Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke.
En el fértil mundo de las relaciones entre la literatura y el cine —diría que una relación inagotable— se ha escrito mucho y bueno, especialmente en el ámbito académico. Aunque quizá algo menos en el campo del ensayo con distribución comercial en librerías. Dentro de ese tipo de relaciones comparatistas ocupa un amplio espacio la llamada “teoría de la adaptación”, algo lógico si consideramos que, desde el primer film existente —datado en 1888 y filmado en Leeds por Louis Le Prince— hasta la actualidad, son decenas de miles las obras literarias —narrativas, dramáticas, poéticas o ensayísticas— que han sido adaptadas al cine —y a la televisión—. Es decir, hay ríos de tinta, innumerables papers, libros, artículos, etcétera, sobre todo lo que va del papel a la pantalla.
A novelization (or novelisation) is a derivative novel that adapts the story of a work created for another medium, such as a film, TV series, comic book or video game.
Une novélisation (en anglais novelization ou novelisation, de novel: roman) est l’adaptation sous forme de roman d’une histoire développée à l’origine dans un autre média: film, série télévisée, feuilleton télévisé, bande dessinée ou jeu vidéo par exemple.
Eine Romanfassung oder Romanadaption (englisch Novelization) ist die Adaption eines aus einer anderen Kunstgattung stammenden Werks in Form eines Romans. Dazu gehören insbesondere die Romanfassungen erfolgreicher Filme, von Episoden beliebter Fernsehserien und von Computerspielen. (Una novela o adaptación (novelización en inglés) es la adaptación de una obra de otro género en forma de novela. Estos incluyen en particular las versiones novedosas de películas exitosas, episodios de series populares de televisión y videojuegos.)
La novelización (en inglés novelization o novelisation, de novel: novela, en francés novélisation), es la adaptación a formato de novela tradicional escrita, de una historia desarrollada originalmente en otro medio o con otros recursos: film, obra televisiva, serial de televisión, serial radiofónico, o videojuego, por ejemplo.
Nosotros aquí vamos a descartar las novelizaciones de series, cómics, videojuegos, etcétera —para ello recomiendo al lector leer estudios sobre el fenómeno transmediático, hoy en alza— y centrarnos en las novelizaciones de películas cinematográficas de ficción, fundamentalmente largometrajes narrativos. Conviene señalar que dicho fenómeno cultural e industrial no es algo nuevo —bastantes cinéfilos, erróneamente, juzgan la novelización como algo originario de los años setenta, con Star Wars, o los sesenta, con 2001: Una odisea del espacio— sino que se remonta a los mismos orígenes silentes del cine. Es decir, la novelización de películas existe desde hace bastante más de un siglo, por lo menos, de manera regular, desde la década de 1910. Algunos historiadores lo retrotraen a Francia en 1905. Un primer ejemplo galo notable, tanto artísticamente como por su fenómeno social sería el serial de películas Les vampires (Los vampiros, 1915-1916), dirigidas por Louis Feuillade.
Se trató de un serial de diez episodios que sumaban unos 417 minutos en total, que la Gaumont distribuyó en cines de Francia ente el 13 de noviembre de 1915 y el 30 de junio de 1916. Desde el 1 de enero de 1916, los guiones fueron novelizados por George Meirs y el propio Feuillade y distribuidos como libros, en unas ediciones parisinas de la Librairie Contemporaine que hoy son objeto de coleccionista. El fenómeno de las novelas novelizadas —redundancia inevitable—, que podríamos rebautizar con el neologismo de “cinenovelas”, a partir del término francés de principios de siglo ciné-romans, tiene su equivalente en el cine anglosajón a partir de 1913 con el caso de las llamadas photoplay novels o, simplemente, photoplays. [5] El caso más célebre en la etapa muda de Hollywood es del Tráfico de armas, no sólo de novelización, sino de translación y fenómeno transmedia; descrito perfectamente por Diego Cuevas en la revista de cultura contemporánea Jot Down:
El 24 de noviembre de 1913, en un teatro neoyorquino de Broadway se estrenó la película Tráfico de almas. Una obra que destacaba por ser pionera en más de un terreno: por un lado, se trataba de la primera producción cinematográfica estadounidense que no estaba basada en una novela u obra de teatro. Y por otra parte, podría considerarse como la primera explotation rastrera auténtica. Porque Tráfico de almas jugaba a disfrazar de drama social un escenario alarmista que ponía bastante nerviosa a la plebe: la prostitución forzada. En el film se utilizaba deliberadamente el pánico colectivo a la explotación sexual para dibujar villanos escondidos tras las esquinas esperando cazar a todas las muchachas desprevenidas para prostituirlas. Extremista y amarilla, Tráfico de almas era el equivalente consciente a una abuela cuyo único contacto con la realidad fuesen los programas de televisión matinales. La treta funcionó, y el morbo por aquella película financiada con un presupuesto escaso la convirtió en un taquillazo descomunal con el que se fundaría la productora Universal Pictures. El éxito fue tan grande como para que, un año después de su estreno, a la compañía se le ocurriese convertirla en una novela (Traffic in Souls: A Novel of Crime and Its Cure, de Eustace Halle Ball) intuyendo que la audiencia del film también estaría dispuesta a cederle un hueco en sus bibliotecas. Aquel volumen, que incluía imágenes con escenas de la película intercaladas entre la narración, era también una de las primeras novelizaciones oficiales de lo que ocurría en una pantalla de cine. [6]

El carácter esencialmente narrativo del cine ha sido apreciado por los impulsores de la novelización de películas que se da a principios de siglo en Francia —Pathé contrata a novelistas a partir de 1905 y llega a tener trescientos en nómina— y en Estados Unidos. Las versiones noveladas de los filmes por episodios, conocidas como ciné-romans, son publicadas en la prensa semanal, simultánea o posteriormente al estreno de la película, a modo de novela por entregas, con un propósito netamente comercial —tanto para vender revistas o el libro posterior como para promocionar las películas—, como revelan testimonios de escritores empleados en esa tarea (Clerc, 1993, 96-103); en ocasiones son las propias películas las que se inspiran en novelas de episodios como Fantômas (Louis Feuillade, 1913). Desde el punto de vista literario, en estas novelizaciones se emplean procedimientos opuestos, incluso dentro de la misma obra: a veces hay una recreación de los filmes con fuerte presencia de un narrador que actúa como filtro interpretativo de lo visto en la pantalla y en otras, por el contrario, se procede transcribiendo el guión y limitándose a los diálogos y las descripciones visuales. Más tarde, se intenta nada menos que crear un nuevo género literario, una especie de literatura visual, como con la colección Cinario iniciada por Gallimard en 1925, en cuya presentación se afirma que «hasta ahora el cine ha tomado prestados sus temas de diversos géneros (novela, cuento, teatro) que se adecuan mal a su técnica y a su espíritu. No tiene literatura propia. El propósito de esta colección es crear una para él. A una forma de arte nueva debe adaptarse un pensamiento nuevo expresado de forma nueva.» (citado por Clerc, 1993,26). Son textos destinados a ser convertidos en películas y tienen la pretensión de que el lector imagine el filme antes de su realización. Junto a la recurrente publicación de guiones correspondientes a películas ya hechas, Robbe-Grillet ensaya un nuevo género con la publicación del así llamado ciné-roman, el guión en que se basa L’Anné derniére à Marienbad (Alain Resnais, 1961), al que sigue L’Inmortelle (1963) que, habiendo sido escrito antes de la realización de la película firmada por el propio Robbe-Grillet, se publica con añadidos tras el rodaje, en lo que parece una escritura que da cuenta de su propia evolución o un intento de escritura para el cine que se enriquece con la plasmación fílmica antes de volver a la literatura. La novelización de películas responde, por otra parte, a la existencia en el público de la necesidad de volver sobre historias ya conocidas por un medio y susceptibles de ser experimentadas por otro, aunque la mayoría de las veces se presenta como operación comercial donde no existe voluntad de hacer literatura, sino mera transposición que aprovecha el éxito de un filme para, a partir del guión o del propio filme, escribir un relato. Algunos guionistas vienen publicando sistemáticamente versiones noveladas de sus guiones filmados, como Jean-Claude Carrière con Las vacaciones de Monsieur Hulot (Les Vacances de M. Hulot, Jacques Tati, 1958), Viva María (Louis Malle, 1966) y El regreso de Martin Guerre (Le Retour de Martin Guerre, Daniel Vigne, 1983). (Sánchez Noriega, 2000, 32-33) [7]


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Un fenómeno cronológica y estratégicamente distinto fue el de King Kong, la célebre película del gorila gigante dirigida por Merian C. Coooper y Ernest B. Schoedsack y estrenada el 2 de marzo de 1933 en Nueva York. El guion cinematográfico lo escribieron James Creelman y la escritora feminista Ruth Rose a partir de una historia original escrita por el célebre novelista inglés Edgard Wallace (1875-1932), especialista en relatos de misterio y el propio Merian C. Coooper. Pues, bien, la productora RKO llegó a un acuerdo comercial con la editoral Grosset & Dunlap para que, un año antes, en 1932, se encargase la novelización de la película al escritor Delos Wheeler Lovelace (1894-1967), antiguo periodista del New York Daily News y New York Sun. Lovelace escribió su novela a partir del guion de King Kong desconociendo la película resultante, que aún estaba en producción y rodaje en 1932. En la portada de la novela podemos leer: “King Kong conceived by Edgar Wallece and Merian C. Cooper, screen play by James A. Creelman and Ruth Rose NOVELIZED from the RADIO PICTURE by Delos W. Lovelace.” Los nombres de Edgar Wallace y Merican C. Cooper —este último coguionista, codirector y coproductor de la película— aparecen en mayúsculas a un tamaño mucho mayor que el “autor” del libro King Kong, Delos Wheeler Lovelace. ¿Es realmente Lovelace el autor de la novela King Kong? Se plantea aquí un debate interesante sobre la autoría individual y colectiva, debate que sigue abierto en el cine desde hace más de ciento veinte años pero que en la literatura parece más cerrado.

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En los años cincuenta, entre múltiples subproductos novelizados, en bastantes ocasiones dentro de la añorada serie B y generalmente en el género fantástico, que siempre es el que ha dado más juego a los novelizadores —Creature from the Black Lagoon, dirigida por Jack Arnold fue novelizada por Vargo Statten (seudónimo del escritor John Russell Fearn), ambas de 1954; Forbidden Planet, dirigida por Fred M. Wilcox y estrenada en 1956, fue objeto de una novelización con una novela homónima escrita por el británico Philip MacDonald con el seudónimo de W.J. Stuart; las películas de Frankenstein y Drácula de la productora Hammer Films fueron novelizadas por escritores hoy olvidados como John Burke, Hurford Janes u Owen Dean— hay otro caso prestigioso de novelización, dentro del cine de autor: el cine de Jacques Tati.
Así, Las vacaciones de Monsieur Hulot (Les Vacances de Monsieur Hulot, 1953) fue novelizada por el prestigioso Jean-Claude Carrière, entonces un joven e incipiente guionista y escritor, y publicada como novela con el mismo título en 1958 (año en que Tati estrenó su más célebre film, Mi tío / Mon oncle). La parisina editorial Robert Laffont publicó el libro con este texto en su portada: “Jean-Claude Carrière: Les vacances de M. Hulot roman d’après le film de Jacques Tati illustrations de Pierre Etaix, Robert Laffont.” El libro fue reeditado por la misma editorial en 2005, casi medio siglo después, lo que habla de su aceptación, popularidad y recepción lectora en Francia.

Me he parado en Italia porque allí la novela tuvo especial predicamento, como hemos visto, hasta el punto que el director Alberto Negrin (Casablanca, 1940) dirigió para la televisión transalpina el telefilm La promessa, emitido el 11 de diciembre de 1979. Lo protagonizaba Rossano Brazzi y Raymond Pellegrin y obtuvo buenas críticas. Esta tvmovie de Negrin fue emitida también en la televisión de la República Federal Alemana con el título de Das Versprechen. La tercera y hasta momento última adaptación de la historia original de Dürrenmatt la realizó el actor y director norteamericano Sean Penn, El juramento (The Pledge, 2001). Obtuvo buenas críticas y funcionó bien en taquilla. Contaba con actores del nivel de Jack Nicholson o Benicio del Toro. Contra lo que se ha dicho, no es exactamente un remake del film de Vajda de 1958, sino que su guion, escrito por el desconocido Jerzy Kromolowski, parte de la narración novelesca de Dürrenmatt.

Jonathan Rosenbaum comentó que esa era la explicación más lógica, por lo que la edición inglesa sería una retradrucción desde el francés que a su vez lo era desde el inglés. [10] Según Rosenbaum el académico e investigador François Thomas encontró al parecer documentos originales en poder de Louis Dolivet —seudónimo de Ludovici Udeanu, 1908-1989— que demostrarían que Maurice Bessy escribió la novela Mr. Arkadin. [11] Pero, si no escribió el guion, ¿podemos considerarlo el autor? ¿Podemos considerar autor de la novela a Welles? ¿A ambos? De nuevo el concepto de autoría queda en entredicho al entrar en el terreno transmediático y novelizador. Para los interesados en el libro en castellano, conviene leer la edición española de 1995 en traducción de Francesc Roca y con un jugoso prólogo de Juan Cobos, sin duda el máximo especialista en Welles en lengua española. [12] Existe una edición argentina anterior, descatalogada hace años: Míster Arkadin (Informe Confidencial). Traducción y presentación del texto de Juan Manuel Levins, Ediciones del Gallo Rojo, 1973.
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Aunque el film La ley del silencio ya forma parte de la tradición popular del cine, el origen de esta novela es menos conocido. No fue en absoluto una «novelización», esa palabra bastarda para subproductos bastardos de los éxitos de Holllywood. Los reseñadores, que de hecho invocaron a Zola y a Dreiser en sus elogios, se sorprendieron de que, con los muchos aplausos que el film había recibido, se pudiese decir de él más de lo que cabía suponer para una producción de noventa minutos, incluso siendo una de las mejores. […] Cuando los magnates de Hollywood me arrojaron el guión a la cara —la mía y la de Kazan—, me consolé pensando que tenía tal cantidad de material que bien podía desarrollarlo como novela. […] Lo que estaba en juego, descubrí, era mucho más que expandir un guión de ciento veinticinco páginas en una novela de cuatrocientas. La diferencia entre los dos géneros en más calidad que cantidad. El cine es un arte de puntos culminantes. Tiene que abarcar cinco o seis secuencias, cada una dirigida a un clímax que impulsa la acción al crescendo final. […] La novela es un arte de momentos altos, medios y bajos y, aunque creo que nunca debe pasarse por alto su forma, se trata de una forma a la cual cerramos la puerta de entrada sabiendo muy bien que se colará por la ventana en cuanto la dejemos abierta. El cine funciona mejor cuando se concentra en un solo personaje. Cuenta soberbiamente El delator. En las ramificaciones de Guerra y paz tiende a perderse. No tiene tiempo para lo que yo llamo digresiones esenciales: la «digresión» del personaje complejo y contradictorio; la del trasfondo social. El cine ha de ir de episodio significativo en episodio más significativo aún en una pauta de ascenso constante. Es una forma que entusiasma; pero paga un precio. No puede divagar como divaga la vida, ni detenerse como suele detenerse la vida a contemplar lo incidental o lo inesperado. El cine tiene una forma incesante. Una vez que se la ha puesto en marcha lo domina a uno, señora exigente y algo aterradora. Tiene una lógica propia y en cuanto uno se aparta de esa senda recta y angosta la tensión se afloja, el globo se desinfla. [13]
En la fértil década de 1960 hay casos bien curiosos, por anómalos. En el ámbito francófono, merece señalarse un caso de novelización bien novedoso. Francis Boucrot publicó en 1962 la novela Tintin et le mystère de la Toison d’or, basado en la película de imagen real homónima —en España estrenada como Tintín y el misterio del Toisón de Oro—, dirigida en 1961 por Jacques Vierne a partir de un guion de André Barret y Remo Forlani ¡en el que no intervino Hergé, creador de Tintín! ¡Ni se basa en ninguno de sus álbumes Las aventuras de Tintín —aparecidos entre 1929 y 1976—! Por cierto, la película de imagen real fue adaptada a dibujos animados con el título de Tintín y el lago de los tiburones (Tintin et le Lac aux Requins, 1972), dirigida por Raymond Leblanc y escrita por Greg (seudónimo del historietista belga Michel Regnier) y el historietista Jean-Michel Charlier. Este largometraje animado fue adaptado a cómic, ¡pero tampoco intervino Hergé ni en sus dibujos ni en su argumento! Vaya lío.



No obstante, los dos casos más célebres de novelización en los fascinantes años sesenta corresponden a dos popes de la ciencia-ficción, Arthur C. Clarke e Isaac Asimov. Empecemos por el segundo. Asimov (1920-1992) quizá sea el autor más prolífico del siglo XX. Entre 1939 y 1992 publicó más de 420 libros (novelas, ensayos, libros de historia y de ciencia). Además, publicó unos 380 relatos en revistas y en torno a 160 artículos científicos. Increíble. Al leer la última edición de sus memorias Yo Asimov (1992), uno descubre su disciplina, su ascetismo, su renuncia a toda vida social y familiar y su dedicación casi exclusiva a la literatura, a la escritura y la lectura. Para él debió ser muy fácil novelizar el guion de Fantastic Voyage que le encargó Bantam Books un año antes de que se estrenase la película homónima dirigida por el gran cineasta Richard Fleischer (Viaje alucinante / Fantastic Voyage, 1966). El primer borrador del guion de Fantastic Voyage, basado en un relato de los desconocidos Otto Klement y Jerome Bixby, fue escrito paradójicamente no por un guionista de cine sino por un novelista: David Duncan (1913-1999). El ruso-estadounidense Harry Kleiner (1916-2007) escribió el segundo borrador del guion, al parecer el definitivo. Cuando la editorial citada le compró los derechos a la 20th Century Fox no quiso que Duncan (novelista prolífico, pero no popular) novelizase su propio guion. Ni por supuesto Kleiner. Prefirió recurrir a Asimov, por entonces ya el escritor de ciencia-ficción más famoso del mundo.
Asimov, que inicialmente había rechazado la propuesta —porque le desagradaba que fuese científicamente imposible el tema tratado: la miniaturización de unos astronautas que viajan en su nave espacial por el interior del cuerpo humano—, aceptó en abril de 1965 y firmó el contrato. Leyó el guion y escribió rápido su novelización, como en él era norma. La novela (Houghton Mifflin Company, Boston, febrero de 1966) se publicó seis meses antes que se estrenase la película (agosto de 1966), lo que llevó, y aún lleva hoy, a la errónea creencia popular de que la película es una adaptación de la novela, y no al revés. Algo que importunaba a Asimov que insistía siempre que la novela provenía de la película y no al contrario. El hecho de que ya entonces se publicase en editoriales distintas y formatos distintos, y se reimprimiese varias veces, la hizo popular antes y después del estreno del film. Quizá por eso el error perdura.

Clarke contó a posteriori, en varias entrevistas, que el sistema de trabajo de Kubrick era agotador, extenuante, pues comentaban todas las partes, Clarke escribía, borraba, reescribía, sustituía, y volvía a empezar. Kubrick cuestionaba cada párrafo, preguntaba cada detalle técnico, fascinado por Clarke y su imaginación pero al mismo tiempo queriendo domarla, pues en su cabeza se creaban imágenes y no palabras y Kubrick, un genio visual, sabía perfectamente que un guion no es una obra autónoma sino una herramienta para la obra final: la película. Kubrick dudaba, mortificaba al novelista con más y más cambios, hasta sembrar una discordia que llegaba casi a la aversión personal. Pero no podían prescindir el uno del otro. Ambos lo sabían. No sólo era algo contractual —los contratos pueden romperse y pagar la cuantía—, era artístico: sabían que tenían una obra única entre sus manos. Una obra no, mejor dicho, dos. Dos obras: una película y una novela. ¿Qué hizo Clarke? En paralelo, como una hormiguita, fue guardando todos los párrafos desechados por Kubrick y, una vez se hallaba a solas, fue redactando la novela. En parte era la estructura del guion, en otra era una obra literaria nueva y casi autónoma. De hecho, en 1967 Clarke ya tenía acabada la novela y Kubrick no había acabado la posproducción de la película. El escritor quiso publicar su novela antes que se estrenase la película, pero Kubrick se lo prohibió. Contractualmente Clarke no podía hacer nada: Kubrick tenía a los abogados y al dinero de la Warner Bros de su lado. Es de sobra conocido que Clarke se enemistó con Kubrick por ello. De por vida. Quizá no había motivo para ello, pues de no ser por Kubrick su libro no existiría —y viceversa—. ¿Qué enfadó tanto a Clarke como escritor? Supongo que poner ciertos límites a la imaginación. Los lectores, al menos la mayoría de ellos, leyeron la novela ya con las imágenes del film revoloteando por sus cabezas. La película se proyectó al público por vez primera el 2 de abril de 1968 en el Uptown Theater de Cleveland y se estrenó comercialmente al día siguiente en Estados Unidos y el 15 de mayo en Reino Unido. Por esas fechas comenzó la distribución en librerías del libro. Ambas me parecen dos obras maestras de la cultura moderna y demuestran, una vez más, que el maridaje entre artes es más fecundo de lo que creen bastantes puristas y algunos lectores o espectadores desinformados.
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A finales de ese año de 1971, el 20 de diciembre, se estrenó otra película icónica, Harold y Maude (Harold and Maude, 1971), dirigida por Hal Ashby, un director magnífico hoy injustamente olvidado. El film se basaba en un guion original de un joven australiano adinerado afincado en Los Ángeles llamado Colin Higgins (1941-1988). El guion era en realidad su tesis doctoral como trabajo final en la universidad UCLA. A través de Stanley Jaffe, el guion llegó al productor ejecutivo de Paramount Pictures, Robert Evans —productor de La semilla del diablo, El padrino o Chinatown— y el joven vio cumplido su sueño. Pero Higgins era novato, aunque no ingenuo. En lugar de vender el guion firmó un contrato en donde él era coproductor de la película y mantenía los derechos de las adaptaciones a otros medios —el transmedia a su máximo nivel hace medio siglo—.

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Otro ejemplo que juzgo interesante comentar: el novelista Christopher Wood (1935-2015) escribió y publicó en 1977 una novelización de la película The Spy Who Loved Me (La espía que me amó, Lewis Gilbert, 1977), titulada James Bond, The Spy Who Loved Me (ed. Jonathan Cape, Londres). El título es casi igual a una novela del escritor creador del personaje James Bond, Ian Fleming, The Spy Who Loved Me, publicada por la misma casa editorial londinense, Jonathan Cape, quince años antes, en 1962. Como la novela de Fleming seguía disponible en librerías en 1977, se añadió más confusión a la cosa. Pero la novela James Bond, The Spy Who Loved Me no tenía nada que ver en su argumento con la de Fleming, sino que se basaba en el guion original de la película homónima, escrito por Richard Maibaum (1909-1991). El éxito editorial fue grande y Christopher Wood repitió con otra novelización de una película Bond, Moonraker, ambas aparecidas en 1979.
En ese mismo año aparecieron dos novelas en el mercado que eran novelizaciones de películas: The Deer Hunter, novelizada por E.M. Corder a partir de la espléndida película homónima de Michael Cimino, en España estrenada como El cazador (1978); y Halloween, novelizada por Curtis Richards y publicada por Bantam Books a partir de la película La noche de Halloween (Halloween, 1978), dirigida por John Carpenter a partir de un guion coescrito por él y Debra Hill. Son ejemplos en los que la existencia de las novelas es resultado del largo recorrido comercial de las películas adaptadas. En los años setenta son muchas las películas populares que han sido convertidas en novelas, por autores más o menos oscuros, más o menos negros editoriales, verbigracia: Harry el sucio / Dirty Harry —Phillip Rock novelizó el policiaco dirigido por Don Siegel y protagonizado por Clint Eastwood—, Sillas de montar calientes / Blazzing Saddles —Tad Richards noveliza en 1974 una de las comedias más delirantes de la Historia del cine, dirigida por Mel Brooks—, McQ —Alexander Edwards novelizó el neo-noir dirigido por John Sturges y protagonizado por John Wayne también en 1974—, THX: 1138 —Ben Bova noveliza el guion y film de George Lucas—, Young Frankenstein / El jovencito Frankenstein —Gilbert Pearlman noveliza la obra de Mel Brooks—, It’s Alive / Está vivo —Richard Woodley noveliza el film de Larry Cohen—, Rocky —Julia Sorel noveliza el guion de Sylvester Stallone—, The Omen / La pesadilla —David Seltzer, a partir de su propio guion que dirigiera Richard Donner en 1976—, Star Wars / La guerra de las galaxias —Alan Dean Foster, en 1977, aunque en la portada se atribuía a George Lucas la novelización, tanto en la edición inglesa como en la española de Argos Vergara, que contó con un “universo expandido” con El ojo de la mente, de 1978—, Capricornio Uno —Capricorn One, 1978, buena película dirigida por Peter Hyams— [15] o Alien, el octavo pasajero —1979, Alan Dean Foster—, entre otros muchos. [16]
El neoyorquino Alan Dean Foster (1946) es precisamente un experto en novelizaciones expandidas, es decir, que continúa en sus libros subtramas o personajes que por falta de tiempo y espacio no pueden ser desarrollados en las sagas cinematográficas. Esos “universos expandidos”, de los que Foster ha escrito decenas, generan una literatura paralela para fans al parecer muy adictiva, cuyos ejemplos más célebres son las sagas novelescas de Star Trek, Star Wars, Alien, Halloween o Transformers. Pero también cult movies de los años setenta y ochenta como Dark Star (John Carpenter 1974), The Black Hole (Gary Nelson, 1979), Clash of the Titans (Desmond Davis, 1981), The Thing (John Carpenter, 1981), que pasa por ser una de sus mejores novelas, Starman (John Carpenter, 1984) o Pale Rider (Clint Eastwood, 1985), éste último un gran western, en España estrenado como El jinete pálido.
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Mi interés en las novelizaciones radica en el hecho de que para que aparezcan publicadas en el momento en que se estrena la película, los autores y autoras de las novelizaciones se basan en versiones primerizas de los guiones y se ven obligados a ampliar personajes y situaciones. Es decir, la novelización nos ofrece la oportunidad de “ver” una versión alternativa de la película que adapta, incluyendo muchas veces escenas que son eliminadas en el montaje final. Por ejemplo, en la novelización de King Kong de Delos W. Lovelace podemos disfrutar de la famosa escena del ataque de las arañas que fue eliminado en su momento y que hoy se conoce solo por algunas fotografías. La peor novelización es la que simplemente coge la película y la traduce en palabras, nada más. La mejor novelización es la que nos ofrece una experiencia nueva, llegando en ocasiones incluso a dar la sensación de que es la película la que adapta el libro. Sin olvidar los casos en los que la gestación de un guion fue particularmente complicada por diversas razones, ofreciendo la novelización una interesante versión alternativa, como en el caso de la adaptación en libro de la tercera entrega de Pesadilla en Elm Street. [17]
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En los años ochenta y noventa del pasado siglo las novelizaciones, especialmente en el género fantástico, lejos de menguar han aumentado. “[…] en las dos últimas décadas [dado que el texto se publica en 2006, la expresión podría referirse tanto a los años ochenta y noventa como al período de dos décadas que podría estar comprendido entre 1985 y 2005] se han popularizado de forma notable las novelizaciones, que toman como base guiones de películas de éxito y les dan un tratamiento literario bajo la sanción de los productores de la película, ya que el libro debe ser un complemento y no una variación libre de la misma. [..] lo más frecuente es que la novelización se realice por parte de un autor poco conocido, ya que el trabajo de adaptar una película popular permite un margen de creatividad limitado. Las novelizaciones son una fórmula de colaboración entre las industrias cinematográfica y editorial y en la actualidad, debido a los procesos de concentración empresarial, son realizadas de forma preferente por las editoriales asociadas a la productora de la película en el caso de que existan esos vínculos. En las dos últimas décadas las novelizaciones han sido muy numerosas, destacando las adaptaciones de películas como Instinto básico (adaptada por Richard Osborne), Philadelphia (adaptada por Christopher Davis), Robin Hood, príncipe de los ladrones (adaptada por Simon Greene), Amistad (adaptada por Alexs D. Pate), Doce monos (adaptada por Elisabeth Hand), Hombres de negro (adaptada por Steve Perry), Seven (adaptada por Anthony Bruno) y El sexto sentido (adaptada por Peter Lerangis).” [18] Concepción Cascajosa cita aquí ejemplos populares de la década de 1990, no sólo del género fantástico sino también del thriller y el suspense, entonces en boga. También de aventuras y ciencia-ficción. Podríamos añadir aquí Braveheart (1995, Randall Wallace novelizó su propio guion que fue la base de la excelente película medieval de Mel Gibson), Waterworld (Maz Allan Collins novelizó el film de ciencia-ficción de Kevin Costner), Panic Room (1999: James W. Ellison novelizó el thriller de David Fincher escrito por David Koepp), etc. Los títulos son de sobra conocidos por el público. Los nombres de los autores, en cambio, no nos dicen nada.


El 1 de junio de 1990 se estrenó la película Total Recall, un gran éxito protagonizado por Arnold Schwarzenegger. Fue el film más visto del mundo en el verano de 1990. Se publicó una segunda edición del libro de Anthony por esas mismas fechas, titulada igual, Total Recall, con un fotograma del actor de origen austríaco y debajo del título una banda publicitaria que decía: “Now a major motion picture from Columbia/TriStar.” El equívoco estaba servido. No pocos espectadores pensaron que la película era una adaptación de la novela en cuestión, escrita por Anthony. Alfredo Álamo valoró la novelización: “El gran ejemplo lo tenemos en Desafío total (la vieja), película basada en un cuento de Philip K. Dick (Podemos recordarlo todo por usted) con el que no guardaba demasiadas similitudes. Esto llevó a que se encargara una novelización de la película (basada en un cuento) que fue escrita por Piers Anthony y que logró un cierto éxito, siendo considerada hoy en día como una de las mejores adaptaciones.” [21] La primera edición de Desafío total, la citada de 1989, trataba de explicar al lector el origen de todo de la manera más clara posible (evitando en lo posible los inevitables malentendidos).
In 1966, the late Philip K. Dick published the novelette “We Can Remember It for You Wholesale.” A movie based on the story will be released next year; this book is a novelization of the script and the original novel. The first half of the book follows the original plot closely, despite transforming the unremarkable protagonist Douglas Quail into a musclebound man of action. Frustrated with his life, Quail decides to purchase a memory of a two-week adventure on Mars because he can’t afford the real thing. However, while under heavy sedation preparatory to the installation of the memory, Quail remembers that he actually was on Mars as an intelligence agent and killer. Now that he has recovered the memory which had been suppressed by his employers, his life is in jeopardy. Here the novel deviates from Dick’s philosophical original, becoming a more pedestrian if exciting slam-bang chase thriller. Judged on its own terms, the book works and it’s fun.
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Ahondando en la tendencia referida por Cascajosa, cabe señalar que ésta no se ha reducido en el siglo XXI, todo lo contrario. Algo sorprendente para los que defienden que el sector audiovisual quita lectores a los escritores y perjudica a editoriales y libreros. A tenor de los miles de ejemplos que se han dado en los últimos cuarenta años, esto no es así. Franquicias cinematográficas —tie-ins en la jerga del sector— como Alien, Star Wars, Indiana Jones, Gremlins, Depredador, Karate Kid, Terminator, Mad Max, La momia, Godzilla, Star Trek, Parque Jurásico, Tiburón, Rambo, Regreso al futuro, Piratas del Caribe, numerosos superhéroes de los sellos Marvel y DC, y muchos otros, han generado con sus novelizaciones una literatura popular masiva que, aunque presumo que no tiene apenas calidad literaria —ciertamente ni he leído esas novelas de franquicias ni tengo intención de hacerlo— sí guardan gran interés como fenómeno cultural de masas y estudio mediático o, mejor dicho, transmediático. Un fenómeno que explota con todos los productos de consumo una serie de productos de merchandising en donde el libro es un producto de promoción comercial más, novelas escritas por autores altamente especializados y más superventas que escritores ganadores del Nobel, el Pulitzer y otros premios literarios de renombre, en los que la franquicia pesa más en la memoria colectiva que el nombre del novelizador.
La autora Ann C. Crispin (1950-2013), que novelizó al personaje protagonista de Star Wars en la Trilogía de Han Solo (1997), la serie y películas de Star Trek, Alien Resurrecction (Alien Resurrección, 1997, Jean-Pierre Jeunet) o Piratas del Caribe: el precio de la libertad (Pirates of the Caribbean: The Price of Freedom, Disney Editions, 2011), su último libro antes de fallecer y, aunque se basa en el personaje de Jack Sparrow protagonizado por Johnny Depp, en realidad no noveliza ningún guion de la saga, sino que parte de varios argumentos de ésta para crear una novela autónoma y nueva. Estamos ante un fenómeno imparable, repetitivo e industrial. Pero no siempre lo industrial produce obras sin valor artístico, en ocasiones surgen obras maestras absolutas, como Interstellar (2014), película de Christopher Nolan que es una de las cumbres de la ciencia-ficción cinematográfica, junto a Metrópolis, 2001: una odisea del espacio, Alien y Blade Runner. Una semana después del estreno del film se comercializó la novelización del mismo, el 14 de noviembre de 2014: Interstellar, novela de Greg Keyes (1963) que novelizaba el magnífico guion original de Christopher Nolan y su hermano Jonathan.
Este fenómeno filmoliterario, por cierto, no es exclusivo de las grandes producciones en inglés. Dejo un ejemplo. El largometraje alemán de vampiras Somos la noche (Wir sind die Nacht, 2010), escrito y dirigido por Dennis Gansel, autor de la notabilísima Die Welle (La ola, 2008), fue premiado en el Festival de Sitges en octubre de 2010 y me parece una buena película de género. A la semana siguiente, el 28 de octubre, fue un absoluto fracaso comercial, que casi hace quebrar a su productora. Al parecer por el error comercial de que coincidía en fechas con el estreno de otra saga de vampiros, Crepúsculo (a su vez basada en novelas). Sin embargo, el mes anterior, en septiembre, se publicó en Alemania la novelización de la película, Wir sind die Nacht. Su autor era Wolfgang Hohlbein (1953), un escrito bestseller líder en ventas en el género fantástico en la lengua de Goethe. Lo increíble es que el libro no funcionó mal. Lo más increíble es que la película dura menos de una hora y media y Hohlbein novelizó su guion y lo convirtió en ¡un novelón de 608 páginas! Quien haya visto la película de Gansel se preguntará, como el autor de estas líneas, como una historia tan sencilla y breve puede estirarse tanto y tan novelescamente.


“A novelization by Peter Lerangis
Screen story by Kevin Yagher and Andrew Kevin Walker
Screenplay by Andrew Kevin Walker
Based upon the Story by Washington Irving”
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Un caso español anómalo sería el libro La promesa de Shanghai (2001), del genial cineasta Víctor Erice. Publicada por Areté, ¿es esta narración un guion novelizado o una novela que parte de un guion? ¿O un guion literario frustrado? El texto parte de un guion adaptado, entre 1996 y 1997, de la novela homónima de Juan Marsé (1993), pero nunca se rodó, porque la productora dirigida por Andrés Vicente Gómez canceló la producción —la retomaría años más tarde, pero con otro guion que sí dirigió Fernando Trueba y se estrenó en abril de 2002, un fracaso absoluto de crítica y público—. La novelización del guion o el guion novelizado, como se quiera considerar, se publicó en noviembre de 2001, cinco meses antes de que se estrenase la película producida por la misma compañía pero con el citado guion de Trueba. La prensa habló de frustración y de la necesidad de Erice de que se conociese su narración. Al margen del resultado, para el historiador de cine y de la literatura constituye un caso tan anómalo como interesante desde criterios filmoliterarios. Además de que en todas las versiones revolotea la impronta de la película de Josef von Sternberg El embrujo de Shanghai (Shanghai Gesture, 1941), una obra maestra de cine clásico —que a su vez se basaba en una obra teatral homónima de John Colton—. Suma de influencias, trasvases, transformaciones. [22]


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[1] Con un pie en el texto académico y el libro comercializado existe una referencia ineludible en inglés para cualquier investigador en este campo: MOSES, Gavriel (1995), The nickel was for the movies. Film in the novel from Pirandello to Puig, Ed. University of California Press, Berkeley. Moses explora el concepto de la pantalla al papel con el término film novel o novela fílmica (podríamos llamarla también filmonovela o novela cinematográfica), a través de reputadas filmnovelas de autores canónicos del siglo XX como Pirandello, Nabokov, Isherwood, Nathanael West, Scott Fitzgerald, Moravia, Percy o Manuel Puig.
[2] Cfr.: LARSON, Randall D. (1995), Films into Books, Lanham, Maryland, Scarecrow Press.
[3] Mahlknecht, Johannes (2012), “The Hollywood Novelization: Film as Literature or Literature as Film Promotion?.” Poetics Today, 33 (2): p. 137–168. Cfr.: https://read.dukeupress.edu/poetics-today/article/33/2/137/21085/The-Hollywood-Novelization-Film-as-Literature-or (consultado el 6 de julio de 2020).
[4] El poeta y crítico literario belga francófono Jan Baetens (1957) se ha ocupado de ello. Cfr.: BAETENS, Jan (2008), La Novellisation. Du film au Roman, Bruselas, Les impressions Nouvelles. Existe traducción inglesa: Novelization, From Film to Novel, trad. Mary Feeney, Columbus, Ohio, Ohio State University Press, 2018. Baetens ya había publicado papers en revistas académicas con anterioridad sobre el tema.
[5] El término photoplays se comenzó a popularizar en Estados Unidos a partir de 1911, con la fundación ese año en Chicago, por J. Stuart Blackton (1875-1941), de la revista Photoplay, que se dedicaba a novelizar guiones de películas mudas y convertirlas en literatura de quiosco, relatos más bien cortos, no novelas, pues en esos primeros años los argumentos eran sencillos porque abundaban mediometrajes y cortometrajes.
[6] CUEVAS, Diego (2019), “Mejor me espero al libro de la película”, Jot Down, enero de 2019: https://www.jotdown.es/2019/01/mejor-me-espero-al-libro-de-la-pelicula/ (consultado: 4 de julio de 2020).
[7] La cita de Clerc se refiere a: CLERC, Jeanne-Marie (1993), Littérature et cinéma, París, Nathan. Si bien, para el asunto de la novelización francesa y las ciné-romans Jeanne-Marie Clerc tiene otro libro anterior específico: CLERC, (1985), Ecrivains et cinéma. Des mots aux images, des images aux mots. Adaptations et ciné-romans, Metz, Press Universitaires de Metz.
[8] En la entrada en español de “Novelización”, podemos leer en Wikipedia: “Por su parte, los libros Tik-Tok of Oz (1914) y The Scarecrow of Oz (1915), ambos del escritor estadounidense Lyman Frank Baum, bien podrían ser considerados novelizaciones, ya que están respectivamente basados en el musical The Tik-Tok Man of Oz (1913) y en la película His Majesty, the Scarecrow of Oz (1915), que a su vez fueron adaptaciones de los libros de la serie Tierra de Oz, y respectivamente titulados Ozma of Oz (1907) y The Wonderful Wizard of Oz (1900).” (consultado el 11 de julio de 2020)
[9] WELLES, Orson (1955), Monsieur Arkadin, Collection L’Air du Temps, Gallimard.
[10] BOGDANOVICH, Peter y WELLES, Orson. Editado por Jonathan Rosenbaum, This is Orson Welles, Nueva York: Harper & Collins Publishers, 1992.
- Ciudadano Welles, Barcelona: Grijalbo, 1994.
[11] ROSENBAUM, J. (2007) (ed.), Discovering Orson Welles, New introduction, Jonathan Rosenbaum, “The Seven Arkadins”, University of California Press, Berkeley y Los Ángeles, p. 147.
[12] WELLES, Orson (1995), Mr. Arkadin, Col. Panorama de narrativas, Anagrama, Madrid. 2ª ed. 2015: “Edición del centenario de Orson Welles.” Leamos el resumen de la editorial en su segunda edición: “Fue durante el rodaje de El tercer hombre cuando Orson Welles empezó a perfilar el personaje de Mr. Arkadin, un magnate con ciertos puntos en común con esa otra gran creación wellesiana que fue el ciudadano Kane. En esta apasionante novela el joven Guy Van Stratten, el narrador, sigue la pista del escurridizo y poderoso Gregory Arkadin, Mr. Arkadin, y, entre la envidia y el miedo, trata de averiguar qué se esconde detrás de sus mil caras, intenta descifrar los misterios de su pasado y nos introduce en su complejo universo. ¿Quién es, en definitiva, Mr. Arkadin? ¿Qué oculta? ¿De qué huye? El libro reconstruye la personalidad de este hombre enigmático y desmesurado, y se convierte en una fascinante reflexión sobre el poder y sus mecanismos, sobre el deseo, el amor y la muerte. El personaje de Mr. Arkadin dio pie a esta novela y a una película de idéntico título, filmada en un accidentado rodaje que se prolongó a lo largo de 1954 y 1955, con localizaciones en España, Francia, Italia y Alemania, en la que el propio Orson Welles encarnó a Mr. Arkadin. El crítico de cine Juan Cobos, uno de los máximos especialistas mundiales en Welles, nos sitúa la génesis y redacción de esta novela en un documentado prólogo.”
[13] SCHULBERG, Bud (2011), La ley del silencio, trad. Marcelo Cohen, Acantilado, Barcelona, pp. 9-16. La introducción, escrita en inglés en 1987, está disponible en español: https://www.acantilado.es/wp-content/uploads/Extracto_La_ley_del_silencio.pdf (consultado el 5 de julio de 2020) Para un estudio comparado entre el guion y la novela existe edición del guion cinematográfico autorizado por el autor en vida: SCHULBERG, Bud (2000), On the Waterfront, Faber & Faber, Londres.
[14] Existe estudio comparado entre la película y la novela en alemán: MOHR, Alexandra (2007), Die Ehe der Maria Braun – Ein analytischer Vergleich von Rainer Werner Fassbinders Film mit Gerhard Zwerenz` gleichnamigen Roman, Green Publishing.
[15] De Capricornio uno se hicieron dos novelizaciones, algo muy inusual, una de Ron Goulart (1933) para el mercado norteamericano y otra del hoy popular novelista Ken Follett (1949), entonces un veinteañero desconocido que usaba el nom de plume de Bernard L. Ross.
[16] Existe un libro reciente que recoge cincuenta novelizaciones populares, la mayor parte de ellas de la década de 1970, que insisto parece ser la etapa dorada del género. Cfr.: GUARIENTO, S.M. (2019), Light into Ink: A Critical Survey of 50 Films Novelizations, Independenty published, 480 páginas. El índice del medio centenar de novelizaciones analizadas por el autor es el siguiente. “1: Of Changelings, Antichrists and Devils (Incarnate) – Children of the Damned by A.V. Sellwood (1964) /Bedazzled by Michael J. Bird (1968) /The Omen by David Seltzer (1976) /Holocaust 2000 by Michael J. Robson (1978). 2: Better Than the Film – Moon Zero Two by John Burke (1969) /The Incredible Melting Man by Phil Smith (1978) /Capricorn One by Bernard L. Ross (1978).3: This is the End – Part 1: Armageddon GB – The Day the Earth Caught Fire by Barry Wells (1961) /Survivors by Terry Nation (1976). Part 2: Armageddon USA – Conquest of the Planet of the Apes by John Jakes (1974) / Dawn of the Dead by George A. Romero & Susanna Sparrow (1978). Part 3: Armageddon Down Under – The Last Wave by Petru Popescu (1978) /Mad Max by Terry Hayes (1979) /Mad Max 2 by Carl Ruhen (1981) /Mad Max 2 by Philippe Manoeuvre (1983).4: Scritti Spaghetti: Italian Genre Cinema – Part 1: The Man With No Name – A Fistful of Dollars by Frank Chandler (1972) / For a Few Dollars More by Joe Millard (1967) / The Good, the Bad & the Ugly by Joe Millard (1967). Part 2: Two Films by Elio Petri – The 10th Victim by Robert Sheckley (1965) /A Quiet Place in the Country (1969). Part 3: Thrilling all’italiana – The Laughing Woman by Hadrian Keene (1970)/ The Cat O’Nine Tails by Paul J. Gillette (1971)/ Il gatto a nove code by Nanni Balestrini (1975)/ The Case of the Bloody Iris by Michael Hudson (2015)/ Suspiria by Nicola Lombardi (1997).5: Cult Filmmakers 1 – John Carpenter – Dark Star by Alan Dean Foster (1974)/ Eyes of Laura Mars by H.B. Gilmour (1978) / Halloween by Curtis Richards (1979) / Halloween II by Jack Martin (1981)/ Halloween III – Season of the Witch by Jack Martin (1982)/ The Fog by Dennis Etchison (1980)/ Escape from New York by Mike McQuay (1981)/ The Thing by Alan Dean Foster (1982).6: Cult Filmmakers 2 – David Cronenberg – Rabid by Richard Lewis (1977)/ The Brood by Richard Starks (1979) / Scanners by Leon Whiteson (1980)/ Scanners II – The New Order by Professor Janus Kimball (1991) / Videodrome by Jack Martin (1983) / eXistenZ by John Luther Novak (1999).7: Dangerous Visions – X by Eunice Sudak (1963)/ Performance by William Hughes (1970) / Zardoz by John Boorman & Bill Stair (1974)/ Phase IV by Barry N. Malzberg (1973) / Sorcerer by John Minahan (1977) / Harlequin by Keith Hetherington (1980).8: Ne plus ultra; or, That’s How It’s Done – Forbidden Planet by W.J. Stuart (1956) / Monte Carlo or Bust by E.W. Hildick (1969) / Taxi Driver by Richard Elman (1976) / Quatermass by Nigel Kneale (1979) / Liquid Sky: The Novel by Anne Carlisle (1987).
[17] CALVO, Raúl (2016), “Novelizaciones, el punto de no retorno”, Underbrain, 14 de octubre de 2016: https://underbrain.com/articulos/novelizaciones-el-punto-de-no-retorno/ (consultado el 10 de julio de 2020). Es revelador conocer el motivo que entraña entre los seguidores compulsivos de estas sagas novelizadas, casi siempre del género fantástico, de terror, ciencia-ficción o similares, la explicación con la que Calvo cierra su interesante artículo, porque demuestra que la industria cinematográfica anglosajona, sin pretenderlo probablemente, desde la cinefilia más friqui (adjetivo que emplea Calvo, sin considerarlo peyorativo, pues no lo es) ha generado durante más de un siglo un público lector global y masivo del que los académicos hispánicos raramente se han ocupado en sus estudios: “Las novelizaciones, con sus excepciones, no destacarán nunca por su calidad literaria, pero la razón principal por la que busco una novelización es para experimentar una película que me apasiona de forma completamente diferente, como si descubrieras, de repente, habitaciones que no conoces en tu propia casa.”
[18] CASCAJOSA VIRINO, Concepción Carmen (2006), Versiones, secuelas y adaptaciones en Hollywood, Serie Ciencias de la Comunicación, núm. 4, Universidad de Sevilla, pp. 62-63.
[19] El primer capítulo en inglés puede leerse online: https://www.hatrack.com/osc/books/abyss01.shtml
[20] Para un estudio académico sobre el tema véase: MARTÍN ALEGRE, Sara (1997) De la pantalla al papel: La novelización de Abyss (1989) de James Cameron por Orson Scott Card (1997), Universitat Autònoma de Barcelona. Texto anteriormente publicado como “From the Screen to the Printed Page: Orson Scott Card’s Novelization of James Cameron’s The Abyss”, en Pere Guardia y John Stone (eds.), Proceedings of the 20th International AEDEAN Conference. Barcelona: Facultat de Filologia, Universitat de Barcelona, 1997. 509-514. Disponible en https://gent.uab.cat/saramartinalegre/content/chapters-books. Traducción íntegra de la autora, incluyendo citas originalmente en inglés. Para su lectura, está disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/worpap/2015/136976/SARA_MARTIN_De_la_pantalla_al_papel_Orson_Scott_Card_The_Abyss.pdf (consultado el 11 de julio de 2020)
[21] ÁLAMO, Alfredo (2013), Del libro al cine: las novelizaciones, Lecturalia, 30 de enero de 2013. https://www.lecturalia.com/blog/2013/01/30/del-cine-al-libro-las-novelizaciones/ (consultado el 11 de julio de 2020)
[22] ERICE, Víctor (2001), La promesa de Shanghai, El Cultural, Madrid, 7 de noviembre de 2001. https://elcultural.com/La-promesa-de-Shangai (consultado el 12 de julio de 2020)
[23] Ibídem, 63.














A los 12 años leí La Profecía, de David Seltzer. Mucho después, mientras veía la película, me sorprendió la extraordinaria fidelidad del trabajo de Richard Donner al adaptar el texto original; las mismas imágenes que proyectaba en mi mente al leer estaban allí. Luego descubrí que había sido al revés, claro, que el propio Seltzer, guionista del film, convirtió su guion en novela…