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Una historia de Europa (XXXVI)

El día de Navidad del año 800 después de Cristo entró en la gran historia de Europa, por la puerta grande y con las bendiciones de la Iglesia de Roma, un fulano interesante: se llamaba Carlomagno y lo coronó el papa León III. Aquélla fue una jugada maestra por parte de Su Santidad, que así mataba varios pájaros de un tiro. Por una parte ponía bajo su control, el de la Iglesia romana, las palabras imperio y Occidente; lo que no era ninguna tontería porque en la parte oriental, Bizancio, había heredado el trono Irene de Atenas, una mujer a la que complicaban la vida y el futuro revueltas políticas y disensiones religiosas. Con un emperador adicto a su persona en la parte occidental, el papa se lavaba las manos del imperio bizantino, dejándoselo a los griegos en plan tú mismo con tu mecanismo, y consolidaba su poder en poniente, que era el verdadero núcleo importante de Europa. Además, Carlomagno era listo, valiente y tenía carisma. En la Vita Caroli, el monje Eginardo lo describió alto, guapo, con el pelo blanco, autoritario y digno: Cultivó con extraordinario celo las artes liberales y veneraba a quienes las enseñaban. Por lo demás, el nuevo emperata combinó el espíritu guerrero de los pueblos germánicos (era rey de los francos) con una religiosidad que lo convertía en prototipo del caballero cristiano según el canon de la época. Y realmente era de armas tomar: dominó el reino de los lombardos, puso los pavos a la sombra a los sajones, ocupó Frisia y Panonia, y no hizo lo mismo con Hispania porque en Roncesvalles los guerreros, pastores y montañeses locales (imagínense a esos animales vestidos de pieles tirando piedras desde arriba) le escabecharon al caballero Roldán con toda su retaguardia, haciéndole comerse una derrota como el sombrero de un picador. Pero Roncesvalles aparte, el imperio carolingio, denominado pomposamente Sacro Imperio Romano, se estableció bajo el padrinazgo (espiritual pero también temporal) del papa de Roma, en mutua complicidad y más amigos que cochinos, convirtiéndose en el primer gran intento de reorganizar Europa occidental tras la caída de Roma. Al reino franco, más o menos la actual Francia, se añadían el norte de Italia y buena parte de lo que hoy llamamos Alemania, Austria, Suiza y Polonia. La capital se estableció en Aquisgrán, con una corte montada por todo lo alto con chambelanes, senescales y esa clase de títulos, y se dividía administrativamente en condados o reinos locales (que eran los territorios seguros) y marcas o zonas fronterizas (que hacían funciones defensivas). La idea resultaba estupenda, pero verdes las habían segado; era demasiado pronto para la Europa que barruntaban algunos. La extensión territorial resultaba excesiva para los medios de entonces, y los pueblos reunidos bajo el imperio eran diferentes entre sí. La religión católica con sus obispos, monjes y monasterios daba cierta unidad, pero no era suficiente (como nueve siglos más tarde escribió Voltaire: El Sacro Imperio Romano no fue sagrado, ni romano, ni fue un imperio). Así que el tinglado carolingio duró lo que Carlomagno: a su muerte se fragmentó de nuevo, dividido entre tres nietos que no tenían, ni hartos de sopas, la talla del abuelo; y otra vez fue la Iglesia Católica, con el papa de turno moviendo los hilos desde Roma, la que mantuvo unidos, aunque fuese relativamente, los restos del naufragio. Pero lo que más complicó el paisaje fueron las llamadas segundas invasiones (las primeras habían sido las de los bárbaros contra Roma) que devastaron Europa occidental entre los siglos IX y X: vikingos, magiares y sarracenos. Los primeros, primos hermanos de los germanos, procedían de Escandinavia (eran suecos, noruegos y daneses, llamados normandos en general), y además de expertos en navegación resultaron ser unas auténticas malas bestias, cuyo objetivo no era conseguir tierras, aunque en alguna se establecieron, sino saquear para conseguir botín. Por su parte, los magiares, o húngaros, eran una especie de bandoleros de las llanuras del este de Europa, buenos jinetes dedicados al robo y captura de esclavos, por la cara. En cuanto a los sarracenos (piratas musulmanes muy cabroncetes), asolaron el Mediterráneo y sus orillas, llegando a saquear las afueras de Roma. El caso es que, entre pitos y flautas, unos y otros devastaron regiones enteras con feroces incursiones, incendiaron pueblos, saquearon monasterios y llevaron la zozobra a aquella nueva y medieval Europa que empezaba a respirar tras el colapso imperial romano. No es casual que muchas poblaciones, costeras o no, se construyesen en lo alto de montañas fortificadas, y que ahí sigan. Ni que en los libros de oraciones de entonces figurase a menudo la significativa plegaria: Del terror normando (o magiar, o sarraceno) líbranos, Señor. 

[Continuará].

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Publicado el 3 de septiembre de 2022 en XL Semanal.

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1 año hace

Señores de la guerra y señores del mar. La épica que acompaña a los vikingos no tiene parangón. Otros muertos de hambre, sin nada que perder que se extendieron buscando otras tierras más amables, buscando riquezas, aventuras y buscando mujeres diferentes a sus recias valkirias, en el caso de ellos o hombres más amables y menos bestias en el de ellas.

Lo que no tenían, como otros pueblos conquistadores, era verdadera unión. Eran caóticos, libertinos, desvergonzados, dasafiantes, pendencieros, impulsivos e irrespetuosos a la autoridad como buenos españoles: indomables. Les rodea un aura rom´`antica que, a pesar de sus crueldades, nos atrae; y nos evocan horizontes abiertos y sin limites, cielos azules y tormentas marinas, batallas heróicas sin fin y muertes épicas. Banquetes interminables en los que corría la bebida y abundaba la comida hasta quedar totalmente postrados y a reventar. Guerreros. Y a la vez agricultores y ganaderos, con una mano en el hacha y otra en el arado o en la jarra de cerveza o el hidromiel.

Consiguieron llegar, con sus aparentemente endebles embarcaciones, hasta confines inexplorados en aquel entonces. Hazañas como poblar Islandia, Groenlandia o incluso Vinlandia. O estenderse incluso por el Mediterráneo haciendo suyas islas enteras como Sicilia. Y asolaron ciudades incluso bajo el poderío sarraceno. A veces su intención era más bien de saqueo que de conquista.

La diferencia con otros pueblos es que quizás su religión también era caótica aunque les prometiera un paraíso espectacular si morían en batalla y con la espada o el hacha en la mano. A diferencia del paraíso espiritual y aburrido de los cristianos, el suyo era divertido y alegre: beber y fornicar, con los amigos muertos en batalla, hasta la eternidad. Y sus dioses, caprichosos, agresivos y fornicadores, con sus hilanderas tejiendo el destino, a capricho, de cada humano. Su religión no los disciplinó para la conquista.

Siento decir, sin desmerecer nada sus logros y su liderazgo, que el Sacro Imperio Romano Germánico (como a mi me lo enseñaron ya que don Arturo ha omitido lo de Germánico) me resulta aburrido, funcionarial, organizado y burocrático en comparación con el mundo vikingo.

Se trasluce en mis palabras mi admiración por su forma de vida y, como ya he dicho, mi sentimiento romántico y mi admiración por su atractiva y divertida cultura. Y, desde aquí, reto al sr. Wales y al sr. Basurillas, o a otros que así lo deseen, a que escriban un relato de vikingos, con la desenvoltura literaria con que suelen hacerlo. Por cierto, podría ser muy interesante leer una novela de aventuras vikingas escrita por don Arturo…

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  ricarrob

Perdón por la falta involuntaria. Se me ha ido la tecla con la puñetera tableta: extenderse, por supuesto. Y mis disculpas al sr. Brun, con sus excelentes relatos, ya que me he olvidado de él. Estoy geriátrico…

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  ricarrob

Me temo que esa estampa de los vikingos que tan vívidamente ha descrito usted me recuerda a algunos estupendos productos de Hollywood: «El príncipe Valiente», «El guerrero n°13», «Alfredo el Grande» (ésta creo que es británica) y, por supuesto, «Los vikingos». Me encanta esa algarabía de carcajadas, excesos y bravura, pero la realidad debía de ser más prosaica y sucia. Si usted escarba en la historia, verá que los usos de la guerra eran semejantes en otras latitudes y no han desaparecido en tiempos más recientes. Un ejemplo serían las terribles representaciones de la revolución mejicana (¿ha visto «Grupo salvaje» o «¡Agacháos malditos!»?), los desmanes de los chetniks, ciegos de rakja, en la Guerra de los Balcanes, o los brutales comportamientos de los combatientes irregulares en guerras asiáticas y africanas (Camboya, Afganistán, Biafra), por citar los más llamativos. Los saqueos y desmanes se atenuaron, sin desaparecer, con la formación de los ejércitos profesionales, y con ellos de la Justicia militar y los reglamentos. Eso no llegaría hasta que las monarquías y repúblicas medievales empezaron a parecerse a un estado moderno, y eso implica ingresos fiscales regulares para pagar a los soldados -ya no guerreros-. Es decir, todo se moderó un poco cuando los oficiales empezaron a ahorcar a los soldados que se habían desmandado.

Yo no voy a ser quien le afee su gusto por el modo de vida de los vikingos, que es el de cualquier ejército premoderno, incluidos los ejércitos cristianos -los almogávares y caballeros pardos, que hostigaban las fronteras enemigas incesantemente, son un ejemplo clarísimo-. De hecho, comparto su gusto por otros modos de vida, e incluso religiones. El «Kalevala» finés o las sagas vikingas me parecen tan interesantes como la «Eneida» y ls «Odisea». Otra cosa es que no sepa distinguir entre ficción y realidad. El aburrido paraíso de los cristianos, como usted lo llama, no tiene nada que ver con la satisfacción de las pasiones bajas. Ni debo, ni me apetece hacer un torpe ejercicio de comparación. Sin embargo, los vikingos se convirtieron al cristianismo y dieron figuras interesantísimas -y sumamente desconocidas- a la Cristiandad medieval, como San Canuto (Knut) y Santa Brígida. A mí, personalmente me fascina el arte paleocristiano escandinavo, pero reconozco que es un tema para tipos anormales como yo.

Le agradezco el elogio a la «desenvoltura literaria», pero no hay tal. Tengo entendido que el Sacro Imperio Romano de Carlomagno es una entidad distinta de la restauración otónida, en la que se añadió la coletilla ‘germánico’, pero para entonces, los ‘deutsche’ ya no eran una amalgama de pueblos recién cristianizados, sino los abanderados de la cruz en el Este. Un saludo.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Gracias por sus atentas apreciaciones, sr. Wales. Quizás he cargado las tintas llevado por el ya indicado espíritu romántico que me subyuga. ¡Claro que la realidad era, seguro, más prosaica!

Pero sus hazañas, muchas veces irreales, son ciertas. Los descubrimientos de nuevas tierras están ahí. Y sus barcos eran verdaderas obras de ingeniería que se deben admirar.

Y si que he leido bastante sobre ese período de la historia y sus hazañas. Como libro de investigación, por ejemplo, «Colapso» de Jared Diamond, tiene entre sus capítulos uno dedicado al descubrimiento y la conquista de Groenlandia, aunque tuvieran luego que abandonarla por causas medioambientales. Y hay numerosas publicaciones sobre los vestigios de vikingos en norteamérica. Se necesita tener un espíritu fuerte e indómito para poblar Islandia y Groenlandia.

Respecto a las bajas pasiones, a todas las culturas militares de todos los tiemopos hay que achacárselas, por muchas normativas que hayan intentado impedirlas. Y duran hasta nuestros días, en nuestros modernos y reglamentados ejércitos y nuestras civilizadas sociedades y se dan en las actuales guerras. Falta sitio para enumerar atrocidades militares perpetradas solamente en los siglos XX y XXI, incluso si solamente tenemos en cuenta el tiempo a partir de 1990.

Tampoco intento poner por encima las sagas vikingas sobre La Iliada, La Odisea, la Eneida, el poema de Gilgamés, Los Argonautas, etc. Todos ellos son ficción aunque guarden ente sus líneas leyendas y hechos reales perdidos en el tiempo. Cuando me he referido a sus hazañas, me he referido a sus hechos reales contrastados con la historia.

