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Tras los hilos del tiempo

Tras los hilos del tiempo

Entre todo lo que podemos encontrar en una red como Twitter, que de un tiempo a esta parte parece haberse convertido en guarida de discursos de odio y foco de difusión de bulos, también aparecen de vez en cuando reductos positivos que se oponen a que ese espacio se convierta en un lugar agrio y difamatorio y que, por el contrario, reivindican las posibilidades comunicativas y hasta creativas de ese medio.

En los últimos años, el mundo tuitero nos ha ofrecido desde novelas interactivas, que se han ido creando en forma de hilos diarios con estructura de serial radiofónico, hasta relatos que, tras viralizarse debido a su interés y su alcance emocional, acaban convirtiéndose en novelas autónomas, tal y como ha sucedido con Las chicas del muro, la primera novela de Jorge Corrales, novelista, guionista y hábil hilandero virtual que lleva tiempo encandilando al público en las redes con sus amplios conocimientos sobre la historia y la vida berlinesas.

"Cuanto más avanzamos, más consciente somos de que quizá no sea esencial encontrar una respuesta"

Y Berlín es también, a través de una enigmática fotografía, el gran protagonista de esta novela que no oculta en ningún momento sus ganas de captar nuestra atención para llevarnos de la mano a través de sus capítulos —breves, ágiles y con abundantes diálogos— en busca a una respuesta que, cuanto más avanzamos, más consciente somos de que quizá no sea esencial encontrar.

Porque puede que lo importante no sea (sólo) conocer la identidad de las chicas del muro, los personajes que dan título a la novela y que aparecen en esa imagen que actúa como macguffin de la parte más policíaca de la historia, sino acompañar a Elena, la protagonista, en su búsqueda para preguntarnos qué papel juega la memoria y el pasado en la construcción de nuestro presente y de qué modo podemos otorgar nombres y presencias a quienes caen en el olvido.

"No nos interesa tanto lo que vive como lo que ve, pues en todo momento caminamos a su lado a través de ese Berlín por el que el narrador siente una pasión contagiosa"

En realidad, Elena —además de ser una suerte de Ariadna contemporánea: suya es la labor de extender el hilo que nos permita salir del laberinto— constituye más un punto de vista que una auténtica protagonista. No nos interesa tanto lo que vive como lo que ve, pues en todo momento caminamos a su lado a través de ese Berlín por el que el narrador siente una pasión contagiosa —advertencia: será imposible que no quieran viajar hasta allí mientras lean este libro— y que Corrales nos enseña a través de sus luces y de sus sombras, en un viaje en dos tiempos que salta del hoy al ayer y que, por supuesto, encierra una mirada simbólica que oscila entre la Europa previa al muro y la Europa actual en la que se intuyen las heridas aún no cerradas, esta Europa donde seguimos a vueltas con la construcción de nuestra identidad del mismo modo que Elena intenta reconstruir la de las dos chicas de su fotografía.

Su búsqueda le permite, además, ir desgranando otras historias, pequeñas piezas narrativas que se van encajando en el conjunto general y que recuerdan a esos hilos de los que nace esta propuesta, en la que se agradece ese guiño tan honesto a su origen y al público al que va destinada. La pasión por contar es, en todo momento, el motor de un libro en el que se nota la pericia de su autor para dinamizar la acción y que, seguramente por su formación y experiencia audiovisual, a veces da la sensación de ser fácil y gozosamente guionizable.

«Es otra de las cientos de historias tristes de Berlín», le dice Nelly a Elena mientras persiguen respuestas y, a la vez, encuentran más de esas historias que compartir con quienes las acompañamos en su deambular.

"Y de fondo, o más bien en primer plano, siempre Berlín, una ciudad a la que Corrales nos invita a volver y a la que siempre es una buena idea regresar"

La de la foto de las chicas del muro podría haber sido una más de ellas. Otra de esos «cientos de historias tristes» que podría haber acabado sepultada sin que nadie supiera la verdad que había tras los rostros y gestos de esa imagen. Pero en la voluntad de Elena por reconstruir su significado vive también el deseo de su autor de humanizar a los protagonistas anónimos dando voz a la intrahistoria y, a la vez, la conciencia de que la necesidad del recuerdo puede resultar tan oportuna para conducirnos hasta el futuro como dolorosa para digerir el presente:

«Esta ciudad está llena de mierda. Estoy de acuerdo en que se recuerde a las víctimas, pero a mí me resulta muy duro conocer sus historias».

Quizá ese sea, paradójicamente, uno de los escasos aspectos que no juegan tan a favor del libro, en el que el peso de la historia que se reconstruye es tan abrumador que devora, en cierto modo, el interés que puedan tener per se sus protagonistas contemporáneas. Sin embargo, eso no resta emoción a una lectura que resulta ágil, amena e interesante tanto por el contexto histórico que dibuja como por la secuencia de acciones que llevan a sus personajes a reconstruirlo. Y de fondo, o más bien en primer plano, siempre Berlín, una ciudad a la que Corrales nos invita a volver y a la que —quienes la amamos lo sabemos— siempre es una buena idea regresar.

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Autor: Jorge Corrales. Título: Las chicas del muro. Editorial: B. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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