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Escribir a partir de lo que falta

Escribir a partir de lo que falta

Existen pocas palabras que tengan tantos significados como «faltar». Se trata de un término que evoca la carencia, la ausencia y el silencio, pero también la ofensa o el error. Nos falta el tiempo, escribimos con faltas de ortografía y el árbitro, en el último momento, cuando nadie lo esperaba y el partido ya se daba por perdido, pitó falta. Faltamos a la verdad, a una cita, a clase. «¿Cuánto falta?» es una pregunta que a menudo hacen los niños para desesperación de quienes los escuchan. Nos faltan monedas en el bolsillo para comprar el pan, pero también las personas a quienes queremos cuando se alejan de nosotros. La expresión francesa «tu me manques», tú me faltas, refleja vivamente la atracción del discurso amoroso hacia la pérdida. Lo que falta —lo que no vemos, lo que aún no ha llegado, lo que falla— también nos constituye como seres humanos. Quizá incluso más profundamente que aquello que es visible. Lo que logramos, lo que damos por hecho, lo que no falla nunca ni se estropea.

Las que faltaban es un ensayo que nace de una necesidad y de un deseo. Tras años dedicada a la enseñanza e investigación universitaria necesitaba contar una historia del mundo en la que las mujeres no fueran invisibles. Ellas son quienes han faltado y siguen faltando en nuestros libros y en los relatos que nos contamos sobre nuestro pasado. Además, deseaba hacerlo utilizando un lenguaje que no renunciase al rigor académico, pero que pudiera llegar a lectores como los que encuentro tanto en clase como fuera de ella. Me refiero a los lectores que entienden la cultura en un sentido amplio, como un vasto territorio común y compartido, y no como patrimonio exclusivo de la academia. Carlos García Gual dice a menudo que reconocemos a estos lectores porque miran hacia el pasado con los ojos abiertos de la amistad.

Con este espíritu abierto, pero también atenta a los huecos y a las ausencias, durante los últimos años he recorrido con la imaginación muchos espacios y tiempos distintos. Las que faltaban arranca en una remota cueva de Siberia para contar la historia de Denny, una niña prehistórica que vivió hace 90000 años y de quien hoy solo tenemos un pequeño hueso rodeado de preguntas. En los siguientes capítulos del libro sigo los pasos borrados de las comadronas del mundo clásico, relato las audaces hazañas de la hija de Cleopatra, de quien Shakespeare se olvidó en su famosa tragedia, y trato de escuchar el eco de las palabras que Malinche, la traductora de los conquistadores españoles, pronunció hace mucho tiempo en la oscuridad de la noche mexicana. En este sentido, Denny, la niña prehistórica, es solo la primera hermana olvidada entre otras muchas que desfilan por el libro, como las que descubrí al contar las historias de Jane Austen, Sofonisba Anguissola o Marie Curie.

Escribí Las que faltaban durante la pandemia de la COVID-19. Con el silencio de estos años difíciles como fiel compañero, pasé muchos días y muchas noches de 2020 y 2021 sumergida en los conmovedores testimonios que se han conservado del juicio a Juana de Arco; busqué a la hija de Cleopatra en las gastadas monedas de otro tiempo; traté de tocar con los ojos de la fantasía las arrugas que tendría el rostro centenario de la pintora Sofonisba el día de verano de 1624 en que Van Dyck fue a visitarla a Palermo; también imaginé el encuentro en Pisa de Mary Shelley y la antigua discípula de su madre, la feminista ilustrada Mary Wollstonecraft.

Las historias que componen Las que faltaban las encontré en los lugares más recónditos e inesperados. Me sorprendieron en los márgenes de la historia oficial, en las cartas olvidadas por los investigadores, en los diarios y en los cuadernos de las protagonistas, y en las obras consideradas menores por el canon.

Sin ellas, nuestra historia estaría incompleta.

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Autora: Cristina Oñoro. Título: Las que faltaban: Una historia del mundo diferente. Editorial: Taurus. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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