Inicio > Libros > Adelantos editoriales > Tinta y fuego, de Benito Olmo

Tinta y fuego, de Benito Olmo

Tinta y fuego, de Benito Olmo

El escritor gaditano Benito Olmo publica la que probablemente sea su novela más ambiciosa: una buscadora de libros raros decide impulsar su carrera aceptando el encargo de encontrar la biblioteca de la familia Fritz-Briones, perdida durante la Segunda Guerra Mundial. La investigación le llevará a descubrir el mayor robo de libros de la Historia, lógicamente perpetrado por los nazis.

En Zenda reproducimos las primeras páginas de Tinta y fuego, de Benito Olmo (NdeNovela).

******

1

El puñal se hundió hasta la empuñadura en el estómago de Marcel Dubois antes de que este hubiera podido preguntar siquiera al individuo que se había presentado en el umbral de su casa quién era y qué diablos se le había perdido allí.

Stratos apuñaló sin saña, pero con firmeza. Antes de que Dubois encontrara una manera de defenderse, extrajo el arma y se la clavó un par de veces más, en el pecho y el costado. La hoja se hundió con facilidad, como un saltador olímpico que ejecuta una zambullida perfecta y sin salpicaduras.

O casi.

La vida abandonó el cuerpo de Marcel Dubois en cuestión de segundos. Su defensa se redujo a un débil manoteo, primero, y a la nada después. Cayó al suelo derrengado como un trapo y Stratos certificó su defunción apuñalándole varias veces más. Cuando se aseguró de que había dejado de moverse, limpió la hoja de la daga en la ropa de Dubois y la guardó. Después cerró la puerta a su espalda y pasó sobre el cadáver, rumbo a la biblioteca.

Confiaba en no encontrar a nadie del servicio. Los criados de Marcel Dubois estaban de vacaciones desde hacía aproximadamente un par de años. Las finanzas de aquel tipo no habían podido hacer frente a la última recesión, y aquel palacete a las afueras de París, aunque pomposo y elegante, no dejaba de ser una especie de panteón en el que veía la vida pasar con la sospecha de que los buenos tiempos no iban a regresar. Más le valía poner sus asuntos en orden, se había repetido una y otra vez, antes de que fuera el fisco quien se personase allí para hacerlo por él.

Bueno, ya no tendría que preocuparse por eso.

"La Biología general había tenido una gran repercusión en su época y no quedaban muchos ejemplares. Stratos conocía a algunos médicos que habrían pagado una pequeña fortuna por hacerse con aquel tomo"

Stratos no era muy dado a dejarse impresionar, pero tuvo que reconocer que la biblioteca de Dubois era exquisita. Las estanterías de roble, la moqueta de color púrpura, el sillón Luis XVI… La estancia exudaba un aura solemne, cálida como una guarida, venerable como un museo.

Y lo más importante: no era solo fachada. La colección Dubois era soberbia. Distinguió una primera edición del Traité de fauconnerie, de Schlegel y Wulverhorst, un ejemplar de Cien años de soledad de la editorial Sudamericana en muy buen estado y un tomo de La Regenta bellamente encuadernado en una pieza de piel negra con ribetes azules. ¿De los hermanos Galván, tal vez?

Se podría decir que el continente se hallaba a la altura del contenido, algo que no era tan habitual como debería. Stratos se había visto a menudo en bibliotecas ostentosas e imponentes que albergaban, sobre todo, basura. Libros viejos y sin valor, reproducciones baratas y volúmenes mutilados sin piedad. Colecciones que no justificaban ni siquiera el espacio que ocupaban, pero de las que sus dueños presumían como si estuvieran en posesión de la Biblioteca de Alejandría.

Detectó en una de las baldas más altas un ejemplar de Biología general, de Casanova Ciurana. Lo tomó con cuidado y pasó los dedos por la encuadernación y el título, impreso en letras doradas sobre el lomo. Se trataba de una primera edición de 1877 con los cantos y contracantos también de color dorado.

La Biología general había tenido una gran repercusión en su época y no quedaban muchos ejemplares. Stratos conocía a algunos médicos que habrían pagado una pequeña fortuna por hacerse con aquel tomo, pero Marcel Dubois parecía aquejado de un mal bastante común entre los bibliófilos: habría preferido morir de hambre antes que desprenderse de uno solo de sus queridos libros. No habría vendido aquel ejemplar ni aunque no hubiera tenido con qué pagar la calefacción de su palacete. Algo que, a juzgar por el frío que hacía, quizá sucedía desde hacía ya algún tiempo.

"La Biblia de Soncino, impresa en tres volúmenes, lo contemplaba desde las alturas, impertérrita como un dios caprichoso que hubiera decidido no inmiscuirse en los asuntos de los mortales"

Stratos siguió examinando la biblioteca y comprobó que los títulos habían sido ordenados en sentido descendente; los más valiosos ocupaban los estantes superiores, a casi tres metros del suelo, mientras que los ejemplares más comunes se sucedían hacia abajo hasta ocupar un estante cercano a la moqueta, más expuestos a sufrir la acción del polvo y los insectos. El valor de cada ejemplar determinaba su posición en la estantería, un sistema de clasificación tan despiadado como práctico.

Se preguntó cuántas horas al día habría pasado Dubois en aquella sala, ordenando y reordenando su colección sin terminar de sentirse del todo conforme, condenado a convertirse en una versión moderna del mito de Sísifo.

No tardó en dar con lo que buscaba.

La Biblia de Soncino, impresa en tres volúmenes, lo contemplaba desde las alturas, impertérrita como un dios caprichoso que hubiera decidido no inmiscuirse en los asuntos de los mortales. Ocupaba un lugar privilegiado, a salvo en uno de los estantes más altos. Stratos no pudo evitar la sonrisa que le salió desde muy adentro ni el hormigueo nervioso que se instaló en sus dedos, temblorosos de pura excitación.

Tomó la biblia, la guardó y se puso manos a la obra.

————————————

Autor: Benito Olmo. Título: Tinta y fuego. Editorial: NdeNovela. Venta: Todostuslibros.

5/5 (6 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios