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De palabras recogidas en el bosque

De palabras recogidas en el bosque

“¿Qué haces tú ahí?”, le preguntó el Demonio.

“Esperando a Satanás para servirle.”

Como escritor Jesús Fernández Santos recibió durante años una atención desacostumbrada, que comenzó a atenuarse tras una muerte demasiado prematura. Para la entonces culta televisión española dirigió varios documentales tan premiados como sus libros, y algunas de sus obras recibieron exitosas adaptaciones cinematográficas. Escribía prácticamente sobre cualquier asunto, empleando los recursos de cualquier género a su alcance, desde la novela de detectives al relato social (algunos de sus cuentos, de hecho, parecen escenas del neorrealismo italiano), pasando por lo que se convertiría en su escenario predilecto, la novela histórica. Su última publicación fue un libro de relatos publicado por Edhasa, Aunque no sé tu nombre, aparecido tres años después de su fallecimiento. Después, si no el olvido, al menos una semivigilia: Reino de Cordelia reeditó no hace mucho, con su buen gusto habitual, Los jinetes del alba, una de sus mejores novelas (la mejor, sin duda, con Extramuros). La portada, por cierto, es de Miguel Navia, el más talentoso ilustrador con el que contamos en España desde los tiempos en que Font, Segrelles, Fernando Fernández y tantos otros copaban las cabeceras de la tristemente desaparecida editorial Toutain.

"Subida a la torre es un relato largo recogido en 1970 en la colección Las catedrales, que publicó Seix Barral en la biblioteca de Nueva Narrativa Hispánica"

No deja de ser una sorpresa, por tanto, que haya sido una editorial no sólo independiente sino hasta cierto punto local la que ha recogido el testigo de Reino de Cordelia en la recuperación (o un atisbo, al menos) de la obra de Jesús Fernández Santos. Hace algo más de diez años, los libreros Rafael Verdejo y José Domingo Pardillos, por entonces encargados de Merlín y hoy de esa referencia segoviana que es Entre Libros, tuvieron la idea de crear una editorial que sirviera de escaparate a obras narrativas y de estudio centradas o especializadas en Segovia. El hecho de que su librería estuviese ubicada en la Plaza Mayor les permitió entrar en contacto con una clientela constante formada fundamentalmente por turistas y visitantes cuyo interés en la historia, las tradiciones y la cultura segovianas chocaba con lo que no dejaba de ser una oferta literaria demasiado escasa. “Fue entonces cuando decidimos crear la editorial, con objeto de llenar ese vacío”, explica Rafael Verdejo. “Desde entonces hemos ido publicando todo tipo de libros relacionados con Segovia: cocina, rutas, tradiciones, leyendas, libros ilustrados infantiles, narrativa y poesía… Como editores, nuestro trato es muy cercano con los autores, muy familiar, y hemos tratado también de ir rescatando títulos olvidados que merecían volver a las librerías, como Subida a la torre, de Jesús Fernández Santos, o El misterio del acueducto, de Ramón Gómez de la Serna. Tratamos de ofrecer al público ediciones hechas desde el cariño, que contribuyan a difundir la cultura segoviana en todos sus aspectos. Como librero, es más fácil conocer las inquietudes de los lectores, lo que demandan, y también tienes la oportunidad de entrar en contacto con personas que escriben y pueden aportar material para futuras publicaciones. Somos una editorial pequeña, pero tratamos de hacer el mejor trabajo posible para contribuir a la difusión de la literatura y la cultura propias de esta ciudad y su provincia”.

"Una historia, como dijo Samuel Boswell empleando otras palabras, se le puede ocurrir a cualquiera, pero no todo el mundo está capacitado para saber contarla"

Subida a la torre es un relato largo recogido en 1970 en la colección Las catedrales, que publicó Seix Barral en la biblioteca de Nueva Narrativa Hispánica (justo después, casualmente, de los dos tomos de Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa). La historia enlaza los recuerdos de una joven prisionera en una torre con el retrato de una España partida en dos mitades que helaban —aunque hablar aquí en pasado es un absurdo— por igual el corazón. A mí, no obstante, me interesan mucho más que la trama tanto el estilo como la manera en que esta historia es contada, pues una historia, como dijo Samuel Boswell empleando otras palabras, se le puede ocurrir a cualquiera, pero no todo el mundo está capacitado para saber contarla. Y menos aún, como sucede con Fernández Santos, para contarla como si esas palabras un autor ensimismado acabara de recogerlas en el bosque, bañadas en el rocío de su infancia. Recuerdo, una vez más (pero siempre es acertado recordarlo), que Handke definió en cierta ocasión el alma “como una gran conciencia revestida de palabra”. Afirmaba creer, sin solemnidades, en la noción de un espíritu universal que se desplegaba en unidades lingüísticas, singularizándose en el hombre que escribía desde un idioma propio para hacerse, también, universal, por medio de la forja de lo que es preciso entender como “una versión particular del ritmo del alma”. Vuelvo sobre esta encantadora definición porque no encuentro una manera más justa para describir el estilo de Jesús Fernández Santos, en el que respiran los mismos aires que pasan por San Juan de la Cruz y Santa Teresa y mueven los misteriosos árboles en sombras de Gustavo Adolfo Bécquer.

¿Cómo fue? ¿Por qué le sucedió? ¿Cuándo empezó de veras aquel otro viaje? Quizás fue por culpa de ese tablón tentador igual que un desafío, ese rótulo que apenas puede leerse aún sobre el seto de entrada, que dice: LABERINTO.

Subida a la torre no es ningún laberinto. Pero se lee —y más en esta edición, con las ingrávidas ilustraciones de Rafael Verdejo, que tienen el peso justo para la ligereza de la prosa— como si uno quisiera estar siempre paseando por sus corredores.

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Autor: Jesús Fernández Santos. Título: Subida a la torre. Editorial: Derviche. Venta: Todos tus librosAmazon.

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