Siento decirle, discúlpeme, que siempre se recurre a Hollywood y sus películas para denostar algo. Nadie es más contrario que yo a las pseudo-versiones históricas de estos productos Usa. Por fortuna, mi gran afición a la historia académica hace que ello sea así. Si de ficcion se trata, las novelas históricas que se producen en Europa nos dan suficiente calidad para no tener que recurrir a Hollywood. Y creo que mi disgresión, aunque se pueda tachar de exagerada, no cae en estos extremos.

Saludos cordiales.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Ricarrob

No tiene que disculparse por ser de otra opinión; además, es usted exquisitamente educado. Desafortunadamente, estamos en una época monocolor en la que es difícil encontrar personas con opiniones fundadas y gustos diferentes al de la multitud… No se disculpe. Insisto, a mí me encanta la recreación histórica con fin artístico, como Hollywood cuando era Hollywood, tanto como la siempre escurridiza realidad del pasado, al que sólo podemos acercarnos. Pero fíjese que lo hacemos desde fuera, como espectadores o lectores. Si estuviéramos allí, no nos gustaría tanto.

De niños, siempre jugábamos a lo que habíamos visto en la tele: a indios y vaqueros, a ponernos una sábana y correr con los brazos extendidos como Superman… La literatura y el cine son representaciones que contienen elementos ficticios, parcial o totalmente. Esos añadidos forman parte de las artes en sí, no son nada malo ni bueno. El problema viene cuando el receptor no distingue y basa su conocimiento de la realidad en lo que ha visto. Por ejemplo, si veo «Los puentes de Madison» y la tomo como referencia para tomar decisiones en la vida, llegaré a la conclusión de que el matrimonio y el amor llevan caminos separados. Si además tuviera padres separados ¡zas!, la confusión queda cuajada. Tal vez surjan dudas en los pocos años que dura la existencia, pero la corriente arrastra y nos llevará. Nunca querremos casarnos, porque ya no creeremos en el matrimonio. Y como ya no creeremos en el amor para toda la vida convertido en institución en el que descansa la sociedad a través de la crianza de los niños, no seremos muy exigentes a la hora de buscar compañera, las relaciones irán y vendrán como el viento y, los hijos, si los tenemos, serán un elemento más entre la carrera profesional, los hobbies y las relaciones sociales. Eso no sólo puede acabar mal, ya ha empezado mal y las consecuencias pueden ser funestas. No estoy elucubrando, conozco casos y, es más, creo que no soy el único.

Recuerdo haber escuchado, de niño, que un crío se había lanzado desde una ventana tras ver la película «Superman», porque creía que podía volar. Fuera bulo o verdad, lo cierto es que la confusión daña nuestra percepción de la realidad, e incluso los seres más maduros, ilustrados, perspicaces y escépticos caen en el error. Por eso detesto la irresponsabilidad, y encima como negocio industrial. Pero lo que más me indigna es que, para colmo, se sacralice la irresponsabilidad, llámese política o arte. Estamos en un tiempo en que la gente no cree en Dios ni en los milagros, sin embargo cree que los políticos van a solucionar algo o que cualquiera de los «ismos» que hay por ahí tienen poder de curación sobre los males del viejo mundo o el alma humana. Dígame, ¿quién tiene más sustancia, el hombre medieval que se arrodilla frente a una cruz o el que se pasa tres horas al día frente a una pantalla?

ricarrob
ricarrob
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Muchas gracias, sr. Wales.

Efectivamente la gente no cree en Dios ni en los milagros y se denigra, se critica y se ofende a todo lo que huela a catolicismo (no así a otras religiones, sean estas indigenistas ya periclitadas, induistas, etc.) pero, sin embargo, sobre todo entre la gente joven, existen creencias fanáticas en ideologías y en personajillos encumbrados que dejan corto a las antiguas creencias religiosas. E incluso se cree a pies juntillas que estos personajillos pueden realizar milagros, dado que siguen sus proclamas y sus promesas como si fueran palabra de Dios. Creencias en utopías irrealizables y perniciosas que dejan pequeñas las creencias en el cielo o el paraíso.

