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Robe Iniesta: «Soy un enviciado del capitán Alatriste»

Robe Iniesta: «Soy un enviciado del capitán Alatriste»

La entrevista que Robe Iniesta (Plasencia, 1962) concedió a Zenda fue la penúltima de una jornada periodística intensiva, prologada por una noche en la que descansó poco y mal. «Estamos en una casa por ahí, en una calle próxima a la Gran Vía. Imagínate», me dijo uno de sus músicos.

Cuando terminamos de conversar, el autor de piezas como «Autorretrato», «El camino de las utopías» o «Del tiempo perdido» sonrió y se recostó en el sofá.

—Hasta las pelotas, ¿verdad? —le pregunté.

—Ni te lo imaginas —me respondió.

Sirvió como excusa de este encuentro la presentación/el preestreno de Bienvenidos al temporal, un concierto proyectado en los Cines Yelmo el pasado jueves 25 de octubre y que incluía grabaciones de la gira homónima de los shows celebrados en el Teatro Romano de Mérida, en el Palau de la Música de Barcelona y en el Palacio de los Deportes de Madrid. Está previsto que también salga en DVD y CD.

Aprovechamos la ocasión para conversar con el artista extremeño sobre composición de canciones, poesía y lecturas. Sus canciones, tanto las de Extremoduro como las de su proyecto en paralelo, supuran literatura con nitroglicerina y, sin ninguna duda, comparte hábitat con los grandes letristas en español. A su obra remito.

Por cierto, nobleza obliga mencionar a Óscar Beorlegui, del departamento de Comunicación de la discográfica El Dromedario Récords, quien hizo lo imposible, contra tiempo y marea, para que Crono no nos engullera y esta entrevista pudiera llevarse a cabo. 

—Robe, ¿es el de poeta el traje con el que más cómodo se siente?

—(Piensa) Sí, bueno… Yo, cuando hago una letra, sólo una letra, no pienso que tenga algo que se pueda alargar. Necesito tener una canción. No sé si poeta… Me parece que lo más difícil de una canción es hacer la letra, pero creo que lo que hago es hacer canciones. Escribir poemas… No acabo de verlos completos. Los sigo viendo como que algo les falta. No sé… 

—Lo decía por aquello que canta en «Del tiempo perdido»: «Soy un poeta y mi vida una letra…».

"No soy poeta: cuando hago sólo una letra sin música, no termino de encontrar ese algo a lo que se puede agarrar"

—Sí, lo que pasa es que veo que es lo que más me motiva y lo que más me empuja a hacer letras de canciones. Pero no soy poeta: cuando hago sólo una letra sin música, no termino de encontrar ese algo a lo que se puede agarrar. 

—¿Recuerda cuándo y por qué decidió empezar a escribir canciones? ¿Qué despertó a la bestia?

—Eso, uff… Es difícil de explicar. Imagino que, como todo el mundo, cuando haces una canción, necesitas que te animen y que te digan que eso es bueno. Cuando haces algo artístico, tienes que fiarte mucho de los demás. Por eso, los artistas necesitamos un poquito que nos halaguen o, al menos, que nos den cancha. Porque no hay unos parámetros en los que tú digas «soy bueno, soy malo». Tienen que ser los demás. Supongo que hice las primeras canciones y que alguien me animó porque le parecieron buenas. Pero de aquello hace ya muchos años. 

—Permítame preguntarle por cinco conceptos o imágenes que, de un modo intermitente y recurrente, aparecen en sus canciones. Primero: la televisión o, si lo prefiere, la pantalla. Siempre bajo sospecha.

—Sí. Es una cosa que está bajo sospecha porque por ahí nos están comiendo el coco. Claramente. Es una ventana por la que vemos las cosas pero, sobre todo, es un sitio por el que nos están comiendo el coco. Sí que tengo unos pocos hechos rompiendo televisiones. De los pocos vídeos que he hecho, que han sido muy pocos, en la mayoría, se casca una televisión. 

—Segundo y tercero: las flores, la primavera.

—Claro. Son conceptos que son muy amplios. La primavera es el renacer. Son conceptos que te valen para explicar muchas cosas. Evidentemente, cuando hablas de la primavera no hablas de esa parte del año. Hablas de otra cosa: de renacer, de la felicidad, de la alegría… Hay cosas que te dan juego para usarlas de muchas maneras. Me gusta mucho hablar con metáforas y, luego, que cada uno entienda cosas distintas con las canciones. 

—Y cuarto: la locura.

—También es un tema que lo puedes ver de muchas maneras y que te puede dar mucho juego. Pero no es comparable con los otros. ¿El quinto puede ser el Sol? 

—Podría, pero me quedo con el individuo contrapuesto a la Humanidad.

"Creo que todos debemos ser únicos"

—Claro. Cuando hablo del individuo, lo utilizo como contrario al borreguismo, a no pensar, a no hacer las cosas que hacen los demás, a no pensar las cosas desde tu propio sitio. Eso siempre lo he reivindicado. Ser uno mismo. Ser único. Creo que todos debemos ser únicos. 

—En una entrevista que concedió a El País en 2009, dijo que durante su «etapa salvaje» apenas leía. ¿Qué entiende por «etapa salvaje»?

—¡Coño, pues que me emborrachaba mucho y, entonces, leer me costaba más trabajito! (Risas) Si vas ciego, entonces… me lo tienes que poner en braille (risas). 

—Lo digo porque sus discos, incluso en esa época, estaban llenos de referencias explícitas: que si Neruda, que si Antonio Machado, que si Miguel Hernández, que si Lorca…

"Leer a un poeta no es coger y estarte una hora leyendo"

—Sí, porque leer poesía es más fácil. Leer ciertos poemas, los relees, vuelves a ellos… Me refería a leer todos los días, a tener hábito de lectura. Pero sí que leía poetas de vez en cuando. Leer a un poeta no es coger y estarte una hora leyendo. Puedes coger y, en dos minutos, leer un poema, volver a dejarlo ahí, y estar pensando sobre ese poema un rato.

—Has descubierto a poetas desconocidos para el, digamos, gran público: hay versos de Isidro Seseña en «Salir», una introducción de Francisco Ortega Palomares en «Standby»… ¿De dónde los sacó?

—Principalmente, son ellos los que me mandan cosas. La gente me manda cosas, las leo y, si hay algo que me motiva, o que me sugiere algo, o que explica una cosa mejor de lo que lo haría yo, lo uso. Y no me importa si son conocidos o no. Si son desconocidos, mejor. Es como que das algo. Que pongas unos versos de Neruda, supones que la mayoría de la gente lo va a conocer, al menos, a la gente que le guste la poesía. No me refiero a todo el mundo. Pero es más fácil que conozcas a un poeta que lleva años ahí, puesto en las librerías, que ha sido estudiado en la escuela, que a un poeta que sea un total desconocido. Me gusta leerlos, me gusta que me manden cosas. 

—Hábleme de Manolo Chinato.

—A Manolillo lo conocí hace mucho tiempo. Ha sido del único que he hecho una canción entera: «Ama, ama, ama y ensancha el alma». Pero letras de Manolillo, antes de esa canción, había metido por ahí en algunos sitios. (Piensa) Lo que pasa es que, al principio, no tenía muy claro cómo poner esto. Sobre todo, cuando a una frase la cambias un poco, poner que es de alguien… Me da un poco de coraje, porque tampoco es verdad: si has trapicheao la frase y la has sacado de contexto… Luego, ya empecé a ponerlo, aunque fuera sólo una frase, citando al autor, o aclarando que es una versión o que la he retocado un poco. Pongo «inspirado en, o es versión tal…», pero, al principio, no sabía cómo hacer esto, no sabía cómo ponerlo. «Esta frase es de este tío, pero no es de este tío porque la he adulterao…». 

