Llega a nuestras librerías la primera parte de la bilogía El imperio sangriento, considerado uno de los mejores libros de fantasía del año por NPR, Amazon, Paste y Book Riot. La novela trata cuestiones como la libertad, el sacrificio y la rebelión, con un mensaje universal que resonará en lectores de todas las edades.
En Zenda reproducimos las primeras páginas de La sangre de los antiguos reyes (Minotauro), del coreano Sung-il Kim.
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1
Loran
En cuanto recuperó la conciencia, se encontró con la mirada de un dragón del color de la sangre que la observaba muy de cerca, como si estuviera examinando un insecto extraño. El Dragón no tenía un solo par de ojos, como hubiera podido esperar: además de los dos del centro, grandes como tragaluces, contaba con tres más pequeños alineados a la izquierda y otros cuatro similares a la derecha. A pesar de su enorme cuerpo, de sus muchos dientes afilados como cuchillos, de la negra cadena enredada en su cuerpo cubierto de escamas o de las garras que oprimían su pecho sin dejarla moverse, lo que más le inquietaba a Loran del Dragón de Fuego eran esos ojos.
—Princesa de Arland —pronunció, con una voz tan grave que sería imposible de confundir con la de un ser humano.
Loran se sobrepuso al miedo que la recorrió al oír el eco de la estancia con las palabras de la bestia y observó a su al rededor. La cámara rocosa no parecía de origen natural, pero tampoco artificial, aunque desprendía un frío impropio del interior de un volcán. La pared ennegrecida tenía marcas de garras por todas partes.
Respiró hondo, tratando de calmarse, y respondió con confianza:
—Soy una persona cualquiera, no soy la princesa.
El Dragón le acercó su enorme mandíbula a escasos milímetros del rostro mientras Loran se esforzaba por mantenerse impasible. La bestia entrecerró ligeramente los ojos y bajó la mirada para observar el thlarán tatuado en el cuello de la mujer. Aunque el concepto de clan había perdido todo significado con la llegada del Imperio, al igual que todos los arlaníes, Loran llevaba el tatuaje de los suyos grabado en la piel. Sin embargo, lo que el Dragón buscaba era el símbolo de la familia real con su propia imagen representada. Como era de esperar, no la encontró en ese thlarán.
—¿No eres la princesa? ¿Acaso desconoces que solo los descendientes de reyes pueden entrar en este lugar? —escupió el Dragón, con un aliento cargado de azufre.
Ese era el mandato dictado por las leyendas.
—Arland es un reino muy antiguo, por ello los descendientes de sus monarcas se encuentran incluso entre las gentes del pueblo. Yo misma confío en que la sangre de los reyes corre por mis venas y es por eso que he venido aquí.
El Dragón emitió un sonido horrible que Loran no pudo reconocer como una carcajada hasta pasados unos instantes.
—¿Y te has basado solo en esa suposición para escalar hasta la cima de este volcán y arrojarte a las fauces de su cráter? La dinastía real perdió el trono hace tiempo. Ya no tiene ninguna importancia que tengas sangre real o no, más allá de que eso te permita encontrarte conmigo, el Dragón que incumplió su promesa al ser derrotado por un insignificante juguete y encadenado por extraños a estas tierras.
La dignidad en su voz fue desapareciendo a medida que pronunciaba esas palabras hasta que separó sus garras de Loran. Ella se levantó con cuidado, tratando de no alterar al Dragón y se dispuso a hablar con todo el coraje del que disponía.
«¡Dragón de Fuego de la montaña, guardián de los reyes! Han transcurrido ya más de dos décadas desde que el Imperio se hizo con las tierras de Arland y el pueblo sobrevive a duras penas en medio de la hambruna. El nuevo prefecto está asesinando a pobres inocentes bajo la falsa acusación de rebeldía. Nuestro reino se encuentra desamparado, sin nadie que pueda salvarlo. Yo vine aquí para rogar por tu ayuda y suplicarte que nos salves de perecer».
Esas eran las palabras que había memorizado. Aunque nunca esperó encontrarse realmente con el Dragón. Creyó que se resbalaría mientras escalaba la montaña, que la matarían los soldados o que caería a la lava y se quemaría antes de poder exhalar un gemido en busca de auxilio. No obstante, los días previos a la escalada, reescribió esas palabras decenas de veces e incluso las practicó frente al espejo entre susurros otras cien. Sin embargo, no fueron las que finalmente pronunció.
—El prefecto mató a mi esposo y a mi hija de forma indigna, pero no puedo vengar sus muertes yo sola. Te daré todo lo que desees si me ayudas.
El Dragón ni se inmutó.
—¿Será que las leyendas cuentan que puedo conceder de seos? No pude cumplir el pacto que hice con mis reyes y ahora están muertos. Escucha bien lo que te digo y lárgate de aquí. No despiertes mi estómago hambriento desde hace veinte años —se relamió los labios como advertencia, dejando ver una lengua trífida y roja como la lava. Después apartó su largo cuello de Loran, se enroscó sobre sí mismo y cerró los ojos.
La desesperanza cayó sobre ella. Había pasado días escalando el acantilado para acabar con las manos vacías. Saltó al interior de un cráter pensando que moriría y fue en vano. Pensó que podría acabar entre los colmillos de un Dragón enfurecido, pero tan solo fue rechazada de forma ridícula, como si se hubiera entrevistado con un funcionario de la prefectura.
Loran se quedó pensando en su familia. Su marido y su hija solo habían compuesto y cantado una canción para llorar a los muertos, pero el Imperio y el prefecto lo consideraron un acto de traición. Cerró los ojos con fuerza ante el recuerdo de sus cuerpos colgados en medio de la plaza para el morbo de todos.
—¡Juro que reinaré sobre Arland! —dijo.
Loran se sorprendió por esa voz serena que reverberó contra las paredes de la cueva y rompió el silencio. Su corazón casi se le salió del pecho y, si no fuera porque el Dragón se giró para mirarla con fiereza, no habría reconocido que esa voz era la suya.
—Haz un nuevo pacto conmigo —le dijo Loran —. Te ayudaré a que esta vez puedas cumplir tu promesa.
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Autor: Sung-il Kim. Título: La sangre de los antiguos reyes. Traducción: Cristina Molina y Sunme Yoon. Editorial: Minotauro. Venta: Todos tus libros
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