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Revolución, de David Van Reybrouck

Revolución, de David Van Reybrouck

David van Reybrouck inició esta investigación cuando todavía estaba escribiendo su monumental Congo. Una historia épica (Taurus, 2019). Mientras se documentaba sobre el pasado colonial del país africano, encontró una antigua biblioteca flamenca en la ciudad de Boma. En una de sus estanterías había un ejemplar abandonado de Max Haverlaar, la novela anticolonial por excelencia que Multatuli escribió en 1860. La relectura de aquel clásico de la literatura holandesa hizo que van Reybrouck, de nacionalidad belga, se planteara la necesidad de narrar aquel proceso de independencia que los indonesios bautizaron como revolusi.

David van Reybrouck se lanzó entonces a una investigación que se llevó cinco años de su vida (2015-2019) y que le obligó no sólo a remover una enorme cantidad de documentos que se habían apergaminado en los anaqueles más recónditos de los archivos indonesios, belgas, holandeses y hasta japoneses, sino también a entrevistar a más de doscientas personas, algunas de las cuales eran ancianos centenarios que guardaban los últimos recuerdos del que fuera el proceso de independencia que cambió el mundo. Así pues, «Revolución» es también un compendio de la narrativa oral que todavía conservan los veteranos japoneses de la II Guerra Mundial, los ex ghurkas nepalís que participaron en los combates, los revolucionarios y civiles indonesios a quienes nadie había buscado hasta el momento –y que el autor localizó incluso usando redes sociales como Tinder–, los familiares directos de líderes políticos como Sukarno y Sjahrir, y los testigos oculares holandeses que por fin han decidido contar la verdad sobre los crímenes cometidos por su propio gobierno.

Zenda adelanta la introducción del libro, publicado por Taurus en España.

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INTRODUCCIÓN

No hay marejada ni cabrillas ni olas espumosas. En las tranquilas aguas del mar de Java, la luna se refleja en miles de fragmentos de luz perlada que se mecen lánguidamente en las aguas nocturnas. Una brisa del noroeste trae algo de frescor, pero, como sucede siempre cuando los vientos monzones cambian de dirección, el calor se mantiene también después de medianoche, incluso en alta mar. Millones de estrellas centellean en el firmamento, la Vía Láctea es un rastro de tiza sobre una vieja pizarra.

A lo lejos, se entreoye una leve vibración que, al principio, apenas resulta audible; sin embargo, el sonido crece, se acerca, se transforma en un claro golpeteo cada vez más fuerte hasta convertirse en un potente y regular traqueteo. Y a la luz de la luna surgen los inconfundibles contornos de un barco de vapor, una majestuosa mole blanca con una proa recta que surca las aguas. Los mástiles, los botalones y las cubiertas delatan que se trata de un paquebote que transporta carga y pasajeros. Una voluta de humo horizontal ondea en la ancha chimenea, como si de un estandarte se tratara. De vez en cuando, el tubo expulsa un vuelo de chispas rojas: señal de que los fogoneros atizan las brasas en la sala de máquinas. No obstante, las chispas no tardan en extinguirse al entrar en contacto con el aire exterior y el paquebote sigue deslizándose por el agua azul grisácea de la noche.

El barco escora ligeramente hacia estribor, no mucho, solo porque va muy cargado. Sin embargo, poco a poco, el grado de inclinación aumenta y el buque se va escorando cada vez más. En las cubiertas inferiores, los pasajeros miran alarmados a su alrededor. Se oye el sonido de una sirena. Seis toques breves y uno largo: la señal de alarma. Y otra vez, y otra. A partir de ese momento, todo sucede con suma rapidez. En la cubierta aparecen algunos pasajeros del salón; no todos llevan puesto un chaleco salvavidas, intentan congregarse, aunque no es fácil hacerlo en una cubierta que se ha convertido en una rampa. Los fogoneros y los paleros trepan hacia arriba por las empinadas escaleras de mano, pero ¿qué es arriba? Las personas que han conseguido salir se aferran a tubos, cables, cadenas y cabos. Cuando se ven obligadas a soltarlos, resbalan por la cubierta hasta golpearse contra la borda y acaban en el mar. Se oyen gritos, chillidos, crujidos y chapoteos.

Unos minutos más tarde, el barco vuelca y la chimenea choca contra las olas emitiendo un rugido. Se ahoga, escupe agua, vuelve a tomar aliento y acaba asfixiándose entre estertores y atrapada en un remolino de vapor, hollín, carbón y sal. La gran hélice de bronce que sobresale del mar se detiene sin pena ni gloria, mientras que la majestuosa bandera, que ondeaba con orgullo en la popa, flota ahora en el oscuro oleaje.

El buque otrora tan soberbio reposa volcado en las aguas entre los náufragos. Debido a que la dinamo se encuentra a babor, en el costado que ahora está arriba, la iluminación eléctrica de la cubierta permanece encendida en muchos lugares hasta que el barco acaba por fin sumergiéndose hasta el lecho marino. Bombillas resplandecientes en un buque que se hunde. Cubiertas iluminadas, racimos mojados, el crepitar de cortocircuitos. Y después: solo burbujas de aire.

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Autor: David Van Reybrouck. Traductora: Laura Salas Rodríguez. Título: Revolución. Indonesia y el nacimiento del mundo moderno. Editorial: Taurus. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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