—Publicó su primera novela, El viaje íntimo de la locura, en 2009. ¿Cómo recuerda la gestación de la criatura?

"Escribir es una cosa que tienes que cogerla con muchas ganas. Si no, es un trabajo de chinos, un trabajo imposible"

—Pues la recuerdo con muy buen rollo, me lo pasé muy bien haciéndola. Estuve mucho tiempo, pero fue muy divertido, me lo pasé muy bien. Escribir es una cosa que tienes que cogerla con muchas ganas. Si no, es un trabajo de chinos, un trabajo imposible. Son muchas horas las que le pegas y tienes que cogerlo con muchas ganas. Te tiene que motivar mucho. 

—¿Tiene previsto volver a escribir un libro?

—Me gustaría, pero tendría que llegarme esa chispa que me motivara tanto, que me hiciera creérmelo y que me entraran unas ganas de la hostia de escribir. Tiene que ser, no sé… que te vicie, ¿no? Que estés por ahí, y digas: «Me quiero ir a casa a escribir». No puedes obligarte a escribir: así no vas a ningún lado. Son cosas que hay que hacer con muchas muchas ganas. Y sí que me gustaría hacerlo. Escribir prosa es mucho más agradecido que hacer canciones. Haciendo canciones te tiras mucho tiempo pensando y poco creando, y con la prosa te tiras mucho tiempo creando. Muchos días te vas a la cama diciendo: «Joder, qué bien: he hecho dos frases, tres, un párrafo, una página, lo que sea…». Es más agradecida la prosa que la música. Por eso me gustaría volver, pero tiene que llegar esa chispa. 

—¿Qué está leyendo ahora?

—Estoy leyendo una de espartanos y griegos. Me engancha mucho la novela histórica. Y leí un libro de viajes de Javier Reverte y me ha vuelto a enganchar. Es un libro que va por Grecia, muy chulo. Y me ha enganchado otra vez. Voy cambiando: toco un palo, otro… 

—¿Qué tres libros conformarían la Santísima Trinidad de su biblioteca?

—Uff… No me gusta eso de recomendar libros porque luego, seguramente, voy a salir de aquí y voy a decir: «No, tendría que haber dicho este, el otro…». Tengo muy mala memoria. Tengo tan mala memoria que me leo los libros dos veces y me entero, a lo mejor, casi al final. ¡Te lo juro! (Risas) Digo: «¡Hostias, me empieza a sonar! Pero si esto era así, aquí muere este…». 

—¿Algún personaje del que se haya enamorado?

"Ojalá que Pérez-Reverte saque otra novela de Alatriste"

—No te sabría decir (Piensa). Bueno, el capitán Alatriste. Más que enamorado, soy un enviciado. He leído y releído la saga varias veces y me ha dado muchos puntos. Ojalá que Pérez-Reverte saque otra novela de Alatriste. 

—¿Alguno al que haya querido matar?

—No sé, no puedo decirte ahora… Llevo todo el día atendiendo a la prensa, la entrevista de antes ha sido para La Resistencia, y pasar del cachondeíto a una cosa así, en una jornada tan intensiva… Perdona. 

—¿Ha encontrado alguna verdad fundamental leyendo?

—¿Verdades fundamentales? No sé si he encontrado alguna verdad fundamental. Se supone que una verdad fundamental es una que no cambia. No suelo estar seguro de las cosas. Me gusta tener los principios fuertes, las ideas fuertes, pero también retractarme cuando tengo que hacerlo. No creo que en mi vida haya muchas verdades así. 

—Para finalizar: ¿qué proyectos se vislumbran en el horizonte?

—No lo sé. Este ciclo se acaba, pero no sé por dónde iré. Algunos se creen que me tiro el rollo, pero es verdad. Estoy haciendo cosas nuevas, creo que me toca cambiar. Lo que sí sé es que todas las puertas están abiertas. No quiero cerrar ninguna.

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