En mi modesta opinión, arrodillarse frente a una cruz o una imagen, antes o ahora, en el mundo medieval o en el actual, y creer en lo trascendental, sin fanatismo y sin intentar imponerlo a los demás, es digno de respeto, respeto que hoy en día no se tiene por los que creen en ello. Mucho más digno de respeto que los que creen en ideologías utópicas que solo llevan al desorden, la destrucción, el caos y el Armageddon y creer en personajes luciferinos, malvados que sueñan todos los días con su inalcanzada revolución.

En cuanto al problema del receptor, como usted bien apunta, no es culpa del emisor sino, en mi opinión, de la educación, de la que ya hemos hablado largo y tendido pero de la que nunca se habla lo suficiente. No podemos culpar a Wagner y al Ocaso de los Dioses por la inmolación destructora que Hitler hizo de Alemania.

Saludos cordiales.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  ricarrob

La educación es fundamental, sí señor. Pero no nos asegura el éxito al 100%. Damos la misma educación, el mismo cariño y desvelos a los niños y ¿cuál es el resultado? Que cada cual sale de una manera diferente. Dice la teología que no hay dos almas iguales. Ahí es donde creo que se juega el ‘gran juego’.

Justo
Justo
1 año hace
Responder a  ricarrob

Puesto que así lo solicitas te voy a contar una historia corta de vikingos.
Érase un grupo de vikingos a las afueras de una humilde, sencilla y desguarnecida aldea, de madrugada, como era ese su hábito, la asaltaron robando cuanto les interesaban, matando y violando a todo quisqui que pudieron, abandonando el lugar al amanecer, dejando lo que era un lugar de paz y trabajo en casas arrasadas, campesinos asesinados y mujeres violadas. Fin de la historia.
Al menos en España, se enfrentaron con un ejército cristiano en Castilla y salieron con el rabo entre las patas, exactamente lo mismo les ocurrió en Sevilla cuando su enfrentamiento fue con otro ejército pero esta vez musulmán. Las leyendas de sus épicas victorias en el extranjero, las desconozco, pero escuetamente no so dignos de admirar esos repugnantes cobardes asesinos.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Justo

Estimado Justo. Seguro que hechos parecidos tuvieron lugar. Y así se relatan también por los monjes de los monasterios asaltados. Todos los ejércitos del mundo, a lo largo de toda la historia, tienen a sus espaldas atrocidades cometidas. Discúlpeme, pero no se puede tachar a toda una cultura a todas sus gentes, con esos epítetos como no se puede tachar con ellos a nuestras tropas en América a causa de los «Lope de Aguirre» que existieron; ni siquiera a todos los que acompañaban a este personaje en su periplo amazónico.

Saludos.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Justo

Recojo el guante y le resumo, con lírica española de cosecha propia, un fragmento del poema Heimkringa que habla de la lucha y muerte en combate del rey San Olaf Trigeveson: «Un arpa acalla los alaridos de la noche; la fuente de los volsungs se ha secado y los torvos dioses caen abatidos. El rey Olaf ha grabado una cruz en su escudo; lleva un yelmo de oro y alza el relámpago del combate, la espada Heniter». Vale la pena leer las fuentes originales, paganas o cristianas. Son de una pureza que la moderna literatura perdió hace siglos. Saludos.

Antonio
Antonio
1 año hace

Gracias, Sr Pérez Reverte, por lo ameno de la narración.

Francisco Brun
1 año hace

Admiro como escribe usted Don Arturo, sus relatos de historia, tienen para mí, una tonalidad a la que llamaría pomposa, sin ser empalagosa; y se suma a la trama esos dichos y sabios refranes, que vienen de lejos, pero que usted ubica en el momento justo; los cuales me causan placer y gracia.

«El plan de tu mismo con tu mecanismo»

«Poner los pavos a la sombra»

«Se comió una derrota como el sombrero de un picador»

«Pero verdes las habían segado».

«Ni hartos de sopas, lograrán la talla del abuelo»

«Entre pitos y flautas».

Me olvidaba decir: el señor Ricarrob, ha largado a los cuatro vientos una especie de reto, a escribir una historia de vikingos. Tomo el guante mi amigo, y a la brevedad cumpliré con el desafío, no me asusta usted señor, porque yo soy un hombre de coraje.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Francisco Brun

Perdón por mi reto. No pretendía molestar. Mis disculpas.

Francisco Brun
1 año hace
Responder a  Ricarrob

Estimado señor Ricarrob, el que se tiene que disculpar soy yo, solo estaba bromeando, cordial saludo.

Basurillas
Basurillas
1 año hace

Recojo someramente el testigo de la invitación del señor Ricarrob, para destacar y detallar aún más la campaña vikinga por la península ibérica en los años 843 y 844. La flota vikinga, bajando por las costas atlánticas de lo que se llamaría Francia en el devenir de los tiempos, desembarca en las playas de la península buscando botín, jolgorio y gloria y algo más de solecito por el Cantábrico, asolando la zona de Asturias. Lo intentan en Galicia y, tras algunos éxitos, sus habitantes les pararon los pies en La Coruña (creo que los atracones a percebes tuvieron algo que ver). Bajan por Lusitania con un poco de resquemor y en-fado y no dejan títere con cabeza en Lisboa que, de paso, arrasan. Penetran en el Mediterráneo y, con el aumento de la temperatura, se animan y sacuden de lo lindo a, entre otras poblaciones, Cádiz y Algeciras, que también dejan temblando. Viendo que la cosa promete se atreven a remontar el Guadalquivir y llegan hasta la misma Sevilla, donde cometen toda serie de barbaries y latrocinios tomando toda la ciudad salvo la ciudadela, hasta que ya hartos de robos, cogorzas y orgías se dejen vencer por las tropas de Abd ar Rahman II que, ya mosqueado por el jolgorio nórdico, monta un gran ejército que les hace abandonar Sevilla por patas y volver al norte de Europa. Vamos, que disfrutaron de un auténtico crucero de placer en plan «Vacaciones en el mar»; que volvieron a repetir las féminas de su estirpe en los años sesenta del siglo veinte buscando sol, playa y machotes más morenos y vitales, según se narró en todas las películas españolas de la época, como unas cuantas del inigualable Alfredo Landa, armadas únicamente con su melena rubia, bronceador, bikini y copazos de gin tonic. Y ahí ya vencieron por goleada y rendición sin resistencia del macho ibérico. Y hasta hoy…

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Basurillas

Gracias. Estupendo rekato y muy divertido. Saludos.

Francisco Brun
1 año hace

Una de vikingos, dedicada al señor Ricarrob.

La batalla había terminado, el campo olía a sangre y muerte; cientos de hombres yacían tirados, inmóviles.
El jefe vikingo con su espada ensangrentada en su mano derecha y su hacha en la izquierda, observaba aquella matanza feroz. Su rostro con salpicaduras de barro y sangre no mostraba expresión alguna, solo sus ojos brillaban como dos brazas.
Muchos de los suyos habían muerto, pero en la colina próxima se agruparon sus guerreros vencedores sosteniendo el estandarte.
Alguien gimió, era un guerrero adversario, aún vivo. El jefe vikingo, empezó a caminar por donde pudo hasta llegar al moribundo; allí estaba, era un hombre joven, al que le faltaba medio brazo; el jefe observó la mirada de aquel hombre, que pedía clemencia; no por su vida, si no por su pronta muerte.

—¡Matadme!, ¡matadme!, te lo imploro. —le gritó desesperado—

El robusto jefe; levantó su hacha; y con un golpe despiadado y rotundo… tuvo clemencia por aquel guerrero.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Francisco Brun

Estupendo relato, gracias. Si ese parece que era el espíritu guerrero de estas gentes que, en general, dentro de su salvajismo, tenían un cierto código de conducta, a pesar de que, como en toda guerra, los excesos también edtaban presentes. Saludos.

Francisco Brun
1 año hace

Cuando observo a los concurrentes de este sitio, su erudición sobre la historia antigua me motiva a continuar leyendo. Desde mi visión latinoamericana, me parece imposible poder abarcar alguna vez, ni la décima parte del desarrollo humano Europeo.
Ustedes señores son, con respeto lo digo, los abuelos mayores ilustrados.
Pero permítanme decir, que se debería transmitir sus conocimientos en formas atractivas que entusiasmen a nuestros jóvenes, que piensan que como todo está en la nube, ya no es necesario quemarse las pestañas estudiando. No generalizo, pero creo que gran parte de la biblioteca histórica se puede perder irremediablemente, y esto dejaría en las tinieblas una gran parte de la cultura humana. Tal vez exagero, pero me temo que esta vida moderna, no obliga al sacrificio que significa estudiar de verdad justamente estas materias como historia, que no garantizan un porvenir económico holgado.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Francisco Brun

Tiene usted razón. Es más, es usted muy suave en su crítica a ese divorcio que hay entre la cultura general -que no erudición- y la parte más visible de la juventud. Coincido con su diagnóstico, yo también yo lo veo así, e incluso soy más pesimista. Ya estamos en tinieblas; sólo hace falta echar un vistazo sobre el nivel de periodistas, profesores o políticos. Ya no es que lean buenos libros, es que ni leen, ni saben escribir un texto. En cuanto a las ideas abstractas, es decir, la representación de las cosas inmateriales, hemos retrocedido a la Época Oscura de la Hélade. No exagero. El populismo y la demagogia son efectos de este retroceso moral. Ahora bien, disiento de usted en el tratamiento. No creo que sea una cuestión de transmitir el conocimiento de una forma atractiva. ¡Si fuera tan fácil! La cultura pertenece al terreno del espíritu; digo bien, tal vez de ahí viene la expresión ‘espíritu cultivado’. Mi opinión personal e intransferible es que es inútil sembrar nada en terrenos incultos, es decir, llenos de maleza y broza. Lo voy a decir de una forma más cruda: no se puede pretender que un adolescente prefiera leer «El Quijote» a bucear en páginas pornográficas. Sería como pedir a un fanático suicida que cambie a las cien huríes por el gusto de leer las últimas novedades editoriales. Y así todo. No se puede competir con la biología, pero tampoco con el ritmo de vida. Siempre es más fácil encender un televisor que abrir un libro después de una larga jornada de trabajo. Siempre es más fácil dejarse arrastrar por la corriente que resistirla, porque para ser libre siempre hay que pagar un precio. Tiremos del hilo, vayamos a las causas y comparemos con la experiencia que nos da la historia, es decir, de la experiencia de otros que durante siglos se han enfrentado con el mismo problema. En mi modesta opinión, la batalla contra la estupidez humana está perdida. Hay que ir a su raíz.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Como siempre y, de nuevo, la educación es lo importante. Si desde las familias y desde los colegios se transmitiera un gusto, un amor por la historia, el panorama sería diferente. Y, en España esto es un desastre. Hoy mismo hay en Zenda un artículo de Carlos Mayoral sobre las 17 historias diferentes y opuestas que se pueden estudiar en la piel de toro. Los únicos y totales responsables de ello son los inútiles de los políticos, los que han conseguido este «gran logro».

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace
Responder a  Ricarrob

En efecto. La izquierda de forma descarada y la derecha de forma retardada llevan décadas trabajando muy duro para convertirnos en imbéciles. Lo han conseguido con la ayuda de todos. De todos. Que cada vela aguante su palo.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Francisco Brun

La izquierda, en España, desde los tiempos zapateriles, está inmersa en un proyecto de ingeniería social que incluye un proceso progresivo de aculturación para conseguir, en un próximo futuro, ciudadanos de plastilina. De nosotros depende que no lo consigan…

Antonio
Antonio
1 año hace

Estos ,los reyes magos….ma da la risa; cualquiercosa es Carlomagno,ahí lo llevas.Y luego los vikingos, en su variadas marcas,y como no los de las velitas meterraneas,menos mal en aquella época no existía ningún Pablo Escobar,por entonces si que tendríamos buenos cónclaves de Auténticos criminales.Bueno hoy ha perdido nuestro Autentico Rey:el de la tierra batida.Buenas noches y buena suerte.

Mario
Mario
1 año hace

Perez-Reverte… ¡¡¡MAESTRO!!!