronización en Ruritania. Temo quizá que esta carta no llegue a tus manos, no porque el indeseable de tu hermanastro la logre interceptar, sino porque el tiempo cause esos estragos con los que nos amenaza desde siempre. Temo que hayas muerto, querido Rodolfo, y con tu muerte se haya apagado el sueño que creaste junto a Flavia para Ruritania.

Desconozco si tuvisteis descendencia, si no pudisteis y creasteis en los jardines de palacio una rosaleda en la que pasear vuestro amor, un espacio para vuestros consejos de gobierno, para el ocio con vuestros camaradas, vuestros fieles amigos. Temo que hayas muerto sin descendencia, amigo Rodolfo. Temo que el país haya dejado de existir y esta carta vuelva en un par de meses a mis manos.

"Hope hizo un buen trabajo, sé que te gustaría leerlo y me sería grato hacerte llegar un ejemplar. Creo que las primeras tiradas se agotaron enseguida"

Te escribo porque supongo que querrás saber cómo van las cosas por aquí. No es poca cosa todo lo que ocurrió desde que aceptaste publicar tus memorias. Mi amigo Tony Hope, aquel aspirante a escritor que te presenté en la recepción en la embajada, sí, aquel del que te reías porque le sudaban las manos. No encontré mejor destinatario para tus aventuras (escribe raudo y pregunta con tino), y debo decir que el relato de tus hazañas ha recobrado, por medio de sus palabras, una grandeza que sólo conocimos quienes os acompañamos aquellos días difíciles en el castillo de Ruritania.

Hope hizo un buen trabajo, sé que te gustaría leerlo y me sería grato hacerte llegar un ejemplar. Creo que las primeras tiradas se agotaron enseguida, pero me comprometo a hacerme con una edición ilustrada y enviártela lo antes posible.

Espero que esta misiva sea bien recibida. Sigo con el relato, puesto que aquí no acaban las gratas noticias. Por algún tipo de magia que no he llegado a comprender, se ha elaborado una técnica que permite que las historias se representen a modo real. Con personas que se mueven de manera fantasmal, voces, música. Se llama cinematógrafo y parece que es uno de los principales motores de la economía en Estados Unidos. ¡Ha superado al carbón!

Se acabaron los juegos de cartas, amigo Rodolfo; pocos practican ya la esgrima, todos se han rendido a esta novedad que, a decir verdad, entretiene e instruye, aunque evita, pospone, los paseos al aire libre que me lleva recomendando el doctor Specter tanto tiempo.

Pues bien, el bueno de Hope recibió una oferta para que tus aventuras llegaran al cinematógrafo. No creas que nos avisó a tiempo. Me enteré de manera azarosa, pues empecé a recibir telegramas hace unos cuarenta años. Ya sabes que por aquel entonces solía viajar mucho por el traslado de obras de arte para coleccionistas de toda Europa, pero los recogía mi ama de llaves, la voluntariosa señora Pearson, que en paz descanse. Aquellos telegramas provenían sobre todo de periodistas, alcahuetas que querían conocer la historia de Ruritania, vuestra historia, Rodolfo, nuestra historia, Rodolfo: la aventura que vivimos.

No quise perturbarte el ánimo entonces, pues me parecieron niñerías, paparruchas sin importancia, y no contesté a ninguna de estas peticiones. Llega a mis oídos que Tony Hope murió no hace tanto y que, alabado sea, la esgrima vuelve a practicarse en bastantes salas privadas. Te sorprenderá saber que visité una de ellas hace poco tiempo, unos dos años, al norte de Londres, y encontré junto a la pista un óleo dedicado a tu persona. Sé que no lo vas a creer, pero te aseguro que todo lo que te cuento es cierto. Espero de corazón que te llegue esta carta y que las guerras civiles que han asolado estas últimas décadas territorio ruritano no te hayan minado la sed de aventura.

"Me dijo que Zenda existía en “internet”, otro de esos nuevos inventos que siguen posponiendo mis paseos al aire libre. Zenda Libros, dice mi nieta que se llama este territorio"

No terminan aquí estas letras, querido amigo. Acabo de jubilarme y me trasladé con mi familia a la costa mediterránea. Sabes que mis hijos nunca creyeron la historia del prisionero: pensaron que era un cuento que inventé para dormirles, para entretenerles y que me dejasen en paz, para evitarles preocupaciones… Incluso Sarah alguna vez negó todo lo que nos ocurrió en Zenda.

Hace unas semanas me visitó una de mis nietas que vive en Madrid, aquí en España. Cuando se despidió me dijo que Zenda existía… ¡Como si no lo supiera ya! ¿Qué dice esta criatura?, pensé yo. ¡Ruritania existe, abuelo!, continuó. Te aseguro que se me llenaron los ojos de lágrimas. Es muy agradable saber que los hijos perpetuaron la aventura de sus padres. Uno siente que al fin y al cabo hizo bien las cosas, que despertó la imaginación en sus hijos. Le pregunté qué película había visto, si le había gustado, qué pensaba del Technicolor y de la señora Kerr (una mujer que jamás le hizo justicia a Flavia, debes saber)… Mi nieta, que se llama Sara, casi como su abuela, me dijo que Zenda existía en “internet”, otro de esos nuevos inventos que siguen posponiendo mis paseos al aire libre. Zenda Libros, dice mi nieta que se llama este territorio.

Te informo de que no he sabido más sobre este nuevo país, que parece se sitúa en la Península Ibérica, al sur de Francia, pues no lo encontré en el mapa. Por favor, habla con Fritz, a ver si él puede averiguar algo más sobre Zenda Libros y sus ciudadanos. Si fuera así, yo mismo me encargaría de enviar una comitiva para conocerlos si fuera tu voluntad. Un encuentro como ése sería una buena ocasión para encargar un tapiz como el de Felipe IV y Luis XIV. Me pondré en contacto con Le Brun para conocer su disponibilidad.

Tuyo afectísimo,

Lord Perceval

Postdata: Intenté, como me pediste, seguirle la pista a Rassendyll, pero desapareció en un barco en el puerto de Plymouth. No volví a tener noticias.

———————————

Título: El prisionero de Zenda. Autor: Anthony Hope. ISBN: 9788412031034. Páginas: 226. Precio: 14 €. Puedes comprarlo en: LibrosCC, AmazonCasa del LibroFnacEl Corte Inglés y Todos tus libros

4.6/5 (15 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios